El Papel Del Contexto En La Historiografía Artística

Los acontecimientos históricos y sociales contribuyen de una manera u otra en el trabajo de los artistas, ya que estos, ni viven, ni vivieron, ni vivirán en un mundo encapsulado alejados de los demás, la propia expresión “trabajo de los artistas” es ya indicativa de ello. Por tanto, debemos ser conscientes del contexto histórico en el cual se engloba la producción de la obra, y su recepción ulterior, para conocer y valorar con cierto sentido una obra de arte.

Durante la segunda mitad del siglo XX, se realizarían diversos estudios analizando las características que presentaba un estilo, cuyo fin recaía en señalar la relación que existe entre la sociedad y los rasgos estilísticos presentes en el arte predominante del período. Estos estudios, desembocan en la teoría que concibe el medio artístico como forma de expresión de los pensamientos y deseos de una sociedad. Las obras de arte son un compendio de hipótesis que plasman los aspectos de una época, sociedad o grupo social, no sólo a la idea del artista. Por tanto, otros contextos se condesan con el propio contexto personal del artista a la hora de crear el objeto artístico.

Multitud de agentes externos al artista adoctrinan su obra. Encargos, el propio gusto del cliente, obras de otros artistas, componen los factores que producen la creación de una nueva obra, que, se desarrollan atendiendo a la propia experiencia personal y a la educación. La obra de arte se proyecta como un objeto de consumo para un encargo determinado, dejando influencia de estos consumidores en el artista. Por lo general, en la Historia del Arte las grandes obras artísticas quedan sometidas a un encargo concreto previo, que a través de peticiones personales mostraban estas exigencias. El poder religioso, la monarquía y la nobleza se convierten en la clase social imperante siendo los grandes mecenas y clientes del arte, teniendo en numerosas ocasiones, un papel tan decisivo en la obra como el de los propios artistas.

Aun así y teniendo en cuenta todas estas restricciones, el arte respondería a unas exigencias colectivas, aunque estuvieran sometidas por diversas clases sociales. Por ejemplo, durante los siglos XIX y XX, el ascenso de la burguesía transformaría su valor, trastocando el valor del arte. La obra de arte se propone como un objeto de inversión, prestigio social y con una función en esencia decorativa. Por todo ello, podemos afirmar que, el artista realiza un análisis de las diversas cuestiones que plantea la sociedad en la que vive. Inmerso en este contexto y en lo que sucede, crea un arte que transmite los acontecimientos, hace visible lo oculto o denuncia determinados aspectos de la sociedad, o simplemente se basaba en una mera representación.

Los historiógrafos del arte, y por tanto la historiografía misma, suelen clasificarse en función de su posicionamiento con relación a dos mayoritarias orientaciones a la hora de comprender el “contexto” en una obra. Por una parte, encontramos aquellos estudios que lo interpretan bajo premisas sustancialmente culturales; o los que plantean el contexto bajo una definición que responde a diversos factores sociales, políticos y económicos. Aunque haya posturas medias o/y eclécticas entre ambas

Muchos son los estudios que se han realizado en ese sentido con el noble fin de entender de la mejor manera posible la obra de arte, de todos ello quizás los que nombramos y definimos a continuación son los que pueden encontrar con un nutrido número de seguidores en la historiografía del arte.

Por un lado, la historia social del arte se inclina hacia la idea de desenlazarse de conceptos tan arraigados en la historiografía del arte como la idea del genio artístico o la idea de crear el arte por el arte, que eliminaban cualquier atisbo de aspecto socioeconómico de su creador y la obra. Esta tendencia vería su culmen tras la segunda Guerra Mundial, aunque los representantes mas destacados florecen en la década de los sesenta y ochenta del siglo XX. [Marías. F, 1996, pp. 117-125]

La historia social del arte supone una disciplina que hace hincapié en las cuestiones económicas y sociales y como éstas han sido capaces de evolucionar y motivar la producción artística. Por tanto, podemos afirmar que la historia social del arte profundiza acerca de la influencia de la sociedad en el arte. En contraposición al método iconológico de Erwin Panofsky, que, sería realizado en gran medida por las influencias que recibió del historiador Aby Warburg, la relación que guarda la sociología de la historia del Arte se presenta como una disciplina no tan delimitada con la anterior; ya que supone un compendio de intereses y temas diversos, atendiendo en gran medida, a las diversas sociedades que el mundo ha poseído o posee. Las criticas que puede hacer este tipo de metodología se basa en la consideración (en la mayoría de las ocasiones) de la obra de arte como una simple prueba de una época, quitándole protagonismo a las implicaciones y a la obra misma. Debemos entender el arte como parte de la propia sociedad, elemento que tiene la capacidad de modificarla no como un mero testimonio.

Otros historiadores afines a los ideales marxistas o críticos de esta pueden entender el arte como una consecuencia de las relaciones de producción; donde el arte atiende a una forma de trabajo, dando como resultado la premisa de que la actividad artística como un elemento de la estructura económica e ideológica de la sociedad. Quizás, el historiador que mejor recoge esta idea sea Michael Baxandall (1933- 2008). Aunque sus intereses científicos le hicieran abarcarse en el estudio de otras metodologías, recoge la idea de un historiador social dando a la obra la definición de “depósito de una relación social”, que recogería en su libro “Pintura y Experiencia del siglo XV”. El primer apartado del estudio se dedica al comercio, el valor monetario de las obras, diferentes tipos de contratos de los artistas, etc. y la apreciación de los mismos objetos artísticos en la sociedad italiana del siglo XV, donde según sus estudios, se pierde el valor monetario y se atiende mas al ingenio e inventiva del artista. Baxandall entenderá la creación artística como el resultado de un entramado socioeconómico, tachando a las obras de arte de “fósiles de la vida económica”; por su parte los artistas trabajan bajo un yugo de pactos religiosos y políticos que se influyen de forma mutua. [Baxandall. M, 1978, pp.45-137]

Otra metodología de estudio se basa en el enfoque antropológico que presentan las obras artísticas. El campo de la antropología e historiografía del arte quedarían relacionados en la idea de la imagen como un proceso cultural. La mayor distinción radica en la percepción de la obra, pues, un historiador del arte lo entiende como objeto artístico, mientras que, el antropólogo lo denomina artefacto cultural. Bajo este análisis debemos considerar que, muchos objetos que hoy día conformar las colecciones de los museos en un primer momento no fueron producidas para tal fin. La institución museística contribuye a otorgarles un nuevo significado, obteniendo consigo unas diferencias entre arte y antropología que en su origen no guardaban tales distinciones. El objeto genera interés al historiador del arte, cuando éste cumple con un papel en el desarrollo de un proceso cultural que se introduce en el corte tradicional de la historia del arte. El antropólogo por su parte estudia cómo un objeto puede llegar a determinar una relación social y conformar las mismas.

La antropología visual recopila los nexos que los seres humanos poseen con las imágenes, y, como a través de estos se puede llegar a definir los actos de una sociedad basándose en el papel que desempeñan esas imágenes. Muchas son las cuestiones que unen la antropología y la historia del Arte; han conseguido establecer unos marcos de gran utilidad a la hora de enriquecer la visión de una disciplina con la otra. El acercamiento metodológico entre Historia del Arte y Antropología hizo posible que los estudios para determinar un contexto y establecer un marco de desarrollo de una obra se trasladase hacia los componentes materiales que esta presenta. Las consideraciones matéricas fueron, mas que el valor estético o iconográfico, para las sociedades mucho más esencial. Este cambio supuso también una fuerte contraposición al énfasis visual que en los últimos años estaba dominando la materia. La historia del arte académica, la tradicional, parecía estar más involucrada en diseñar un proceso conceptual que en lo que propiamente constituye su campo de estudio: el componente de las obras. Los análisis acerca de una obra artística tienden a concentrar todo su estudio en el resultado final del proceso creativo. Pero es de vital importancia saber la procedencia de los materiales, el condicionamiento de estos a la hora de realizar una determinada técnica, además del poder simbólico que puede generar un determinado material se vuelven necesarios; desembocando en un interés por la materia prima y los procesos técnicos para poder comprender y asimilar bien el objeto de arte.

Como se citó con anterioridad la aproximación de antropología e historia del Arte convierte al material en interés común en la practica de la vida, trayendo consigo un gran interés por lo tradicional, es decir, por las técnicas decorativas de las artes; que suponen las manifestaciones de las llamadas artes decorativas.

La escuela de Viena en el siglo XIX desarrollaría lo que hoy en día conocemos como la teoría de la “pura visibilidad”. Konrad Fiedler (1841-1895) formularía la teoría de la pura visibilidad (Reine Sichbarkeit), basándose en dos hipótesis de la filosofía Kantiana, la primera la que nos remite a la idea de formas “a priori” para el conocimiento y la distinción entre una percepción objetiva y otra subjetiva; definiría el arte como el desarrollo de la percepción objetiva teniendo como conocimiento sus formas apriorísticas en la visión. Para Fiedler el arte supone otra forma de conocimiento, la representación de imágenes corresponde a una determinada forma de ver el mundo. En su libro “Escritos sobre el arte” (1896) describe un método critico que radica en lo meramente analítico-descriptivo, rechazando cualquier valor sentimental o histórico, es decir, da exclusivamente un énfasis al valor formal que presenta una obra de arte.

El máximo teórico del método formalista será Heinrich Wölfflin. Éste renuncia al artista como factor histórico formulando una doctrina de la Historia del Arte sin nombres. La construcción psicológica del artista, así como las condiciones en las que se desarrolla su obra no forman parte de esta corriente; Wölfflin defiende la idea de la cual nos dice que la relación entre la Historia del Arte y la cultura es ínfima negando, por tanto, la conexión de la obra de arte con el proceso histórico. Partiendo de la idea de que los estilos son irreversibles propone un orden “lógico” estableciendo cinco categorías fundamentales: de lo lineal a lo pictórico, de la superficie a la profundidad, de la forma cerrada a la abierta, de la multiplicidad a la unidad y, por último, de la claridad absoluta a la relativa. [Marías. F, 1996, pp.76-80]

Otro formalista que cabe destacar es Aloïs Riegl que propone una Historia del Arte definida como historia universal. Su principio se fundamente en el “querer artístico o voluntad del arte” (Kunstwollen) o el “espíritu de un pueblo” (Volksgeist), es decir, en la suficiencia de un artista o un periodo artístico tiene de mostrar ideas a través del lenguaje artístico. Riegl también apuntaría la idea de que se nos hace imposible decidir si un estilo artístico es mas bello que otro, pues, todos radican en la idea del arte como lenguaje expresivo.

En conclusión, podemos afirmar que en la actualidad concebir una obra de arte y relacionar con el entorno social, cultural, económico, político… y con unos determinados hechos artísticos nos parece lo mas natural; esta idea no fue una línea recta, sino que a lo largo del tiempo se ha convertido en una ondulación dónde conceptos tan arraigados como la idea del genio o la creación del arte por el arte hacen que no respondamos de una forma veraz a esa cuestión. Aislar al autor y su obra de los contextos que la arropan y en la que significa no es correcto. Todo artista crece, se educa y se nutre en un determinado entramado sociopolítico, otorgando a su producción una determinada ideología, un valor cultural o económico que debe ser entendida en clave social. En la actualidad la historiografía del arte ha de atender al contexto, pues este nos define las cuestiones principales que puede presentar una obra de arte a la hora de admirarla o estudiarla. Un objeto que para la sociedad actual pueda parecer normal, en su día produjo un alboroto social reescribiendo la historiografía artística debido a su fuerte valor expresivo, técnico o visual. la historiografía debe pues de dar cuenta de los lazos que comunican la obra y sus contextos, pues, esta simbiosis nos da indicaciones de un determinado movimiento que las ideas canónicas del arte han descrito, pero no en su totalidad, pues, no son pocas las obras (p. ej. renacimiento italiano) que coetáneas en el tiempo, no comparten los mismos contextos, ni tienen las misma entidad o protagonismo aquellos que son incluso paradigmáticos en su concepción

Por tanto, el estudio del “contexto” en la historiografía y en la propia historia del arte es de vital importancia. Hoy en día, contemplar una obra de arte sin atender a su contexto y analizarla desde el punto de vista contemporáneo es un grave error. Muchas son las obras que, hoy no nos llaman la atención pero que en su momento supusieron una revolución al modificar los cánones establecidos. Debemos ser conscientes de los múltiples factores y hechos que, en el pasado eran aceptados y en la actualidad no está del todo aceptado. La contribución del contexto social supone un mejor análisis y entendimiento dentro del objeto artístico, por tanto, estudiar el contexto supone la apreciación y el entendimiento en plenitud de la obra recogiendo todos sus detalles y, por ende, su mayor disfrute.

Bibliografía

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  10. Villa Ardura, R. de la, 2019. “Historia de las Teorías del Arte”, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, España.
  11. Wölfflin, H.., 1997. Conceptos fundamentales de la historia del arte, Madrid: Espasa-Calpe.
07 July 2021
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