Modernismo en Ecuador: La Generación Decapitada
La Generación Decapitada fue una agrupación literaria, que estaba conformada por cuatro poetas jóvenes ecuatorianos en las primeras décadas del siglo xx. Estos jóvenes eran dos guayaquileños llamados Medardo Ángel Silva y Ernesto Noboa Y Caamaño y dos quiteños de nombre Arturo Borja y Humberto Fierro y ellos fueron los precursores del modernismo dentro de la literatura Ecuatoriana.
Se conoce por modernismo a la forma hispánica de la crisis universal de las letras y del espíritu, que se manifiesta en el arte, la ciencia, la religión y la política. Por eso el término modernismo denomina a un movimiento literario que se desarrolló entre los años 1880-1917, fundamentalmente en el ámbito de la poesía, que se caracterizó por una ambigua rebeldía creativa, un refinamiento narcisista y aristocrático, el culturalismo cosmopolita y una profunda renovación estética del lenguaje y la métrica.
El Modernismo llegó a Ecuador con considerable retraso respecto a los otros países. Razones para que el modernismo se haya desarrollado en Ecuador fueron las constantes guerras civiles a las que el país estaba sometido a causa de las disputas entre conservadores y liberales. Sin embargo, los exponentes del modernismo en Ecuador alcanzaron un nivel de prestigio muy alto en toda América y aún hoy siguen siendo incluidos en colecciones de poesía universal. Todos tienen como característica haber leído a Baudelaire y a Verlaine en su lengua original, y sus poesías están llenas de evocaciones a la muerte y al misticismo.
Medardo Ángel Silva fue el más alabado entre ellos, considerado por muchos el poeta más fino que ha tenido el Ecuador, aunque aun así publicó en vida sólo un libro de poesías, El árbol del bien y del mal, también compuso la poesía El alma en los labios días antes de su muerte, Medardo se la dedicaba a Rosa Amada Villegas esta composición se convirtió en un popular pasillo interpretado magistralmente por Julio Jaramillo, dejando así en claro su estilo de poesía depresiva, melancólica, llena de hermosos versos de amor extremista llamando a la muerte en forma de musa inspiradora.
Se los denominó como la generación “decapitada” por el hecho de que todos estos poetas murieron a muy temprana edad, Silva a los 21 años después de haber publicado su libro, el poeta tomó la cruda decisión de acabar con su vida en frente de su amada. Y su poesía quedó marcada por ese aire melancólico y con una sabiduría que no correspondía con su edad.
- Noboa a los 36 años: Su vida no fue fácil por el hecho de ser adinerado. Padeció de episodios de neurosis que le hacían consumir morfina para poder calmarse. Publicó su libro Romanza de las horas en 1922. Por esta obra recibió grandes elogios, pero el reconocimiento no bastó y siguió la suerte de los decapitados cinco años después. En 1927 se suicidó, dejando un legado literario inconmensurable al modernismo latinoamericano y a la poesía ecuatoriana.
- Borja a los 20 años: Su obra no es muy amplia, pero tiene un peso literario considerable; de hecho, fue el primero de los decapitados en mostrar claros rasgos modernistas en sus letras. Con marcadas tendencias depresivas en sus poemas y en su vida misma, fue inspirado también por los poetas malditos, a quienes leyó y siguió. Viajó a Europa con su padre por problemas de salud en un ojo; allí tuvo contacto con las letras francesas. A la corta edad de 20 años se casó y luego se suicidó con una sobredosis de morfina. Después de su muerte se publica formalmente su poemario La flauta de ónix y seis poemas más.
- Fierro a los 39 años: Hizo una gran amistad con Arturo Borja y fue él quien lo convenció de publicar su primer libro. En 1929, y luego de la insistencia de Borja, publicó El laúd del valle. Esa obra fue su logro más significativo. La muerte lo recibió 10 años después de la publicación de su libro; luego de su muerte se publicó su otro libro: Velada palatina.
Aún hay dudas sobre si fue un accidente o suicidio; lo cierto es que el último de los decapitados se despidió en 1939. Con él se fue el último respiro de aquellos que, sin buscar ser mucho, cambiaron la historia literaria de un país.