Fenomenos de Explosión Demográfica y el Crecimiento de la Población
En los últimos años, específicamente después de la revolución industrial, la población mundial empezó a crecer de manera exponencial, creando preocupación colectiva sobre las implicaciones que esto tiene en la sostenibilidad y durabilidad de los recursos necesarios para mantener la vida en el planeta tierra (Pal & Pal, 2016). A este fenómeno se le ha asignado el término de explosión demográfica, y se resalta que la causa principal de esta explosión es un desbalance entre las tasas de natalidad y de mortalidad a nivel global (Latimer & Kulkarni, 2013; Kinder, 1998). Alrededor del siglo 18, dichas tasas se encontraban balanceadas, es decir, había un número de muertes similar al número de nacimientos, sin embargo, ambos se encontraban en niveles bastante altos. A mediados del siglo 19, después de la revolución industrial, las tasas de mortalidad empezaron a decaer rápidamente gracias a mejoras en higiene y sanidad, nuevas vacunas, e infraestructura más apropiada, pero las tasas de natalidad continuaron igual de altas durante varias décadas. Esto causó una gran brecha entre número de nacimientos y número de muertes, resultando en un crecimiento desproporcionado de la población mundial, al nivel que tan solo en los últimos 50 años, la población se ha duplicado, alcanzando los 7 billones (United Nations, 2019).
Hoy en día, se puede decir que, en cierta medida, este crecimiento está disminuyendo, gracias a factores como la educación, el desarrollo económico, y la globalización. No obstante, el crecimiento de la población sigue siendo extraordinariamente alto en términos generales, y en muchos países, la disminución mencionada anteriormente es sumamente lenta (Van Bavel, 2013). Por ejemplo, como también lo propone Van Bavel (2013), países del continente asiático o de áfrica subsahariana, aún presentan un índice de crecimiento de población bastante alto, el cual, aunque es un poco menor al que tenían hace un par de décadas, continúa siendo exageradamente alto y por tanto contribuyendo significativamente al crecimiento de la población mundial. Roy y Das (2011) proponen que el crecimiento poblacional en estos países se ha dado principalmente porque son clasificados como países en desarrollo, donde usualmente hay poco acceso a métodos anticonceptivos o educación sexual, fuertes ideologías culturales o religiosas que promueven tener más hijos, o incluso se reconoce y acepta el trabajo infantil, por lo que entre más hijos se tienen, más personal de trabajo hay.
Tomando en cuenta lo anterior, es claro que el rápido y desmesurado crecimiento de la población mundial que inició con la explosión demográfica es un fenómeno que continúa estando presente en nuestra sociedad a pesar del avance de los años y de las novedades en tecnologías y niveles de desarrollo. Es por esto que es pertinente explorar los impactos que este crecimiento exagerado ha tenido tanto en el mundo social como en el mundo físico (medio ambiente) durante los últimos años. Por un lado, varios autores plantean que el planeta tierra tiene una capacidad máxima de entre 9 y 13 billones de personas, esto tomando en cuenta las limitaciones naturales, como los espacios habitables y los recursos naturales disponibles, y también las decisiones y el actuar de la especie humana, que influyen directamente en la cantidad de recursos se consumen y en qué medida se cuida o degrada el medio ambiente (Nogué-Pujiuila, 2018; Franck et al., 2011; Van der Ploeg, 2011). Sin embargo, Cohen (2017) sugiere que en realidad la cuestión no debería ser únicamente la capacidad máxima del planeta tierra, sino la calidad de vida, situando como prioridad que las personas puedan continuar participando en todas las actividades e interacciones que caracterizan a los seres humanos, como también permitiéndoles dar un sentido a su vida (más que tan solo la supervivencia) y morir con dignidad.
Esta calidad de vida depende en gran medida de los recursos naturales que se tienen a disposición, y desafortunadamente, el impacto ambiental más significativo que ha generado el crecimiento desmesurado de la población es sobre estos recursos. Como lo proponen Mittal y Gupta-Mittal (2013), la explosión demográfica que hubo y el continuo crecimiento poblacional en el mundo está poniendo presiones y cargas exageradas sobre el balance natural del medio ambiente; mientras los países más desarrollados están agotando sus recursos al extremo, los menos desarrollados, en la presión de competir con el resto, acogen tecnologías industriales que perjudican la disponibilidad de recursos naturales. De esta forma, la concepción de país desarrollado que enfatiza la competitividad económica produce un ciclo vicioso donde entre más se produce, más desarrollado se considera el país, pero al mismo tiempo más se consume y más se incrementa la presión sobre el medio ambiente.
De esta manera, es necesario resaltar los impactos específicos que ha tenido la explosión demográfica sobre el medio ambiente. Primeramente, cabe aclarar que el término medio ambiente hace referencia al mundo natural en el cual el ser humano se encuentra inmerso, y el cual está compuesto por una serie de factores químicos, físicos y biológicos (Stedman, 2003). Entre estos factores se resaltan los recursos naturales más básicos como el aire puro y el agua dulce, que son esenciales para el sostenimiento de la vida humana y que, desafortunadamente, han sido los elementos del medio ambiente más afectados por la explosión demográfica (Mudakkar, Zaman, Khan, & Ahmad, 2013).
Por un lado, la producción industrial que se requiere para satisfacer las necesidades de una población tan grande termina creando niveles de polución en el aire bastante altos, y esto combinado con la creciente deforestación, implica que el aire no se logra purificar lo suficiente. Así, se empiezan a acumular gases invernadero como el monóxido de carbono, impidiendo la liberación del calor de la tierra y consecuentemente resultando en el incremento de la temperatura global (Mittal & Gupta-Mittal, 2013). Así, es claro que la explosión demográfica contribuyó y sigue contribuyendo de manera activa al calentamiento global, el cual es uno de los fenómenos más amenazantes hoy en día a la supervivencia de la especie humana (Lee, 2011).
Por otro lado, la producción incrementada también resulta impactando las fuentes de agua dulce, que como se mencionó anteriormente, es uno de los sustentos principales para la vida. La mayoría del suministro de agua en el planeta tierra se encuentra en los océanos, sin embargo, esta agua es salina y para ser utilizada o consumida requiere de un proceso de desalinización y purificación que es largo, costoso, y de alto consumo de energía (Mittal & Gupta-Mittal, 2013). Es por esto que el acceso al agua dulce a través de estos medios es bastante reducido, en especial para países no desarrollados donde los recursos monetarios son limitados y se buscan soluciones más económicas.
Como consecuencia de lo anterior, se entiende que hay mayor dependencia de las fuentes de agua dulce, la cual no requiere de procesos tan desgastantes antes de ser utilizada. No obstante, estas fuentes son bastante limitadas; el agua dulce se encuentra almacenada en las capas de hielo de la zona polar y en ríos subterráneos, por lo que la disponibilidad es poca, y el acceso a esta se reduce principalmente a los manantiales que expulsan el agua reservada en ríos subterráneos (Akhter & Shahzad, S.F.). Ahora bien, como consecuencia a la producción exagerada tras la explosión demográfica, estos manantiales se están viendo afectados y degradados, ya sea por contaminación directa del agua a través de los deshechos de fábricas, o por destrucción de los manantiales en sí, con el propósito de crear nuevas zonas de producción industrial (Mittal & Gupta-Mittal, 2013).
Es claro entonces que la explosión demográfica ha traído grandes impactos negativos sobre el medio ambiente, lo que termina restringiendo el acceso a recursos naturales esenciales para el mantenimiento de la vida humana, como lo son el aire puro y el agua dulce. Este acceso restringido ha resultado en impactos secundarios, por ejemplo, en el mundo social. Principalmente, se ha visto afectada la calidad de vida, que como se mencionó anteriormente, debe ser un pilar al momento de considerar la existencia humana, dado que el propósito no es únicamente la supervivencia (Cohen, 2017). Antes de explorar las formas en que la calidad de vida ha sido impactada por las consecuencias de la explosión demográfica, es necesario definir lo que se refiere por el término calidad de vida, ya que puede llegar a ser bastante subjetivo, variando según lo que cada persona valore o aprecie más (Barofsky, 2012). Royuela (2011), propone que hay ciertos factores comunes a la gran mayoría de seres humanos que, en términos generales, contribuyen a una mayor satisfacción y, por ende, a una mayor calidad de vida percibida. Entre ellos se encuentran las comodidades, consideradas como productos que, aunque no son indispensables para sobrevivir, facilitan la vida diaria o la hacen más placentera.
Esto se relaciona con la explosión demográfica dado que, en un mundo donde los recursos son limitados y además están siendo agotados de manera exponencial (como el aire puro y el agua dulce) resulta difícil considerar la posibilidad de priorizar la producción de comodidades secundarias (Roy & Das, 2016). Esto es particularmente importante cuando se trata de países en desarrollo o en estado de pobreza, donde los recursos son particularmente escasos y esta posibilidad se encuentra completamente fuera de alcance, en especial con un crecimiento poblacional tan elevado, donde dichos recursos ni siquiera son suficientes para suplir las necesidades básicas de sus habitantes.
En cuanto a los países con mayores indicies de desarrollo y con más acceso a recursos naturales, sí es posible producir este tipo de comodidades, al menos en el presente, pero es necesario considerar las implicaciones a futuro de esta producción. Por una parte, como consecuencia de la explosión demográfica y el crecimiento poblacional desmesurado, el cual se espera que continúe durante las próximas décadas, la producción de comodidades implicará un gasto significativo de recursos finitos, y si este gasto continúa aumentando a la par con el crecimiento poblacional, sin poner limites claros y priorizando las ganancias económicas sobre la protección de recursos naturales, llegará el punto donde estos recursos sean apenas suficientes para el mantenimiento de los habitantes, como en el caso de los países actualmente en crisis de pobreza, donde la lucha principal es por la supervivencia y no por la calidad de vida (Beteille, 2003 citado en Roy y Das, 2011).
Otra manera en que se relaciona la calidad de vida con el crecimiento poblacional extremo es a través del Modelo de Necesidades de Maslow Aplicado a Poblaciones (MNMAP) (Sarabia, 2019). Este modelo trae propuestas similares aquellas de Royuela (2011) porque considera la satisfacción como un factor clave en la calidad de vida, y a la vez propone las comodidades agregadas como el medio para llegar a esta satisfacción. Además de esto, el modelo resalta la importancia de necesidades fisiológicas, de seguridad, de pertenencia y actos de bondad, autoestima, y autorrealización, en ese mismo orden jerárquico donde es necesario satisfacer cada necesidad anterior para pasar a la siguiente. El fin último de avanzar en esta jerarquía de necesidades es eventualmente alcanzar la autorrealización, dado que esta se considera el desenvolvimiento total del potencial que tiene la persona, permitiéndole alcanzar el mayor nivel de calidad de vida posible (Wei, Xie & Hong, 2016).
Sarabia (2019), propone que en países donde el crecimiento poblacional es tan extremo, la satisfacción de cada una de las necesidades propuestas en el MNMAP está destinada a decrecer como consecuencia de una mayor densidad poblacional. Por un lado, esto se da gracias a mayores niveles de competitividad que disminuyen el altruismo social y voluntad de ayuda en una sociedad, impactando negativamente la satisfacción de la necesidad de actos de bondad. Además, esta misma competitividad y disminución de actos de bondad dan lugar a más actos criminales o violentos, lo cual amenaza la satisfacción de la necesidad de seguridad. Como consecuencia de esto, la necesidad suprema de autorrealización se ve impedida para la gran mayoría de la población, lo cual, de acuerdo con este modelo, representa una decaída importante en la calidad de vida percibida por las personas (Wei, Xie & Hong, 2016; Sarabia, 2019).
En suma, es evidente que la explosión demográfica y el crecimiento poblacional desmesurado al que esta conllevó, han impactado con gran severidad la actualidad y los prospectos a futuro, tanto en términos del mundo físico, principalmente en cuanto al medio ambiente y la disponibilidad de recursos naturales, como en términos del mundo social, donde la calidad de vida se ve perjudicada. De esta forma, se resalta la necesidad de generar conciencia a nivel global sobre estos impactos, que, a final de cuentas, ponen en riesgo la existencia de la humanidad, y, por lo tanto, afecta a todos los países del mundo, por más o menos desarrollados que se consideren. Es por esto que todos juegan un papel igualmente importante, y todos pueden aportar en alguna medida a la conservación de los recursos naturales.