La Gentrificación como Expresión del Extractivismo Urbano
La gentrificación como expresión del extractivismo urbano
El proceso de gentrificación constituye una expresión clara del extractivismo urbano. Este fenómeno ocurre cuando un barrio con cualidades atractivas -como su ubicación o arquitectura histórica-, sigue teniendo un valor relativamente bajo. Esta desconexión entre el valor potencial y el valor actual ocurre debido a la falta de inversión por parte del sector público y privado. Cuando el área se vuelve deseable para personas de mayores ingresos o inversionistas privados, hay cambios en el mercado de la vivienda. Obviamente no se trata de zonas cualquiera, sino que de sectores de la ciudad que por su localización o por las características de su parque inmo¬biliario resultan atractivas para los desarrollos inmobiliarios. Estos procesos impulsan el desplazamiento de los sectores de bajos ingresos y su reemplazo por otros de ingresos más altos, con capacidad para hacer frente a los aumentos en los precios de los inmuebles y de los alquileres que el mismo proceso desencadena, generando un cambio en las características demográficas del vecindario.
La gentrificación y el desplazamiento, han cambiado el carácter de los barrios urbanos en las ciudades en todo el mundo. Las ciudades medias o intermedias en México, que se han caracterizado desde los años noventa por ser los nuevos centros urbanos de mayor crecimiento demográfico (Aguilar, 2009), no han escapado a los desafíos que ese crecimiento y cambios producen. Uno de los temas más desafiantes ha sido el tema de la gentrificación de los vecindarios ubicados en áreas centrales. En las últimas dos décadas, estos barrios han visto importantes inversiones públicas y privadas, aumentos en los precios de la vivienda y cambios en el perfil demográfico y económico de los residentes, cambios que han resultado en desplazamiento (voluntario e involuntario) de los residentes de bajos ingresos y los pequeños negocios de servicio. Invertir en la mejora de un vecindario puede tener ventajas, como la mejora de la calidad de vida de los residentes actuales; sin embargo, esto también puede hacer que el vecindario sea más atractivo y crear un aumento en las rentas y los valores de propiedad.
Este retorno por parte de los grupos de mayores ingresos está mediado por el promotor inmobiliario. Si bien en sus primeras etapas la gentrificación suele consistir en pequeños grupos específicos de personas y familias de estratos medios y altos ligados con el campo artístico o la producción cultural que han decidido individualmente mudarse a un área desvalorizada, muy pronto la tendencia es recogida por el desarrollador inmobiliario. Éste ejecuta proyectos de mayor escala en el sector aprovechando la “brecha de renta”, o diferencia entre lo que el suelo renta y lo que potencialmente podría rentar si se lo liberara de su uso actual (Smith, 1996).
La gentrificación tiene, entonces, una dimensión “clasista”, consistente en que un área es invadida por “mejores pagadores” del suelo, y otra relativa al desplazamiento, consistente en que dicha invasión instala en el área una fuerza estructural de desplazamiento de los “peores pagadores”, incluyendo a los residentes originales y a personas de similar ingreso que quisieran mudarse hacia allí. El desplazamiento de este sector demográfico es sin duda un efecto negativo desde el punto de vista de la integración y la cohesión social. El alza del valor de los inmuebles puede hacer imposible que los nuevos hogares de extracción popular que se forman en el lugar encuentren vivienda allí. Precisamente, la capitalización de la “brecha de renta” y el alza consecuente de los precios de las propiedades constituyen el soporte económico de la gentrificación y, por lo mismo, les resultan consustanciales, aunque sus efectos no sean inmediatos.