Histeria Colectiva y Grupos Psíquicos
Introducción
El complejo sintomático de la histeria, justifica el supuesto de una escisión de la conciencia con formación de grupos psíquicos separados. Dado que, no son muy claras las opiniones acerca del origen de esa escisión de la conciencia y sobre el papel que ese carácter ha desempeñado en la ensambladura de la neurosis histérica.
Sin embargo, aquí resaltan los brillantes trabajos de P. Janet, J. Breuer y otros autores más. Y es que, según la doctrina de Janet, la escisión de conciencia es un rasgo primario de la alteración histérica. Teniendo por base una endeblez innata de la amplitud para la síntesis psíquica, un estrechamiento del campo de conciencia, que como estigma psíquico logra testimoniar la degeneración de los individuos histéricos.
No obstante, en la oposición al punto de vista de Janet, y sustentado por Beuer, la base y la condición de la histeria en el advenimiento de unos estados de conciencia peculiarmente oníricos, con una aptitud limitada para la asociación, a los que propone denominar estados hipoides. Así, la escisión de conciencia resulta un aspecto secundario adquirido, produciéndose en virtud de que las representaciones que afloran en estados hipnoides están segregadas del comercio asociativo con el restante contenido de conciencia.
Desarrollo
Así, Freud aportó la prueba, de otras dos formas extremas de histeria en que la escisión de conciencia de modo alguno puede interpretarse como primaria en el sentido de Janet. Para la primera de esas maneras consiguió demostrar repetidas veces que la escisión del contenido de conciencia es la consecuencia de un acto voluntario del enfermo, esto quiere decir que, es introducida por un empeño voluntario cuyo motivo es posible indicar. Esto, sin afirmar que el enfermo se sugiera producir una escisión de conciencia, ya que, su propósito es otro, pero él no alcanza su meta, sino que genera una escisión de conciencia.
Además, en la tercera manera de histeria, la cual fue comprobada mediante el análisis psíquico de enfermos inteligentes, la escisión de consciencia desempeña un papel mínimo, quizá ninguno. Dado que, son aquellos casos en que meramente se interceptó la reacción frente al estímulo traumático, y que luego serán tramitados y curados por abreacción, las cuales son histerias de retención puras.
Y es que, no es posible asegurar que el empeño voluntario por esforzar a apartarse de los propios pensamientos algo de este tipo constituya un acto patológico, tampoco es posible determinar si ese olvido deliberado se logra, o de qué manera se puede lograr, en aquellas personas que permanecen sanas ante las mismas influencias psíquicas. Acerca del camino que desde el empeño voluntario del paciente lleva a la génesis del síntoma neurótico, se ha logrado formar una opinión que acaso en las abstracciones psicológicas usuales se podría expresar de la siguiente manera:
La tarea que el yo defensor se impone, tratar como no acontecida la representación inconciliable, es directamente insoluble para él; una vez que la huella mnémica y el afecto adherido a la representación están ahí, ya no se los puede extirpar. Por eso equivale a una solución aproximada de esta tarea lograr convertir esta representación intensa en una débil, arrancarle el afecto, la suma de excitación que sobre ella gravita. Entonces esa representación débil dejará de plantear totalmente exigencias al trabajo asociativo; empero, la suma de excitación divorciada de ella tiene que ser aplicada a otro empleo.
Es aquí, en donde se determina que son iguales los procesos en la histeria y en las fobias y representaciones obsesivas, así, desde ese punto, los caminos se separan. Ya que, en la histeria, el modo de volver inocua la representación inconciliable es trasponer a lo corporal la suma de excitación, para lo cual Freud propuso el nombre de conversión.
Asimismo, la conversión puede ser total o parcial, y esta sobrevendrá en aquella inervación motriz o sensorial que mantenga un nexo, más íntimo o más laxo, con la vivencia traumática. Por lo que, el yo ha conseguido así quedar exento de contradicción, pero, a cambio, ha echado sobre sí el lastre de un símbolo mnémico que habita la conciencia al modo de un parásito, sea como una inervación motriz irresoluble o como una sensación alucinatoria que de continuo retorna, y que permanecerá ahí hasta que sobrevenga una conversión en la dirección inversa.
En tales condiciones, la huella mnémica de la representación reprimida esforzada al desalojo no ha sido sepultada, sino que forma en lo sucesivo el núcleo de un grupo psíquico segundo. En cambio, si en una persona predispuesta a la neurosis no está presente la capacidad convertidora y, no obstante, para defenderse de una representación inconciliable se emprende el divorcio entre ella y su afecto, es fuerza que ese afecto permanezca en el ámbito psíquico. La representación ahora debilitada queda segregada de toda asociación dentro de la conciencia, pero su afecto, liberado, se adhiere a otras representaciones, en sí, no inconciliables, que en virtud de este enlace falso devienen representaciones obsesivas.
Manifestaciones corporales del sistema conversivo
La sintomatología de la gran histeria, rica en extremo, más no por ello carente de ley, se compone de una serie de síntomas entre los que se incluyen los siguientes Freud, Publicaciones pre psicoanalíticas y manuscritos inéditos de la vida
- Ataques compulsivos: Están precedidos por un aura peculiar: presión en el epigastrio, opresión en la garganta, martilleo en las sienes, zumbido en los oídos, o partes de este complejo de sensación. Estas sensaciones, llamadas de aura, aparecen en los histéricos también de manera autónoma o representan por sí solas un ataque. Bien conocido es, sobre todo, el globus hystericus, el sentimiento, referible a un espasmo faríngeo, de una bola que subiría del epigastrio a la garganta. El ataque propiamente dicho muestra, si es completo, tres fases:
La primera fase, epiléptico, semeja un ataque epiléptico común, en ocasiones un ataque de epilepsia unilateral. La segunda fase, de los grands mouvements, muestra movimientos de gran envergadura, como los llamados movimientos de saludo, posturas en forma de arco, contorsiones y similares. La fuerza desarrollada a raíz de ello es a menudo enorme; para distinguir estos movimientos de un ataque epiléptico vale puntualizar que los movimientos histéricos son ejecutados siempre con una elegancia y una coordinación que contrastan fu.
Conclusión
Por lo que, enfocando al anudamiento con las fobias y representaciones obsesivas, únicamente es posible considerar aquí la segunda manera de la histeria, que, por ciertas razones, Freud designó como histeria de defensa, separándola así de la histeria hipoide y de la histeria de retención. También se pudo designar provisionalmente como de histeria adquirida a casos de histeria de defensa. Por otro lado, en pacientes femeninos tales representaciones inconciliables nacen las más de las veces sobre el suelo del vivenciar y el sentir sexual, y las afectadas se acuerdan con toda la precisión deseable de sus empeños defensivos, de su propósito de ahuyentar la situación, de no pensar en ella o de sofocarla.
Asimismo, Freud logra describir algunos ejemplos pertinentes, tomados de su experiencia, que, por otra parte, se podría multiplicar sin dificultad: El caso de una joven señorita que se echa en cara, mientras cuida a su padre enfermo, creer en el joven que le ha dejado una leve impresión erótica; el caso de una gobernanta que se había enamorado de su patrón, y resolvió quitarse de la cabeza esa simpatía por parecerle inconciliable con su orgullo, etc.