Los Hibakusha, Sobrevivientes Al Ataque Atómico En Japón

Introducción

Entre el drama, desconsuelo y tristeza, estos sobrevivientes al ataque en Hiroshima Nagasaki, han llevado sus vidas desde ese horrendo día. Nos hubiera sido mejor haber muerto, rezan estas personas entre sollozos, mientras recuerdan el dolor, horror, pérdida, tragedia y miedo que han pasado desde aquel día. Ellos son testimonio vivo del caos, desastre y tragedia que causaron las bombas.

Aún no hay cifras definitivas que cuenten la muerte que dejaron las dos explosiones del 6 y el 9 de agosto de 1945. Los cálculos más optimistas ofrecen la suma de 110 mil decesos y que a finales de ese año habrían muerto más de 210 mil personas: mujeres, embarazadas, ancianos, niños y bebés.

Desarrollo

Hibakusha significa: persona afectada por la bomba atómica en japonés. La psicóloga Yuka Kamite, profesora en la Universidad de Hiroshima explica que ellos son narradores sociales, pero no son capaces de contarle su propia versión/historia a sus hijos o nietos.

Hoy día se estiman unos 140 mil hibakushas en el mundo de entre 70 a 85 años de edad. Ellos no solo sufrieron la bomba aquellos horrendos días, sino que los traumas, cicatrices y rechazos los han perseguido toda su vida.

Las quemaduras y la exposición de radiación trajeron secuelas: pérdida de cabello, sangrado y diarrea, algunos desarrollaron distintos tipos de cáncer y leucemia.

Ellos tienen miedo. Yasuaki Yamashita, sobreviviente de Nagasaki dice Todavía siento miedo de que se me puedan manifestar las consecuencias de la radioactividad y morir en cualquier momento, ella tenía 6 años el día del ataque. Hoy vive en México y tiene 81 años.

Ella habla por todos cuando dice que el temor, el estrés, la confusión, incertidumbre y ansiedad son permanentemente constantes y el miedo de heredarle los efectos de la radiación a su descendencia no los deja vivir.

Hibiki Yamaguchi, investigador en el Centro para la Abolición de Armas Nucleares de la Universidad de Nagasaki, dice de ellos que las heridas físicas y psicológicas los marcó para siempre y atrofió irreversiblemente la salud mental y emocional.

La Profesora en el Centro para la paz de la Universidad de Hiroshima, Luli van der Does, reporta en sus estudios de los casos Hibakusha que muchos no pueden comer pescado porque aún conservan el recuerdo del olor de los cuerpos quemados, también muchos no comen pepino pues al faltar las medicinas tras caer la bomba, era lo único que podían usar para curar las heridas algunos otros no pueden cruzar ni ver ríos, ni puentes, ni edificios viejos porque les recuerdan los cadáveres flotando que vieron o las horrendas escenas de cuerpos atrapados entre los escombros.

El miedo afectó en ellos su salud emocional y su realidad, aparte los echó sin piedad a una sociedad que hizo todo el tiempo más difícil su recuperación y su lucha por llevar una vida, ya no normal, sino soportable.

Ellos fueron discriminados. Las heridas físicas identificaron a los Hibakusha. La gente los repelía como ‘insectos’, porque creían que podían tener enfermedades contagiosas o infecciones mortales: ‘hay que separarlos, no hay que casarse con ellos, no hay que hablarles’, eran las palabras que decían de ellos.

Sus cicatrices queloides -aquellos abultamientos de piel en una herida- eran su ‘peor problema’ no les permitía conservar sus trabajos, sus estudios y menos una relación estable.

Yasuaki Yamashita recuerda con dolor: ‘salí de la preparatoria y conseguí un trabajo, pero vinieron los efectos de la radiación: evacuaba sangre, perdía sangre, vomitaba sangre, y tuve que dejarlo, así estuvo dos años; las personas me decían que era un flojo porque no quería trabajar, pero no sabían lo que tenía, y no lo podía hablar’.

Setsuko Thurlow comenta que el casamiento era muy importante para las mujeres japonesas de ese entonces. Ella sobrevivió a Hiroshima, Recibió en nombre de los sobrevivientes el Nobel de Paz otorgado por la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, por su sigla en inglés).

Keiko Ogura cuenta: ‘tenía 8 años en ese momento, iba en la escuela elemental, pero sabíamos que no debíamos decir que habíamos estado en la ciudad ese día. Si decíamos algo relacionado con la radiación, no nos podríamos casar’, agrega que tenían un certificado de sobrevivientes para qué los atendieron en el hospital auspiciado por el gobierno, pero mi familia nos decía ‘no muestres eso.

Ella sintió el rechazo a la juvenil edad de entre 18 a 20 años cuando ‘los hombres jóvenes de fuera de la ciudad me preguntaban Keiko, ¿dónde estabas al momento de la bomba? Por mi parte no hay problema, pero a mis padres les preocupa’. Van der Does, señala que en edad de casamiento las parejas llegaban a contratar detectives para investigar si la pareja provenía de Hiroshima o Nagasaki.

Otro tipo de discriminación lo cuenta Yoshiro Yamawaki, sobreviviente de Nagasaki: ‘La bomba mató a mi padre, mi madre tenía siete hijos y no podía hacerse cargo de ellos. Por eso, tuve que dedicarme a trabajar, sin poder ir a la universidad, creo que eso fue una forma de discriminación’. Ella tenía ocho años el año de la explosión.

La Profesora Van der Does explica también que el otro problema era entre ellos, pues ‘tenían que competir para lograr un tipo de ayuda’. Ellos se conocían entre ellos, sabían lo que pensaba el otro y por lo tanto eran ellos los que se hacían más daño entre ellos que las otras personas.

Ellos sintieron culpa. Muchos Hibakushas recuerdan las voces de auxilio que ignoraron, los últimos ojos vidriosos que los miraron escapar y los llantos y lamentos de niños, jóvenes y viejos que no pudieron ayudar. Este sentimiento de culpa les trae un sufrimiento constante y aún mayor que lo que sienten o les han hecho sufrir.

Keiko Ogura se pregunta diario entre dolor y llanto: ¿por qué no pude cumplir con el deber de ayudar a mis hijos hasta el último momento?. Recuerda: Todos tuvimos un sentimiento de culpa porque vimos morir a familiares y amigos. Después de la explosión vimos gente bajo los edificios derrumbados pidiendo ayuda, pero no podíamos ayudarlos, estaban atrapados. Las madres trataban de sacarlos, pero era muy difícil.

Apunta que el fuego se esparció rápido y tuvieron que correr apartándose del lugar: ‘dos personas muy heridas se me acercaron y solo decían ‘agua, agua’. Yo les di de beber y luego murieron frente a mí. En ese momento no lo entendía, era solo una niña de 8 años, pero comencé a culparme porque sentía que los había matado. Sentía que si no les hubiera dado agua, ellos no estarían muertos. Me sentí así durante más de 10 años’.

Conclusión

La psicóloga Kamite apunta que la motivación de los Hibakusha por contar sus historias ronda entre la ira, la motivación social y una respuesta sana al trauma. El principal factor para sobrellevar esto fue construir un sentido de comunidad, dice Van der Does, ‘convirtiéndose en líderes en la lucha por el desarme nuclear, pasando de ser víctimas a precursores de un mundo nuevo’.

17 August 2021
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