Importancia de la Ética Personal En El Deporte
“En un equipo el talento gana partidos, pero equipo unido gana campeonatos”
Michael Jordan
El ser humano desde el comienzo de su desarrollo presenta una conducta sociocultural, esto permite que se pueda considerar al deportista no solo como aquella persona que podrá obtener placer en el propio ejercicio del deporte, sino como alguien comprometido con toda su estructura personal. Por tanto, el deporte contribuye a mejorar la relación, el conocimiento y la expresión personal del hombre, ya que es un factor de integración social, de salud y de bienestar que permite la participación en la sociedad desde el desarrollo y la preservación de los valores como el respeto a las reglas del juego, la lealtad, la ética y la deportividad. Todo lleva a que la ética, siendo la ciencia del comportamiento del hombre en sociedad este enlazada al deporte como una forma específica de conducta, regulando los actos conscientes y voluntarios que afectan a otros puesto que el deporte es un medio de socialización.
Por otra parte, la ética es una disciplina teórica que basa sobre lo práctico, es decir, sobre la acción y los hechos, es por ello que ofrece un marco de reflexión para que todo ser humano tome decisiones de acuerdo al criterio de aquello que es correcto o justo. Desde esta visión el deporte implica una reflexión acerca de sus valores, lo bueno, lo malo, lo correcto y lo equivocado de la acción deportiva, transmitiendo valores y probando la importancia de la ética. Según el ex tenista Jaime Fillol, existen cuatro formas de comprender la importancia de la ética en los deportes:
La primera se refiere a la gestión y al desarrollo de las organizaciones deportivas, es decir que la Gestión sin ética, deriva en corrupción y en proyectos de corto aliento.
La segunda plantea la formación deportiva y la coherencia con los propósitos del proceso formativo, esto da a entender que actuar sin ética implica asociar la permanencia del deportista con su capacidad de financiar un programa.
La tercera hace referencia al alto rendimiento y en ella vincula el logro por medio de esfuerzos en sus procesos de entrenamiento y actuación en competencias, en donde el deportista debe resistir a la tentación de mejorar por la vía del juego sucio o la deslealtad.
La cuarta alude al deporte social. Las instituciones, empresas y organizaciones deportivas deben comunicar con transparencia sus objetivos de promoción del bienestar integral de la persona en la sociedad y no usarlos como mera estrategia de marketing con fines de lucro.
Así, el deporte, por la perfección a la que aspira y por la ética que conlleva, revela la importancia del respeto a las reglas, los beneficios del esfuerzo constante, el sentido de la libertad y el valor de la dignidad. Para fomentar, impulsar y contribuir a la realización de estos fines y valores, el Consejo Superior de Deportes ha elaborado el presente Código Ético, inspirado en el Código de Ética del Consejo de Europa, a fin de conseguir que mediante su suscripción voluntaria y pública se establezcan nuevas pautas de conducta y comportamiento de los estamentos participantes en el mundo del deporte, ya sean entidades, clubes, asociaciones, deportistas, técnicos y dirigentes deportivos.
El Código parte de la consideración de que el comportamiento ético es esencial tanto en la actividad como en la gestión deportiva. Dicho comportamiento permite encauzar la rivalidad y la controversia deportiva desde unas pautas diferentes y socialmente aceptables que puedan producir ejemplaridad frente a otras formas de relación social. De allí surge la deportividad, que vendría siendo un comportamiento ético que incluye el cumplimiento de la regla del juego y hace prevalecer la elegancia de espíritu y respeto para con el contrario sobre el afán de victoria.
La deportividad es una concepción del deporte que trasciende del puro cumplimiento de las reglas deportivas para situarse en un entorno de respeto, caballerosidad y consideración del adversario. La sociedad se enriquece con la práctica deportiva y ayuda a conocer mejor, a expresarse y a desarrollarse en un entorno social en el que se valore la salud y el bienestar. Especialmente, en la ética deportista se lucha por la conexión entre deporte, educación y cultura, para poder adaptar está a las condiciones esenciales de la práctica deportiva. La deportividad y el respeto a las normas del juego están por encima de los intereses del deportista y que, tanto en la victoria como en la derrota, tanto en el éxito como en la decepción, su comportamiento público se ajusta a los principios de respeto al adversario, y de expresión de legítimo orgullo sin menoscabo del rival. Por tanto, el Código de ética reconoce que todas las entidades deportivas o personas que, de forma directa o indirecta, estén relacionados con la actividad deportiva, deben conceder una prioridad absoluta a la deportividad, ya que la sociedad sólo puede beneficiarse de las ventajas morales y culturales del deporte si la deportividad y la ejemplaridad son la preocupación principal de los dirigentes deportivos y de cuantas entidades y asociaciones tengan relación con el deporte.
En el deporte profesional, las asociaciones, federaciones y ligas desarrollan sus propios códigos de ética como un esfuerzo orientado hacia el establecimiento de patrones de conducta, así como sanciones específicas en aquellos casos donde se determine la violación a esta normativa. De una forma generales, los códigos de ética pretenden, regular las conductas de todos los que hagan parte de la actividad deportiva profesional, a través de la promoción de principios y valores éticos que guíen y condicionen su comportamiento en diferentes ámbitos del desarrollo de la actividad, incluidas las relaciones públicas. Entre estos principios sobresalen el juego limpio, la responsabilidad social y el respeto por el medio ambiente. Así mismo señalan faltas deportivas específicas, ya sea por acción u omisión, definiéndolas como toda actitud negativa por parte de personas y entidades deportivas que atenten contra la disciplina y el buen orden.
Tal como lo he señalado con anterioridad, las reglas del deporte son reglas de vida, en donde la experiencia inmediata muestra que la práctica de una actividad física basada en una disciplina provee a cada persona un sentimiento inmediato de plenitud, en donde integrar una actividad física a nuestra vida es un hecho ético con una notable cantidad de beneficios.
Los factores que se llegan a considerar negativos, no devienen de la estructura del deporte en sí, sino del uso indebido y antiético del mismo, en parte debido posiblemente a las características de personalidad del deportista. Pero normalmente la ética deportiva señala claramente que, la mayoría de las personas adhieren a que las normas y las reglas del deporte son siempre de naturaleza moral positiva.
En conclusión, las normas que siempre han formado parte de toda conducta humana civilizada, no habrían de faltar en el deporte. Debido a que es el cumplimiento de estas normas las que le otorgan al deporte esa característica de dignidad que posee y que es posible observar aún hasta en sus aspectos más íntimos, ya que la ética tiene una condición actitudinal, ya que predispone al individuo a actuar de una manera particular ante situaciones reiteradas o esporádicas de su cotidianidad, condicionando estas acciones a su percepción personal y a la valoración colectiva de lo que es correcto o incorrecto. La ética plantea premisas basadas en principios y valores ajustados a creencias influenciadas por la cultura y el entorno social de coexistencia. En este orden de ideas, los códigos de ética en el deporte profesional se ven claramente influenciados por lo que corresponde una vida moralmente válida y correcta considerando que las reglas de un deporte son el reflejo de una comprensión más profunda y compartida de los valores, el significado o el propósito del deporte. Las modificaciones de las reglas del deporte que se propongan pueden, y en realidad deben, tomar en consideración los intentos de defender o fomentar los valores básicos.