Historia Americana: Apareción del Concepto 'America Latina'
El concepto “América Latina” está absolutamente desperdigado y aceptado en nuestro continente y fuera de él. El origen del término es la parte de la estrategia cesarista de Napoleon III, es decir, el termino “América latina” surge como esfuerzo consciente y explícito del Segundo Imperio Francés para asimilar sus intereses comerciales y diplomáticos con los de las jóvenes repúblicas americanas, de manera tal de competir en mejor condición con otras potencias europeas como suministradoras de préstamos, bienes industriales y culturales. La búsqueda de alguna esencia latinoamericana termina, conduciendo a resultados descorazonadores. Se ha rastreado esa esencia en diversas dimensiones: las lenguas, la religión y la historia. Todas ellas dan como resultado límites y pertenencias disímiles. El problema del uso de este criterio idiomático para definir a América Latina es que no nos ofrece límites indiscutidos y objetivos. Quizás el aspecto más ríspido de tomar a la lengua como el aspecto que hace que América latina sea latina no es que incluye a millones de hispanoparlantes que viven en espacios normalmente considerados como no latinoamericanos. El intento de definir la identidad latinoamericana a partir de su pertenencia exclusiva a la fe católica también puede suscitar múltiples problemas. La diversidad de cultos.
Otro problema subyacente a esta caracterización de América como hija de la experiencia colonial es que hay espacios que sí fueron conquistados y ocupados por las monarquías ibéricas, La idea de que el continente latinoamericano es hijo de la experiencia colonial, y que esta condición subalterna y explotada es la que ha determinado buena parte de su autoconciencia, su identidad y su ubicación en el orden internacional socioeconómico amerita un poco más de análisis. El principal de los problemas es seguir definiendo al continente por su relación subordinada frente a las metrópolis europeas, eternizando en nuestro imaginario la condición colonial e infantil. Pero aquí hay dos puntos relacionados a ¿Quiénes son América latina? La respuesta a esta pregunta se puede dividir en dos grupos: las que señalan a los territorios que son América Latina y las que indican a las personas que son América Latina. Ambas estrategias tienen potencialidades y problemas. El primer punto, es señalar que América Latina se compone de Estados nacionales implica un ejercicio inocultable de legitimación de los Estados nacionales, de su origen y de su supervivencia en el tiempo. El resultado de ratificar a la tierra como la que automáticamente latinoamericaniza a quienes la habitan, debe enfrentarse al desafío de que no basta la contigüidad geográfica para tener homogeneidad cultural: ¿son latinoamericanos los colonos menonitas que habitan en el Paraguay y en la provincia de La Pampa? Nacieron aquí, pero su pertenencia a América Latina podría aparecer como nebulosa si atendemos a la auto adscripción y a los criterios tradicionalmente usados para definir al continente. Si la respuesta a quiénes son América Latina es por personas y no por territorios, entonces tenemos otra situación. La primera es que se desnaturaliza a las fronteras políticas nacionales, recurrentemente afirmadas como intocables, necesarias e inmutables. Eso permite apreciar los movimientos de las personas y las prácticas y creencias compartidas más allá de las divisiones político-administrativas. Pero tenemos la cuestión de qué pasa con los latinoamericanos en la diáspora, que no viven en América Latina.
Como resultado no hay una manera lógica ni objetiva de encontrarle un limite a América Latina. Tanto si se usa el criterio lingüístico, el religioso o el histórico, no hay manera de encontrarle un límite. Lo encantador no es que careza de rigor la definición de América Latina, sino que el hecho es que esa definición se mantiene en pie y con buena salud. Reconociendo que la noción de América Latina debe ser entendida mucho menos como una caracterización realista de lo que efectivamente hay y somos y muchos más como una afirmación auto constituyente de lo que se cree que aquí no somos y no hay.