Peculiaridades Lingüísticas del Español en el Sur de Los Estados Unidos

Introducción

La lengua española tiene un lugar muy significativo en los Estados Unidos, puesto que es la segunda lengua más hablada del país después del inglés. En 2010 se contabilizaban 50,5 millones de hispanos viviendo en los Estados Unidos, una cifra que representa el 16% de la población total del país en ese momento. Si tomamos como ejemplo los 50,5 millones de latinos instalados en EEUU, el 56% vive en el suroeste (Jenkins 2013: 31). Por consiguiente, más de la mitad de hispanohablantes residen en esta área. Este hecho se explica por varios acontecimientos históricos que permiten entender la diacronía de la lengua española desde sus inicios.

En este trabajo, se hará hincapié en primer lugar en los factores históricos del español del suroeste de los Estados Unidos, así como su evolución desde el siglo XVI. En segundo lugar, nos centraremos en los estados del suroeste del país, es decir, California, Nuevo México, Tejas, Arizona (mapa) y de los factores sociales que influencian la lengua española en estos territorios. Finalmente se hablará de los nuevos emigrantes y se terminará con una conclusión.

2. Historia de la construcción de los estados del suroeste

El primero en explorar las tierras estadounidenses (Arizona, Texas, Colorado y Nuevo México) es Francisco Vázquez en el año 1540. Más tarde, en 1598, Juan de Oñate funda San Gabriel de los Españoles, conocido actualmente como Chamita, en Nuevo México. De esta manera se constituyen las primeras comunidades hispanohablantes en el sur de los Estados Unidos que son las que marcan los inicios de la Introducción del español (Ramírez 1992: 17). Cabe mencionar también las numerosas migraciones provenientes de México que traen consigo una variedad de la lengua española. Estas migraciones tomaron varias rutas como “Los Caminos Reales de Tierra Adentro” que empieza en la ciudad de México y termina en San Juan Pueblo, “El Camino Real de baja California”, desde Mission San Diego de Alcalá hasta Mission San Francisco Solano y “El Camino Real de los Tejas” que une la ciudad de México con Natchitoches (Luisiana) (Rivera-Mills, Susana y Daniel Villa 2010: 11).

La guerra entre México y Estados Unidos en 1846 impacta verdaderamente en la evolución de la lengua en el sur de los EEUU puesto que un año después de su inicio, los soldados estadounidenses invaden la Ciudad de México y ganan la guerra. El conflicto llega a su fin con la firma del tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848. Este acuerdo obliga a México a ceder a los norteamericanos más de la mitad de su territorio al norte de Río Grande (hoy California, Arizona, Nuevo México, Utah, Colorado, Kansas, Oklahoma y Wyoming) (Ramírez, Arnulfo G. 1992: 18).

La postguerra también supone varios cambios en estos nuevos estados. El primero es una migración desde el este de los EEUU hacia el oeste debido al descubrimiento del oro y de las nuevas tierras. El segundo cambio concierne la Iglesia Católica que, aunque está controlada por las autoridades americanas de Baltimore, se ve obligada a adaptarse a los hispanos y crear iglesias hispanohablantes (Rivera-Mills, Susana y Daniel Villa 2010: 27).

En el caso de California, la anexión del territorio supone un cambio drástico con respecto a la enseñanza, puesto que pasa a ser únicamente en inglés. De hecho el español comienza a tener connotaciones peyorativas y está mal visto en los centros de enseñanza. No es hasta el año 1874, momento en el que la educación experimenta una gran expansión debido a su carácter obligatorio, cuando los hispanohablantes comienzan a abrir sus propias escuelas privadas vinculadas a la Iglesia Católica para poder recibir una enseñanza bilingüe. Estos centros tienen como Objetivo incorporar a los jóvenes en el sistema anglo-americano (Rivera-Mills, Susana y Daniel Villa 2010: 28-29).

Contrariamente a la tendencia de California o Texas y, pese a las numerosas invasiones americanas, el estado de Nuevo México es el único que conserva una mayoría de hispanohablantes. La llegada de la vía ferroviaria supone la Introducción de nuevas tecnologías y posibilita el acceso a periódicos españoles, los cuales, al igual que las escuelas, contribuyen al mantenimiento del idioma español. (Rivera-Mills, Susana y Daniel Villa 2010: 44).

3. Evolución del español tradicional (XVI-XIX)

Ahora bien, si nos centramos únicamente en la diacronía de la lengua española, es decir en su evolución, en el suroeste de los Estados Unidos, es importante entender que ha ido desarrollándose desde el siglo XVI hasta el siglo XX y que son muchos los elementos explicativos e históricos que han contribuido a su transformación. El filólogo hispánico Manuel Alvar explica detalladamente la evolución de la lengua a través de tres periodos:

El primer periodo es el español del siglo XVI. Se trata de una lengua introducida por las primeras migraciones hispanas en tierras del sur de los Estados Unidos. Es un español “trasplantado a México en el siglo XVI, evolucionado según las condiciones lingüísticas del periodo virreinal y de las nacidas en la emancipación y en los casi dos siglos de independencia. Es, pues, una modalidad mexicana con las peculiaridades de México y las que el español de la República adoptó en Chihuahua y Coahuila.” (Alvar 2000: 22).

El segundo periodo pertenece al español del siglo XVIII y es “el de unas gentes que, trasplantadas, se han afincado en el país de adopción y no tienen posibilidades de regreso al origen español.” Asimismo considera que los emigrantes del siglo XVIII han mantenido “una coherencia lingüística firmemente arraigada; aislados de su origen, tienen un español cuya modalidad participa de los avatares que, en este territorio, le impusieron unas condiciones del carácter que sean, pero sigue siendo un español motivado en el siglo XVIII, fiel a una geografía en la que se asentó.” (Alvar 2000: 22).

El tercer periodo se refiere a los hablantes del siglo XX a quienes describe como hablantes que “han emigrado hace poco, sus asentamientos no se han hecho estables, sus peculiaridades lingüísticas, originariamente españolas, ahora son mexicanas (más aún, heterogéneamente mexicanas, pues reflejarán las peculiaridades de cada una de las regiones de donde procedan) y además, en muchos casos serán inestables, ya que la voluntad de estas gentes muchas veces está marcada por el regreso.” (Alvar 2000: 22). En definitiva, esta inmigración es “tardía y depende de las circunstancias de cada región mexicana: unas veces son grandes aluviones de gente; otras, restringidos; algunas, discontinuos. Estos emigrantes pueden afincarse o no, pueden dar continuidad o no a su presencia sobre aquellas tierras y, en todo momento, se ponen en relación con las variedades del español tradicionalmente existentes sobre el suelo y con las variantes múltiples del español mexicano que allí se encuentran.” (Alvar 2000: 22).

La división propuesta por Manuel Alvar señala un habla mayoritariamente influenciada por el mexicano en estas áreas debido a la proximidad fronteriza con México. Por lo tanto, se puede afirmar que las modalidades dialectales del español del suroeste de los Estados Unidos “tienen en las hablas mexicanas sus raíces más profundas.” (Lope Blanch 2000: 121)

4. El español del suroeste de los Estados Unidos

El español del suroeste deriva de unos fenómenos históricos, tal y como hemos apuntado previamente. También es importante entender que “toda lengua periférica, alejada o independizada de la norma metropolitana ejemplar, y sometida, además, al imperio de otra lengua diferente y oficial en el territorio bilingüe – como es el caso del español del suroeste – sufre un proceso de reducción o simplificación del sistema lingüístico.” (Lope Blanch 2000: 123). Por consiguiente, es frecuente encontrar simplificaciones de los elementos gramaticales y léxicos en las hablas de los informantes. A continuación, se analizará los rasgos de la lengua en cada una de las cuatro zonas, es decir California, Nuevo México, Texas y Arizona a partir de varios estudios realizados por lingüistas y se hará un breve análisis de los factores sociales que influencian la lengua española en estos territorios.

4.1. California

El español hablado en California puede considerarse como reciente ya que “muchos de los descendientes de los antiguos pobladores hispanos ya no hablan español.” (Lope Blanch, 2000: 120). Esta idea es compartida por el catedrático Manuel Alvar, ya que para él “el hispanismo establecido en el siglo XVIII desapareció y solo a comienzos del siglo XX llegaron de nuevo los mexicanos, y su penetración no se ha interrumpido.” Según su opinión, el español de California es un español importado y reciente sometido al vaivén de los mexicanos que determinan la creación de un dialecto (Alvar 2000: 24). De este modo resulta lógico que, de todos los estados, sea en California donde el inglés tenga un mayor impacto, tanto a nivel de vocabulario como de sintaxis. Esta circunstancia deriva en que se hable de code switching, es decir, la alternancia del inglés y español en una misma frase o de anglicismos, es decir, palabras de origen inglés ya castellanizadas sea morfológica o fonológicamente (Ramírez 1992: 25), (Lope Blanch, 1990: 44).

Un estudio basado en intercambios de cartas entre los miembros de la comunidad del Rancho Guajome, cerca de San Diego, concluye que el español de California del siglo XIX es muy similar, tanto fonológica y morfológica como lexicalmente al del norte de México. (Hungtinton Library, Couts Collection, Boxes 1-40). Vamos a repasar algunas de las características encontradas en estas cartas:

Al igual que el español del Norte de México, el español de California utiliza el seseo y el yeísmo: Arros (< Arroz), Yeve (< Lleve). También muestra una pérdida de las consonantes palatales cuando hay dos vocales: Bonia (< Bonilla). Además, hay una tendencia a no pronunciar las consonantes en sílabas finales y la letra : a dios mis querido tíos. Otro rasgo destacado en estas cartas, es la tendencia a disociar un grupo de consonantes como: [ks] > [s]: esacta (< exacta), eleciones (< elecciones). También se ve una hipercorrección: Sacacte (< Sacate), y una supresión de las silabas finales: [d] > ø: Bonda (> Bondad), Berda (> verdad). La eliminación del hiato es frecuente: ogarnos (< ahogarnos). En la morfosintaxis vemos el uso de los por nos: los dice (< nos dice) o los dobles posesivos como: su interés de usted, su bondad de usted. Además, resalta un alomorfo arcaico verbal y dialectal: rompido (cf. roto), semos (cf. somos) (Rivera-Mills, Susana y Daniel Villa 2010: 31-32).

Con respecto a las clases sociales, este análisis no revela distintas categorías de español entre las clases sociales altas y bajas de los habitantes de California. Sin embargo, el impacto de los angloparlantes es muy relevante en aquellos casos en los que se entremezclan con las culturas hispanas, bien a través de las diferentes actividades sociales y sobre todo por el matrimonio con hispanohablantes. Los hijos de esta unión son más propicios a hablar inglés. Por consiguiente, los angloparlantes hablan el español a su manera, es decir con errores debido al inglés como: errores de vocales cerco (cf. cerca), miercules (cf. miércoles), errores de conjugación: el quiero (cf. quiere), mi cimpadre pienso (cf. piensa), errores de género: el diligencia (cf. la diligencia) y ausencia de preposición obligatoria: espera mi comadre (cf. espera a mi comadre), cerco el rancho (cf. cerca del rancho) (Rivera-Mills, Susana y Daniel Villa 2010: 32-35).

Otro estudio interesante que merece nuestra atención es el que propone el lingüista y filólogo Juan Miguel Lope Blanch (1990: 53-58) y que fue realizado en 1986 en la ciudad de San José (California). Se trata de una encuesta dialectal que incluye conversaciones libres y respuestas a cuestionarios (Lope Blanch 1990: 8). Los resultados ponen en relieve los numerosos anglicismos encontrados. De hecho la encuesta destaca diez anglicismos: Brasi(e)r, cono, constipación, lonche, lufa, mapiador, marcador, maso, mecha y templo. De estos diez, ocho son anglicismos seguros y dos – constipación y marcador- son muy dudosos. Sin embargo, lo que más llama la atención de su trabajo es el número elevado de conceptos que los informantes no conocían en lengua española (Lope Blanch 1990: 57). También destacan las numerosas cuestiones para las que no obtuvo respuesta, algo que “obliga a pensar que los hablantes californianos de español, cuando tengan que referirse a tales conceptos, deberán recurrir al vocabulario en inglés e incrustar en su elocución hispánica un buen número de términos anglosajones”. Termina su estudio informando de que la población de San José es seguramente la que posee un sistema lingüístico hispánico más reducido y más limitado en cuanto al léxico (Lope Blanch 1990: 58). Cabe mencionar, por último, que esta encuesta se realizó con muy pocos informantes, cinco en total, por lo tanto, refleja también la dificultad para encontrar hablantes hispanos de tercera generación en California (Lope Blanch, 1990: 8).

A través de estos estudios se puede constatar que el inglés ha impactado de manera considerable en el habla española de este territorio y, aunque sigue teniendo un lugar importante en algunos hábitos del estado de California, es difícil prever una continuidad hispánica (Alvar 2000: 25).

4.2. Nuevo México

En comparación con los otros estados, Nuevo México es el que más ha conservado las raíces de la lengua española. En efecto, los arcaísmos son frecuentes en esta área y la lengua hablada es la de principios del siglo XIX, pero sin que haya verdaderamente una influencia del español mexicano (Ramírez, 1992: 25). Esto se debe mayoritariamente a su aislamiento tras la separación de México y a su clima extremo (Alvar 2000: 25) (Lope Blanch, 2000: 122). Para entender las características del español en esta zona, se tomarán como referencia dos trabajos realizados por los lingüistas españoles Manuel Alvar y Juan Miguel Lope Blanch.

Como punto de partida Manuel Alvar (2000: 25) se centra en la articulación de los hablantes y constata, en primer lugar, una pérdida de la -d- intervocálica. En segundo lugar, observa con frecuencia una V labiodental y una r retroflexa. Su estudio termina apuntando una -sl- en el interior de palabra (isla, fonética sintáctica: los labios), una -zl- en un hombre de Albuquerque y una -hl- en hablantes de Peñascal, Gallup y Albuquerque. La presencia de -sl-, según él, se encuentra con mayor frecuencia en los jóvenes bilingües. Además, estos fenómenos están fuertemente relacionados con los dialectos que se encuentran en Murcia, Andalucía y Canarias. Continúa afirmando que “los diversos grados de sonorización, aspiración o disimilación son hispánicos, mientras que el mantenimiento de una s sorda será influencia del inglés” (Alvar, 2000: 26). El inglés tiene pues una influencia mínima en el habla de esta región a pesar de que en 1912 la enseñanza se torna al inglés. La consecuencia fue que la segunda generación pasó a ser bilingüe mientras que sus antecesores se aferraron a su lengua nativa. De ahí que permanezcan unos rasgos de arcaísmos como la -e- paragógica (Alvar 2000: 27-28).

El segundo estudio planteado por Lope Blanch se realizó en la ciudad de Mora, donde todos los habitantes son bilingües y prácticamente todos tienen al español como lengua materna (Lope Blanch 2000: 132). El autor utilizó el mismo método que con los hablantes de California, es decir, grabando conversaciones libres y respondiendo a unos cuestionarios (Lope Blanch 1990: 8). Así Lope Blanch propone un análisis sintáctico detallado de las estructuras oracionales encontradas en cuatro hablantes de Mora y las compara con la ciudad de México ya que “el funcionamiento de estas estructuras sintácticas en el español hablado en Nuevo México coincide muy de cerca con el propio del español hablado en el México contemporáneo” (Lope Blanch 2000: 132). Blanch se centró en varias categorías sintácticas que cabe mencionar como la cláusula, es decir, la “unidad de manifestación y expresión autónoma desde el punto de vista de la elocución.” Después vienen la oración: “sintagma bimembre cuyos dos elementos constitutivos se establece una relación predicativa” y la frase: “constituida de un solo morfema autónomo (palabra), o por varios morfemas ordenados en torno a un elemento nuclear”. La tercera categoría es el período: “expresión constituida por dos o, a veces, varias oraciones o frases entre las que se establece una sola relación sintáctica, ya coordinante, ya subordinante.” La última categoría es la prooración: “morfema o sintagma de estructura no oracional que implica una oración ya enunciada” (Lope Blanch 2000: 130-132). “Los conceptos de oración, frase, prooración y período pertenecen a una clase diferente de la que corresponde a la cláusula. Los primeros se excluyen entre sí, pero pueden constituir una cláusula, siempre que aparezcan como expresión autónoma dentro del discurso” (Lope Blanch 1990: 21). El autor destaca por un lado “la gran variedad de periodos que figuran en estas breves muestras del habla de Mora” y por otro que las estructuras interrelaciónales se han conservado “con la misma fuerza y lealtad que en cualquiera otra región en que se habla español como lengua materna y oficial” (Lope Blanch 2000: 135). También afirma que las estructuras sintácticas oracionales se han mantenido firmes a pesar de que haya notado una “reducción léxica e inclusive una notoria inseguridad morfológica”. Por estos motivos, Lope Blanch destaca la fidelidad lingüística de los habitantes de Mora ya que han sido capaces de preservar “la columna vertebral del idioma” (Lope Blanch 2000: 136).

En definitiva, y después de analizar ambos estudios, parece lógico afirmar que la lengua española en Nuevo México se ha preservado durante siglos a pesar de la constante presión del inglés. Este fenómeno se puede explicar por su aislamiento, las migraciones, el clima y la lealtad lingüística arraigada en la tradición.

4.3. Texas

El español hablado en Texas está marcado por varios acontecimientos históricos. Los primeros en emigrar hacia esta tierra fueron los canarios en el siglo XVIII, pero tras el estallido de la batalla del Álamo, estos comenzaron a despoblar la zona llevándose consigo su lengua. De este modo, los rasgos del idioma español no permanecieron y dejaron paso a la “ola de emigración mexicana” (Alvar, 2000: 28). Esta ola se estableció de manera significativa en la región de San Marcos debido a su importante desarrollo económico y llegando a alcanzar el 50% de su población. El estudio de Lope Blanch se centra en esta región constituida por un “alto porcentaje de hispanohablantes asentados en ella desde al menos tres generaciones” (Lope Blanch 2000: 121). Las variables utilizadas son las mismas que puso en práctica en California y Nuevo México, centrándose en el carácter morfológico de los hablantes de San Marcos. En su estudio observó errores en la derivación de formas femeninas como por ejemplo en juez < jueza en vez de la juez. Lo mismo ocurrió con la forma femenina del tigre < tigra en vez de la tigresa. También descubrió inseguridad en los aumentativos comprobando, por ejemplo, que ninguno de sus informantes se sirvió del morfema -azo. De lo contrario, constató una gran homogeneidad y seguridad en la derivación diminutiva. Este fenómeno puede explicarse porque el “uso de las formas diminutivas es común en el habla familiar afectiva, que es precisamente el sector vital en que la lengua española sigue más viva y más vigorosa en el suroeste de los Estados Unidos” (Lope Blanch 2000: 125). En cuanto a los colectivos también se aprecia desconocimiento. Por ejemplo, cuando nuestro investigador les propuso la palabra manzanas solo uno de los encuestados respondió correctamente manzanero. Todos los demás utilizaron palabras como “montón de, grupo de o bola de” (Lope Blanch 2000: 124-127). Por consiguiente se puede observar una cierta reducción, simplificación o incertidumbre en lo que pertenece al sector morfológico y como sigue indicando Lope Blanch “no es extraño que semejante fenómeno pudiera apreciarse en el dominio lexicológico, dado que este, es el más inestable, superficial y mutable de todo el sistema lingüístico” (Lope Blanch 2000: 127).

Cabe mencionar también, el trabajo realizado por Sánchez en 1971 sobre las tendencias lingüísticas en el español de Texas (Ramírez 1992: 27-28). Los resultados obtenidos por el investigador demuestran cierta similitud con el trabajo realizado por Lope Blanch, ya que constató una cierta incertidumbre en los hablantes de este territorio norteamericano. Así pudo observar un abuso del presente progresivo siguiendo normas de inglés, como sí, te estoy oyendo por “sí, te oigo” o una sustitución del subjuntivo por otras formas verbales, como no creo que es necesario por “no creo que sea necesario”. Además, observó un empleo del artículo masculino o femenino según la terminación del sustantivo, como la sistema, la problema, la tema y el foto. También la oMisión del artículo fue recurrente, como niños vinieron por “los niños vinieron”, religión es algo importante por “la religión es algo importante” y apreció una extensión del uso del gerundio por el infinitivo como el dinero que gana lo gasta en tomando, por “el dinero que gana lo gasta en tomar”. Asimismo apunta un uso del adjetivo posesivo cuando supone redundancia como yo lavo mis manos por “yo me lavo las manos”. Finalmente apreció la Introducción de preposiciones cuando no es necesario, como querían a comenzar por “querían comenzar”. La concordancia de los resultados obtenidos por estos dos investigadores demuestra la homogeneidad de la lengua española encontrada en esta área.

4.4. Arizona

El siguiente estudio de Lope Blanch realizado en 1986 se sitúa en Tucson (Arizona), una ciudad de 350.000 habitantes y segundo centro urbano del estado. En este territorio la población hispánica se asentó en 1776 con “la fundación del presidio Tubac”. Tucson está situada próxima a la frontera con México y, por consiguiente, continúa recibiendo “una interrumpida corriente de inmigrantes mexicanos” aunque la población de habla inglesa está en clara ventaja (Lope Blanch 2000: 122). Esta muestra, en la que participaron cinco habitantes, reveló varios anglicismos y también voces inglesas por parte de los encuestados. Mientras que por anglicismo Lope Blanch entiende aquellas palabras de origen inglés ya castellanizadas, se refiere a las voces inglesas, como palabras en inglés que se utilizan por olvido de la voz española correspondiente o bien porque no quieren dar la impresión de ser ignorantes. Si tomamos en primer lugar los anglicismos revelados por el estudio se pueden contar diez (bingo, brasir, cono, dipa, hapiscache, infante, lonche, manza de Adán, mapiador, y mapa) aunque la mayoría de estos anglicismos pertenecen ya al español General (Lope Blanch 1990: 50) (Lope Blanch 2000: 129). En cuanto a las voces inglesas, Blanch constató este fenómeno en la palabra dedo indexo, utilizando la voz inglesa en lugar de la española (Lope Blanch 1990: 47). Otro ejemplo destacado lo aportó una mujer de origen mexicano y empleada de banca que respondió a las preguntas utilizando mayoritariamente un vocabulario inglés como money order, check charges, money market… (Lope Blanch 1990: 45).

En Resumen, se puede afirmar que el español de esta región se ha reducido o empobrecido léxicamente, pero en cambio no se ha corrompido completamente por su contacto con el inglés (Lope Blanch 2000: 129-130). Es importante recordar que “la lengua española subsiste entre ellos como lengua de la familia exclusivamente o, si acaso, como lengua de grupo, en tanto que la lengua oficial, laboral, social e incluso de cultura es la lengua inglesa. De ahí, el empobrecimiento del sistema léxico […]. De ahí también que los informantes tengan que acudir a su vocabulario inglés para poder dar respuesta a ciertas preguntas” (Lope Blanch 1990: 43). En definitiva, el dialecto de Tucson en lo que respecta a la fidelidad lingüística resultó ser el más “castizo y purista” ya que solo se han recopilado diez anglicismos (Lope Blanch 1990: 50).

4.5. Factores sociales

Los factores sociales permiten entender desde otra perspectiva la diacronía de la lengua española en el sur de los Estados Unidos. Por este motivo, en este apartado, se intentará entender cómo los fenómenos sociales han influenciado la lengua en estos territorios. Para empezar, es importante recordar que “la mayoría de los hispanohablantes han sido escolarizados principalmente en inglés y han estudiado el español dentro de programas bilingües en la escuela primaria o como asignatura optativa en la escuela segundaria” (Ramírez 1992: 47). En cuanto a las variedades del español en el suroeste, se puede considerar que existen dos: el español estándar y el español popular. “La variedad popular se puede dividir en urbana y rural” (Ramírez 1992: 46). El español estándar aparece en situaciones formales, es decir, en los medios de comunicación como la radio, la televisión y también en los textos escolares. Sin embargo, el español del suroeste es más bien oral, lo que significa que leen y escriben poco (Ramírez 1992: 46-47).

Con respecto al nivel léxico y fonológico, Sánchez (1983) propone cuatro estilos de habla: formal, informal, íntimo y familiar. “Las diferencias entre el estilo formal e informal corresponden principalmente al cuidado que pone el hablante al pronunciar y expresar sus ideas. El estilo familiar incorpora toda clase de jerga que facilita la interacción y la participación en un grupo de personas que se asemejan. El estilo íntimo se podría considerar el español de la casa, en el cual existe una pérdida de terminaciones fricativas como “empleaos”, etc. (Ramírez 1992: 50). También es importante señalar que el inglés es el idioma principal de la escuela, gobierno y trabajo, mientras que el español se practica más bien en los hogares, aunque es verdad que, en la clase media, el español desaparece al cabo de tres generaciones. Contrariamente el español en las zonas rurales parece mantenerse en los distintos dominios a lo largo de las tres generaciones (Ramírez 1992: 52-53). En definitiva, como bien indica Sánchez “parece ser que cuanto más contacto hay con la comunidad de habla inglesa, mayor tendencia hay al bilingüismo, el cual tras una generación puede derivar en un monolingüismo inglés, fenómeno que se puede observar en la clase media y en la clase obrera de las zonas urbanas. Cuanto mayor es la distancia social y menor el contacto con instituciones de habla inglesa, la probabilidad de preservar el español es mayor, al menos en entornos íntimos e informales. Tal vez por esta razón en la clase obrera rural se puede ver el uso de ambos idiomas, lo que muestra que después de tres generaciones el español no se ve totalmente desplazado” (Ramírez 1992: 53-54).

5. Los nuevos emigrantes

Es interesante centrarse en el español de los nuevos emigrantes porque conlleva mucho más que un aspecto lingüístico. Así otros fenómenos históricos como el tratado de Guadalupe Hidalgo que obligó a México a ceder a los norteamericanos casi la mitad de su territorio; la demanda creciente de obreros en el país vecino o la emigración constante, también han contribuido al desarrollo y a la dispersión de las comunidades hispanohablantes (Rivera-Mills, Susana y Daniel Villa 2010: 11). También hay un proceso de aculturación y de integración en una sociedad dominada por la lengua inglesa. El español ha ido implantándose en la cultura norteamericana para coexistir con el inglés (Ramírez 1992: 1182).

Según el censo de 1980, los hispanos constituyen el segundo grupo minoritario más numeroso del país después de los afroamericanos. Este fenómeno se explica por las incesantes migraciones tanto legales como ilegales. También es relevante precisar que los mexicanos son los más representados con un 60% del total. En California, por ejemplo, se cifra en el 19% la población, es decir, uno de cada tres habitantes es hispano. En Texas hay un 21% de hispanos mientras que en Arizona esta cifra alcanza el 16%. La población de Nuevo México tiene la proporción de hispanos más alta con un 37% (Ramírez, 1992: 19-21). Estas cifras demuestran la importante implantación hispana en el territorio estadounidense y que su crecimiento va a ser considerable en los años siguientes. Si damos un salto en el tiempo hasta 2010, los hispanos se convierten en el grupo minoritario más grande del país y el suroeste tiene las densidades más altas de población hispana. Los mexicanos forman siempre el grupo mayoritario en 40 de los 50 estados y Nuevo México es el lugar donde se encuentra el número más elevado de mexicanos con un total de 590.890.

Si nos centramos ahora en las cifras “la población latina creció en un 43% entre 2000 y 2010, pasando de 35,3 a 50,5 millones. La población mexicana se incrementó un 54,1%, pasando de 20,6 a 31,8 millones de residentes, y representando el 78% de todo el cambio de la población latina” (Jenkins 2013: 32-35).

Un estudio propuesto por Hudson, Hernández Chávez y Bills (1995) merece nuestra atención puesto que se centra en “la relación entre variables sociodemográficas y estadísticas de la presencia del español en el suroeste”. El estudio se basa en el censo de 1980 agrupando sus datos en los estados del suroeste (en este caso, Colorado también se incluye junto con los cuatro estados que hemos analizado en este trabajo). Los autores determinaron “cuatro medidas (de las cuales nos centraremos en tres) del mantenimiento del español, que luego correlacionaron con variables independientes sociales”. La primera medida es el “recuento bruto de la comunidad hispanohablante”. El resultado demuestra que donde se encuentran poblaciones grandes abundan los hispanohablantes (Jenkins 2013: 37). La segunda medida concierne la densidad lingüística y se refiere a las comunidades hispanohablantes. El estudio demuestra que las densidades más altas se encuentran en las áreas hispánicas tradicionales, es decir, en zonas como Nuevo México, el oeste de Texas, el sur de Arizona y California debido a la frontera con México. Estos factores no correlacionan con la educación o los ingresos, pero sí con factores como el nivel de pobreza y el desempleo (Jenkins 2013: 38). La tercera medida es la lealtad lingüística, es decir los hispanos que hablan español. La lealtad lingüística se ve directamente correlacionada con factores sociales y en particular con factores socioeconómicos (Jenkins 2013: 38). En efecto, “los procesos educativos, ocupacionales y económicos operan en el intercambio social entre las comunidades minoritarias y mayoritarias y representan las oportunidades vitales (o la falta de estas) y las decisiones vitales (o falta de esta) que tienen consecuencias directas, inmediatas y significativas para la integración de las poblaciones lingüísticas minoritarias a la sociedad y la cultura dominante” (Jenkins 2013: 39).

Jenkins nos propone emplear estos datos y compararlos con el censo de 2000 para de esta manera, averiguar si siguen presentes o si hay evolución o no. Sus resultados en lo que se refiere a las dos primeras medidas es decir el recuento y la densidad, afirman que las correlaciones encontradas en 1980 se han debilitado bastante en veinte años. “Además, no encontró ninguna correlación entre la densidad hispanohablante y los niveles de educación para la población hispana” (Jenkins 2013: 39). En cuanto a la tercera medida, es decir, la lealtad lingüística, constató que ya no había correlaciones fuertes con las variables sociales. Por consiguiente, la relación entre mantenimiento y falta de éxito social disminuía (Jenkins 2013: 40).

En 2010 parece que el recuento hispanohablante asciende donde hay más gente comparado con 1980 y el 2000. La densidad ya no está vinculada con los factores educativos como se podía encontrar en 1980 o en el 2000. “Puede ser que el crecimiento de la población hispánica en las áreas urbanas, junto con nuevas políticas escolares, haya contribuido a esto” (Jenkins 2013: 41). Tampoco encontró una correlación entre la densidad y el desempleo. Por el contrario, sí halló relación entre la densidad y el número de personas. Además, observó “una indicación de la distribución de la población hispanohablante en áreas donde se gana menos con menos trabajos profesionales” (Jenkins 2013: 41). En cuanto a la lealtad lingüística, Jenkins encontró datos parecidos a los que encontró en el año 2000. La lealtad ya no está íntimamente relacionada con las variables sociales y la falta de éxito social, aunque haya una ligera correlación entre la lealtad y la pobreza (Jenkins 2013: 41-43). “El costo de la lealtad lingüística de los hispanohablantes en el suroeste parece que ya no se extiende de manera significativa al ámbito educativo” (Jenkins 2013: 43).

En definitiva, la lengua española en los Estados Unidos toma más valor a través del tiempo y aunque se encuentren aún “correlaciones negativas con factores sociales como los ingresos y positivas con la pobreza, […] estas correlaciones son mucho más débiles que las de hace treinta, o incluso diez años” (Jenkins 2013: 43). Además, la lealtad y el logro educativo ya no está fuertemente relacionada como era el caso en 1980, lo cual significa que los hábitos están cambiando (Jenkins 2013: 43-44).

6. Conclusión

Para concluir, como se ha podido comprobar en este trabajo, el español del sur de los Estados Unidos deriva de factores sociolingüísticos, demográficos e históricos. La lengua española registrada en los diferentes estudios lingüísticos es mayoritariamente de origen mexicana, aunque no impide que se encuentren otras variaciones en cada uno de los territorios de suroeste, ya que toda lengua tiene su historia, su proceso de aculturación y su propia manera de interactuar con el inglés. De ahí que se encuentren variedades lingüísticas interesantes como por ejemplo los anglicismos en California y Arizona, las inseguridades en los hablantes de Texas y los arcaísmos en Nuevo México.

Actualmente son las constantes olas de inmigración en busca del sueño americano las que contribuyen a la perennidad del español en estos estados y traen nuevas variantes del habla española que coexisten con las de otras generaciones. Pero hay que recordar que la enseñanza se imparte mayoritariamente en inglés en estos lugares, lo cual puede influenciar de manera significativa en los hablantes hispanos. Cabe mencionar también que el español ha evolucionado en lo que se refiere a los hábitos sociales de la gente, puesto que ya no está vinculado a connotaciones peyorativas, sino que goza de una mejor situación sociolingüística (Jenkins 2013: 43).

En definitiva, se puede afirmar que hay un crecimiento extraordinario de la población hispana y que la situación del español se encuentra en un proceso de cambio. Sin embargo, la llegada de Donald Trump a lo más alto de la jerarquía estadounidense hace pensar que la perennidad de la lengua española se verá fuertemente comprometida. Un hecho que ya pudo comprobarse en su primer mes de mandato, cuando ordenó iniciar la construcción de un muro de más de 3.000 kilómetros en la frontera con México para frenar la inmigración ilegal, retiró la versión española de la web de la Casa Blanca o se mostró en contra de que los republicanos se expresaran en español.

Sin embargo, lo que no podemos obviar es que actualmente en EEUU hay más personas que hablan en español que en España y que todas las previsiones de crecimiento indican que en solo tres décadas se convertirá en el país del mundo con más hispanohablantes.

7. Bibliografía

  1. Alvar, Manuel (2000): El español en el Sur de Estados Unidos: estudios, encuestas, textos, [Alcalá de Henares], Universidad de Alcalá de Henares, Servicio de publicaciones: La Goleta
  2. Jenkins, Devin (2013): El suroeste creciente: Un breve análisis sociodemográfico de la población hispanohablante de los Estados Unidos, en Domnita Dumitrescu y Gerardo Piña-Rosales (eds.), El español en los Estados Unidos: E Pluribus Unum? Enfoques Multidisciplinarios, Madrid/New York: Academia Norteamericana de la Lengua Española, pp. 31-45.
  3. Lipski, John M. (2008): Varieties of Spanish in the United States, Washington, D.C., Georgetown University Press.
  4. Lope Blanch, Juan Manuel (1990): El español hablado en el suroeste de los Estados Unidos: materiales para su estudio, México, UNAM.
  5. Lope Blanch, Juan Manuel (2000): La lengua española en el suroeste de los Estados Unidos, en Español de América y español de México, México, UNAM, pp. 119-137.
  6. Ramírez, Arnulfo G. (1992): El español de los Estados Unidos: el lenguaje de los hispanos, Madrid, MAPFRE.
  7. Rivera-Mills, Susana y Daniel Villa (eds.) (2010): Spanish of the U.S. Southwest: A language of transition, Madrid/Frankfurt, Iberoamericana/Vervuert.
  8. https://elpais.com/cultura/2017/09/08/actualidad/1504889283_198145.html, consultada el 12 de enero de 2019
  9. https://www.elespanol.com/cultura/20180701/donald-trump-quiere-acabar-castellano-eeuu-demasiado/318719253_0.html, consultada el 20 de diciembre de 2018
30 August 2022
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