La Autoestima Y CambIos Físicos Y Psicológicos En La Adolescencia
La autoestima se va forjando desde el nacimiento del individuo y es susceptible de variar según las experiencias vividas (personales, familiares, escolares, sociales…). La adolescencia es una etapa en la que normalmente la autoestima va a sufrir altibajos debido a los cambios físicos y psicológicos que experimentan los púberes.
En el primer artículo, Parra y Oliva (2004) señalan como objetivo de su estudio examinar la evolución de la autoestima en la adolescencia y dominar los factores que intervienen sobre ella. Confirmaron que a medida que se suceden los años en dicha etapa, la autoestima va incrementando. Sin embargo, este hecho se ve influenciado por dos aspectos fundamentales. Uno de ellos es la relación con la familia. Aquellos padres que basan su educación en un estilo democrático y en el afecto van a influir en la potenciación de una autoestima positiva en sus hijos, siendo esto más significativo en las chicas. El otro aspecto clave es la relación con los iguales, elemento determinante en la orientación que va a tomar la autoestima en los adolescentes.
El segundo de los textos (Reina, Oliva y Parra, 2010) se centra en analizar las relaciones entre tres variables que intervienen en la autoevaluación (autoestima, autoeficacia y satisfacción vital) durante la adolescencia. Según los autores, la autoestima es la variable más importante porque es uno de los predictores más potentes del grado de ajuste psicológico. Poseer una autoestima positiva favorece en los adolescentes el desarrollo de un buen ajuste psicológico y, consecuentemente, una mejor adaptación social a su entorno.
En el tercer artículo Rodríguez y Caño (2012) hacen una revisión sobre el estado actual de las investigaciones de autoestima en adolescentes. En primer lugar, distingue conceptualmente entre autoconcepto, autoestima y percepción se autovalía, son tres términos estrechamente vinculados. La autoestima, como se menciona también en los otros textos, es un rasgo que va a sufrir cambios a lo largo de la adolescencia, mostrando los chicos unas puntuaciones más elevadas que las chicas. Parece ser que esto se debe a que los varones basan su autoestima en logros personales (por ejemplo, en aspectos donde entre en juego la competición) y las chicas justifican su autoestima en relación con la aprobación del grupo de iguales.
La autoestima en la adolescencia es un factor clave para predecir el grado de bienestar de los chicos y chicas. Es un aspecto dinámico que varía en función de las experiencias de cada individuo (Parra y Oliva, 2004).
Rodríguez y Caño (2012) afirman que las ventajas de una autoestima alta en adolescentes son muy beneficiosas tales como una visión optimista ante el estrés del día a día y en la superación de experiencias negativas. Igualmente, mantener una autoestima elevada respecto al grupo de iguales posibilita que el adolescente sea capaz de mantener su opinión o actitud ante el grupo.
Por otro lado, es reseñable que aquellos adolescentes con menor autoestima son más propensos a dramatizar sus fracasos y, este hecho, a su vez, retroalimenta una autoestima baja. Asimismo, supone un factor de riesgo para el desarrollo de conductas agresivas y violentas, conductas antisociales, síntomas depresivos e, incluso, para iniciarse en el consumo de alcohol y drogas (Rodríguez y Caño, 2012).
En la autoestima un rol protagonista lo ocupa la familia, ya que si las prácticas parentales que desempeñan con sus hijos son deficientes, esto va a conducir a un desajuste en la conducta del adolescente, acción previa al desarrollo de una baja autoestima (Rodríguez y Caño, 2012).
Reina et al. (2010) también corroboraron que según el estilo parental que los padres emplean con sus hijos adolescentes, su autoestima se verá influencia positiva o negativamente. Si las relaciones paterno-filiales están caracterizadas por una comunicación fluida y de afecto, la autoestima de estos adolescentes es más elevada. Por el contrario, aquel estilo parental basado en el chantaje y la culpabilidad influye negativamente en la autoestima de sus hijos.
Dos de los textos coinciden en que las investigaciones que hay sobre la autoestima son confusas. Parra y Oliva (2004) en su artículo recogen que los estudios anteriores son un poco contradictorios y los datos no son concluyentes. Unos estudios afirman que existe una disminución de la autoestima en la adolescencia inicial y que esta se incrementa en las posteriores fases de la adolescencia.
Sin embargo, otras investigaciones apuntan que la evolución de la autoestima está sujeta a las diferencias individuales, así como a diferencias de género, corroborando que los chicos tienen niveles de autoestima sutilmente superiores al de las chicas. Reina et al. (2010) en su texto también resaltan las diferencias significativas en la autoestima y señalan la falta de consenso que hay entre los estudios previos, apuntando que puede ser debido a los instrumentos utilizados o a los tramos de edad analizados.
Las puntuaciones bajas en autoestima que obtienen las chicas adolescentes nos alertan de la necesidad de brindarles una atención especial y de trabajar con ellas esos aspectos. Rodríguez y Caño (2012) destacan un meta-análisis realizado sobre 116 programas de intervención dirigidos a producir cambios en la autoestima. Una limitación de dichos programas es que no se apoyan en las investigaciones empíricas ni en las evidencias. La investigación afirma que hay que considerar tres aspectos básicos para obtener buenos resultados: centrarse plenamente en la mejora de autoestima y no hacerlo de forma transversal, realizar cambios en los patrones educativos de los padres y el resto de agentes educativos y, finalmente, llevar a cabo las intervenciones en el contexto escolar.
La autoestima es un aspecto clave que indica el bienestar de una persona en todas las fases de la vida, pero como se ha señalado es en la adolescencia cuando sé es más susceptible de sufrir modificaciones a causa de los cambios propios de la etapa. Se tenga la edad que se tenga, una visión negativa de uno mismo puede ser un problema.
Es más que necesario actuar con este colectivo, abordando el tema de forma directa desde el contexto educativo, ya que es el idóneo para este tipo de intervenciones (Rodríguez y Caño, 2012). Los adolescentes de la sociedad son los adultos del mañana y es imprescindible formar personas seguras de sí mismas y preparadas para responsabilizarse de las distintas situaciones problemáticas y hacer frente a los retos que marca la sociedad.