Efecto De La Sobrepoblación En La Adicción De Drogas Legales É Ilegales
La sobrepoblación es un fenómeno demográfico que se produce cuando la elevada densidad de la población provoca consecuencias negativas en el entorno. Estas secuelas pueden ser de diversos tipos como daños al medio ambiente, destrucción de ecosistemas, hambruna, conflictos, disminución de la calidad de vida, entre otros.
La sobrepoblación es considerada un problema contemporáneo de gran relevancia debido a que la población mundial crece aproximadamente a razón de 200.000 personas por día, de acuerdo a las proyecciones del Banco Mundial para el año 2012. Los recursos limitados, como el espacio geográfico apto para la vida, preocupan a la creciente población que es mayor que la población cesante. Esto se debe a los avances de los últimos 100 años que han permitido una mejora en la alimentación, la generalización de la higiene, la sanidad, la difusión de medicamentos y el general desarrollo de la tecnología.
La población continúa creciendo y a su vez crece la preocupación de científicos, sociólogos y políticos debido a que la cantidad actual según el último informe demográfico de las Naciones Unidas (2017) alcanza 7.550 millones de personas. Tomó a los humanos alrededor de 200.000 años para alcanzar una población global de un billón, pero en doscientos años la hemos septuplicado. De hecho, en los últimos 40 años, hemos añadido un billón extra cada 12 años. Y las Naciones Unidas predicen que añadiremos otros cuatro billones – para un total de 11 billones – hacia el fin de siglo.
A pesar de esto, pocos científicos, legisladores, o hasta medioambientalistas están dispuestos a conectar públicamente este increíble crecimiento poblacional con el cambio climático que empeora, con la pérdida de biodiversidad, la escasez de recursos o la crisis económica desatada a nivel global. Actualmente, el 34% de la población mundial vive en extrema pobreza y hambre, y los ecosistemas están perdiendo especies a tasas solo vistas en eventos anteriores de extinciones masivas.
Pero, no felices con eso, los seres humanos han diseñado nuevas formas de escapismo que atentan dramáticamente contra su propia existencia. La adicción es una enfermedad crónica, recurrente, caracterizada por búsqueda y consumo compulsivo de droga, pese a sus consecuencias físicas, psíquicas y sociales negativas. José Ángel Cisneros (citado por Reynoso Dávila, 2004) señala […] como causas del aumento de la criminalidad: la crisis cada vez más aguda de la organización social capitalista; el crecimiento de la población con la consecuente aglomeración en zonas urbanas y barrios bajos y el aumento de desocupados, vagos y malvivientes; la desproporción notoria del aumento de la población y los servicios públicos; el cinematógrafo y la televisión como escuelas de morbosidad; la relajación de las costumbres; el chantaje periodístico.
Ciertamente existe una relación proporcional entre sobrepoblación y adicciones. Conforme la población aumenta, aumenta la pobreza y conforme aumenta la pobreza se dispara la drogodependencia. Más que un círculo se comporta como una espiral. De hecho, en 2017, 271 millones de personas consumieron algún tipo de sustancia estupefaciente. Esto quiere decir que más del 5,5 % de la población mundial entre 15 y 64 años tuvo contacto con las drogas.
El último informe Mundial sobre Drogas, que ha sido publicado por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) alerta de un aumento de casi 46% en los últimos ocho años. Si las personas que consumieron drogas formasen un país, ocuparían el cuarto puesto en número de habitantes. Una cosa lleva a la otra. La frustración de los ciudadanos genera violencia y la de los gobiernos, escasez. Solo las frustraciones de nuestra especie han seguido evolucionando.
La lógica sin embargo escapa al referirnos al aparato de gobierno, entiendas la “burrocracia”. Aumentan los usuarios de drogas y disminuyen, en cambio, los recursos públicos destinados a la ayuda contra la drogadicción y los recursos asistenciales. Veamos, del 6% de la población mundial que consumió algún tipo de droga en 2018, lo que equivale alrededor de 280 millones de personas (nueve millones más que el año anterior); al menos 197.000 murieron por causas directas relacionadas con los estupefacientes. Sólo una de cada seis personas que requiere tratamiento por estos trastornos recibe asistencia, la mayoría en los países desarrollados, señala el reporte elaborado por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD).
Además de las muertes, el informe señala la pérdida de ‘años de vida sana’ por los fallecimientos prematuros y la discapacidad que causa el consumo de drogas. ‘La magnitud del daño provocado por el consumo de drogas se hace patente en los 29 millones de años de vida ‘sana’ (años de vida ajustados en función de la discapacidad) que, según las estimaciones, se perdieron en 2018 en todo el mundo por el uso de drogas’, señala dicho informe.
Hay una economía que no solo ha resistido la crisis económica, sino que ha crecido con ella: los mercados negros. El comercio de artículos y servicios ilegales se ha convertido en la segunda mayor economía del planeta, amenazando con arrebatarle el trono a los Estados Unidos. Solo los cinco mayores mercados ilegales del planeta mueven casi 475.000 millones de dólares al año, una cantidad superior al PIB de más de 170 países y territorios. La lista negra de esta economía al margen de la ley que da trabajo a decenas de millones de personas, la encabeza el tráfico de drogas. Basándose en los datos aportados por organizaciones internacionales como el Banco Mundial o la ONU, la revista ‘The Economist’ apunta que el mercado mundial del narcotráfico genera 240.000 millones de dólares anuales. Y muy probablemente se queden cortos. Contabilizar los beneficios del tráfico de drogas es prácticamente imposible y las estimaciones se realizan a partir de los volúmenes de droga incautados por las distintas fuerzas policiales. Los empresarios de la política, una vez más se aprovechan del “mercado” electoral para herir de muerte la economía de sus países.
La drogadicción entonces, no solo representa un fenómeno clínico, sino uno de los principales platos en el menú del voraz capitalismo. El pez grande engullendo naciones y consciencias. Los gobernantes de turno le dan autonomía a la policía y le reclaman subordinación. Como la política hoy mayoritariamente tiene puesta la mirada en el corto plazo, este pacto con la Policía y la Justicia le conviene. Cabe entonces preguntarnos, ¿realmente los intereses de los “empresarios” son los intereses del conjunto de la población? ¿Abogan ellos por el bien común? Nuestro análisis parte de la firme convicción de que no. De que los empresarios piensan en sacar el mayor margen de beneficios y seguir explotando recursos materiales y humanos. Pero, no son los empresarios los que tienen que determinar el futuro de las sociedades democráticas, Eso nos compete a nosotros.
La gente corre hacia las drogas en busca de felicidad, de atenuar sus propias inseguridades, así como las decepciones infligidas por una sociedad elitista y ambigua. Se hacen drogodependientes para dejar de depender del mundo. La lógica les dicta que la popularidad bien vale el sacrificio. Sin embargo, una vez satisfechas las necesidades básicas, sobran las razones para concluir que nuestra felicidad o nuestro bienestar no se vinculan con la acumulación de bienes de consumo sino más bien con una mejora de nuestras relaciones con los demás seres humanos y con el medio natural. Ciertamente, en muchos casos, las necesidades básicas no están cubiertas, lo que obliga a combinar la propuesta del decrecimiento con una propuesta de redistribución radical de la riqueza. Según una estimación, por término medio, los habitantes de las sociedades “progresistas” disponemos cada uno de 10.000 objetos mientras que hay muchos integrantes de tribus indígenas de América Latina que cuentan cada uno con 100 objetos o menos, pero nosotros no somos cien veces más felices que ellos.
Hay un problema grave de percepción que nace de una identificación fraudulenta entre consumo y felicidad. En las sociedades opulentas, el hiperconsumo es un indicador de infelicidad, de malestar y de incapacidad para satisfacer estas demandas que intentamos colmar a través de la compra compulsiva de bienes que en realidad nada tienen que ver con nuestro bienestar. Hemos perdido la llave etimológica de la palabra ‘ocio’. Ocio es la antítesis de negocio. Ocio creativo implica la búsqueda de formas de ocio no vinculadas con el dinero, no mercantilizadas porque, al final, el ocio que se nos ofrece es un ocio dramáticamente mercantilizado, envasado y altamente nocivo. El ocio creativo implica un ocio en el cual las comunidades humanas más o menos naturales generan sus propios mecanismos de ocio al margen de la industria cultural o al menos relativamente al margen.
Tampoco se trata de despreciar todo lo que hace la industria cultural, pero lamentablemente el ocio y la oferta que se nos entrega es algo enlatado y nada creativo que se traduce en un fenómeno llamativo que es que en todas partes se consumen los mismos productos, se escuchan las mismas músicas, se ven las mismas películas y se leen los mismos libros. Es hora de que hagamos algo que provoque un rebrote de la cultura popular, que refleje realidades singularizadas propias de cada uno de los lugares. Es hora de romper con la programación que nos ha mantenido por años dependiendo del estado y de actividades cuasi criminales. Basta ya del rebañismo del que somos objeto por parte de los grandes poderes económicos que controlan subrepticiamente las noticias, leyes, cosmovisión y educación que recibimos.
El consumo social y la adicción a las drogas legales e ilegales en la forma masiva en que sucede, a cuenta de un problema social serio, denuncia a una sociedad enferma. Entendemos que estas conductas consumistas y adictivas no son elecciones de vida sino emergentes del estado de salud y enfermedad social. La farmacodependencia es una enfermedad multifactorial en la que inciden variables psico-sociales, fisiológicas, farmacológicas, ambientales, genéticas y como hemos defendido a lo largo de nuestro análisis, demográficas.
Referencias
- Diamond, J. (2015). Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen. Madrid.
- García Álvarez, M. F. (2013), “Importancia del estudio de las causas delictivas y otros aspectos para estructurar las políticas criminales”, Archivos de Criminología, Seguridad Privada y Criminalística, 1(1). Disponible en: . Consultado el 11 de septiembre de 2019.
- González de la Vega (2001), Políticas públicas en materia de criminalidad. Teoría de los escenarios 2000-2030, México, Porrúa.
- Hikal, W. (2015), Criminología etiológica-multifactorial. Los factores criminógenos, 2ª ed., México, Flores editor y distribuidor, p. 5.
- Population Matters. (Diciembre de 2017). Current World Population. Obtenido de http://populationmatters.org/ Consultado el 11 de septiembre de 2019.
- World Bank. (Octubre de 2012). Tasa de Crecimiento de la Población. Obtenido de http://www.worldbank.org/depweb/spanish/modules/social/pgr/print.html Consultado el 11 de septiembre de 2019.