La Construcción Del Yo & La Identidad Del Niño

Resumen

La construcción del autoconcepto se basa en la parte cognitiva, afectiva y social en los niños por lo que les ayuda a la formación de su personalidad, el autoconcepto se define como la percepción sobre sí mismo, además se comienza a formar a una edad muy temprana donde principalmente influye la relación con la familia y su entorno en la escuela, por consiguiente las personas que se encuentren incluidas en la formación y aprendizaje de los niños deben saber lo importante que es, que ellos se desenvuelvan en un entorno emocional seguro, positivo y lleno de mucho afecto el cual les genere seguridad y confianza para poder desenvolverse con mayor facilidad ante los demás.

El hecho de que el niño comience a identificarse que es diferente tanto en sus habilidades como en sus rasgos físicos y sea capaz de conllevar una relación con los demás es un indicio que su construcción de identidad está surgiendo adecuadamente (Loperena, 2008). Esta intención de búsqueda definido como el yo, será un proceso de encuentro hacia la identidad del niño que se verá a lo largo de su vida y dependerá relevantemente de los cambios que se presenten, sin embargo, siempre es primordial dar a conocer al niño sus capacidades, como deseos que aflorar cada vez que el infante va experimentado y creciendo enfocándose en lo más llamativo y relevante para su propio crecimiento y formación tanto cognitivo, psicológico, como físico, así sus focos atencionales cambiarán para un mayor desempeño y maduración a futuro.

Introducción

Una de las etapas más importantes en el desarrollo de los niños es dentro de sus primeros años de vida, esto se caracteriza así ya que durante esta etapa es donde se estructuran y se afianzan elementos esenciales en el desarrollo de la creación de su personalidad. Al incursionar en el tema de autoconcepto, debemos tener claro que es la base que nos permite tener un conocimiento sobre nosotros mismos el cual nos ayuda a saber nuestras destrezas, debilidades, cuáles pueden ser nuestros logros o en que podemos llegar a fracasar, y de esta forma permitiendo la habilidad de percibir e interpretar al momento de la interacción social, es decir, las características que sobresalen al verse implicados en acciones que las hagan destacar y lo que las personas saben de sí mismos, sin embargo, estas características van evolucionando a lo largo de nuestras vidas dependiendo primordialmente de las interacciones sociales que se van entablando durante su desarrollo (Ternera, 2019).

Un elemento fundamental es el autoconcepto infantil, el cual en otras palabras se podría llegar a decir que será una representación del sujeto a nivel cognitivo, que incorpora todas las formas de autoconocimiento, de cómo se evalúan así mismos, así como también, cuál debe ser el modo de comportarse ante una situación específica que le sea presentada (Ternera, 2019). Una característica esencial de este proceso que va desarrollando el niño, es que se trata de un conocimiento que no es innato, sino más bien, es un proceso activo de construcción personal que se da por el sujeto a lo largo de todo su desarrollo evolutivo (Fernández y Goñi, 2008).

La interacción social cumple un papel fundamental en la formación del autoconcepto, el cual nos recalca que la familia, así como la escuela, son entornos que influyen de manera directa en el desarrollo emocional y afectivo del niño, siendo que a partir de ellos se va configurando su identidad ante cualquier entorno (Ternera, 2019). Es importante recalcar que cuando este formador central de la identidad del niño no cumple el rol para lo que fue creado, el único afectado es el niño, efecto que se percibe de inmediato o en su vida futura, debido a esta marcada influencia se hace necesario analizar los entornos donde se desarrolla el niño, tanto familiar, como social y cultural (Zapata, 2012).

Marco teórico y empírico

El proceso de autoconcepto se desarrolla de la siguiente manera, primero los niños empiezan a hacer una apreciación del mundo mental interno, es decir que piensan sobre ellos mismos, el cómo han venido actuando ante las situaciones que se les han presentado, como son las reacciones que ha presenciado y relazado en determinados casos, así el cómo y de qué manera logró aprender todos sus conocimientos incorporados hasta entonces. Conocer el autoconcepto tal y como se desarrolla en los niños, será una tarea fundamental para ayudarlos a aceptarse y poder de esta forma desenvolverse en su entorno de manera adecuada y razonable (Sánchez, 2015). Posteriormente, aparecen las características concretas, como nombres, apariencia, conductas, rasgos de personalidad, etc., y es aquí donde los niños empiezan a realizar una comparación con los otros, enfocándose y relacionando sus conductas con la de los demás dejándose en claro que todos tenemos diferentes puntos de vista y acción. Por último, podemos ver que, en la adolescencia, estos colocan un mayor énfasis en las conductas y virtudes sociales, con el fin de ser un sujeto considerado y cooperativo, es decir, necesidad de ser tomado en cuenta, la aceptación por los demás, el ser querido, obtener su propia aceptación, y finalmente aceptado de manera positiva y no altruista (Fernández y Goñi 2008).

El autoconcepto será entonces la representación del yo que va obteniendo el niño, que lo conforma y por qué. Es decir, una niña de 10 años se definirá como una estudiante de sexo femenino, a la que le atrae jugar con sus amigos y amigas y el ballet, una niña que es parte de una familia y amante de la música. Esta comprensión de su identidad se basa específicamente por su entorno familiar, social, y en los diversos roles que va desempeñando a lo largo de su vida las cuales han logrado llamar su atención de alguna forma para investigar a fondo si eso es lo que le gustaría ser y así su autoconcepto se irá construyendo paso a paso según sus propias experiencias, aunque en cierta forma esto no contendrá todos los elementos esenciales para identificarse como alguien, teniendo en cuenta que la sociedad es cambiante y por lo tanto los intereses y cambios de su personalidad también (Sánchez, 2015).

De esta manera, su autoconcepto se ira formando en parte a lo largo de toda su infancia por medio de estas experiencias tanto sociales como de su propia evolución llevadas de la mano de su propia autoevaluación y de parte de los demás acatadas por las reacciones que se den ya sean de manera verbal o no. A este punto, la forma del apego que entabla el niño con sus figuras paternas desde sus primero años de vida, serán los que determinen su calidad de autoconcepto llegándose a definirse de manera positiva o negativa, pero no toda esta formación de su identidad se basará y se construirá en su familia, también contribuye la parte académica, los docentes y compañeros de escuela la cual llenarán esas expectativas e incógnitas que no se resuelven o simplemente no pueden ser interpretados por sus padres. La escuela cumplirá la función esencial del desarrollo infantil y su construcción de autoconcepto teniendo la oportunidad que sea desfavorables o favorables para los niños (Ternera, 2013). El término autoconcepto es, sin embargo, una de las cuantas variables más reconocidas de nuestra personalidad, formada por aspectos tales como cognitivos, socio conductuales y afectivos, este proceso del autoconcepto se llevará a cabo de toda una vida humana (Sánchez, 2015).

Para Alan García la familia es uno de los principales sujetos que intervienen en la construcción de la identidad del niño, más allá de ser personas que comparten genes, pueden ser consideradas como una comunidad, una muy peculiar por así decirlo, ya que esta comunidad tiene una característica específica que se diferencia de los demás, que es la afectividad que existen entre sus miembros. Esta comunidad está encargada de moldear a sus hijos dentro del sistema de normas que han sido creadas en la sociedad donde se vive actualmente, con el fin de que con el paso de los años se vayan adaptando de manera adecuada a su nuevo ambiente social. Para lograr esta adaptación se utiliza una dinámica familiar, la cual va variando dependiendo de la familia, esta se estructura por ciertas reglas y tareas, es decir que cada miembro de esta, tiene un rol específico el cual debe ser cumplido (2016).

Así como la familia es de gran relevancia, el ámbito educativo dentro de la institución también es muy importante dentro de la identidad del niño, ya que en este espacio se crean las significaciones sociales, el cual ayuda a que se empiece a desarrollar la vida social de ellos, es decir, que el ámbito educativo es uno de los principales facilitadores para que el niño empiece su proceso de adaptación social, donde posteriormente se dará lo que se conoce como pertenencia de grupo, sintiéndose parte de un grupo específico donde se encuentre a gusto. Si juntamos ambas interacciones, tanto familiares como escolares, podemos llegar a lo que se llama autoconcepto, es decir el conjunto de las experiencias vividas anteriormente con su entorno (García, 2016).

Según Haussler y Milicic (1994, citado en Cazalla & Molero, 2013) proponen que para adquirir el autoconcepto es necesario pasar por tres etapas fundamentales, la primera se llama etapa existencial, la cual va desde el momento del nacimiento hasta los dos años, aquí es donde el niño empieza a percibirse a sí mismo en diferencia con los demás, el contacto esencial que tiene el niño en esta etapa es la familia. La siguiente etapa del sí mismo exterior va desde la finalización de la primera etapa hasta más o menos los doce años, visualizan un poco más las características complejas de sí mismos mediante experiencia tanto positivas como negativas, el cual los ayuda a prepararse para una interacción en un futuro con adultos. En esta etapa los niños se describen mediante los rasgos, las conductas, aspectos físicos, destrezas u habilidades, en conclusión, se definen mediante la comparación y reconocimiento de los otros. Y por último la tercera etapa del sí mismo interior, este comprende la etapa de la adolescencia, donde ya hay un reconocimiento más contextual y preciso, generado por el pensamiento abstracto y crítico, el cual es muy frecuente en esta edad (Ternera, 2019).

En la etapa infantil es de suma importancia el vínculo con compañeros y amigos, ya que les ayuda a crear un desarrollo social y cognitivo, y a partir de esto generar la habilidad de expresarse y comunicar las ideas, pensamientos, e inquietudes que tengan de forma libre y sin temores, permitiéndoles así, irse adaptando a los sistemas sociales y prepararse poco a poco para la vida adulta. Dados estos puntos de vista sobre los factores fundamentales en la construcción del autoconcepto del infante, son diversas las investigaciones relacionadas con esta importancia de destacar sus habilidades y desempeños que logra realizar, en el fortalecimiento de estas habilidades, su formación psicológica respecto a si mismo y al entorno, la construcción de su identidad mediante los roles que va desempeñando y la autoevaluación. Dicho de otra manera, en este punto de interacción con los padres o en general con adultos favorecerá la resolución de problemas y el aprendizaje obtenido mediante estas acciones dadas, al mismo tiempo que su autorregulación dependerá fundamentalmente de los otros, ellos son los encargados de proteger y dar condiciones necesarias para su desarrollos psicológicos y físicos dando como resultado armonía con su desarrollo psíquico, construcción del yo y con su medio. La socialización primaria involucrada en los primeros años de la vida del infante en su entorno familiar, será su primer contacto social en un ambiente participativo, el primer paso como referencia a su enseñanza de sus costumbres, conductas respecto a otros y sus valores entablados ante la sociedad que lo rodeará (Ternera, 2013). Es entonces aquí donde se transmitirán sus culturas e ideologías, con el fin de obtener una preparación adecuada para su vida de adulto ya que es uno de los factores que determinaran sus comportamientos y sus maneras definidas de interacción futuras en la vida social del niño.

Análisis

Cuando los niños se encuentran en esta etapa de desarrollo en la que aprecian más lo que les rodea, piensan también en cómo se identifican como personas, piensan más sobre ellos mismos. La identidad de los infantes como hemos venido observando, está basada en características que los define ya sea su nombre, sexo, apariencia física y su manera particular de actuar frente a situaciones espontaneas. Según la edad del niño, se irá definiendo y replanteando su autodescripción ya que empiezan a señalar los rasgos de personalidad que los van determinando de acorde a su desarrollo. Un elevado número de cambios que se dan a partir de esta etapa no le permiten de cierto lado al infante establecer de manera concreta su autoconcepto, pero sabrá replantearlo hasta que esté más seguro el cómo se identifica con mayor coherencia (Zabala, 2008).

Así como definimos la manera en cómo los niños logran formar su propia identidad por parte de sus experiencias y características, también llega la idea de que tanto los padres, como los docentes y compañeros de vida, transmiten información relevante que les ayuda a tomar conciencia de cómo construir su camino de identidad propia, de cómo se definen de manera física y que postura tendrán ante la vida.

Para Arantza Zabala, el autoconcepto se describiría en caracteres tanto sociales como psicológicos, que por su desarrollo neurológico, se va construyendo en categorías debido a los contextos de factores externos en los que se está expuesto, por ejemplo, el contexto escolar es el que más influye en el niño al tener sus primeros logros y siendo reconocido, o sus fracasos al ser reprendido o alentado en varias situaciones. Esto tendrá como resultado que el infante tome conciencia de en qué es lo que puede superarse y no volver hacerlo, así como el hecho de indagar más en lo que se le fue reconocido, esta curiosidad se dará gracias a la interacción social que entabla con su entorno del cual necesita ser reconocido y participar por una vida de posibilidades (2008).

Desde que nacemos empezamos a construir nuestra propia imagen, desde el cómo nos reflejamos, cómo nos diferenciamos frente a los demás, nuestras características físicas, valores y habilidades, este proceso es en base a nuestra evolución y que al llegar la adultez se establece de manera concreta finalmente. El autoconcepto en esta edad está ligado a la construcción de la inteligencia, por consiguiente, su percepción estará relacionada fuertemente con su pensamiento preoperacional y cognitivo. Si bien, el niño llega a compararse con sus iguales y figuras paternas, no es un hecho completamente verídico el que estas relaciones le lleguen a dar la información necesaria para actuar adecuadamente frente a estos mismos, emplear con precisión esta información será su responsabilidad, llegar a aprender cómo es que sus acciones puedan ser correspondidas le ayudará a completar su valoración personal, entonces, el hecho de que llegue a analizar qué es lo que los demás piensan de él, será resultado de su valoración, es decir, su entorno social lo definirá en parte.

Finalmente, de acuerdo al proceso de educación que llega a tener el niño, es de suma importancia que el infante tenga esta seguridad del cómo va haciendo las cosas, junto con un apoyo emocional que le inspire confianza a crecer como persona, que sea fiel a sus capacidades y habilidades. Una elevada autoestima gracias a un apoyo tanto social como propio es significativo para crear expectativas reales dejando un autoconcepto altamente positivo, con aprendizajes certeros que lo ayudarán a lo largo de sus interacciones social, así como de su vida personal.

Referencias

  1. Cazalla N. & Molero, D. (2013). Revisión teórica sobre el autoconcepto y su importancia en la adolescencia. Revista Electrónica de Investigación y Docencia. Recuperado de: https://revistaselectronicas.ujaen.es/index.php/reid/article/view/991
  2. Fernández, A. y Goñi, E. (2008). El autoconcepto infantil: una revisión necesaria. International Journal of Developmental and Educational Psychology, 2(1), p. 13-22. Recuperado de: https://www.redalyc.org/pdf/3498/349832317001.pdf
  3. García, A. R. (2013). La educación emocional, el autoconcepto, la autoestima y su importancia en la infancia. Edetania. Estudios y propuestas socioeducativas, (44), 241-257.
  4. García, A. (2016). Familia, educación y la construcción de la identidad y del autoconcepto en niños escolares. PsicoEducativa: reflexiones y propuestas. 2(3). Recuperado de: https://psicoeducativa.iztacala.unam.mx/revista/index.php/rpsicoedu/article/view/22/74
  5. González, M. D. L. L., Leal, D., Segovia, C., & Arancibia, V. (2012). Autoconcepto y talento: una relación que favorece el logro académico. Psykhe (Santiago), 21(1), 37-53.
  6. Loperena Anzaldúa, M. A. (2008). El autoconcepto en niños de cuatro a seis años. Tiempo de educar. Revista interinstitucional de investigación educativa, 9(18), 307-327.
  7. Sánchez, J. (2015). Desarrollo del autoconcepto en el niño de educación primaria a través de un plan de acción tutorial. Trabajo de fin de grado, Universidad de Valladolid). Recuperado de: https://uvadoc. uva. es/bitstream/10324/15438/1/TFG-O, 20668
  8. Ternera, L. (2019). El desarrollo del Autoconcepto en niños y niñas y su relación con la interacción social en la infancia. Recuperado de: http://revistas.unisimon.edu.co/index.php/psicogente/article/view/1470
  9. Zabala, A. F., & Palacios, E. G. (2008). El autoconcepto infantil: una revisión necesaria. International Journal of Developmental and Educational Psychology, 2(1), 13-22.
  10. Zapata, A. (2012). Influencia de los estereotipos de género en la construcción de la identidad del niño (Tesis de grado). Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Chile. Recuperado de: http://bibliotecadigital.academia.cl/bitstream/handle/123456789/701/ttraso%20374.pdf                             
17 August 2021
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