Las Brujas Manchegas Del Norte

En las tierras castellano-manchegas, el fenómeno de la brujería estuvo poco extendida en comparación con otras zonas de la Península. No hay mucha documentación al respecto. Pero estas referencias solo son escasas en el plano histórico, porque en la topografía, en el folclore, sí que podemos encuentrar bastantes huellas. No sólo proliferaron las leyendas; un refrán manchego muy extendido reza: «Ni pueblo sin brujas, ni hervor sin burbujas, ni cesta de brevas sin papandujas». Y un dicho extendido por gran parte de la Mancha decía que uno estaba «cogido por las brujas» cuando padecía de mal venéreo. De todos modos, esto último denota la confusión existente entre hechicería y brujería, separada en esta zona por una delgana línea.

En lo que ahora son las provincias de Toledo, Ciudad Real y parte de Albacete, las que estaban bajo la jurisdicción del tribunal de Toledo durante la Edad Moderna, solo hay referencia a un caso de brujería, el de la daimieleña Juana Ruiz; el resto de causas en estas zonas de Castilla la Nueva no pasaron de acusaciones por hechicería. Tampoco hay rastro de aquelarres, aunque sí que hay una referencia a vuelos en grupo para llegar a reuniones nocturnas a parajes de Daimiel (otra vez), en el proceso contra la hechicera María de la O, una joven sirvienta de la localidad Malagón.

Fue Cuenca la ciudad más importante de toda la región en cuanto a sucesos de brujería. Todos de fechas muy tempranas. Ya 1519 se extendió una psicosis brujeril entre los vecinos. Y poco después, se descubrieron diversos focos en otras localidades donde tenía jurisdicción su tribunal inquisitorial, como Pareja, Sacedón y Molina, lugar en el que parece que se celebraban diversas modalidades de reuniones o aquelarres. No obstante, la rápida actuación del tribunal de la Suprema, con penas más o menos benévolas, acabó con esta situación. Parece ser que el Tribunal de Cuenca era bastante duro con este tipo de delitos y la Suprema debía andar revocando sus penas de hoguera.

Pero bueno, vayamos un poco más al sur para conocer a la bruja manchega propiamente dicha. Es esta una tipología que se define por tratarse de una mujer que posee unos conocimientos considerados oscuros y secretos, que se aleja de lo divino, aunque eso no quiere decir que se inscriban directamente en lo diabólico. Son personas concretas, identificables, englobadas en un mismo grupo en el que se mezclan brujas y hechiceras. Por un lado nos encontramos al grupo de mujeres conocedoras de los secretos de las hierbas, que les permite alterar la voluntad de las personas ellas deseen, ya sea por su propio interés o por encargo. Por otro lado, aquellas mujeres donde la magia es más personal y son capaces de adquirir la apariencia externa de cualquier animal u objeto de carácter familiar para ir a hacer sus «brujerías». Son las que se identificarían con la figura más tradicional y extendida de la bruja.

Pero estas brujas de la Mancha tienen una nota definitoria: el carácter “lúdico”. Estas se dedican a alterar el orden establecido, pero no de manera maléfica como las brujas del norte. Se dedican, sobre todo, a hacer travesuras por las casas o por los alrededores de los pueblos, o se burlan de los mozos. Las mujeres sufrían las bromas en su propio mundo, la cocina: las brujas les cambiaban de lugar los utensilios, les tiraban al suelo las comidas o, simplemente, les daban sustos. En este sentido, las brujas actúan como una especie de correspondiente de los duendes. Por su parte, el varón era burlado en su lugar de trabajo, sobre todo mediante esas metamorfosis. Pero, con ellos, las brujas también se reían aprovechando sus vicios, como la avaricia, la gula o la lujuria.

Pero sus acciones más peligrosas tenían como objetivo aquello que representaba la unión familiar: los hijos. Son ellos las víctimas más vulnerables de las brujas: reciben más fácilmente el mal de ojo y, en casos extremos, pueden ser arrancados del lado de sus padres. De todos modos, la bruja manchega puede jugar o llegar a producir cierto malestar más psíquico que físico, pero casi nunca llegará a producir un daño real, físico y directo a los miembros de su propia comunidad. Y mucho menos a sabiendas.

Las brujas del norte se caracterizaban por su anticatolicismo, por enfrentarse a las fuerzas del bien. Las brujas de la tierra de don Quijote no llegaron a establecer una división tan radical.

Fuente:

  • Garzás Garzás, B. y González-Gallego Sánchez-Camacho, J.: Daimiel, pueblo de brujas, Ayto. Daimiel, Daimiel, 2000
  • Artículo de Javier Alcaraván (@iaberius), que es también uno de los dos autores de Daimiel, pueblo de brujas, el libro citado en la fuente.
14 Jun 2021
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