Interpretación De Infierno En La Obra De Sartre 'La Puerta Cerrada'
La puerta cerrada fue puesta en escena en el año 1944 justo antes de la liberación de París en el teatro ‘Vieux-Colomber’, pertenece al género literario teatro, siendo una famosa obra por tener la aparición del término: “el infierno son los otros”.
Sartre pertenece a la corriente existencialista, el enfoque que hace en su obra “A puerta cerrada” es una crítica a la sociedad que constantemente se ve preocupada por los juicios y prejuicios externos. ‘El infierno son los otros’ es la idea que presenta en su texto a través de Garcín quien logra entender el castigo que reciben al estar en ese lugar que no cuenta con ventanas ni espejos, al verse prácticamente obligados a encontrarse con la mirada fija entre ellos, notando lo insoportable que puede ser la compañía acompañado de cosas que a cada uno molesta; y sin embargo, no poder ya estar sin ellos o en este caso verse obligados a acostumbrarse a vivir con los demás, impidiéndoles ser ellos mismos dado a que en este caso para cada uno de ellos la opinión del otro es importante, teniendo en cuenta que la apariencia, lo superficial, llega a ser importante en la sociedad, así como para Sartre nuestra esencia, lo que nos define, es lo que nosotros mismos construimos con nuestros actos, con respecto a esto Fatone (1957) cree que: “Cuando cruzo mi mirada con otro, entablo con él un duelo; y si lo obligo a bajar la vista y entregarse como cosa bajo mi mirada, habré conseguido que deje de mirarme y de convertirme en cosa; yo seré su infierno, y no él el mío.” (p 32.)
Así como considera que nuestra existencia se basa en aprender de los inventos de los demás humanos, las cosas abstractas, desde la idea de Dios hasta la existencia humana previa, ya que cuando hemos aprendido lo suficiente llegamos a un estado de realización y liberación que permite encontrar así nuestra esencia. El autor plantea a su vez, una situación existencial donde cualquier acto de maldad puede ser justificable a través de la racionalidad humana así como hace referencia a aquella incapacidad de crear y mantener una relación adecuada con el otro así como el sentido también de la culpa individual moviéndose junto a algunas ideas cristianas con respecto al tema, representándolo a través de cada personaje al momento en el que deciden justificar sus actos y el porqué se encuentran ahí.
A su vez, logró añadir a través de su obra un nuevo componente conflictivo que intimida y modifica el entorno consciente de cada individuo, “la mirada del otro”, considerando al otro como un nuevo observador que interfiere, siendo aquí donde es el otro el infierno, convirtiéndose en alguien que me objetiva remitiéndome a mí mismo. Con respecto a esto se puede tener en cuenta que cuando intentamos conocernos, en el fondo nos juzgamos con los medios que los otros tienen, con la manera en la que ellos nos perciben.
Sartre presenta también la idea de infierno basándose en la creación del cristianismo, donde las almas de quienes llegan a ser condenados por sus malos actos llegan a ser torturados en un sufrir y fuego eterno, pese a que decide sustituir todos los instrumentos conocidos que son utilizados para castigo físico por otros más eficaces para él como lo sería una habitación como lugar de encierro, con sus elementos de Segundo Imperio, sin espejos o cristales, evitando todo aquello que refleje y que con eso permita la validación del ser por sí mismo basándose en su propia imagen, mostrándolo principalmente en Garcín y Estelle quienes se ven afectados por la angustia a causa de la falta de estos, resaltando con esto la búsqueda de mantener una buena apariencia o presencia ante quienes los puedan juzgar, sin detenerse a pensar en el hecho de que se encuentran muertos, en el infierno y no hay nadie más que logre verlos o vaya a juzgarlos.
Con respecto a la composición como tal de la obra, cabe destacar principalmente que son solamente cuatro personajes, quienes a su vez son quienes narran la historia, siendo estos el mayordomo que es quien sirve en el infierno pese a que aparece solo en el principio del texto, Garcín presentándose como un periodista pacifista al que hicieron alistarse en la guerra para posteriormente desertar, representando la figura masculina en esta obra, encontrándose en el infierno por castigar a su esposa con humillaciones por cinco años, siendo parte de los hombres que se basan en hacer actos normalizados para justificar que no hacen daño a nadie. Inés es una empleada de correos, no poseía el mismo nivel económico que los otros dos personajes, encontrándose ahí dado a que mantenía una relación con la esposa de su primo a quien juntas decidieron matarlo tirándolo a una tranvía para que unas horas después ambas muriesen, ésta pese a ser consciente del mal que ha hecho busca continuamente excusarse en el hecho de que ella es así y ya no puede cambiar, siendo representante de la comunidad que en época de Sarte no era aceptada, finalmente se encuentra Estella, quien es una mujer acomodada de París casada con un anciano rico, por decisión propia mató a la bebé que tuvo proveniente de una infidelidad que su esposo nunca conoció, representando a la mujer materialista y consumista la cual vive para ser deseada además de siempre estar atenta a encontrarse con espejos para poder mirarse.
Finalmente, el espacio en el que transcurren los diálogos que narra Sartre da cuenta de una habitación cerrada cumpliendo con el papel del infierno donde cada uno de los tres personajes habla de sus mundos particulares, justificando sus historias, como si fueran el fruto de un transcurrir inevitable de la historia del cual no cabe culpa alguna, haciendo uso del tiempo lineal para poder desarrollar la obra:
“INÉS. – ¡Canalla!
GARCIN. – Sí, sí, el canalla bienamado. (Parece distraído.) No, nada. Es Gómez pero no habla de mí. ¿Un canalla decía usted? Diablos; si no, ¿qué haría aquí? ¿Y usted?
INÉS. – Bueno, yo era lo que allá llaman una marimacho, mujer condenada.
Condenada ya, ¿verdad? Por eso no fue gran sorpresa.
GARCIN. – Eso es todo.” (Bernárdez, 1994, p.32)
Así, como al ser una obra de teatro hace uso de las acotaciones a lo largo de la historia:
“GARCIN. – ¿Están locas? Entonces no ven a dónde vamos. ¡Pero cállense! (Una pausa.) Nos sentaremos de nuevo tranquilamente, cerraremos los ojos y cada uno tratará de olvidar la presencia de los demás.
(Una pausa, se sienta de nuevo. Ellas regresan a su sitio con paso vacilante. INÉS se vuelve bruscamente.)
INÉS. – ¡Ah, olvidar! ¡Qué chiquillada! Lo siento a usted hasta en los huesos. Su silencio me grita en las orejas. Puede coserse la boca, puede cortarse la lengua, ¿eso le impedirá existir? ¿Detendrá su pensamiento? Lo oigo, hace tic tac, como un despertador y sé que usted oye el mío. Es inútil que se arrincone en su canapé, está usted en todas partes…” (Bernárdez, 1944, p. 29)
Notando así como Sartre a lo largo de su obra logra expresar sus pensares acerca de la sociedad utilizando los diferentes elementos de una obra de teatro para poder expresarlos, representando lo que en la sociedad en la que vivía e incluso en la actualidad se cataloga como incorrecto, buscando a través de ellos que los diferentes individuos que llegasen a acudir a la obra de teatro o leyeran su escrito incluso tiempo después de su muerte, comenzaran a hacer un análisis retrospectivo de su forma de vivir, de la visión que la misma sociedad les ha implantado desde el nacimiento y cómo la reproducen diariamente sin darse cuenta de esto, creando así una obra que hasta el momento actual sigue vigente con sus ideales.