La Masonería, Sus Dogmas y Creencias
Una religión es un conjunto de creencias, dogmas y prácticas litúrgicas que comparten aquellos que la profesan. Además, en el cuerpo doctrinal de las religiones existe la promesa de una vida después de la muerte (con las características que sean), o de resurrección de entre los muertos. El ser humano siempre ha intentado darse a sí mismo respuesta a las dudas existenciales “¿Quién soy?”, “¿de dónde vengo?” y “¿a dónde voy?”, y las doctrinas religiosas han ayudado mucho a tener una esperanza, creyendo en algo que se considera cierto.
Cuando observamos desde fuera a la masonería, muchas personas entienden que sí, que se trata de una religión o de una secta: sus miembros utilizan los mismos símbolos, se reúnen de forma discreta y todos visten igual, practicando ceremonias que no dejan ver a quienes no han sido iniciados. Pero no: la Masonería no es una religión.
Uno de los requisitos básicos para considerar a una organización “religión” o “secta” es la búsqueda de nuevos miembros: las religiones, salvo contadas excepciones, buscan conversos. Quieren nuevos fieles a quienes enseñar sus doctrinas. Y en ningún caso es un comentario despectivo: cada persona es libre de tomar sus decisiones dentro de los límites establecidos por la ley, y eso incluye el ámbito de lo espiritual. Por lo tanto, ya observamos que el primer requisito no se cumple: la masonería no busca nuevos adeptos. Las logias tienen estrictamente prohibido hacer proselitismo de la Orden masónica ante nadie y con ninguna intención. No es excusa que se considere a alguien un candidato potencial de primera calidad: la decisión de conocer e iniciarse en masonería debe ser tomada en libertad y sin presiones. Y eso, tras haber sufrido el tradicional rechazo inicial a su candidatura antes de formalizarla.
Otro elemento definitorio de la religión es el cuerpo doctrinal y dogmático de creencias. Las religiones están dotadas de todo un cuerpo literario en donde sustentan la autoridad de sus estructuras. Los catecismos y los dogmas nacen, en teoría, de la lectura que las autoridades religiosas hacen de sus textos sagrados, interpretándolos y esquematizando a partir de ahí cual debe ser el comportamiento de los fieles. Otro aspecto que no se cumple: la Masonería no tiene ese cuerpo doctrinal. Aunque en los rituales se utilice lo que llamamos el Volumen de la Ley Sagrada (en la Masonería regular cualquier texto sagrado que cree consenso entre los miembros de la logia y en la Masonería irregular la Constitución, la Declaración Universal de Derechos Humanos o un libro en blanco), ese texto no se lee de forma literal ni está ahí por la religión a la que represente en concreto, sino porque se considera que es un texto revelado.
Además de lo anterior, la masonería tiene símbolos y leyendas asociadas que se van desarrollando a lo largo de los distintos rituales. Hasta aquí podemos decir que no se diferencia tanto, pero sí que existe una división sustancial: esos símbolos y esas leyendas, a cada masón le dicen algo distinto. Es parte de la libertad del masón. No existen la herejía ni la desviación doctrinal: cada masón es dueño de lo que el escuchar las leyendas y el estudiar los símbolos le diga, sin estar ni por encima ni por debajo de la interpretación de los demás. Las religiones, por otro lado, solo admiten entre sus miembros a aquellos que creen y practican esas creencias. Aunque parece una obviedad, no lo es tanto debido a lo que queremos explicar a continuación.
Mientras que las religiones y sectas obligan a una fe cerrada y homogénea, en la masonería se admite a personas de cualquier religión (en la regularidad masónica se exige la creencia en un ser superior sin preguntar en cuál ni de qué forma, y en la irregularidad se admiten creyentes y no creyentes). Si la masonería fuese una religión, esto no sería posible tanto porque no se sostendría ninguna creencia concreta como porque no sería posible la convivencia fraternal entre los miembros de una logia. En las logias masónicas no importan cuáles sean tus creencias: lo importante es que seas un buen ciudadano. Es que seas alguien de buenas costumbres, al fin y al cabo.
Toda organización religiosa cree en una vida después de la muerte. No vamos a detenernos en las distintas peculiaridades de cada una: lo importante es que toda fe conlleva tener la esperanza de una vida en otros planos tras la muerte física o en una resurrección de entre los muertos en fechas venideras. La masonería no toca esos aspectos: las creencias de cada masón le son propias y ningún otro hermano tiene derecho a criticarlas o intentar imponerle las suyas. Además, la masonería como organización no promete a sus miembros nada después de morir. Las logias masónicas se encargan de la vida que viven sus miembros ahora, y de intentar mejorar el mundo en el que vivimos a través de sus miembros.
Las religiones necesitan evitar entre sus miembros discusiones en torno a la doctrina que acabarían por atomizarlas y destruirlas. Es así que surge el dogma: las autoridades religiosas establecen los límites en torno a las creencias y aquellas que deben ser aceptadas por cuestión de fe ciega. Todas las religiones los tienen en mayor o menor medida asociadas al origen de sus divinidades, a la creación de sus iglesias o a los comportamientos que deben llevar sus miembros.
La masonería, como anteriormente hemos dicho, no tiene dogmas. No hay nada en masonería que no se pueda discutir fraternalmente. Es más: el masón debe cuestionar y cuestionarse. Es en esa búsqueda de sentido y realidad de los conceptos de Libertad, Igualdad y Fraternidad (principios básicos y fundacionales de la masonería) donde el masón debe encontrarles el sentido. No se trata de aprender y repetir, sino de aprehender y llevar a término. Sin un sano debate tanto interno como externo, con el resto de los hermanos, no aceptaríamos lo que vemos por criterio propio, sino por fanatismo. Y el fanatismo es el principal enemigo de la masonería. Toda religión requiere de una figura central y superior que dirige la estructura con mayor o menor poder, ya sea con un rol que combine lo ejecutivo con lo espiritual o simplemente que haya conseguido ese papel sobre sus correligionarios por edad o mérito.
En la masonería los grandes maestros no son elegidos por designación divina o entre unos pocos miembros autorizados para tomar esa decisión. Los grandes maestros se deben presentar a un periodo electoral controlado por una comisión en las fechas que los grandes cónclaves establezcan. Además, a la figura de la gran maestría se pueden presentar en libertad todos los que hayan sido venerables maestros. Con mayor o menor participación de los hermanos (todo depende de la constitución masónica en cada país y en cada organización), se procede a voto individual y secreto que finalmente arroja, por mayoría, a quien dirigirá esa organización masónica por los años que dure la legislatura. Además de lo anterior, el gran maestro en el ejercicio de sus funciones está controlado y fiscalizado por sus hermanos.
Sumado a lo anterior diremos que no existe una autoridad masónica mundial. Lamentamos mucho fastidiar a los que buscan en estas páginas argumentos para continuar con conspiraciones, pero es así de rotundo: no hay un “Papa de la Masonería”. El Gran Maestro de la Gran Logia Unida de Inglaterra, el Duque de Kent, ejerce dentro de la regularidad un papel honorífico ya que dirige a la primera gran logia especulativa del mundo, y mantiene relaciones con cientos de grandes logias por todo el planeta. Esto no quiere decir que la actividad de las grandes logias en los distintos países esté sometida a las decisiones del Duque de Kent: las logias gozan de soberanía.
Afirmamos entonces que la Masonería no es ni una religión, ni una secta. Es una hermandad de personas que buscan en las logias dar respuesta a muchas de sus inquietudes, compartiendo espacio con quienes también las tienen. Y todo eso sin abandonar las esencias propias de cada uno de los iniciados.