Guerra de Trincheras: Memorias de la Primera Guerra Mundial

Ambición. Asesinato. Poder. Imperialismo. Potencia. Muerte. Crueldad. Odio. Olvido. Causas y consecuencias de las grandes guerras que han atravesado el mundo, dónde hombres decididos o si no, obligados, marcharon millones de kilómetros para defender su bandera, su patria creyendo fervorosamente en una causa ilusoria que al final resulta ser los intereses de algunos cuantos. Los pocos quieren la guerra, los muchos la sufren.

La Primera Guerra Mundial fue el primer encuentro frente a frente entre dos mundos de guerra muy distintos uno que, aunque doloroso, era más burocrático y romántico y otro que llegó como mercenario de muerte, con mucha fuerza acompañado de la industrialización, lo cual cambió por completo y no de la mejor forma, las vivencias y las secuelas de una guerra para los hombres que participaron en ella.

A través de la historia nos damos cuenta que el desarrollo de tecnología muchas veces obedece al mundo bélico, la metralla, cañones, el gas mostaza, la aviación, submarinos, bombardeos desde los Zeppelin, gas venenoso, tanques de guerra, artillería antitanque, etc. Todo lo mencionado ha hecho más fuerte la guerra, pero no necesariamente mejor. De hecho, se puede decir que a través de todas estas herramientas de siembra de terror y conquista armada se consiguió lo que menos se buscaba, la desmoralización de los soldados, porque al ser ellos la herramienta principal de guerra, sus vidas se convirtieron en un infierno, un infierno lleno de miseria que vivían hasta en su propia trinchera, su hogar. ¡Innombrables trincheras! Huecos en la tierra, 3 líneas sucesivas con hacinamiento, llenas de ratas, excrementos, muertos, podredumbre y hambre. Soldados de guerra obligados a vivir sin el mínimo atisbo de dignidad, día sí y noche también. Por las inexistentes condiciones de salubridad las enfermedades tampoco se hicieron esperar como el pie de trinchera que la mayoría de veces terminaba en la mutilación de la extremidad del soldado. Si bien estos huecos lograban librarlos del fuego del enemigo, con el paso del tiempo y en apoyo de nueva tecnología armamentista, el miedo a un ataque era una duda constante que le quitaba el sueño hasta al más fiero soldado. No existía la paz.

“He muerto en el infierno —le llamaban Passchendaele—”.

Siegfried Sassoon

La primera línea de trinchera era un real campo de batalla, más terrible quizá. Los que más sufrían los horrores y terrores de la guerra eran los soldados de rangos medios y bajos. El matar era una tarea que habían perfeccionado muy bien, cualquier cosa servía con tal de dar de baja a un soldado enemigo desde ballestas medievales, hasta la mortal metralla que llegaba incluso a destruir y deformar la cara de los que fueron afectados, sin olvidar el gas venenoso hecho de grandes cantidades de cloro que le hacían sentir a los soldados que se quemaban vivos sus pulmones y los dejaba ciegos, era un arma de destrucción masiva y mortal y aunque la cruz roja no estaba de acuerdo en su uso, muchas potencias lo fabricaban para sus enemigos, incluso desarrollando después nuevas armas químicas parecidas a esta pero mucho más mortales. Cuenta García de Val (2014) analizando un texto de Fernando Wilson, académico de la Facultad de Historia de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, que el Káiser Guillermo (emperador de Alemania) veía el gas venenoso como una forma superior de matar¬¬, que en ese tiempo las armas químicas se consideraban un excelente tipo de arma desde el punto de vista de la económico y desde su potencia, y que era vista como una muy buena opción para atacar las trincheras. Cada batalla era una matanza, era sangre, era una lucha por sobrevivir de la cual no se podía huir. El que desertara o fuese descubierto queriendo huir del infierno, era condenado a pena de muerte. No había escapatoria. Masacres, sufrimiento, soledad y dolor. Eso abundaba en el campo bélico. La guerra pedía muertos, cobraba vidas y los países en su euforia de querer ganar una guerra los servía sin importar el costo humano que tendrían. Aquellos que sobrevivían también llevarían en su vida el rastro de guerra. Nada sería igual.

La guerra fue cruel y abrumadora, nadie que haya estado en una trinchera quedó indemne incluso si no llegaron a ser heridos por una bala, la guerra afectó tan fuerte y profundamente a los soldados que apareció el ShellShock o neurosis de las trincheras, la sufrían sobre todo aquellos soldados que estaban en la primera línea (o los que nuca habían estado en un campo de batalla antes porque se reclutaban muchas personas sin experiencia militar), aquellos que estaban en el infierno. fue tan impactante lo vivido en aquel lugar que dejó heridas más allá de las físicas que no se podían curar incluso si volvían a casa, la guerra creó traumas imborrables en la mente los soldados o todo aquel que tuvo contacto con ella, llegando incluso a tener alucinaciones sobre estar en el campo de batalla otra vez.

La Gran Guerra fue implacable. Ha marcado la historia de Europa y el mundo para siempre, millones de personas murieron, millones se vieron afectados por los horrores de la guerra al volver a casa, muchos desaparecieron y quedaron en el olvido en el campo de batalla, no fueron enterrados; aquellos que intentaban retomar su vida no se lograban adaptar, el convivir con la muerte durante tanto tiempo los había cambiado, sufrían aun no estando en el campo de batalla. La capacidad de crueldad, destrucción y de maldad a la que es capaz de llegar el ser humano con tal de lograr un objetivo político (o económico) quedó plasmado para siempre en nuestras vidas, en los cuerpos y en el alma de personas que sufrieron el horror de estar en una guerra y que vieron desvanecer su dignidad, sus sueños, su vida y quedó escrito en nuestra historia y la historia es esa memoria colectiva que no se puede borrar, está ahí, para siempre; cicatrices y heridas que no tuvieron tiempo de sanar debidamente, la segunda guerra mundial no dio espera.  

01 August 2022
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