Desarrollo de la Motricidad de la Preescritura en la Educación Inicial
La preescritura es la primera etapa del proceso de escritura, se trata de una fase de maduración motriz y perceptiva del niño, se entiende como unas actividades (trazos) que el niño y la niña deben realizar y mecanizar antes de ponerse en contacto con la escritura propiamente dicha. (letras, sílabas, palabras). Las habilidades motoras finas son movimientos usando los músculos pequeños de las manos, muñecas y dedos, se refieren a las actividades que requiere coordinación ojo mano y los músculos cortos. El desarrollo de estas habilidades es importante para el niño. Sus logros abren la puerta a la experimentación y al aprendizaje sobre su entorno y, como consecuencia, la motricidad fina juega un papel fundamental en el desarrollo de la inteligencia.
La motricidad va progresando durante las etapas de desarrollo del niño, si los infantes logran desarrollar la motricidad les será muy fácil ir aprendiendo trazos y actividades para incrementar la preescritura ya que esto ayudara a que los estudiantes tengan mayor facilidad en la expresión y la escritura. (Sabaria, 2008)
El ensayo que nos proponemos es desarrollado bajo el método cualitativo porque consiste en una recolección de datos bibliográficos, se llegará a un análisis inductivo con el fin de obtener los resultados anhelados; ejecutado bajo las líneas de investigación con el dominio: “educación, justicia y ciudadanía”, construyendo información crítica de los procesos educativos y formación humana, de la misma manera se utilizará el paradigma hermenéutico el cual se centra en la descripción y comprensión del tema de investigación, tiene una naturaleza interpretativa es decir, que pretende descubrir, sintetizar e interpretar el significado de diferentes hechos que suceden a nivel social sobre la importancia de la motricidad fina como base para el aprendizaje de la preescritura.
Nos hemos planteado el siguiente objetivo general determinar la importancia de la motricidad como base para el aprendizaje de la preesritura a través de una investigación bibliográfica que con lleva a desarrollar la motricidad fina y la preescritura; y los objetivos específicos son interpretar que es motricidad, definir la preescritura en los niños de preparatoria, relacionar la motricidad con la preescritura.
Motricidad
Definición: La motricidad en su definición más pura y elemental hace referencia a la acción del sistema nervioso central, mediante la cual se determina la contracción muscular, esta controla los movimientos complejos y coordinados que un individuo ejecuta, es decir, implica el sistema locomotor. Los tipos de motricidad son: gruesa y fina, y cada una cumple una función especializada, la cual se explicará más adelante.
Controlar los movimientos espontáneos en los niños y niñas, en las etapas por las que atraviesa el ser humano desde su nacimiento, es muy importante y esta función depende del desarrollo motriz; de allí que la psicomotricidad, se subdivide en fina y gruesa, con la finalidad de cumplir cada una de las acciones en las que está implícita.
La motricidad controla y coordina los movimientos del cuerpo, efecto que constituye un elemento fundamental “en la educación infantil porque ordena, sincroniza y armoniza todas las fuerzas internas de la persona y las pone de acuerdo con las fuerzas externas para lograr una solución oportuna a un problema motriz determinado, de forma precisa y equilibrada” (Turrillas Lacuey, 2011).
En términos generales la motricidad es el dominio que el individuo ejerce sobre su propio cuerpo, comprende un aspecto integral en el cual intervienen e interactúan todos los sistemas del cuerpo, es un episodio que va más allá de la ejecución de “movimientos y gestos, involucra la espontaneidad, la creatividad, la intuición, etc., tiene que ver con la manifestación de intencionalidades y personalidades. La motricidad también manifiesta todos los movimiento del ser humano” (Mendoza, 2017).
Los movimientos referidos en el párrafo anterior, establecen el proceso motor de los niños y niñas de entre cero y seis años, los cuales se manifiestan mediante las habilidades motrices básicas, los que a su vez expresan los movimientos característicos de la naturaleza del ser humano (Mendoza, 2017).
La motricidad fina es la que controla las acciones involucradas en “pequeños grupos musculares de cara, manos y pies, concretamente, a las palmas de las manos, los ojos, dedos y músculos que rodean la boca. Es la coordinación entre lo que el ojo ve y las manos tocan (óculo-manual)” (Mendoza, 2017).
Esta coordinación, viene a ser entonces la secuencia de acciones que un individuo debe procesar y realizar con la finalidad de lograr la consecución de una meta planteada, en función de lo cual el cerebro interioriza aquella meta y programa y realiza una serie de acciones consecutivas para alcanzar la meta (Turrillas Lacuey, 2011).
Mientras tanto, la motricidad gruesa se halla implícita en todas las acciones que incluyen grandes grupos musculares, es decir, se refiere a los “movimientos grandes del cuerpo del niño o de todo el cuerpo” (Mendoza, 2017), por ejemplo patear la pelota.
Rosalba Cándales (2012), explica que la motricidad fina se refiere al control voluntario y preciso que ejerce el individuo, sobre los movimientos de la mano y los dedos, habilidad que es imprescindible para la ejecución de gran parte de las actividades escolares, como escribir, dibujar, manipular los útiles escolares.
Al comienzo de la Educación Infantil, los niños suelen presentar ciertas dificultades en el dominio de las habilidades psicomotrices, pues la motricidad “refleja todos los movimientos del ser humano. Estos movimientos determinan el comportamiento motor de los niños de 0 a 6 años que se manifiesta por medio de habilidades motrices básicas que expresan a su vez los movimientos naturales del hombre” (Cándales-Castillo, 2012).
La adecuada estimulación en las áreas motriz gruesa y fina, influye de forma determinante en el desarrollo psicomotor de los niños y niñas, y repercute en su proceso de aprendizaje, ya que es mediante los sentidos a través del movimiento que se adquiere un nuevo aprendizaje (Constante-Barragan, Rengifo-Tapia, & Herrera- Yugcha, 2017).
Importancia de la motricidad fina
El proceso del control de las destrezas motoras finas en el niño, requieren especial cuidado y entrenamiento, y una vez adquiridas dichas capacidades, éstas sirven de referencia para la evaluación de su edad y desarrollo psicomotor, ya que ciertas pericias indican el nivel de desarrollo alcanzado y se lo compara con la edad cronológica, lo cual da una idea de las fortalezas o debilidades.
Las destrezas de la motricidad fina se amplían con el pasar del tiempo, en función de la experiencia y del conocimiento del sujeto, pero requieren de una inteligencia normal que le permita la planeación y ejecución de determinada actividad en la que se emplea la fuerza muscular, la coordinación y la sensibilidad que la facilite.
Las actividades que requieren un alto nivel de precisión y coordinación requieren de la coordinación a través de la motricidad fina, por cuanto, este tipo de motricidad interviene en aquellos movimientos que no tienen amplitud; en este sentido, la mayoría de los autores estudiosos del tema, explican que “la motricidad fina se inicia hacia el año y medio, cuando el niño, sin ningún aprendizaje, empieza a emborronar y pone bolas o cualquier objeto pequeño en algún bote, botella o agujero” (Cándales-Castillo, 2012).
Asimismo, la motricidad fina implica un nivel muy elevado de maduración y requiere un extenso aprendizaje para logar la adquisición plena de cada uno de sus aspectos, debido a que hay diferentes niveles de dificultad y precisión (Cándales-Castillo, 2012); por lo que esta destreza, debe ser correctamente entrenada en la etapa preescolar.
La motricidad fina, a decir de Cabrera (2019), se sitúa “en la Tercera Unidad funcional del cerebro, donde se interpretan emociones y sentimientos (unidad efectora por excelencia, siendo la unidad de programación, regulación y verificación de la actividad mental) localizada en el lóbulo frontal y en la región pre-central” (Cabrera Valdés & Dupeyrón García, 2019), razón por la que se la considera compleja, ya que además exige la participación de muchas áreas corticales, las mismas que hacen referencia “a la coordinación de las funciones neurológicas, esqueléticas y musculares utilizadas para producir movimientos precisos” (Cabrera Valdés & Dupeyrón García, 2019).
Cuando se habla de estimular la motricidad fina en los niños de los nivel escolares iniciales, se refiere a activar, los músculos que intervienen en el desarrollo de las actividades motrices, debido a que son los cambios, los movimientos finos, que exigen exactitud (Cabrera Valdés & Dupeyrón García, 2019), específicamente respecto a los movimientos de la mano y de los dedos de forma precisa, en función de un objetivo en el que también intervienen la vista o el tacto, ya que estos sentidos facilitan la ubicación de los objetos que forman parte de la meta (Cabrera Valdés & Dupeyrón García, 2019).
Desarrollo de la Motricidad Fina
El niño aprende mediante la experimentación contextualiza a su entorno, proceso en el cual requiere observación, manipulación, y reproducción de realidades a través de la comunicación oral y escrita, siendo en esta última en la que interviene la motricidad fina, razón por la cual el desarrollo de esta habilidad ocupa un rol esencial en el incremento de la inteligencia, y además “promueve el aprendizaje de la escritura, esta actividad simbólica expresiva, caracteriza la cultura y estimulada adecuadamente permite trazar un itinerario de esta capacidad humana por lo que es necesario incentivarla desde las edades más tempranas. Preescolar (3 – 5 años)” (Cándales-Castillo, 2012).
El avance progresivo en la definición de la motricidad fina, comienza aproximadamente desde los tres años, y a los cinco años el niño, por lo general ya logra un control sobre gran parte de las habilidades motoras finas, por ejemplo ya es capaza de trozar, cortar, pegar, trazar formas básicas, ensartar, etc.
Es necesario resaltar que la motricidad es un proceso lento, cuyo comienzo no se distingue fácilmente, pero que se sustenta una vez que la motricidad gruesa se va definiendo, en primera instancia comienza de forma global, cuando el niño controla su “cabeza, el tronco y las piernas, esta es la motricidad gruesa. Una vez que parte de esta, ha avanzado lo suficiente para que puedan realizar movimientos más sutiles y empieza a nacer el desarrollo de la motricidad fina” (Cándales-Castillo, 2012).
Desarrollo de la preescritura
La Educación Inicial (o preescolar) es el primer escalón del sistema educativo, por ello es el espacio en el cual se sientan las bases para el desarrollo de habilidades y destrezas fundamentales para el aprendizaje en los demás niveles de escolaridad, incluso aquí se forma parte de la personalidad del niño, por lo tanto, “constituye un período de relevante importancia en la que se forman los fundamentos de la personalidad, teniendo en cuenta el desarrollo integral de los niños” (Cabrera Valdés & Dupeyrón García, 2019).
La educación infantil, versa su atapa preparatoria, en la ejecución de actividades encaminadas al desarrollo del lenguaje en todas sus formas (oral, escrito), aunque no se trata precisamente de la lectura y la escritura, se presta gran importancia a la estimulación que conlleve a la adquisición de las habilidades básicas que serán muy útiles en la etapa escolar, cuando sea necesario el avance hacia el proceso lectoescritor.
Lograr el acceso a la lengua escrita, constituye en el mundo infantil un gran acontecimiento, pues saber leer y escribir, conlleva gran significatividad, debido a que este es un hecho que le abre varias puertas del conocimiento, le permite conocer un nuevo mundo, que lo relaciona con su entorno y con sus semejantes en comunión con sus ideas y emociones.
Para que la lectoescritura sea en vínculo fundamental entre el individuo y su formación de habilidades caligráficas, Cruz Aguero, explica que es indispensable revisar la literatura especializada, en la que evidencia que históricamente se han seguido dos vertientes “Una, la de que esta preparación es alcanzada mediante la realización de actividades productivas y que con esto basta para que el niño y la niña ejercite las cualidades que son necesarias para el proceso de escribir” (Cruz Aguero, 2014).
Para Díaz y Bravo, la pre-escritura es la forma de expresión del pensamiento, de las ideas, de las emociones, que requieren una formación específica:
En la que se expresan ideas por medio de gráficos y sonidos que forman palabras en este proceso de escribir. Este tipo de expresión favorece la adaptación, la confianza, la seguridad en sí mismo, permite canalizar sentimientos y emociones. Debemos brindarle muchas oportunidades de la expresión y estímulo a su realización, comprender las etapas evolutivas del grafismo en los niños y niñas. (Díaz, Bumbila, & Bravo, 2017)
Los procesos lectoescritores, de los cuáles la lectura y la escritura son la meta, son procesos complejos que requieren un entrenamiento y preparación adecuada; es decir, primero se desarrollan destrezas básicas que fortalecen las habilidades caligráficas y lectoras, que se utilizarán más adelante cuando llegue la hora de leer y escribir.
Es imprescindible, aclarar a que se refiere el hecho de estar preparado para un óptimo “aprendizaje del aspecto caligráfico de la escritura. Como criterios de preparación se considera: el dominio de los movimientos finos de la mano, la percepción visual, la coordinación visomotora, la orientación espacial y la asimilación de procedimientos generalizados de análisis” (Cruz Aguero, 2014).
Por supuesto que cada uno de los elementos antes mencionados (para la caligrafía) no garantizan por sí solos, “dicha preparación, todos se encuentran estrechamente relacionados y su nivel de desarrollo, en esa interacción depende básicamente de cómo se organice y dirija la actividad de preescritura” (Cruz Aguero, 2014).
Leer y escribir son herramientas y a la vez habilidades indispensables para la construcción de conocimientos durante el largo periodo de aprendizaje, pero tampoco se debe minimizar la importancia que conlleva esta habilidad en la actividad comunicativa del ser humano, con lo cual sustenta su interacción social. “Es, en consecuencia, un acto de intencióncomunicativa. A tal efecto, desde el punto de vista neurológico, la lectura y escritura están íntimamente desarrollados y siguen procesos unitarios” (De-Juanas Oliva, 2014)
La formación del proceso lectoescritor, esta mediado por dos elementos inseparables, que son la psiquis y la actividad externa, las mismas que se relacionan a través de “transformaciones mutuas que ocurren de la actividad externa a la interna y viceversa. Este movimiento se produce porque ambas poseen una misma estructura” (Cruz Aguero, 2014). Este proceso transcurre por fases, cuyas direcciones a tener en cuenta son “La orientación resulta un momento básico en toda actividad de aprendizaje, La modelación, El control y valoración, La verbalización por el niño de lo que realiza” (Cruz Aguero, 2014).
El conjunto de actuaciones encaminadas a formar en el individuo las capacidades básicas para lograr el aprendizaje de la escritura, es lo que se conoce como preescritura, en él se hallan inmersos “los procesos intelectuales, perceptivos, motrices y afectivos que la posibilitan y busca la metodología más idónea para conseguir su maduración y desarrollo. Destaca en primer lugar el hecho de que la escritura es comunicación semiótica” (Gairín, 2017).
Debido a que la escritura es una realización gráfica, la preescritura debe alcanzar un desarrollo motriz adecuado, que garantice la habilidad de poder ejecutar los rasgos que constituyen a escritura, lógicamente en concordancia con las leyes evolutivas generales de la maduración. En función de ello, “la consideración del aspecto personal de la escritura hace que se fomente su valor vivencial. Para lograrlo hay que realzar en su sentido individual, instrumental y social las producciones gráficas que los preescolares realicen” (Gairín, 2017).
Por lo expuesto, las actividades de preescritura, deben favorecer, “a través de ejercicios específicos, la realización de los movimientos de progresión y de inscripción, elaborando una metodología de los rasgos gráficos que considere su orden de ejecución y dé normas relativas a su enseñanza” (Gairín, 2017).
- El desarrollo motor de los niños de 0 a 6 años.
La edad que abarca entre los tres y siete años, corresponden a la edad escolar inicial y parte de la básica, esta etapa crucial para lograr un óptimo desarrollo motor, que potencie la adquisición progresiva de las habilidades motrices, entendiéndose por ello, tanto las que están destinadas a realizar actividades de precisión (para la preescritura), como aquellas que facilitan la interacción a traces de juegos deportivos -por ejemplo- (Campos, Paola, Kelly, & Nuris, 2011).
Todos los movimientos que constituyen la motricidad, ya sea fina o gruesa, deben ser coordinados y controlados con la finalidad de que cumplan una misión específica dentro del ámbito escolar y de la vida cotidiana de los niños, Palacio (1979), citado por Cabrera & Dupeyrón, sostiene que “Estos movimientos determinan el comportamiento motor de los niños y las niñas de 0 a 6 años que se manifiesta por medio de habilidades motrices básicas, que expresan a su vez los movimientos naturaleza del hombre” (Cabrera Valdés & Dupeyrón García, 2019).
La motricidad como base para el desarrollo de la pre-escritura
La formación de los niños y niñas debe cumplir con un sinnúmero de requisitos fundamentados en su nivel de madurez, y es este nivel el que indicará el paso a la siguiente fase, pues no basta con realizar un “análisis” de los logros de los niños según su edad cronológica, porque esto conllevaría a una posible exclusión; es más importante considerar las potencialidades del niño, identificarlas y convertirlas en fortalezas dentro del proceso educativo.
Los aspectos antes mencionados, constituyen el fundamento de la concepción psicológica y pedagógica, que pretende concretar así, el enriquecimiento de la experiencia comunicativa de los niños y niñas “con los adultos y sus coetáneos, así como la realización de actividades que además de producirles placer, contribuyan a su desarrollo y enriquecimiento intelectual como son el juego, la construcción, el dibujo, las actividades creativas en general” (García Hernández & Batista García, 2018).
Para Angélica Mendoza, “La manifestación de la motricidad en sus alternativas instrumentales, fenomenales se percibe como un elemento facilitador en la enseñanza, en los procesos cognitivos y de motricidad que deben apoderarse del espacio académico” (Mendoza, 2017), siempre y cuando esta manifestación se relacione con el fin de conseguir comprensión y entendimiento del tema y de sí mismo.
Conclusiones
Se pudo evidenciar que la motricidad desempeña un rol prioritario en el desarrollo físico y cognitivo del ser humano, porque ésta representa el vínculo del individuo con su entorno. La motricidad gruesa le permite los movimientos globales y la motricidad fina le facilita la precisión, muy útil en el ámbito escolar.
En la motricidad, el intelecto y el dominio corporal avanzan recíprocamente hasta lograr la automatización en cuanto el control y coordinación de los movimientos encaminados a un fin; en este sentido, estas habilidades constituyen el fundamento para el desarrollo de la lectoescritura.
La preescritura, es un aprendizaje imprescindible en los primeros años de vida escolar, para lo cual el sujeto debe pasar por una etapa previa de desarrollo y fortalecimiento de destrezas básicas que permitirán una adecuada adquisición de la escritura, para cuyas habilidades la motricidad es vital; por ello la motricidad influye decisivamente en el aprendizaje. El docente, debe estar capacitado para asumir el desarrollo de la psicomotricidad en sus estudiantes, mediante estrategias y metodologías planteadas según el nivel de madurez intelectual y motriz de los niños.