Los Flujos Migratorios Explican Los Motivos De Las Migraciones.
Los flujos migratorios nos permiten analizar cuáles son los motivos de las migraciones. El motivo principal que explican los flujos migratorios de España desde el 2008 son los provocados por la crisis económica, entre ellos el más importante y por ello objeto de este trabajo, la precariedad laboral.
En el Glosario número siete sobre la migración que publicó la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en 2006, define el concepto de movilidad humana como “la movilización de personas de un lugar a otro en ejercicio de su derecho a la libre circulación”. “Es un proceso provocado por diferentes razones, con intención de permanecer en el destino por periodos cortos, largos o incluso indefinidos para llevar a cabo una movilidad circular. En este proceso se produce el cruce de los límites de una división geográfica o política en un país o hacia el exterior”.
A raíz de la libre circulación de personas, que comienza con el Tratado de Maastricht de 1992, se empiezan a producir más flujos migratorios entre Estados miembros. Pero la historia de los flujos migratorios más allá del ámbito europeo nos permite hacer una comparación con otros procesos de migraciones nacionales e internacionales, dando lugar a diferentes puntos de análisis: los motivos, las condiciones, el asentamiento, la integración de los migrantes y el acceso a la ciudadanía de otras comunidades. Por ello, los flujos migratorios siempre se han encargado de explicar por qué se produce la movilidad de personas de un país u otro o de una ciudad a otra.
EL principal motivo de la emigración joven española.
La crisis económica que comenzó en 2008 ha provocado una alta tasa de desempleo, 13,6% (INE, 2020). España durante mucho tiempo ha obtenido un saldo migratorio positivo pasando a convertirse de nuevo en un país de emigración, como lo fue durante la mayor parte del siglo XX. Así pues, empezamos a obtener un saldo migratorio negativo, cuando los flujos de salida del país superaron a los de entrada en el 2011, según el INE. En 2013, España fue el país europeo que más experimentó la emigración con un total de 523.303 personas, según las cifras del EUROSTAT en 2015.
De acuerdo con el INE (2020), la población española aumentó durante el 2018 en 276.186 personas y se situó en 47.100.396 habitantes en julio de 2019. Con este crecimiento, el más elevado desde el 2008 (cuando la población aumentó en 770.333 personas) se supera el valor histórico más alto, alcanzado en 2012. El aumento poblacional del semestre fue fruto de un saldo vegetativo negativo de 45.002 personas (2019), que se vio compensado con un saldo migratorio positivo de 209.097 personas ya que hubo 348.625 inmigraciones procedentes del extranjero y 139.528 emigraciones con destino al extranjero.
La crisis económica incitó la dificultad para conseguir empleo, provocando altos niveles de precariedad laboral. Los jóvenes españoles empezaron a encontrar impedimentos para lograr la emancipación y para iniciar proyectos estables. Por ello, quiero explicar algunos de los testimonios que afirman el objetivo de este trabajo.
Leticia Flores-Estrada, socióloga y doctoranda del Programa de Migraciones Internacionales e Integración Social, entrevistó a varios jóvenes en 2015, la mitad de ellos trabajaban en España antes de marcharse al extranjero (Flores-Estrada, 2015). La mayoría se encontraban en una situación de estancamiento profesional, de no poder tener nuevos retos. Otros, en cambio, sufrían las malas condiciones laborales que les hacían sentirse frustrados e infravalorados.
El grupo de jóvenes que más destacaba, en cuanto a número, eran los que estaban “huyendo” de la precariedad en España porque sus condiciones se caracterizaban principalmente por no tener contrato. Aseguraban algunos que, “la mayoría de los jóvenes cobran en negro, o mitad en negro, mitad dados de alta en la Seguridad Social”. Los contratos más usados en España son los temporales. Los entrevistados explicaban que algunas de las excusas que ponen los empresarios para justificar el uso de contratos temporales, es que son jóvenes y no tienen responsabilidades, imposibilitándoles mantener una cierta estabilidad económica principalmente.
Los famosos contratos en prácticas son los más utilizados por las empresas que contratan a los jóvenes recién salidos de la universidad, ofreciéndoles la gran oportunidad de trabajar en su empresa, con el mismo horario que todos los trabajadores, pero la mayoría de ellos son sin cobrar. Además, “esto solo les pasa a los españoles”, apuntaba una persona entrevistada para este TFG que tenía un contrato en prácticas en la Embajada Española en Roma y el resto de los jóvenes de otros países que tenían el mismo contrato, cobraban. Un nivel más alto es el de becario/a, cobras, pero no en función de tu horario ni cualificación porque es la experiencia la que sirve de excusa a la hora de contratar al becario/a. Por último, estaría dentro de los trabajos nada o poco remunerados, los falsos autónomos. Un requiso de la empresa para contratarte es que te des de alta como autónomo, mientras que la misma empresa se ahorra todos los gastos de cotización a la Seguridad Social por el trabajador o trabajadora.
Finalmente, los trabajos por debajo del nivel de formación son los más abundantes, ya que la mayoría de los entrevistados por Leticia Flores-Estrada aseguraban estar trabajando por debajo de su cualificación. La sobrecualificación es una de las cuestiones recurrentes a la hora de articular el discurso. Provoca un sentimiento de profunda frustración que conduce a rechazar de pleno esta situación de estancamiento profesional. Uno de los jóvenes entrevistados por esta autora resume perfectamente la idea compartida con la mayoría de los jóvenes que realizaron dicha entrevista: “tenemos ambición y queremos poner en práctica lo aprendido, trabajar y sentirnos realizados, que para eso hemos estado estudiando tantos años”
En definitiva, los jóvenes entrevistados afirmaban que lo que tendría que cambiar para poder volver España son las condiciones laborales, a parte del salario y la estabilidad, el sentirse reconocido y valorado en el trabajo.