La Representación De La Mujer En La Novela Sab
Por muchas generaciones, la mujer ha sido puesta como un ser inferior al hombre debido a que en muchas culturas se la considera débil física y mentalmente. En el siglo XIX, la mujer era estaba mayormente restringida a las labores del hogar, a dedicarse en cuerpo y alma a su esposo e hijos y a servirle a Dios. Obviamente, existía la diferencia socioeconómica y las mujeres pertenecientes a la baja sociedad debían trabajar arduamente para subsistir. En la novela Sab se puede observar el contraste socioeconómico que hay entre los personajes femeninos. Carlota, su madre, Teresa y Martina simplemente son algunas mujeres que representan la esclavitud femenina en la sociedad cubana de esa época y que la Avellaneda no titubea en denunciar tantos maltratos en su novela.
El personaje de Carlota representa a la mujer de la alta sociedad. De acuerdo con el artículo de Margalida Socías, el Romanticismo proyecta a la mujer ligada siempre al sentimentalismo y la pasión del sentimiento amoroso. La joven Carlota es digno ejemplo de esta figura femenina pues Carlota es una total romántica, llena de emociones, con mucha sensibilidad y un gran espíritu. “Se hallaba Carlota en aquella edad peligrosa en que el corazón siente con mayor viveza la necesidad de amar, y era además naturalmente tierna e impresionable”. Aunque es bella, amorosa y amada, Carlota es vista como un objeto económico que los Otway piensan obtener a través del matrimonio de Carlota y Enrique para mantener a flote sus deudas. Ella no tiene idea de que está siendo usado por los Otway y que su gran matrimonio no es por amor, sino por ventaja. “Un comerciante, Enrique, te lo he dicho cien veces, se casa con una mujer lo mismo que se asocia con un compañero, por especulación, por conveniencia”. La pobre jovencita rica es como una esclava de la sociedad que usa a la mujer como si fuera “un elemento más del activo de sus negocios”. La conveniencia era la clave de un buen negocio o un buen matrimonio en el siglo XIX y las palabras de don Jorge Otway solo lo corroboran: “Echó la vista a las más ricas herederas del país y creyó ver en Carlota de B… la mujer que convenía a sus cálculos”.
En el siglo XIX “se elaboraron una serie de programas escolares y de publicaciones para garantizar que los ángeles del hogar pudieran educar correctamente a sus descendientes” con el fin de promover la crianza de buenos ciudadanos. Las grandes señoras de sociedad eran los ejemplos a seguir; ellas hacían obras de caridad en la comunidad y un buen ejemplo es la madre de Carlota que, junto a don Carlos, acoge a la pobre huérfana de Teresa y la hacen parte de su familia. La madre de Carlota era una buena mujer y de buenos sentimientos. “¡Aquella alma era toda ternura!”. En el segundo capítulo, la Avellaneda describe que la señora de B fue la mejor de las madres y una gran protectora de Teresa.
En contraste a Carlota, está Teresa quien es un personaje marginado y su infancia constaba de maltratos de su padre y de su madrastra. Al quedar huérfana, los señores de B la acogieron y se hicieron cargo de ella. Su infancia la marcó y al crecer al lado de la linda y amada Carlota le amargaba su vida. “¿Qué puede afligirte? […] ¡Deja las lágrimas para la pobre huérfana, sin riqueza, sin hermosura, a la que nadie pide amor, ni ofrece felicidad!”. Debido a que Teresa no posee un gran apellido ni nada de valor económico, la misma sociedad se encarga de marginarla y la hace invisible ante los ojos de los hombres que buscan un buen matrimonio. Ella estaba consiente de esto, pues en la página 252, Teresa deja una carta para Carlota diciendo cuál sería su destino desde ese momento en delante: “pobre, huérfana y sin atractivos ni nacimiento, hace muchos años que miré el claustro como el único destino a que puedo aspirar en este mundo”.
El personaje de Martina es el más marginado y desdichado. Es una pobre vieja de unos sesenta años que vive en una pobre choza con el corazón roto en mil pedazos por la muerte de su hijo, su nuera y sus dos nietecitos. La única razón que le quedaba por vivir era Luis, el último nieto que le quedaba. A pesar de su gran pobreza, Martina tenía un gran corazón pues estaba eternamente agradecida con Sab por haber salvado a Luis de un horrible incendio. Sab le pidió a Martina que lo acogiera como su hijo ya que ella había perdido a los suyos y Sab era huérfano y pedía el cariño de una madre: “Soy también huérfano como Luis, sed mi madre, admitidme por vuestro hijo. -Sí, yo te admito – le respondí levantando al cielo mis trémulas manos. Él se arrodilló a mis pies y en presencia del cielo le adopté desde aquel momento por mi hijo”.
A pesar de las diferencias físicas y socioeconómicas las cuatro mujeres son el símbolo de que representa a la mujer en la sociedad del siglo XIX. Tenemos a las grandes señoras de sociedad, las mujeres de la clase media y baja. Cabe notar que la Avellaneda hace desaparecer las diferencias de estatus social entre ellas y las describe como unas simples mujeres que son humanas y capaces de amar; cualidad muy recurrente en el Romanticismo. Sin embargo, tener un buen corazón no le servía de mucho a la mujer pues seguía siendo víctima y esclava de la sociedad machista. Claro está en la carta de Sab hacia Teresa: “¡Oh!, ¡las mujeres! ¡Pobres y ciegas víctimas! Como los esclavos, ellas arrastran pacientemente su cadena y bajan la cabeza bajo el yugo de las leyes humanas. Sin otra guía que su corazón ignorante.”