Novela Méxicana Arrancame La Vida De 1985

¿Hasta qué punto la presencia de una actitud déspota y machista cambió la forma de pensar de Catalina?

La novela Arráncame la vida fue publicada en 1985 por la escritora mexicana Ángeles Mastretta, quien representa en sus obras, varias cuestiones políticas y sociales que reflejan el modus operandi de una sociedad comprometida a convivir en un sinnúmero de actos de corrupción y machismo, que dejaba en evidencia el papel que protagonizaba cada hombre y mujer dentro de este atávico esquema, sin embargo, fue en este ambiente en el que Catalina Guzmán crece y se desarrolla como uno de los personajes más trascendentales en toda la obra; mostrándose desde un inicio como una joven curiosa e inexperta ante conocimientos que se encontraban limitados por conllevar una temática más allá del deseo carnal y la falsa identidad de quienes llamaban gobernadores.

Pese a esto, llega un punto en que la mentalidad inocente de Catalina se ve perturbada al conocer al verdadero demonio; considerado como su esposo; que la estaría atormentando la mayor parte de su vida; dándose cuenta del sofístico mundo en el que vive y el inmenso abismo que ella se había sumergido por pasar de la fantasía a la triste y cruel realidad. Pese a ser golpeada varias veces por las ideologías falócratas e infidelidades que su propio esposo causaba, fueron el impulso necesario para la creación de una Catalina totalmente distinta y calculadora que buscaba libertad. Es de esta forma como la protagonista principal se encuentra en una situación que le exige un total cambio a su personalidad y a la imagen de ser mujer, llegando hasta al punto de romper con los antiguos estereotipos machistas que tenían dominado el pensamiento de la sociedad mexicana, en plena renovación.

Ese año pasaron muchas cosas en este país. Entre otras, Andrés y yo nos casamos. Lo conocí en un café de los portales. En qué otra parte iba a ser si en Puebla todo pasaba en los portales: desde los noviazgos hasta los asesinatos, como si no hubiera otro lugar… (Mastretta, 1985, pág. 1)

Así es como comienza una de las novelas más exitosas de Ángeles Mastretta, que nos describe; a través de un narrador protagonista; un primer escenario envuelto en una sociedad llena de hipocresía, donde sus habitantes son fieles testigos de una infinidad de atrocidades que ocurrían en la ciudad de Puebla, pero que no soy capaces de denunciarlos por el miedo a ser aniquilados a manos de los crueles tiranos que ejercían una falsa democracia, es de esta manera como la autora nos transmite una primera impresión del lugar de nacimiento de Catalina, introduciéndonos en un romance que se convertiría en el detonante del despertar de todos los deseos y pasiones sexuales que la figura principal descubriría al momento de sentirse mujer, alado de un ser orgulloso y despiadado, que llevaría como nombre Andrés Ascencio; el demonio que frecuentaba someterla a su único papel de mujer sumisa en una sociedad machista del siglo XX. Es tanta la astucia que poseía Andrés, que en palabras de la misma Catalina expresa:

Se nos metió de golpe a todos. Hasta mis hermanas mayores, Teresa, que empezó calificándolo de viejo concupiscente, y Bárbara, que le tenía un miedo atroz, acabaron divirtiéndose con él casi tanto como Pía la más chica. A mis hermanos los compró para siempre llevándolos a dar una vuelta en su coche. (Mastretta, 1985, pág. 4)

Haciendo mención a la cita anterior, esto es un claro paralelismo de la actitud del general con la de un demonio que se presentó como un príncipe azul hacia los ojos de Catalina y como un gran amigo para cada uno de los integrantes de la familia Guzmán, pero que ocultaba una verdadera identidad déspota y falsa; de las cuales su esposa se arrepentiría tiempo después; calificándolo como un hombre ambicioso del poder, capaz de realizar cualquier barbaridad para conseguir sus objetivos y llegar al mando, un mujeriego que se desaparece por un tiempo y regresa con hijos para que su cónyuge ejerza su papel de madre, pero sobre todo, un gran ejemplo de personaje realista al plasmar la actitud promedia de los varones, al tratar a las mujeres como objetos de decoración que solo eran útiles para complacer libidinosamente al hombre y ejercer ciertos oficios que la condición de fémina tenía formado.

Esta situación se la puede evidenciar a través de la siguiente alusión, en palabras del mismo Andrés Ascencio que expresaba a su consorte: “Quítate esas mierdas. Está resultando más difícil coger contigo que con una virgen poblana. Quítatelas” (Mastretta, 1985, pág. 37) demostrándose así, un lenguaje vulgar y opresor que se incorpora con ese ambiente avasallador, que representaba aquellos tiempos donde la costilla del hombre, no tenía voz y voto para decidir sobre su propia vida y que solo estaba constreñida al rol del hogar. 

07 April 2021
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