Inversion Estrategica En Reputación Empesarial
La cooperación es un elemento clave en cualquier especie viva, y, en especial, en el ser humano. Éste como ser social, necesita de la interacción con otros para sobrevivir, y, en este sentido, se incluye la acción de cooperar. Pero, ¿qué es cooperar? Según la Real Academia Española, éste término consiste en obrar juntamente con otro u otros para la consecución de un fin común.
En términos de la especie humana, la cooperación puede darse de distintas formas y su evolución ha venido marcada por distintos aspectos. Uno de ellos es la Reciprocidad Indirecta (Alexander, 1987, citado en Milinski, M., Semmann, D., Krambeck, H.J., 2002), que consiste en dar ayuda y recibirla aun no siendo por la misma persona a la que se la diste. De hecho, algunas investigaciones demuestran que, aquellos que fueron serviciales en el pasado son más propensos a recibir ayuda a través de otros gracias a la reciprocidad indirecta. (Wedekind and Milinski 2000; Bolton et al. 2001; Milinski et al. 2001; Seinen and Schram 2001; Wedekind and Braithwaite 2002, citado en Milinski et al. 2002.)
Ante un comportamiento cooperativo son dos atributos individuales los que determinan que se lleve a cabo la conducta o no. En primer lugar, encontramos la confianza, es decir, el conjunto de expectativas que un individuo tiene sobre el comportamiento de los demás. Y, en segundo lugar, la reputación, es decir, las identidades que los individuos creen que reflejan sus intenciones y normas (Ostrom 2003, citado en Milinski et al. 2002.)
Pues bien, enlazando con el concepto de cooperación del que hablamos, encontramos que ofrecer o no ayuda afecta a la reputación, por el simple hecho de que si ayudas se proyecta una imagen social sobre ti mismo positiva, y, por el contrario, si no cooperas, se proyecta una imagen social negativa. Además, el primer atributo, la confianza, también juega un papel importante en esta relación, ya que por lo general, una persona cooperará si tiene la suficiente confianza de que en el futuro su reputación se va a ver beneficiada de esa ayuda que ofreció, así como, dejará de cooperar si disminuye la confianza de que en el futuro su reputación no vaya a ser beneficiada. Por lo tanto, se trata de hacer una inversión estratégica de la reputación, cooperas (inviertes) si éste atributo se va a ver beneficiado.
Bajo el contexto de cooperación, encontramos la situación de “bienes públicos”. Los “bienes públicos” son dilemas sociales típicos en los que la cooperación inicial disminuye tras varias rondas. Este fenómeno ha sido estudiado a través del clásico juego de bienes públicos, en el que sus participantes tienen la posibilidad de contribuir una cantidad de dinero, la cual puede ser elegida por el mismo participante, en unos fondos comunes públicos. Tras las aportaciones de los participantes, el dinero total del fondo común público es repartido de forma igualitaria, independientemente de las contribuciones de éstos. Ahora bien, si uno o varios jugadores no aportan nada, finalmente ese fondo común público deja de funcionar. Observamos por tanto un dilema social entre el grupo y el propio individuo, donde, si el individuo no contribuye en los fondos comunes para aprovecharse y ganar más dinero que el resto de jugadores, finalmente acaba dañando al grupo.
Para evitar estos conflictos sociales se han propuesto diferentes mecanismos como: controlar el acceso de los ciudadanos a los bienes públicos, castigar al grupo de ciudadanos que no coopera, ofrecer la oportunidad de participar de forma voluntaria en los bienes públicos y la participación en situaciones de reciprocidad indirecta.
Para estudiar cómo influye la reciprocidad indirecta en el dilema social cooperativo, Milinski et al, llevaron a cabo un primer estudio en el que un conjunto de voluntarios participaban en juegos de bienes públicos (contribuir con una determinada cantidad a un fondo público común) alternados con juegos de reciprocidad indirecta (ayudar y ser ayudado). Encontraron que aquellas personas que no contribuían en el juego de bienes públicos, luego no eran apoyadas en el juego de reciprocidad indirecta por el resto de participantes, y viceversa. Además, avisaron que en las últimas rondas solo se jugarían bienes públicos. Fue entonces cuando se produjo un mayor declive de la cooperación. Es decir, como los participantes ya no ponían en riesgo su reputación (juego de reciprocidad indirecta) dejaban de cooperar. Estos hechos demuestran el fenómeno de la inversión estratégica en la reputación.
Sin embargo, los autores del experimento pensaron que quizás estos resultados se debían a efectos marcados por una sobrecarga a nivel cerebral, es decir, jugar en dos situaciones produciría una sobrecarga en el cerebro, y por tanto éste actuaría de forma automática cooperando simplemente, como forma de manejar dicha sobrecarga. Por tanto, al eliminar la interacción entre ambos juegos se eliminaría la sobrecarga y eso permitiría llevar a cabo de nuevo las decisiones no cooperativas.
Entonces, ¿cooperamos más si sabemos que nuestra reputación está en juego? Para los autores del experimento era crucial responder a esta pregunta ya que en caso afirmativo, significaría asumir que el ser humano además de ayudar a su especie, como el resto de animales, es un auténtico estratega que busca en la ayuda de los demás un beneficio propio, una buena reputación.