Alegoría Platónica del Carro Alado: El Comportamiento del Alma

El comportamiento del alma según la alegoría platónica del carro aladoEl alma humana es uno de los tópicos principales de la filosofía platónica (y de la filosofía en general), tratado principalmente en el Fedón (Φαίδων). No obstante, dada la importancia del tema, Platón lo aborda en varios de sus diálogos, ente ellos el Fedro (Φαίδρος); allí introduce el mito o alegoría del carro alado .

Al final del mito, Platón (poniendo sus palabras en boca de Sócrates) compara el alma con un carro. Así como ha dividido el alma en tres partes , el carro posee tres sujetos de los que depende su movimiento: dos caballos alados y su auriga.

El primer caballo es de color blanco, “de erguida planta y de finos remos, de altiva cerviz, aguileño hocico, […] de negros ojos, amante de la gloria con moderación y pundonor, seguidor de la opinión verdadera y, sin fusta, dócil a la voz y a la palabra” . El segundo caballo es negro, “contrahecho, grande, de toscas articulaciones, de grueso y corto cuello, de achatada testuz, […] ojos grises, sangre ardiente, compañero de excesos y petulancias, de peludas orejas, sordo, apenas obediente al látigo y los acicates” . Será menester que el auriga controle ambos para echar a andar el coche.

Dicha alegoría explica con gran precisión lo que sucede al ser humano. Incluso quien niegue la existencia del alma, deberá reconocer la presencia de los tres actores en los procesos psicológicos. Pero en términos platónicos, el caballo blanco puede identificarse con el alma irascible, el caballo negro con el alma concupiscible, y el auriga con el alma racional. Sobre los sentimientos y buenas intenciones que representa el caballo blanco debe prevalecer la virtud de la fortaleza, entendiéndose como coraje, valentía (ανδρεία). Los instintos y las pasiones del caballo negro han de ser dominados por la templanza (σωφροσύνη). A la razón del auriga la ha de regir la prudencia (Φρόνησις).

Que el alma humana se comporte de tal manera, y haya de regirse por los principios mencionados, no es una idea que haya pasado de moda. Antes bien, la recuperó el cristianismo y permanece vigente. San Pablo dice algo semejante en su carta a los romanos: “Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí. […] ¡Gracias a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor! En una palabra, con mi corazón sirvo a la ley de Dios, pero con mi carne sirvo a la ley del pecado” . El caballo negro ahora es el pecado, que rige en la carne. Y tanto el caballo blanco como el auriga son la ley de Dios, el bien, cuyo dominio es el corazón.

El teatino Lorenzo Scúpoli, en El combate espiritual, hizo una referencia al Fedro, aunque no muy exacta:

“Los cuatro caballos. Un autor antiguo decía que la persona humana viaja por este mundo en un carruaje llevado por cuatro caballos. Dos blancos y dos negros. Los dos blancos son la razón y la voluntad. Y los dos negros son las pasiones y las malas inclinaciones. Y para saber a dónde llegará cada uno hay que averiguar a quien dejamos que vaya al timón, a Dios o al diablo, o al egoísmo. Si es Dios quien nos dirige con sus santas inspiraciones, el final será la gloria eterna y la santidad. Pero si dejamos que sea el diablo con sus tentaciones el que vaya guiando, el final será la maldad y hasta la eterna condenación .”

De igual manera, el caballo blanco y el auriga se identifican. El caballo negro sigue siendo el malo. Previamente, ya los había llamado por otros nombres: voluntad superior y apetito sensitivo, respectivamente:

“En cada uno de nosotros hay dos grandes fuerzas que se hacen la guerra sin cesar. La una es la voluntad superior, la fuerza espiritual, que guiada por la razón y por la fe nos quiere elevar a tener comportamientos propios de un ser racional, de alguien que es Hijo de Dios, y cuyo destino es la vida eterna del cielo. La otra gran fuerza, que se llama inferior, es una fuerza material, guiada por las pasiones, por las inclinaciones de la naturaleza carnal, y muchas veces por los atractivos de lo mundano, sensual y por las tentaciones del demonio. Esta segunda fuerza, llamada ‘apetito sensitivo’, no nos logrará llevar al mal si la voluntad guiada por la razón e iluminada por el Espíritu Santo le pone freno, le domina y guía” .

Si existe diferencia entre la voluntad superior, la razón, y el alma irascible, o si son lo mismo, es un tema para otra ocasión. Lo que nadie puede dudar es de los intereses encontrados en el acto electivo que sucede al interior del ser humano.

15 Jun 2021
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