La Desigualdad Social Como Una Constante En El Tiempo
La Revolución Francesa nos hizo pensar que la desigualdad iba a dejar de ser el centro de los problemas que nos aquejan diariamente, y que el lema de “libertad, igualdad, fraternidad” realmente iban a ser puestos en práctica por todos los gobiernos democráticos que le siguieron. Es cierto que avanzamos al dejar de lado el voto por estamento y dar lugar al voto por cabeza. Sin embargo, la desigualdad sigue siendo una constante en el tiempo.
No quiero contradecirme: avanzamos. Las mujeres y los obreros tienen los mismos derechos que los empresarios, y por lo tanto los tres pueden votar gracias a la igualdad ante la ley. Alexis de Tocqueville, en su obra “La democracia en América”, se preocupó por ver cómo era la vida en una sociedad democrática de iguales y decidió viajar a Estados Unidos. Allí, sacó la conclusión de que la igualdad solo se cumple cuando realmente creemos que debemos portar los mismos derechos que el resto de las personas, es decir que la concibe como un sentimiento. El autor notó que en esa época, siglo XIX, los afroamericanos eran iguales ante la ley y podían ir a votar, el problema es que ninguno iba ya que tenían miedo de morir en el intento, asesinados por personas que se creían superiores a ellos.
Si bien parece muy lejano, no es tan así: recién en el año 1965 se finalizó con la segregación racial basada en las leyes de Jim Crow en Estados Unidos, cuyo lema, totalmente contradictorio y sin sentido era “separados pero iguales”. De Tocqueville siempre sostuvo que la democracia perfecta estaría en consonancia con la libertad e igualdad. Está última, anhelada por la mayoría de los sistemas políticos, no siempre termina siendo positiva para todos. El autor va a decir que una democracia donde prime la igualdad es la peor, ya que todos intentarían sentirse superiores al resto logrando una sociedad totalmente egoísta y competitiva, características desencadenantes del individualismo.
No solo de Tocqueville va a mostrarse en contra de la igualdad, sino también Thomas Hobbes. El autor, reconocido por su obra ‘Leviatán’, temía volver a un Estado de Naturaleza. Al encontrarse en las mismas circunstancias, primando la igualdad de condiciones, y al no poder pactar entre sí debido a la incertidumbre de que uno de los dos no cumpla con lo consensuado, se podría generar una guerra de todos contra todos. Es gracias a esto que Hobbes va a encontrar necesaria la creación de un Estado, aunque se irá al extremo, en mí opinión, al defender la monarquía absoluta con una total sujeción al soberano.
Si bien coincido con Hobbes en los aspectos negativos de la igualdad de condiciones, encuentro más positivo el régimen democrático y representativo, ya que sería la mejor forma de progresar gracias a la correcta división de poderes y la, mencionada anteriormente, igualdad ante la ley. Además, existe un gran abanico de posibilidades para elegir a los próximos representantes, aunque terminemos encontrando que nunca alguno llega a ser totalmente justo con nosotros, o por lo menos esto sucede en América Latina.
La mayoría de las veces votamos al “mejor” entre los peores, y solemos incluso, en reuniones entre amigos, preguntar a quién votan para saber qué tan errados estaríamos. Ni ustedes ni yo escuchamos a alguien alguna vez decir que el gobierno hizo todo bien, y si lo hace sería tildado de “fanático” ya que no estaría reconociendo los errores cometidos, si bien es cierto que nadie es perfecto y todos los sistemas en algún momento tomarían la decisión incorrecta o que menos favorezca a la mayoría. No obstante, reconozco que otra de las cuestiones positivas de la democracia es la diversidad de opiniones. Esta última es importante siempre y cuando se respeten todas las opiniones y las minorías se animen al debate para progresar, como sostiene John Stuart Mill en su obra “Sobre la Libertad” . Sin embargo, el autor, como muchos liberales, le teme a la “tiranía de la mayoría” que silencia, o le roba la posibilidad de debatir, a la humanidad.
Por otro lado, Friedrich Hayek, un filósofo austríaco, va a sostener, en otras palabras, que es imposible que se de un régimen que nos represente a todos. En su obra “Camino de Servidumbre”, nos explica que la planificación, promovida por el socialismo, tampoco llega a satisfacer las necesidades de toda la sociedad y tiende a elegir entre múltiples deseos, permitiéndole a alguien lo que se le deberá prohibir a otros. Este es uno de los sistemas que, a pesar de llevar la bandera de la Inclusión, no suele abrirse a escuchar las opiniones de la oposición, sino más bien, las termina por silenciar. Para lograr una movilización de masas se ve obligado a recurrir a la manipulación mediante las propagandas políticas, e incluso se toma el atrevimiento de apelar a la fuerza para acceder al poder. Los dictadores, o líderes socialistas, siempre deberán optar entre la renuncia a los valores morales ordinarios o el rotundo fracaso del régimen.
La ilusión de la igualdad va a cumplir un rol fundamental en la manipulación. En el feudalismo fue llevada a cabo gracias al “Modelo de las Tres Órdenes” o “Paz de Dios” impuesto por la iglesia, pero ahora serán los medios de comunicación los que lo sustenten con ayuda del Estado, según lo que describe Marx en sus escritos haciendo mención a las estructuras y superestructuras que existen en todas las sociedades.
El nacionalismo, movimiento de derecha e izquierda, pasará a ser una herramienta muy importante para la manipulación de masas. A través de la educación, las clases populares se sienten iguales a las dominantes, creen que realmente pertenecen al territorio en el que se encuentran y caen en la ilusión del bienestar común propuesto por sus gobernantes.
La xenofobia va a ser un instrumento o una consecuencia principal del nacionalismo, a pesar de lo lejana que parezca en nuestra sociedad: es promovida por la mayoría de la población, tanto de forma directa como indirecta. En Estados Unidos ganó la presidencia un político y empresario estadounidense caracterizado por sus discursos totalmente xenófobos y racistas como lo es Donald Trump, a pesar de la pluralidad de culturas encontradas allí, y la diversidad de historias que tiene cada una. Sin ir más lejos, en Brasil, donde gran parte de la población tiene sus orígenes en la mano de obra esclava, actualmente es presidente un militar de extrema derecha cuyas exposiciones coinciden con las del país del primer mundo anteriormente mencionado, por contradictorio que suene, apelando al machismo y a la superioridad social.
Entonces, para concluir, les hago una pregunta: ¿para qué o con qué finalidad luchamos tanto por la igualdad, si en un mundo de iguales seguimos buscando sentirnos superiores al resto?