Magia y Brujería En Las Culturas Precolombinas
Introducción
La magia apareció simultánea al deseo de influir sobre los fenómenos sobrenaturales. Con el paso del tiempo, se insertó un sistema animista. La teología prehispánica era panteísta y politeísta, es decir, asumía la espiritualidad del medio natural circundante. En ese contexto, vinculaban los cataclismos y las enfermedades con el poder de sus apus (espíritus de las montañas)
La concepción mágico-religiosa fue la principal característica de la Medicina precolombina. Los dioses tenían la capacidad de dañar o mejorar la vida de los ciudadanos. La enfermedad según sus creencias provenía de estas divinidades que podían dañar, poseer al individuo, penetrar objetos, sacar el alma, etc.
Desarrollo
Magia, brujería y hechicería son palabras que son necesarias definirlas; así, magia se refiere al sistema de creencias y prácticas rituales que actúan a distancia y que influyen sobre los fenómenos naturales; en cambio hechicería y brujería son poderes para dañar o hacer el mal a otras personas.
Los andinos prehispánicos también relacionaban sus enfermedades con la maledicencia de los brujos (Laikas) incitados por sus enemigos; las lesiones hipocrómicas de la piel (Khara), anorexia, caquexia y la impotencia sexual eran atribuidas a estos sujetos. Guamán Poma de Ayala ha descrito con detalle estas prácticas de los hechiceros que hacían daño utilizando sustancias tóxicas o ponzoñosas (Óscar Frisancho Velarde, 2012).
Los brujos andinos preparan muñecos de sebo de llama a los que les agregaron algún efecto personal de sus víctimas (pelos, uñas, sangre o restos de prendas de vestir); en sus ritos invocaban al camaquen o upani (alma) de sus víctimas y al mismo tiempo punzaban con espinas de cactus a los muñecos que los representaban. En algunas oportunidades quemaban al muñeco para quemarles el alma o para hacerles llegar más desgracias.
Los nahuas creían en tres principios anímicos: el Tonalli, el Teyolía y el Íhiyotl, localizados en el cerebro, corazón y el hígado, respectivamente. El alma que salía del susto era el Tonalli, un componente de naturaleza caliente que se encontraba íntimamente ligado al destino individual; el Teyolía un elemento considerado como fuente última de vida y directora de la emoción, la acción, el movimiento, la memoria y la energía individual, que podía ser oprimido, volteado o devorado, y el Íhiyotl, una entidad fría y etérea que, estando asociada a las emociones, podía tornarse nociva por la transgresión de las normas morales.
Igualmente existía el Nahualli, un ser tangible y zoomorfo que se encontraba íntimamente ligado a la vida, la personalidad y el destino del ser humano.
Conclusión
En México se asumía que el Tlacatecolotl u hombre búho se podía transformar en cualquier animal maléfico. Además, al quemar figuras de madera causaba el quebranto de sus víctimas. Asimismo, eran chamanes náhuatl siniestros el Teyolloquani ‘comecorazones y el Teyollopachoanime oprime corazones.
Cabe destacar, por último, el objeto de culto más popular entre las culturas precolombinas: las máscaras. Creadas por el propio hombre, tenía distintas interpretaciones: una cara más, que fuera el escudo ante lo desconocido; un arma mágica para enfrentar los peligros; una nueva personalidad portadora de fuerzas para encarar lo sobrenatural, o el espejo que reflejara su inconsciente y aquel mundo fascinante y aterrador a la vez, nacido de su imaginación ante la angustia de las propias limitaciones.