Evangelio de San Juan: Quién fue el Evangelista, Explicación de sus Palabras
Introducción: ¿Quién es San Juan?
SAN JUAN el Evangelista, a quien se conoce como ‘el discípulo amado de Jesús’ y a quien a menudo le llaman ‘el divino”, era un judío de Galilea, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor, con quien desempeñaba el oficio de pescador. Junto con su hermano Santiago, se hallaba Juan remendando las redes a la orilla del lago de Galilea, cuando Jesús, que acababa de llamar a su servicio a Pedro y a Andrés, los llamó también a ellos para que fuesen sus Apóstoles.
Se dice que San Juan era el más joven de los doce Apóstoles y que sobrevivió a todos los demás. Es el único de los Apóstoles que no murió martirizado, y es evidente que era de los más íntimos de Jesús. El Señor quiso que estuviese, junto con Pedro y Santiago, en el momento de Su transfiguración, así como durante Su agonía en el Huerto de los Olivos. En muchas otras ocasiones, Jesús demostró a Juan su predilección, como podemos comprobar en el cuarto evangelio, cuando se recuesta sobre el pecho del Maestro durante la última Cena (Jn 13, 25), cuando se encuentra al pie de la cruz junto a la Madre de Jesús ( Jn 19, 25) y, por último, cuando es testigo tanto de la tumba vacía como de la presencia del Resucitado (Jn 20, 2; 21, 7).
Las obras que San Juan nos ha dejado consisten en tres Epístolas, el Apocalipsis y su Evangelio, escrito en Efeso. Él mismo nos revela el objetivo que tenía presente al escribirlo: ‘Todas estas cosas las escribo para que podáis creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que, al creer, tengáis la vida en Su nombre’. Su Evangelio tiene un carácter enteramente distinto al de los otros tres y en él se aboga claramente por el planteamiento de que Jesús es Dios y de que la Verdad es presentada en su total desnudez, hasta con dureza.
En cuanto a las tres Epístolas, a la primera se le llama Católica, al estar dirigida a todos los otros cristianos, particularmente a los que él convirtió, a quienes insta a la pureza y santidad de vida y a la precaución contra las artimañas de los seductores. Las otras dos son breves y están dirigidas a determinadas personas: una probablemente a la Iglesia local, y la otra a un tal Cayo, un comedido instructor de cristianos.
Juan continuó su labor de difusión de la Buena Noticia, corroborándola con milagros, como el del paralítico en el Templo de Jerusalén, efectuado en unión de San Pedro y por cuyo motivo serían encarcelados. Liberado de la prisión, sufrirá la persecución anticristiana de Herodes Agripa (anos 52-55), lo que le llevó a la ciudad de Efebo en Asia menor, donde se dedicara a redactar su Evangelio. Su muerte llega bajo el reinado de el emperador Trajano, alrededor del año 100, a la edad de noventa y cuatro años, según el testimonio de San Epifanio.
Explicación de los pasajes
En todos los Evangelios podemos comprobar cómo se hace una descripción de Jesús como si buscase mantener el secreto sobre su propia persona y su obra. En ocasiones, incluso, pidiendo que no se haga uso del título “Mesías” para referirse a él. Esta característica en común en todos los Evangelios es conocida como el “Secreto Mesiánico”. Y esto fue lo que Jesús hizo rigurosamente en los Evangelios, prohibir la divulgación de su identidad mesiánica a aquellos que eran testigos de sus milagros u obras.
Aunque el secreto mesiánico es típico del evangelio de Marcos, como se puede comprobar cuando relata la cura a un leproso ”Jesús le despidió, ordenándole severamente: mira, no digas nada a nadie” (Mr 1, 3-44); o después de curar a numerosos enfermos, ‘él les mandaba enérgicamente que no lo descubrieran’ (Mr 3, 12). Esta característica también se da en los demás Evangelios, incluido en el mismo que nos disponemos a analizar, el de San Juan. A lo largo de todo el Evangelio, San Juan mantiene ese gran secreto sobre quién es el Mesías. Relata los hechos ocurridos con detalle y un amplio uso del lenguaje, y en los diálogos aquellos testigos que presencian sus milagros se preguntan en numerosas ocasiones quién es la persona que es capaz de realizar tales acciones y dirigirse a ellos de la manera en la que lo hace Jesús. Los personajes tienen una gran intriga por la persona que tienen delante, como podemos ver en los siguientes versículos: Jn 5, 12 “Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?»”; Jn 6, 29-30
“Respondió Jesús: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado». Le replicaron: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra?”; Jn 6, 41-42 “Los judíos murmuraban de él porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»”.
Pero la revelación del secreto, de quién es él, será un misterio que solo a la hora de su muerte se sabrá. Otro ejemplo de ello lo podemos encontrar en Jn 7, 3-6, “Le decían sus hermanos: «Sal de aquí y marcha a Judea para que también tus discípulos vean las obras que haces, pues nadie obra nada en secreto, sino que busca estar a la luz pública. Si haces estas cosas, manifiéstate al mundo». Y es que tampoco sus hermanos creían en él. Jesús les dice: «Mi tiempo no ha llegado todavía, el vuestro está siempre dispuesto»”.
Es la única vez en el Evangelio de San Juan que aparece escrita la palabra “secreto”, y en dicho ejemplo comprobamos cómo los más próximos a Jesús le piden que haga públicas sus obras a lo que él contesta que su hora no ha llegado, será desvelado cuando llegue su final. Claro ejemplo del secreto mesiánico que se mantiene en cada pasaje hasta el último.
A pesar de esa no revelación y no dar respuesta a la pregunta quién es él, nos encontramos que en algunos pasajes sí confirma su identidad mesiánica. En el primero que esto sucede es con la mujer samaritana en Jn 4 25- 26. “La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo». Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo»”.
Otro pasaje en el que se da esta revelación es en Jn 13 13-14 “Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”. Y nos acercamos al final, al episodio más dramático de los relatos de la Biblia, el Sacrificio de Jesús. En este momento además comienza la revelación del Secreto. Juan describe lo sucedido haciendo especial énfasis en los detalles de la crucifixión, y al hecho en concreto de que Jesús después de estar muerto fue atravesado con una lanza y de su costado brotó «Agua y Sangre». Jn 19, 33-34, “Pero cuando se acercaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante le brotó sangre y agua.” En este momento todo encaja con la voluntad profética de Dios, a Jesús no le fracturaron sus piernas pues ya había muerto: Zacarías 12, 10: «Me mirarán a mí, a quien traspasaron.» Y para confirmar que estaba muerto, su costado fue atravesado por una lanza de donde brotó agua y sangre.
La razón por la que es tan importante cómo está relatado por Juan todo lo que ha ocurrido, es porque para él era la prueba definitiva e incuestionable de que Jesús era un hombre real. Responde de esta forma a todos los que no creían en ello, teniendo la prueba de que Jesús fue carne de nuestra carne y hueso de nuestro hueso. Por otro lado, y también muy importante, ya que tenemos otra prueba del gran simbolismo en sus escrituras, para Juan aquello era un símbolo de los dos grandes sacramentos de la Iglesia, el Bautismo, símbolo de purificación, (se asociaría al agua) y la comunión (representado con la sangre en la copa de vino), sangre derramada para salvarnos. Queda respondida la gran pregunta, quién era Jesús.
Con la resurrección se sigue cumpliendo lo ya escrito en el Antiguo Testamento, Jn 20, 9 “Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos.” Juan, con estas palabras, describe lo que sucede como testigo de estos hechos, donde él mismo hace referencia a que no habían comprendido la escritura en la que aparecía que Jesús tendría que resucitar de entre los muertos.
Toda la escritura es profética, ya que en el Antiguo Testamento los profetas ya habían predicho todo lo que Jesús padecería, y así aparece en el Nuevo Testamento. Juan no describe todas las señales que les fueron confiadas a sus discípulos, y la razón por la que no fueron descritas es porque no son necesarias para que creamos. Jn 20, 30-31, “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.” Juan empieza a detallar la finalidad de este evangelio, la revelación del gran secreto, que todo el que lo lea crea que Jesús es el Cristo, el mesías esperado por su pueblo, a pesar de que no fue recibido como tal, de que fue rechazado y dado por muerto, el Hijo de Dios se alzó de entre los muertos.
Una vez Jesús ha resucitado, sus discípulos siguen temiendo preguntarle quién es él. Cuando ya no había ninguna duda de cuál es la respuesta a esa gran pregunta, el secreto ya ha sido desvelado. Jn 21, 12 “Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? Sabiendo que era el Señor”.
Por último, Juan termina atribuyéndose a sí mismo la autoría de este evangelio, Jn 21, 24 “Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.” En él, se da una completa descripción de la deidad de Cristo.
Terminamos este análisis con las últimas palabras de Juan, Jn 21 25: “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir.” Como testigo presencial su testimonio es muy importante, describiendo aquello que considera importante para rebatir a quienes no entienden a Cristo como el Mesias. También, añade que fueron tantas las acciones que Jesús hizo, que tuvo que incluir aquellas que consideró más importante para defender la verdad.
Conclusión: ¿Qué ha querido decir San Juan con esta palabra?
El Secreto que esconde San Juan en su evangelio, el que conocemos como hemos mencionado anteriormente, como Secreto Mesiánico, nos muestra la intención de Jesús de mantener oculta su obra. En numerosas ocasiones, no solo en este evangelio, vemos ejemplo de ello al pedir a los testigos de sus milagros que no digan nada, cuando llegue la hora se realizará la revelación. San Juan con su manera de describir todo lo que él mismo vivió junto a Jesús y de lo que fue testigo, refleja en su evangelio ese deseo de mantener el secreto. El mesías no debe ser reconocido, debe guardar secreto sobre su mesianismo y solo será reconocido cuando Dios así lo manifieste.
La razón por la que Cristo insiste en ese secreto, y que Juan mantiene hasta el final, podría ser el garantizar el éxito de la misión que Dios le ha encomendado. Estaría en juego de la misma la gloria de su misión, de la que tendremos como resultado nuestra salvación. El sufrimiento y el no reconocimiento, por lo tanto, forma parte de esa misión. La rápida propagación de sus obras podría afectar negativamente al proyecto de Jesús, aunque esta no cumpliese las expectativas de algunos de los que tenía más cerca de él. Hecho que Juan hace referencia en su Evangelio en Jn 7, 3-6. Por lo que, del Evangelio de Juan, deducimos que debemos seguir a Jesús sin preguntarnos quién es él, porque es el Mesias y cuando llegue el momento todos aquellos que no creen en él, a pesar de sus milagros, lo harán.
Este evangelio diferente a los otros tres en lo referente a sus contenidos, ya que siempre tiene alguna afirmación reveladora sobre la persona de Jesús, o el poder de Dios, centrándose en todo lo que hizo y en su sacrificio, cumpliendo su voluntad de mantener el secreto.