El Lenguaje Literario Y Similitudes En El Mundo Cinematográfico
El lenguaje literario funciona de forma parecida al cinematográfico: reproduce creaciones mentales mediante imágenes cuya relación les otorga un significado. Lo único que cambia es la forma de expresión, es decir, la palabra es a la literatura lo que la imagen es al cine.
Así lo demuestra Jiménez en su obra El cine como medio educativo (1999), donde hace un análisis totalmente innovador sobre los paralelismos que encontramos entre el lenguaje cinematográfico y el literario. Este autor equipara las disciplinas lingüísticas como la sintaxis o la morfología con el lenguaje de las imágenes.
Por un lado, en el ámbito de la morfología, el autor parte de la base de que un plano –entendido como la unidad mínima del relato cinematográfico– es el equivalente al sustantivo –la unidad mínima del significado– en el lenguaje. Por lo que, los diferentes planos corresponderían a ciertas peculiaridades en la expresión: los planos generales tienden a ser descriptivos; los medios, narrativos; mientras que los primeros, expresivos. Por otro lado, en el lenguaje natural, se entiende al adjetivo como aquello que suele acompañar y modificar al sustantivo. Pues bien, en el lenguaje cinematográfico, esto tendría su equivalencia con el ángulo del encuadre. Por lo tanto, un ángulo desde la altura de los ojos indicaría normalidad; el ángulo contrapicado, que es el que se toma por debajo del ojo, inclinado hacia arriba, denotaría idea de fuerza o triunfo; el picado –por encima del ojo, inclinado hacia abajo– expresaría empequeñecimiento; mientras que el inclinado mostraría inquietud o inestabilidad.
Respecto a la sintaxis –comprendida como la disciplina que estudia el orden y la relación de las palabras entre sí– lo equipara al montaje audiovisual. De este modo, si trazáramos un paralelismo con el lenguaje verbal, el montaje es la manera en la que se relacionan los planos entre sí. Así pues, la técnica del corte seco denotaría una gran carga expresiva; el encadenado mostraría un cambio espacial-temporal; el efecto de la cortinilla expresaría un cambio locativo; mientras que, por último, el fundido expresaría un cambio de espacio o de tiempo.
Por su parte, Ruiz explica en su artículo Cine y enseñanza (1994) la manera en que el lenguaje audiovisual, al igual que el literario, hace uso también de lo que llamamos figuras retóricas o tropos. Según el autor, es aquí donde más se percibe esa estrecha relación que hemos comentado a lo largo del trabajo entre el cine y la literatura, ya que ambos comparten terminología. En sendos lenguajes, llamamos metáfora a la figura que aplica el nombre de un objeto a otro distinto por alguna característica que tienen en común y que permite agruparlos. Asimismo, nos referimos a la sinécdoque como tropo que designa el nombre del todo por la parte o la parte por el todo; a la hipérbole como mecanismo que exagera un hecho, ya sea por engrandecimiento o disminución. Estas figuras existen también en el orden sintáctico, con la elipsis que omite palabras o planos –depende del lenguaje que utilicemos– o el hipérbaton, en donde se modifica el orden cronológico o natural de las palabras o planos de la oración o película. Debido a todas estas razones, el autor declara que el lenguaje cinematográfico tiene una clara cabida en la asignatura que aquí nos ocupa –Lengua Castellana y Literatura–, por «el estudio de los signos, la planificación, los códigos sintácticos, el tiempo, las elipsis, el espacio, etc.» (Ruiz, 1994: 78).
Sin embargo, más allá de la correspondencia terminológica entre ambos lenguajes, también es necesario explicar otro tipo de relación, ese imaginario común que comparten el cine y la literatura. Sobre este aspecto incide Sánchez (2001), quien asegura que el cine y la literatura están c
“Literatura y cine están condenados a coexistir, fecundarse mutuamente, dialogar entre sí y entretejerse”. Ante estas evidencias, es aconsejable seguir la recomendación de Gispert (2009:118), según la cual es un error “caer en el prejuicio de que los filmes creados a partir de textos literarios son siempre inferiores que las películas”, puesto que en lo que hay que incidir es precisamente en las diferencias y coincidencias del lenguaje. Esta diferencia de valoración, según Sánchez Noriega (2001:66) se da por dos equívocos sostenidos en el tiempo: el primero, que la literatura está integrada por palabras y el cine por imágenes en movimiento (cuando en realidad en este último coinciden una mayor variedad de lenguajes) y el segundo, que el sujeto del cine es pasivo mientras que el de una novela es activo. Por ello, creemos que en el análisis de una obra literaria y su correspondencia audiovisual, en el caso de que se trate de una adaptación, no puede versar solo sobre las diferencias argumentales, sino que hay que detenerse sobre los rasgos específicos de cada medio de expresión y, a partir de ello, determinar las virtudes y los defectos.
Final: esta diferencia de paradigma es de lo que nos debemos servir como profesores, debemos aprovechar la enorme amplitud semántica del discurso cinematográfico para enriquecer el discurso literario que recibe el alumno mediante el método tradicional.