Implicaciones Sociales Y Filosóficas Del Terremoto De Lisboa
“Según las relaciones impresas en Cádiz, Puerto de Santa María, en los Diarios extranjero, económico y en las Gacetas de París y Holanda, el día 1 de noviembre de 1755, entre nueve y diez de la mañana, estando el cielo claro y sereno y la atmósfera más caliente de lo que correspondía a la estación, empezó el terremoto en Lisboa con tanta violencia que en siete minutos derribó o abatió la mayor parte de los majestuosos edificios que eran el ornamento de aquella capital. Por ser día de Todos los Santos, la mayor parte de sus vecinos estaban en las iglesias, que padecieron más que los otros edificios, quedando con esta ocasión sepultadas muchísimas personas de ambos sexos. Además de la pérdida de tantas vidas, causada por la ruina de las casas, la de los bienes fue inmensa, porque, fuese por casualidad u obra de algún malvado, a eso de las doce del día apareció toda la ciudad en llamas, cuya violencia duró cuatro días. Las aguas del Tajo que bañan la ciudad se retiraron de la playa con ímpetu, y como en la parte más angosta tiene allí su madre una legua de ancho, al volver las aguas se echaron con tal violencia en la parte baja de la ciudad que lo anegaron y destruyeron todo hasta donde llegaron. Hasta las diez de la noche se sintieron sacudidas en la tierra, bien que menos violentas, habiéndose retirado ya todas las personas al campo, donde muchas viven todavía. En el mismo día y a la misma hora muchas villas y ciudades de Portugal padecieron mucho de este terremoto, y principalmente las de la provincia de Extremadura y del Algarbe. Santarén y muchos pueblos hasta Abrantes padecieron muchísimo, pero Setúbal más que todos, porque además del terremoto salieron de su terreno chorros de agua de extraordinaria corpulencia, tan horrendos y con tanta furia que le inundó a la altura de muchas varas. Al mismo tiempo el mar se retiró rapidísimamente de la playa, adonde habían ido a buscar amparo los vecinos atribulados con tan extraño suceso; volvió después el mar con portentosa violencia y anegó y cegó aquel riquísimo puerto con los habitantes que se habían refugiado a la playa, no habiendo edificio alguno, ni público ni privado, que resistiese a tan extraordinario ímpetu […]. En las playas de Irlanda se vieron aquel mismo día muy agitadas las aguas del mar y algunos pueblos de aquella isla sintieron violentas sacudidas de tierra. En Cádiz, Puerto de Santa María, Sanlúcar, Jerez, Puerto Real, Algeciras, Ayamonte, Sevilla, Córdoba, hasta Granada y Alicante se sintió el mismo terremoto el mismo día y hora. En Sevilla hizo bastante estrago en los edificios más considerables y mató algunas personas; en muchos lugares de aquella costa quedaron sepultados muchos vivientes debajo de las olas del mar agitado con violencia […]. Pero lo que es digno de reparo y causa de admiración es que se sintiesen patentemente en Suecia y Pomerania los efectos de este terremoto […]. En Pomerania las lagunas de Netzo, Mukgast, Reddelin, Libesé, distantes doce leguas de Berlín, salieron de madre con espantoso ruido entre once y doce de la mañana inundando los campos de alrededor, restituyéndose al cabo de seis horas con flujos y reflujos a sus antiguos límites” (Antonio Ribeiro Sánchez, Tratado de la conservación de la salud de los pueblos y consideraciones sobre los terremotos.
En Madrid, por D. Joaquín de Ibarra, impresor de Cámara de S. M, MDCCLXXXI, pp. 367-370).
El terremoto de Lisboa de 1755, también llamado “Gran Terremoto de Lisboa”, tuvo lugar entre las 09:30 y las 09:40 horas del 1 de noviembre de 1755, se caracterizó por su gran duración, dividida en varias fases y por su violencia, causando la muerte de entre 60.000 y 100.000 personas. Los sismólogos estiman hoy que la magnitud del terremoto de Lisboa sería de aproximadamente un 9 en la escala de magnitud de momento, con su epicentro en algún lugar desconocido en algún punto del océano Atlántico a menos de 300 km de Lisboa. El sismo fue seguido por un tsunami y un incendio que causaron la destrucción casi total de Lisboa. El terremoto acentuó las tensiones políticas en Portugal e interrumpió abruptamente las ambiciones coloniales de este país durante el siglo XVIII.
Es el primer terremoto cuyos efectos sobre un área grande fueron estudiados científicamente, por lo que marcó las bases de la sismología moderna. Además, el acontecimiento fue discutido extensamente por los filósofos ilustrados europeos, inspirando grandes debates especialmente en el campo de la teodicea.
Efectos en Portugal
Daños materiales: A causa de ser la Festividad de Todos los Santos había numerosas lamparillas encendidas y eso provocó un voraz incendio ulterior. El 85 % de los edificios de Lisboa resultaron destruidos, incluyendo palacios y famosas bibliotecas, así como la mayoría de los ejemplos de la arquitectura manuelina, distintiva del siglo XVI portugués. Varios edificios que habían sufrido pocos daños a causa del terremoto fueron destruidos posteriormente por el fuego como el Teatro de la Ópera, El Palacio Real, al igual que el Teatro Real do Paço da Ribeira. Dentro de este, la biblioteca real que constaba de unos 70 000 volúmenes, así como de centenares de obras de arte, incluyendo pinturas de Tiziano, Rubens y Correggio, desaparecieron para siempre.
Los archivos reales desaparecieron junto con los detallados expedientes históricos que describían las exploraciones de Vasco da Gama y otros exploradores tempranos portugueses. El terremoto también destruyó importantes iglesias de Lisboa, como la catedral de Santa María, las basílicas de São Paulo, Santa Catarina, São Vicente de Fora, y la iglesia de la Misericordia. El Hospital Real de Todos los Santos fue consumido también por el fuego y centenares de pacientes murieron carbonizados.
En España
El rey Fernando VI en España, ante la magnitud del fenómeno y por haberlo vivido en primera persona, una semana más tarde del triste suceso ordenó al gobernador del Supremo Consejo de Castilla la preparación de un informe sobre el terremoto. Para realizar la encuesta se elaboró un cuestionario de ocho preguntas dirigido a las personas de «mayor razón» de las capitales y pueblos de cierta importancia, para que contestaran lo más rápido posible y con sus respuestas tener una idea más acertada de la incidencia del terremoto en el reino. Es difícil estimar las pérdidas personales producidas por el terremoto en el territorio español, algunas fuentes hablan de en torno a las 5300 víctimas, y de unas pérdidas materiales valoradas en 53 157 936 reales de vellón.
El impactó tuvo sus consecuencias también en Marruecos a lo largo de la línea costera, ocasionando la muerte a 10.000 personas aproximadamente. El terremoto y el tsunami alteraron la configuración del estuario del Bu Regreg lo que inutilizó el puerto de Salé, hasta entonces importante centro de piratería y principal puerto de Marruecos en el Atlántico. Esto llevaría a la construcción de Esauira. Los restos de la ciudad romana de Volubilis quedaron destruidos por el terremoto.
Las ondas sísmicas causadas por el terremoto fueron sentidas a través de Europa hasta Finlandia y en África del Norte con maremotos de hasta 20 m de altura barrieron la costa del Norte de África, y golpearon las islas de Antigua, Martinica y Barbados al otro lado del Atlántico. Un maremoto de 3 m golpeó también la costa meridional inglesa.
Reacción del Gobierno
En Portugal reinaba José I, que accedió al trono portugués a los 35 años de edad, tras la muerte de su padre, y casi de inmediato dejó el poder en manos de Sebastião José de Carvalho e Melo, hoy conocido como marqués de Pombal que ocupó el puesto de primer ministro, siendo el favorito del rey, pero la aristocracia lo desdeñaba como el advenedizo hijo de un hacendado rural. Por su parte, el primer ministro sentía aversión por los viejos nobles, a los que consideraba corruptos e incapaces de tomar acciones prácticas. Antes del 1 de noviembre de 1755 había una lucha constante para conseguir el poder y el favor real, pero más tarde, la respuesta competente del marqués de Pombal, cercenó con eficacia el poder de las viejas facciones aristocráticas. La oposición y el resentimiento silenciosos hacia la persona del rey, y la eliminación del poderoso duque de Aveiro y de la familia Távora.
Debido a un golpe de suerte, la familia real portuguesa escapó ilesa de la catástrofe que supuso el terremoto del 1 de noviembre de 1755. El rey José I y la corte habían salido de la ciudad, después de asistir a misa al amanecer, satisfaciendo el deseo de una de las hijas del rey de pasar el día de la fiesta de Todos los Santos lejos de Lisboa. Después de la catástrofe, José desarrolló un gran miedo a vivir bajo techo, y la corte fue acomodada en un enorme complejo de tiendas y pabellones en las colinas de Ajuda, entonces en las cercanías de Lisboa. La claustrofobia del rey no disminuyó nunca y, por eso, hasta después de su muerte, su hija María I no comenzó a construir el Palacio de Ajuda, que se encuentra en el sitio del viejo campo de tiendas.
Al igual que el rey, el primer ministro Carvalho e Melo, marqués de Pombal, sobrevivió al terremoto. Se cuenta que respondió a quien le preguntó qué hacer: «Cuidar de los vivos, enterrar a los muertos». Con el pragmatismo que caracterizó todas sus acciones, el primer ministro comenzó inmediatamente a organizar la recuperación y la reconstrucción. El primer ministro envió bomberos al interior de la ciudad para extinguir los incendios, y a grupos organizados para enterrar los millares de cadáveres. Había poco tiempo para disponer de los cadáveres antes de que las epidemias se extendieran. Contrariamente a la costumbre y contra los deseos de la Iglesia, muchos cadáveres fueron cargados en barcazas y tirados al mar, más allá de la boca del Tajo. Para prevenir los desórdenes en la ciudad en ruinas, y, sobre todo, para impedir los saqueos, se levantaron patíbulos en puntos elevados alrededor de la ciudad y al menos 34 saqueadores fueron ejecutados. El ejército fue movilizado para que rodeara la ciudad e impidiese que los hombres sanos huyeran, de modo que pudieran ser obligados a despejar las ruinas.
Poco después de la crisis inicial, el primer ministro y el rey contrataron arquitectos e ingenieros, y en menos de un año, Lisboa estaba ya libre de escombros y comenzando la reconstrucción. El rey estaba ansioso de tener una ciudad nueva y perfectamente ordenada. Manzanas grandes y calles rectilíneas, amplias avenidas fueron los lemas de la nueva Lisboa. Los edificios pombalinos están entre las primeras construcciones resistentes a los terremotos en el mundo. Se construyeron pequeños modelos de madera para hacer pruebas, y los terremotos fueron simulados por las tropas que marchaban alrededor de ellos. La nueva zona céntrica de Lisboa, conocida hoy como Baixa Pombalina, es una de las atracciones turísticas más conocidas de la ciudad. Secciones de otras ciudades portuguesas, como Vila Real de Santo Antonio en el Algarve, se reconstruyeron también siguiendo los principios pombalinos.
Implicaciones sociales y filosóficas
El terremoto sacudió mucho más que ciudades y edificios. Lisboa era la capital de un país devotamente católico, con una larga historia de inversiones en la Iglesia y la evangelización de las colonias. Más aún, la catástrofe tuvo lugar un día de fiesta católico, cuando la gente estaba en las iglesias, y destruyó prácticamente cada iglesia importante y la gente que estaba en ellas. Para la teología y filosofía del siglo XVIII, esta manifestación de la cólera de Dios era difícil de explicar.
El terremoto influyó profundamente en muchos pensadores de la Ilustración europea. Muchos de ellos hicieron referencia al terremoto en sus escritos, notablemente Voltaire en Cándido y en su Poème sur le désastre de Lisbonne (Poema sobre el desastre de Lisboa).
El carácter arbitrario de la supervivencia fue probablemente lo que más marcó a Voltaire, llevándolo a satirizar la idea, defendida por autores como Gottfried Wilhelm Leibniz o Alexander Pope, de que «este es el mejor de los mundos posibles». Theodor Adorno exclamó: «el terremoto de Lisboa fue suficiente para curar a Voltaire de la teodicea de Leibniz».
A finales del siglo XX, siguiendo a Adorno, el terremoto de 1755 ha sido presentado a veces como análogo al Holocausto, en el sentido de que tan enorme catástrofe tuvo un impacto transformador en la cultura y la filosofía europeas. El concepto de lo sublime, aunque existió antes de 1755, fue desarrollado en filosofía y elevado su más alta expresión por Immanuel Kant quien fascinado se dedicó a recoger toda la información disponible e intentó formular una teoría sobre las causas de dicho acontecimiento. Su teoría, que implicaba cambiar de sitio enormes cavernas subterráneas llenas de gases calientes, fue un primer intento de explicar las causas naturales del terremoto. Para Walter Benjamin, «representa probablemente el principio de la geografía científica en Alemania y ciertamente el comienzo de la sismología».
Por otro lado, la escritora estadounidense Elena G. de White, una de las fundadoras de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, afirmó que este terremoto corresponde al cumplimiento de algunas profecías bíblicas (Apocalipsis 6:12 y Marcos 13:24-26).
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