Los Efectos De La Neumonía En El Cuerpo Humano
La neumonía es una infección que afecta a los alvéolos del pulmón. Estos son pequeños sacos cubiertos de vasos sanguíneos en los que se realiza el intercambio gaseoso, es decir, se expulsa dióxido de carbono (CO2) y se capta oxígeno del exterior. Por eso son tan importantes las consecuencias de la neumonía en el cuerpo.
Se estima que hay de 2 a 10 casos por cada 1000 habitantes al año, de los cuales entre el 20 y el 35 % requieren ingreso hospitalario. En pacientes sin otras enfermedades, la mortalidad está en el 1 %, pero puede llegar al 40 % en pacientes ingresados, especialmente en unidades de cuidados intensivos (UCI). Dependiendo de la situación del paciente, puede llegar a ser grave.
Para poder saber cómo puede afectar la neumonía en el cuerpo, en este artículo te explicaremos el proceso por el que pasa tu organismo desde que te infectas hasta que padeces la enfermedad.
Efectos de la neumonía en el cuerpo
- La neumonía es la consecuencia de dos condiciones que se producen de manera simultánea:
- Llegada y proliferación de microorganismos en los alvéolos.
- Respuesta inflamatoria del huésped, que condicionará las manifestaciones clínicas y la gravedad de la enfermedad.
¿Cómo llegan los microorganismos a los pulmones?
La neumonía está causada por bacterias, virus, hongos y parásitos, siendo las bacterias y los virus los patógenos más frecuentes. Actualmente, cada vez se identifica un mayor número de virus como agentes causales de la neumonía. Se pueden dar dos tipos de neumonías:
- Neumonía causada por el mismo virus: neumonía primaria. Un ejemplo sería la neumonía causada por el SARS-COV-2 (COVID-19)
- Neumonía bacteriana secundaria a una infección viral del tracto respiratorio. Por ejemplo, la gripe se complica a menudo por una neumonía bacteriana.
Las vías respiratorias están constantemente expuestas a los microorganismos. El pulmón se puede colonizar de bacterias, virus y otros microorganismos mediante los siguientes mecanismos:
Aspiración de microorganismos presentes en la garganta
Nuestro aparato respiratorio y digestivo están íntimamente relacionados mediante la faringe. La faringe une la nariz y la boca a la laringe (aparato respiratorio) y al esófago (aparato digestivo). Los alimentos que comemos después de pasar por la faringe deben entrar sólo al esófago, ya que en la laringe solo puede entrar aire. Para ello, hay una estructura llamada epiglotis que cierra la laringe impidiendo que entre la comida y dirigiéndola hacia el esófago.
Todas las personas tenemos en la cavidad nasal y oral bacterias y, a veces, virus, que no nos causan daño normalmente. Sin embargo, la laringe, la tráquea, los bronquios y los pulmones deben ser estériles, es decir, no deben contener ningún microorganismo, porque sino causarían una infección. Por ello, como hemos explicado antes, en la laringe solo entra aire.
Durante el sueño, la musculatura de la garganta y de la epiglotis se relaja, por tanto, puede haber microaspiraciones. Llamamos así al paso de pequeños contenidos de la faringe, como saliva, comida, etc., a la laringe. Estas microaspiraciones pueden contener microorganismos que, después de pasar por la laringe, pasan al pulmón. Este mecanismo se da en la inmensa mayoría de personas que desarrollan neumonía, e incluso en personas sanas sin ninguna enfermedad.
Por otro lado, hay personas que tienen un nivel de consciencia disminuido y no tienen un buen control de la epiglotis. Esto provoca que tengan aspiraciones masivas de los alimentos, de las bebidas o de la saliva hacia la laringe, produciendo la colonización de sus pulmones.
Vía inhalada
Las personas inhalan regularmente pequeñas cantidades de microorganismos del aire, y éstos pueden llegar a las vías respiratorias.
Estos microorganismos pueden provenir de una persona infectada que tose o estornuda sin protección, contagiando a los de su alrededor.
Vía hematógena
Este mecanismo normalmente pasa en personas que tienen el sistema inmune afectado, o también conocidos como inmunodeprimidos. Es decir, su cuerpo no tiene mecanismo de defensa para luchar contra las infecciones.
Estas personas, pueden presentar, por ejemplo, bacterias circulando por la sangre. Estas bacterias pueden pasar a las vías respiratorias, afectando a los pulmones. En conclusión, la vía hematógena se basa en el paso de microorganismos de la sangre a los pulmones. Por suerte, esta vía es muy infrecuente.
A partir de una infección en la pleura o en el mediastino
El pulmón está rodeado de unas capas que se llaman pleura. Estas capas pueden infectarse y, por contigüidad, la infección pasa al pulmón. Además, entre los pulmones encontramos diferentes estructuras que conforman el mediastino, como el corazón. Algunas veces, el mediastino puede sufrir infecciones y éstas pueden pasar al pulmón afectándolo.
Neumonías en el hospital
En el hospital, las personas ingresadas por otras enfermedades pueden contraer neumonía. El mecanismo de contagio más frecuente de este tipo de neumonía está asociado al ventilador, es decir, se da en pacientes intubados y con respirador.
La intubación se basa en el paso de un tubo directo del exterior a la laringe impidiendo que la epiglotis pueda hacer su función de preservar la vía aérea sin microorganismos. Los patógenos del exterior tienen una vía más fácil para poder entrar en los pulmones e infectarlos.
Por ello, la intubación se tiene que realizar en situaciones especiales, cuando la vida del paciente esté en peligro, ya que, por otros medios no consigue respirar adecuadamente.
Mecanismo de defensa
Si estos microorganismos entran a los pulmones son fácilmente eliminados por los mecanismos de defensa de nuestro cuerpo, que incluyen:
El reflejo de la tos, que ayuda a expulsar el moco y sustancias extrañas. Los cilios de las células que recubren las vías aéreas pulmonares, que impiden que los microorganismos invadan los pulmones. Estos cilios son como pequeños filamentos móviles que empujan el moco y las sustancias extrañas hacia arriba para ser expulsados al toser.
Las células de los pulmones producen sustancias que atacan a los microorganismos destruyéndolos.
En los pulmones hay unas células del sistema de defensa del organismo que están allí de manera natural, protegiendo los alvéolos. Se llaman macrófagos alveolares, y su función es comerse a los microorganismos y matarlos.
Cuando estos mecanismos de defensa fallan o se inhala una gran cantidad de microorganismos o el microorganismo es muy potente, se produce la neumonía en el cuerpo.
¿Cómo responde nuestro cuerpo?
Si los mecanismos de defensa primarios no han sido capaces de expulsar el microorganismo, nuestro cuerpo produce una respuesta inflamatoria. Esta respuesta inflamatoria es causada por la liberación de sustancias por parte de los macrófagos alveolares:
- Sustancias que producen fiebre. Esto se debe a que, a una temperatura más alta, los microorganismos pueden quedar inactivados y destruirse más fácilmente.
- Sustancias que atraen otras células de defensa, como los neutrófilos. A su vez, los neutrófilos producen secreciones purulentas que pueden tapar los alvéolos impidiendo que se produzca el intercambio gaseoso y provocando sensación de ahogo porque no nos llega oxígeno a la sangre.
Para poder entenderlo mejor, ponemos el siguiente símil: los macrófagos son los soldados en primera línea de batalla, pero si ven que están perdiendo el combate, llaman a los refuerzos para que les ayuden a vencer al enemigo. Estos refuerzos serían el resto de células de defensa.
Sin embargo, los refuerzos que atraen los macrófagos pueden desencadenar unas manifestaciones clínicas perjudiciales para la persona. Por ello, para que nuestro organismo deje de producir esta respuesta de defensa, el paciente tiene que ser tratado correctamente para poder eliminar el microorganismo.
Conclusión
En resumen, nos tiene que quedar claro que las manifestaciones clínicas de la neumonía no son causadas por el agente patógeno sino por la respuesta inflamatoria de la persona. Por eso, las personas con un sistema inmune más fuerte tendrán más síntomas que una persona inmunodeprimida.