Análisis de La Comedia Nueva O El Café
Introducción
Leandro Fernández de Moratín nació en 1760 en Madrid. Hijo del poeta y dramaturgo Nicolás Fernández de Moratín, tuvo una formación autodidacta, aunque en contacto con los autores que, junto a su padre, formaban la élite intelectual y literaria del Madrid de Carlos III. Tras una infancia y juventud de escasez, sobre todo tras la muerte de su padre, ocupó puestos importantes en la administración durante el reinado de Carlos IV y José Bonaparte. En 1787, gracias a su amistad con Jovellanos, viajó por Francia como secretario de Francisco Cabarrús.
Tras regresar a España, consiguió del ministro Floridablanca un modesto beneficio y se ordenó de primera tonsura. Más tarde, y gracias a la protección del favorito Manuel Godoy, obtuvo otras rentas eclesiásticas, así como la licencia para representar El viejo y la niña -un año antes había publicado su sátira en prosa La derrota de los pedantes- y una pensión para viajar por Europa entre 1792 y 1796. Fruto de estos viajes son sus cuadernos de viaje. Su estancia en las cortes europeas le facilitó el contacto con la vida teatral de Inglaterra, Francia e Italia, que sería fundamental para terminar de perfilar su formación como dramaturgo, ya puesta de manifiesto en la citada obra y en La comedia nueva.
En 1796 es nombrado Secretario de la Interpretación de Lenguas, lo que le permite simultanear una etapa de prosperidad con sus momentos de mayor creatividad teatral, que culminarán en 1806 con el estreno de El sí de las niñas. En 1799 había sido nombrado director de la Junta de Dirección y Reforma de los Teatros, constituida de acuerdo con las repetidas solicitudes del propio Moratín y de otros autores neoclásicos. Sin embargo, fracasó en la tarea de realizar una reforma en el teatro coherente con lo manifestado en sus memoriales, cartas y, especialmente, en La comedia nueva o El café.
Desarrollo
En 1803 estrenó El barón, y en 1804 La mojigata, que tuvieron una aceptable acogida. Su mayor éxito vendría con El sí de las niñas, estrenada en 1806, con la que finaliza su producción dramática original. En 1798 había traducido Hamlet, de Shakespeare, y adaptado dos obras de Molière, La escuela de los maridos y El médico a palos.
Tras la invasión napoleónica huyó de Madrid, donde ocupaba el cargo de bibliotecario mayor de la Biblioteca Real. Se trasladó a Valencia y de allí a Barcelona hasta finalizar la guerra. En 1817 abandonó España y Residió en Montpellier, París y Bolonia, junto a grupos de españoles exiliados. La restauración de la Constitución en 1820 le permitió regresar a Barcelona, pero una epidemia le obligó a marcharse a Bayona, y ya no regresó. A pesar de sus problemas de salud, durante los últimos años de su vida completó el manuscrito de Orígenes del teatro español -publicado póstumamente, imprescindible para el conocimiento de la historia del teatro en España-, y fue recogiendo y retocando los textos para la edición parisiense de sus Obras dramáticas y líricas. Esta última edición es su testamento, junto con un extenso epistolario que refleja la soledad y tristeza de sus últimos años.
Moratín también cultivó con acierto la poesía lírica y fue uno de los más lúcidos reformadores del teatro, tarea que consideraba imprescindible para representar sus obras adecuadamente.
Su Diario y su Epistolario, de gran interés, fueron editados por R. Andioc en 1968 y 1973, respectivamente.
Falleció en París en 1828.
Moratín, como principal figura del teatro ilustrado español, se convirtió en abanderado de los denominados “renovadores”, siendo uno de los mayores críticos del teatro de la época. En la obra que nos ocupa, se presenta la oposición entre las ideas neoclasicistas y postbarrocas, encarnadas en los personajes, de caracteres opuestos.
Estructura del texto dramático
- Estructura interna
La comedia nueva o El café es una obra metateatral: su tema central es el teatro, que tan bien conocía el dramaturgo.
Don Eleuterio, autor de El gran cerco de Viena, se encuentra en un café próximo a un teatro esperando el éxito de su obra, que va a estrenarse esa misma tarde. Lo acompañan su esposa, Dña. Mariquita, marisabidilla orgullosa de su mente, que escapa del papel tradicional de la mujer; Don Hermógenes, un pedante que ‘habla en griego’ para que se le entienda mejor, quien le ha convencido de que es un gran dramaturgo; y Dña. Mariquita, su joven hermana, cuya boda con este último depende del éxito de la comedia.
Toda la acción transcurre en el tiempo que tarda en representarse la obra, que coincide con el tiempo de la propia representación de la comedia de Moratín. Mientras esperan la reacción del público, los personajes van manifestando, a la vez que sus miserias, sus afanes, que se basan en los beneficios económicos que supuestamente generará el éxito de la obra. Así, conocemos los delirios de grandeza de unos, las críticas a los ‘eruditos a la violeta’ de otros y, sobre todo, el mundo teatral de la época.
- Estructura externa
Se trata de una obra dramática compuesta en dos actos. El primero, compuesto por seis escenas, introduce el tema y los personajes; el segundo, que consta de nueve, muestra el desenlace.
Los hechos tienen lugar en el espacio de dos horas, que es, como señalé anteriormente, el tiempo que tarda en representarse la obra incluida en ella. La duración de las escenas respeta estos intervalos temporales, dando verosimilitud a la unidad espacio-tiempo.
El primer acto, además de la presentación de los personajes, contiene, fundamentalmente, las reflexiones que dos de los personajes (D. Antonio y D. Pedro) hacen sobre teoría dramática.
Durante el segundo acto, en el que ya se ha tenido lugar el inicio de la obra representada, asistimos a una discusión entre D. Eleuterio y sus interlocutores sobre la conveniencia de que las mujeres participen en ciertas tareas intelectuales.
- Personajes principales y secundarios
En La comedia nueva existen cuatro personajes principales que representan dos caras opuestas: una cara intelectual y una cara humana.
Don Pedro, trasunto del propio Moratín, es una personaje de ideas neoclásicas. No admite que se representen disparates en una nación culta y lamenta que se entontezca al pueblo con comedias malas. De las comedias contemporáneas dice que «poseen una acción informe, lances inverosímiles, episodios inconexos, caracteres mal expresados, embrollos, mamarrachadas de linterna mágica y otras lindezas». Dirá, en fin, que para escribir hay que tener talento, sensibilidad y juicio exquisito.
De su carácter sabemos que es hombre muy rico, generosos, honrado, de mucho talento, pero de carácter tan ingenuo, tan serio y tan duro, que le hace intratable a cuantos no son sus amigos, según palabras de D. Antonio.
Don Antonio comparte las ideas neoclásicas de D. Pedro, que algunas veces expone con contundencia. Sin embargo, aunque sus ideas son similares, difieren en el aspecto humano, en su temperamento. D. Antonio es un personaje irónico, amable, que mira la vida con complacencia y con sentido del humor. Aunque es un hombre de bien, igual que D. Pedro, no dice la verdad abiertamente porque no gusta de «ir repartiendo por ahí desengaños amargos a ciertos hombres, cuya felicidad estriba en su propia ignorancia», porque sería cruel.
Ambos personajes representan las ideas ilustradas de Moratín, que quedan reflejadas en los diálogos que mantienen:
DON PEDRO. Ahora, compare usted nuestros autores adocenados del día con los antiguos, y dígame si no valen más Calderón, Solís, Rojas, Moreto, cuando deliran, que estotros cuando quieren hablar en razón.
DON ANTONIO. La cosa está clara, señor don Pedro, que no hay nada que oponer a ella; pero, dígame usted, el pueblo, el pobre pueblo, ¿sufre con paciencia ese espantable comedión?
Don Hermógenes, cuyo nombre alude sarcásticamente a la cultura grecolatina, es intelectualmente un pedantón y moralmente un malvado. Finge amar a Dña. Mariquita, cuñada de D. Eleuterio, para compartir los éxitos monetarios de su obra. No duda, además, en embaucar al autor elogiando su desastrosa obra y animándolo a seguir escribiendo, a sabiendas de que no tiene talento, para conseguir sus fines. Su bajeza moral queda subrayada cuando responde a la pregunta del fracasado escritor Usted es pacato y pusilánime en demasía… y, a continuación, se va. Con él, Moratín representa a los críticos pretenciosos de la época.
Don Eleuterio es, según palabras del propio Moratín, El compendio de todos los malos poetas dramáticos de la época. Se trata de un hombre honrado pero ingenuo. Suscita, por un lado, risa por su ignorancia, vanagloria y necedad. Pero por otro compasión, por su amor a su familia y su honradez al aceptar su fracaso.
Entre los personajes secundarios destacan:
Doña Agustina, esposa de D. Eleuterio, insensata y presuntuosa, que se vanagloria de ayudar a su marido en la composición de la obra, si bien es tan ignorante como él, anteponiendo esta labor a su papel de esposa y madre.
Dña. Mariquita es, según el crítico Cabezón, la voz de Moratín en escenas en las que D. Pedro se halla ausente. Así, la joven expresa los ideales neoclásicos y sugiere un regreso a lo tradicional: rechaza los valores contemporáneos de la vida y los del teatro. Representa el polo opuesto a Dña. Agustina.
La oposición entre estos dos personajes se muestra en el siguiente diálogo:
DOÑA MARIQUITA.- No señor; si soy ignorante, bueno provecho me haga. Yo sé escribir y ajustar una cuenta, sé guisar, sé planchar, sé coser, sé zurcir, sé bordar, sé cuidar de una casa; yo cuidaré de la mía, y de mi marido, y de mis hijos, y yo me los criaré. Pues señor, ¿no sé bastante? ¡Que por fuerza he de ser doctora y marisabidilla, y que he de aprender la gramática, y que he de hacer coplas! ¿Para qué? ¿Para perder el juicio?
Don Serapio es quien explica los usos teatrales y ofrece una visión del ambiente teatral del momento: las disputas entre seguidores de las distintas compañías, el ambiente de los corrales de comedias, de los círculos de actores, etc.
Pipí, el tabernero, es un personaje observador que conoce a todos. Es utilizado para presentar los caracteres de los personajes e introducir la trama.
El público es un importante personaje latente en la obra. Se hace referencia a él en el acto II, escena VIII:
DOÑA MARIQUITA.- El patio estaba tremendo. ¡Qué oleadas! ¡Qué toser! ¡Qué estornudos! ¡Qué bostezar! ¡Qué ruido confuso por todas partes!… […] la gente que a la cuenta estaba ya hostigada de la tempestad, del consejo de guerra, del baile y del entierro comenzó de nuevo a alborotarse. El ruido se aumenta; suenan bramidos por un lado y otro, y empieza tal descarga de palmadas huecas, y tal golpeo en los bancos y barandillas, que no parecía sino que toda la casa se venía al suelo. salió renegando toda la gente;
- El tiempo y el espacio
Moratín acota el tiempo dramático al comienzo de la obra: «La acción empieza a las cuatro de la tarde y acaba a las seis», no haciendo más alusiones al tiempo ni dando más referencias temporales hasta el momento en que Hermógenes da la hora de su reloj parado, ya en el segundo acto:
DON HERMÓGENES.- Aquí está mi reloj, que es puntualísimo. Tres y media cabales.
DOÑA AGUSTINA.- ¡Oh!, pues aún tenemos tiempo. Sentémonos, una vez que no hay gente. (Siéntanse todos menos DON ELEUTERIO.)
En cuanto al espacio, toda la acción se desarrolla en el mismo lugar: el café junto al teatro, cumpliéndose así la unidad de espacio.
La unidad de tiempo y de espacio son características del teatro neoclásico que defendía nuestro autor, en contraposición al teatro de estilo grandilocuente y oscuro que se desarrollaba en la época, con complicados efectos, aparatos y rupturas temporales, que podemos ver reflejado en el siguiente diálogo, en el que Dña. Agustina hace referencia a la obra compuesta por D. Hermógenes:
DOÑA AGUSTINA.- Pues ya se ve. Figúrese usted una comedia heroica como ésta, con más de nueve lances que tiene. Un desafío a caballo por el patio, tres batallas, dos tempestades, un entierro, una función de máscara, un incendio de ciudad, un puente roto, dos ejercicios de fuego y un ajusticiado; figúrese usted si esto ha de gustar precisamente.
DON SERAPIO.- ¡Toma si gustará!
- El lenguaje dramático
En la obra, escrita en prosa, Moratín reivindica la claridad y sencillez en los textos, frente a la grandilocuencia y oscuridad de los textos postbarrocos. Utiliza un lenguaje sencillo, inteligible, preciso y perfectamente adecuado al desarrollo de lo representado.
Los diálogos de la misma, de ritmo ágil, dan muestra de la brillantez del autor, que hace hace hablar a cada personaje de manera diferente, acorde a sus carácter. Así, Dña. Mariquita utiliza un lenguaje coloquial con vulgarismos, laísmos, etc.
DOÑA MARIQUITA.- Vamos aprisa.
D. Hermógenes, un lenguaje pedante y oscuro:
DON HERMÓGENES.- Aquila non capit muscas, don Eleuterio. Queiro dcir que no haga usted caso. A la sombra del mérito crece la envidia. A mí me sucede lo mismo. Ya ve usted si yo sé algo…
D. Pedro y D. Antonio, hombres cultos e ilustrados, hablan de manera ágil, elegante y precisa. En sus diálogos utilizan, con frecuencia, preguntas retóricas, con la intención de plantear cuestiones para que el lector reflexione sobre ellas:
DON PEDRO.- Pero ¿no es fatalidad que después de tanto como se ha escrito por los hombres más doctos de la nación sobre la necesidad de su reforma, se han de ver todavía en nuestra escena espectáculos tan infelices? ¿Qué pensarán de nuestra cultura los extranjeros que vean la comedia de esta tarde? ¿Qué dirán cuando lean las que se imprimen continuamente?
DON ANTONIO.- Digan lo que quieran, amigo don Pedro, ni usted ni yo podemos remediarlo. ¿Y qué haremos? Reír o rabiar; no hay otra alternativa… Pues yo más quiero reír que impacientarme.
Otros aspectos relevantes
Como se ha visto a lo largo de este análisis, Moratín observa en esta obra las reglas de la Poética de Aristóteles en lo que respecta a las tres unidades: unidad de acción, de tiempo y de lugar.
Es patente el carácter didáctico de la obra, expresado a través de los personajes de D. Pedro y D. Antonio. Didactismo que era el objetivo del autor, como quedó de manifiesto ya en su advertencia de la edición de 1825, escribía:
Las circunstancias de tiempo y lugar, que tanto abundan en esta pieza, deben ya necesariamente hacerla perder una parte del aprecio público, por haber desaparecido o alterándose los originales que imitó; pero el transcurso mismo del tiempo la hará más estimable a los que apetezcan adquirir conocimiento del estado en que se hallaba nuestra dramática en los veinte años últimos del siglo anterior. Llegará sin duda la época en que desaparezca de la escena (que en el género cómico sólo sufre la pintura de los vicios y errores vigentes); pero será un monumento de historia literaria, único en su género, y no indigno tal vez de la estimación de los doctos.
Conclusión
La comedia nueva condena la grandilocuencia e inverosimilitud de los dramas que se representaban en los coliseos a finales del dieciocho, al tiempo que propone un modelo alternativo ajustado a la preceptiva neoclásica, es decir, obligado a respetar las célebres unidades de acción, tiempo y lugar, incorporando una inequívoca enseñanza moral. Y, a pesar de que su autor la consideró coyuntural, efímero testimonio de la situación del teatro de su tiempo, la obra logró perdurar al ser considerada como un determinante punto de inflexión para el desarrollo de buena parte de la dramaturgia posterior, muchas de cuyas fórmulas se inspiran en las premisas moratinianas.
La comedia nueva posee, además del consabido propósito de satirizar los vicios dramáticos de su tiempo, el de exponer una lección moral: el planteamiento y la solución del problema en la comunicación humana. Tres posibles soluciones al problema las encarna el autor en los tres personajes principales de us obra: Don Pedro, Don Antonio y Don Hermógenes. El otro, Don Eleuterio, sintetiza el problema mismo y hacia él convergen las tres soluciones ofrecidas.
Bibliografia
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- ALBORG ESCARTI, J. (1999). Historia de la Literatura Española. Siglo XVIII. Tomo III, Madrid, Gredos.
- RÍOS CARRATALÁ, Juan Antonio (1993). Diccionario de Literatura española e hispanoamericana, Madrid, Alianza.
- CAÑAS MURILLO, Jesús (2011). Sobre la trayectoria y evolución de la comedia nueva, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
- GARCÍA BARRIENTOS, José Luis (2001). Cómo se comenta una obra de teatro, Madrid, Síntesis.
- OSUNA, Rafael (1976). Temática e imitación en La Comedia Nueva, de Moratín. Ed. Digital a partir de Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 317