Protección Medioambiental en La Carta de la Tierra

Resumen del ensayo sobre la carta de la tierra

Las políticas educativas plantean la necesidad de formular nuevos modelos educativos para la formación en educación superior en México. El asunto es tratar de asegurar que en su diseño se contemplen no sólo mejores contenidos, sino propuestas para la transformación real de la formación, la incorporación de nuevos perfiles docentes que correspondan a las necesidades de formación, pero también a la mejora de las condiciones de los profesores y a un planteamiento de atención a una demanda de cambio hacia el cuidado del planeta tierra. Es decir, a la construcción de un desarrollo sostenible para nuestro país y para el mundo. Se trata, entonces, de cuestionar que en la construcción de nuevos modelos educativos no caben los mismos docentes y que éstos deberán ser plenamente conscientes de su papel en la transformación de la enseñanza, pero también del cuidado del medio ambiente y de un conjunto de valores implicados en la sostenibilidad.

Introducción

¿Es posible hacer frente a los desafíos que presenta el contexto mundial, en materia de desarrollo sostenible, con los modelos educativos actuales, particularmente los de docencia? El presente trabajo revisa la actualidad y exigencias de éstos y su relación con las propuestas de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, de la ONU, a fin de identificar su implicación en la reconfiguración de los perfiles profesionales, con base en una nueva propuesta para la formación de los docentes que habrán de orientarla.

Desarrollo

México no puede mantenerse ajeno a la dinámica globalizadora ni a las exigencias de una demandante sociedad del conocimiento. Frente a ello, la innovación educativa ofrece una alternativa para entenderla y atenderla, ya que en materia de desarrollo científico e innovación, las IES tienen posibilidades plenas de encabezar esa tarea. Al respecto, la ANUIES ha incorporado el tema de la innovación en su propuesta normativa, como una vía para la transformación de las estructuras institucionales y para incorporar nuevos enfoques pedagógicos, en un marco de flexibilidad curricular. En particular, aquí se subraya la preocupación por propiciar nuevas formas de relación educativa, mediadas por una transformación del papel docente, hacia convertirse en guía del proceso formativo, proceso soportado en acciones de formación más consistentes y diversas.

Actualmente, la ANUIES (2018) busca hacer congruente su propuesta para renovar la educación superior en México -plasmada en su Visión y Acción al 2030-, con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU (Plan de acción compuesto por 17 objetivos, que contienen 169 metas dirigidas a erradicar la pobreza, combatir las desigualdades, promover la prosperidad, fortalecer la paz universal y proteger el medio ambiente). Para la ANUIES, el reto principal está en generar un nuevo proyecto educativo que fortalezca a las IES y ponga en el centro de su quehacer a los estudiantes, atienda de manera prioritaria las necesidades y expectativas de la sociedad e incremente su contribución al desarrollo regional y nacional.

Si bien el concepto de “desarrollo sostenible” proviene de 1987, aparecido en el informe Brundtland de la ONU y se entiende como “aquel que satisface las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer las capacidades para satisfacer las necesidades de las generaciones futuras” (Collazo y Geli de Ciurana, 2017, 132), actualmente resurge notablemente con la preocupación de lograr un mundo más equitativo, incluyente y cuidadoso de la sobrevivencia de las personas y de los recursos del planeta, lo que marca nuevos desafíos para la educación superior.

De esta forma, el liderazgo de las instituciones de educación superior (IES) es fundamental, dado su papel y responsabilidad en el desarrollo de la capacidad de sus graduados para contribuir al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Henríquez, 2018), cuando ponen en práctica acciones dirigidas a la incorporación de sus preceptos en las funciones sustantivas y adjetivas.

Por eso es que, en la perspectiva de buscar la correspondencia, y con el propósito de fortalecer tanto los modelos educativos como la formación de docentes, la ANUIES pone atención en el objetivo 4 de la Agenda ONU, relativo a garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. Una de sus metas pretende, entonces, garantizar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible…, mediante la educación para el desarrollo sostenible y la adopción de estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad entre los géneros, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural y de la contribución de la cultura al desarrollo sostenible…(ANUIES,2018:25). Tal empresa, no fácil de lograr, está basada no sólo en una concepción distinta, nueva, dinámica y osada de la currícula, sino en una visión formadora, a cargo de docentes dotados, también, de una manera diferente y novedosa de aproximarse al conocimiento, compartirlo, discutirlo y continuar nutriéndolo.

Así pues, las exigencias del Desarrollo Sostenible, por un lado conforman un escenario idóneo para desarrollar innovaciones en los modelos educativos y sus diferentes ámbitos, haciendo frente, de esta manera, a los nuevos desafíos; ya que, como señalan Sánchez y Escamilla de los Santos (2018) “es necesario pensar en la innovación educativa como medio para mejorar el aprendizaje y producir cambios positivos en las personas y el entorno” (p. 33). Un modelo educativo innovador debe representar una nueva concepción u orientación de las acciones de formación de profesionales, que impacten todas las funciones de la educación superior. Es decir, no referirse sólo a aspectos académicos, sino implicar otras funciones como la difusión, la investigación, la vinculación con el entorno, relacionadas con lo educativo y con la formación de estudiantes.

Por tanto, coincidimos en que generar nuevos modelos educativos requiere de al menos las siguientes condiciones (Sánchez B., et al., 2017):

  • Incorporar a la docencia universitaria, además del conjunto de conocimientos técnicos, las competencias y capacidades genéricas vinculadas a la transmisión de valores para formar ciudadanos responsables y comprometidos con el Desarrollo Sostenible.
  • Crear ámbitos de conocimiento interdisciplinares para enfrentar el reto de preparar a los profesionales del futuro, demandados por los retos globales.
  • Formar docentes en competencias y capacidades nuevas, a fin de conducirlos a profundizar en el análisis y explicación de las claves del Desarrollo Sostenible.

Por otro lado, el docente se asume como un intermediario entre la propuesta curricular y el alumno, entre el alumno y su relación con el conocimiento, y entre los propios alumnos. En consecuencia, es posible reconocer que la innovación que ocurre en la docencia constituye una tarea inherente a la actividad y al compromiso con la mejora continua de la enseñanza. En ese propósito, se espera la ocurrencia de cambios favorables en la mentalidad del docente, en la organización de su tiempo y en el desarrollo de buenas prácticas, mucho más allá de concebir la innovación como una cuestión exclusivamente tecnológica.

Lógicamente, un docente universitario está formado –suponemos- en los contenidos teóricos, científicos y prácticos de la disciplina que enseña. No obstante, es frecuente encontrar que muchos de los docentes adolecen de la formación didáctico-pedagógica para compartir su conocimiento. Lo deseable, entonces, sería disponer de profesores capaces de cubrir aspectos emocionales, sociales o ambientales y profesionales. Además, una formación proclive a reflexionar en y acerca de su actuar, más allá de contenidos y destrezas fragmentarias de orden normativo (Imbernón, 2000)

En un modelo educativo que se caracterice por su flexibilidad, la idea es articular de manera equilibrada los conocimientos, con los procedimientos y los valores, con la aspiración de formar individuos con pensamiento crítico y capacidad para resolver problemas tanto del ámbito disciplinar como social, mediante una visión inter y transdisciplinaria. De ahí la necesidad de conformar un nuevo perfil docente, alejado de lo tradicional y enfocado en procesos de construcción y participación conjunta con los alumnos. Este docente, con sentido estratégico para la formación de nuevos profesionales apunta a erigirse, más bien, como organizador del encuentro entre el conocimiento y sus estudiantes, aprendices exitosos, planificadores de su aprendizaje y con pensamiento crítico (Díaz y Osorio, 2011).

Lo recientemente escrito corresponde a lo que la teoría señala. Pero, al observar que la innovación pretende atender a demandas sociales de globalización, en el marco de la sociedad del conocimiento o responder a políticas derivadas de organismos nacionales e internacionales, no podemos más que asumir una posición más crítica.

Así, reconocemos que lo común ha sido esperar que el docente “opere” las innovaciones que otros elaboraron y las aterrice en el aula, pese a no tener la suficiente claridad sobre su sentido y operación. Igualmente, él aparece como el principal responsable del cambio esperado, sin haber tenido mayor participación en su diseño ni en la consecuente toma de decisiones de carácter curricular y didáctica. Lo cierto es que el docente no puede ser solamente el ejecutor de un planteamiento pedagógico o técnico. Importa, además, saber cómo aprende el docente a efectuar cambios en sus respectivas prácticas educativas y cómo procede para lograrlo (F. Diaz-Barriga, 2010). En este sentido se debe considerar, de manera fundamental el significado que otorga a sus prácticas de aula.

De manera que, si se pretende innovar en el aula, es preciso reconocer el cambio en la concepción de las prácticas que tradicionalmente ha seguido, en vez de sólo acumular información nueva aplicada con técnicas didácticas “nuevas”. Más bien, cuando se observan transformaciones profundas es cuando se pueden calificar como una verdadera innovación, lo que implica modificaciones en la organización y operación de los diferentes procesos educativos. De ahí la importancia de contar con docentes protagonistas de un ejercicio permanente de pensamiento estratégico, de carácter crítico que trascienda el sentido actual de la docencia. No puede haber en ello, una adopción acrítica, inopinada de políticas, vengan de donde vengan, pero disfrazadas de discurso “innovador”.

Como no es posible sustraernos de los desafíos actuales que tiene enfrente la universidad del siglo XXI, se requiere trabajar para conseguir una mayor apertura hacia el entorno globalizado, así como reforzar nexos con el tejido productivo, al tiempo de modificar la filosofía subyacente a los procesos formativos y propiciar la adopción de nuevos roles por parte del profesorado.

De hecho, la innovación debería formar parte permanente de su actividad. La verdadera innovación docente representa un desafío a la tradición que impacta los procesos y dinámicas de aprendizaje, así como la manera en la que se construye el conocimiento, las funciones de los profesores, la cultura profesional y hasta el ámbito organizativo y funcional de la institución universitaria (López et al,2014).

Modelos educativos, docencia y formación para un desarrollo sostenible

En 1987, la ONU, a través de su Comisión Mundial para el Ambiente y Desarrollo convocó a redactar La Carta de la Tierra, declaración internacional de principios, cuyo contenido describiera los principios fundamentales para el desarrollo sostenible. La Carta de la Tierra enfatiza en la protección medioambiental, los derechos humanos, el desarrollo igualitario y la paz, como principios interdependientes e indivisibles.

En el capítulo sobre Democracia, No Violencia y Paz (Carta de la Tierra, s/f), propone como precepto integrar en la educación formal y en el aprendizaje a lo largo de la vida, las habilidades, el conocimiento y los valores necesarios para un modo de vida sostenible. Tales propósitos obligarían, entre otros, a:

  • Brindar a todos, especialmente a los niños y los jóvenes, oportunidades educativas que les capaciten para contribuir activamente al desarrollo sostenible.
  • Promover la contribución de las artes y de las humanidades, al igual que de las ciencias, para la educación sobre la sostenibilidad.

El tema del desarrollo sostenible, si bien coincidimos en que debe ser tratado desde los primeros niveles de la educación formal, en este documento se va a revisar desde la perspectiva formativa en educación superior, por las implicaciones directas en el ejercicio de los docentes.

Hay aceptación en el hecho de que la educación superior debe formar a sus futuros profesionales con información muy clara respecto de lo que significa vivir en un mundo sostenible, además de asumir actitudes congruentes con el valor que ello representa. Entre los fines de la educación, en general y, particularmente de la superior está la educación formal de jóvenes para dotarlos de las herramientas que les ayuden a enfrentar los desafíos del desarrollo sostenible como alternativa a otras corrientes cuyos intereses van más por el lado comercial y de la explotación que del desarrollo pleno de la humanidad.

De ahí que se vislumbre desarrollar una “formación para la sostenibilidad” (Escámez et al, 2017:177), para entender cómo abatir la vulnerabilidad, la desigualdad, la exclusión y la violencia que, paradójicamente, ha traído el crecimiento económico y la riqueza. Los modelos económicos y de consumo derivados de tal crecimiento son los causantes de buena parte del deterioro medioambiental, del calentamiento del planeta y el advenimiento de múltiples desastres naturales. En paralelo se han desatado graves manifestaciones de intolerancia religiosa, cultural, de movilizaciones políticas y conflictos raciales.

Frente a ello, queda la educación, como vía para la construcción de nuevos modelos de desarrollo, basados en el respeto por el medio ambiente, en la promoción de una cultura de paz, con sentido de inclusión y de justicia social. En suma, en un marco humanista para el desarrollo económico, más que utilitarista.

La educación, entonces, tiene que ser el eje de transformación, donde el actor protagónico sean el docente. Un nuevo docente que promueva un aprendizaje orientado al desarrollo sostenible, soporte de un mejor futuro, reflejado en temas como disminución radical de la pobreza, defensa de la equidad de género, promoción de la salud, respeto a los derechos humanos y a la diversidad cultural, producción y consumo responsables, etc.

Entonces, en el marco de los ODS, particularmente en relación con el objetivo 4, referido a la educación, cabe subrayar el papel de las universidades y los universitarios quienes, mediante el aprendizaje de valores, actitudes y habilidades pueden ser gestores importantes de la sostenibilidad que bien pueden alcanzar para aprender y enseñar a respetar la dignidad humana, la igualdad de derechos, la solidaridad social y la responsabilidad para asegurar un futuro en paz a la humanidad.

En el Informe de 2015a de la UNESCO, “Replantear la educación, ¿hacia un bien común universal? (Escámez et al, 2017:184) se propone la forma de generar una educación responsable para la gestión de un mundo sostenible, a partir de varios elementos:

  • “Aprender a aprender” y la adquisición de competencias.
  • Reconsiderar la elaboración de los planes de estudios.
  • Una educación inclusiva.
  • La vinculación de la educación con el empleo
  • Sistemas abiertos y flexibles de aprendizaje a lo largo de toda la vida.
  • Replantear la educación cívica en un mundo diverso e interconectado.
  • Cambiar la dinámica de la cooperación internacional.
  • La calidad en la profesionalización de los docentes.

En relación con este último, es obvio que se requiere propiciar la formación y profesionalización docente de calidad, como parte de las políticas educativas. Porque para garantizar una educación promotora de la sostenibilidad urgen docentes conscientes de la importancia de entender la diversidad, de formar estudiantes que sepan convivir, proteger y mejorar el medio ambiente. Esos nuevos profesores deben asegurar un entorno respetuoso, pero para lograrlo, también se les deben ofrecer condiciones laborales y personales atractivas, dotadas de estabilidad, con salarios dignos y perspectivas profesionales interesantes.

Conclusiones

Para concluir este ensayo de la carta de la tierra subrayaré que la educación en México no puede mantenerse al margen de la globalización ni ignorante o desentendida de las orientaciones de organismos internacionales como la UNESCO, que apoyan la construcción de propuestas orientadoras para el desarrollo, en este caso de la educación y la toma de decisiones que en lo particular han planteado mejores escenarios y, en el concierto internacional han permitido una mejor convivencia y comunicación entre los países.

Es así que propuestas para desarrollar una educación innovadora advierte sobre nuevas rutas para entender la dimensión de las transformaciones que requiere nuestro país en el diseño de modelos educativos para atender las necesidades de formación de los profesionales del Siglo XXI. En ese marco, y de manera impostergable, entender y atender la formación de un nuevo tipo de docente, que mantenga congruencia con los modelos educativos y que, además sea agente de cambio y promotor permanente del fortalecimiento de las instituciones educativas.

En esa medida, ese nuevo sujeto tendrá el perfil, el interés y la capacidad para formar parte del equipo humano responsable de generar un desarrollo sostenible y de formar generaciones de nuevos profesionales convencidos de su papel en ese propósito.

El diseño de nuevos modelos educativos, con todos los elementos que los componen, orientados a cumplir con una visión de sostenibilidad, no puede concretarse si no es en un escenario donde se combinen varios factores: el elemento humano de calidad, la disposición de cambiar, la convicción de profesionalizar al docente y la certeza de que la misión de la educación superior consiste en formar seres humanos más conscientes de su potencial de transformación hacia un mundo más justo, más informado, con capacidades para generar soluciones y enfrentar retos actuales y futuros.

Los universitarios participantes de nuevos esquemas educativos, con docentes adscritos a modalidades innovadoras y promotoras de la sostenibilidad, gozarán de las capacidades que les garanticen un mejor tipo de vida, cobijados siempre por los valores que la sustentan.

Referencias Bibliográficas

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  2. Collazo, L. y Geli de Ciurana, A. (2017). Avanzar en la educación para la sostenibilidad. Combinación de metodologías para trabajar el pensamiento crítico y autónomo, la reflexión y la capacidad de transformación del sistema. Revista Iberoamericana de Educación, 73, 131-153. Recuperado de https://rieoei.org/RIE/issue/view/20/vol%2073
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08 December 2022
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