Relación y Distinción entre la Razóny la Fé

La razón y la Fé

La fé y razon son dos formas de convicción que subsisten con más o menos grado de conflicto, o de compatibilidad. La fe generalmente es definida como fundamento en una creencia, como una convicción que admite lo absoluto. Mientras que la razón es fundamento en la evidencia, lo cual aproxima el objeto de fé a la idea del mito. En realidad, cada una tiene su propio ámbito de realización. Según San Pablo Segundo ll, en su enciclica Fides et ratio (1998), la fe y la razón (fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad.

Relación entre la razón y  la fé

La relación del cristianismo con la filosofía viene determinada, ya desde sus inicios, por el predominio de la fe sobre la razón. Esta actitud queda reflejada en el ‘Credo utintelligam’ de San Agustín, tributario en este aspecto del ‘Credo quia absurdum est’ de Tertuliano, y que se transmitirá a lo largo de toda la tradición filosófica hasta Santo Tomás de Aquino, quien replanteará la relación entre la fe y la razón, dotando a ésta de una mayor autonomía. Sin embargo, esa relación de dependencia de la razón con respecto a la fe será modificada sustancialmente por santo Tomás de Aquino. La verdad de la razón puede coincidir con la verdad de la fe, o no.

Santo Tomás rechazará esta teoría, insistiendo en la existencia de una única verdad, que puede ser conocida desde la razón y desde la fe. Ello supone una modificación sustancial de la concepción tradicional de las relaciones entre la razón y la fe. La filosofía, el ámbito propio de aplicación de la razón deja, en cierto sentido, de ser la ‘sierva’ de la teología, al reconocerle un objeto y un método propio de conocimiento.

Fé y Razón en la reflexión filosófica

Una de las adquisiciones más apreciables de la filosofía contemporánea consiste en haber demostrado que el hombre es un ser en situación, es decir, que vive dentro de un marco histórico preciso y definido que lo limita y condiciona. En este sentido, HEIDEGGER ha dicho que el hombre es un ser en el mundo, uniendo con un guión los términos para hacer resaltar que el mundo y el hombre no constituyen dos sustancias aisladas, sino que se compenetran e interfieren recípricamente. Tales afirmaciones coinciden, por ende, en reconocer que la ubicación concreta de un hombre particular incide, de alguna manera en su concepción del mundo. Religión, familia, educación, amistades, etc., resultan ingredientes que condicionan la personalidad del individuo y aunque ello, por otra parte, no implique un determinismo absoluto, dado que la libertad humana puede modificar y alterar los factores de su situación, no se puede desconocer la gravitación de ésta. La filosofía cristiana, cuya noción y realidad ha promovido una serie de interesantes discusiones traduce, de algún modo, ia problemática del ser en situación.

Dado que el hombre entero es quien cree y filosofa, el cristiano no puede desdoblarse,como si una parte creyera y la otra filosofase a su modo en forma autónoma. El hombre no puede, por lo tanto, dividirse en compartimientos estancos, sin conexiones e interferencias entre sí. Queremos simplemente hacer notar que la fe, en el caso que analizamos, sitúa al hombre dentro de un ámbito específico de ideas, cuya vigencia resulta innegable. El cristiano que filosofa, por ende, en tanto que inscripto en una fe libremente asumida por él, no puede negar la influencia de las verdades capitales de su religión.

Si recurrimos a la historia del pensamiento, la actitud de Santo TOMÁS DE AQUINO, tal como la presenta E. Santo TOMÁS fue fundamentalmente un teólogo cristiano preocupado, antes que nada, por comprender la palabra de Dios y los misterios por el revelados. Y mientras que San AGUSTÍN concluye de aquí que Dios es el Ser supremo, algo inmutable y permanente, Santo TOMÁS, superando audazmente esa interpretación, afirma que Dios no es algo,es decir, no es un ente, por sublime y excelso que éste sea, sino el Acto puro de ser. Dios es real, pero sin ser algo, ya que su naturaleza propia consiste simplemente en ser.

Tal postura indica el espíritu mismo que anima a la filosofía cristiana considerada como aquel esfuerzo netamente racional, iluminado por la fe cristiana, para inteligibilizar el universo. Se objetará quizás que tal actitud no es filosóficamente genuina, por cuanto la filosofía constituye la obra propia y perfecta de la razón. La filosofía es indudablemente la obra propia de la razón y no dejará de serlo, aunque ella reconozca la importancia de la Revelación, pues la fe no desnaturaliza la reflexión filosófica, sino que la hace avanzar en su propio terreno, es decir, en el orden estrictamente natural y racional. En este sentido, cabe decir que la fe promueve a la filosofía misma en tanto que filosofía, o sea, a la filosofía entendida como un saber racional acerca de todo lo que es, pues le permite progresar en su ámbito peculiar y sin alterar su propio método.

Por ello, la situación del cristiano, lejos de constituir un obstáculo para el trabajo racional, proporciona al filósofo una eficacia y una fecundidad que, de otro modo, no habría tenido. En este sentido, la idea de creación, revelada por Dios y objeto de agudas polémicas entre cristianos y paganos durante los primeros siglos de nuestra era, afectó radicalmente la especulación misma de los pensadores cristianos, hasta el punto de que la concepción del ser como actus, por ejemplo, propia del pensamiento tomista, sólo pudo surgir, según C. La función rectora de la fe se debe, por otra parte, al hecho de que por ella participamos en la sabiduría misma de Dios. Y si Dios ha comunicado al hombre «las cosas ocultas desde la creación» , el filósofo cristiano debe atender a ellas, porque, incluso, Dios ha revelado también verdades de carácter natural.

Todas las diatribas dirigidas contra las pruebas de la existencia de Dios reposan finalmente sobre la confusión de ambos órdenes. De esta manera, lo religioso resulta específicamente distinto de lo filosófico e irreductible al orden natural.

Distinción entre fé  y razón y colaboración armónica entre ambos

Algunas de sus verdades están al alcance de la razón, y otras la exceden. Algunas creencias nunca podrán ser demostradas por la razón y otras sí, como los preámbulos de la fe.

  1. La razón tiene unos límites: La fé no está contra la razón, sino sobre la razón, y por tanto no se dice que se niega a la razón como si se destruyese a la verdadera razón, ‘sino que la cautiva en obsequio de Cristo’.  El objeto proporcionado a la razón humana no son las realidades espirituales, sino las realidades sensibles. La razón humana, por tanto, tiene unos límites, ya que, acerca de Dios y de las realidades espirituales sólo tenemos un conocimiento indirecto e imperfecto.
  2. La razón y la fé se distinguen: Hay ciertas verdades acerca de Dios que sobrepasan la capacidad de la razón humana, como es, por ejemplo, que Dios es uno y trino. Hay otras que pueden ser alcanzadas por la razón natural, como la existencia y la unidad de Dios, etc., que incluso demostraron los filósofos por la luz natural de la razón. Por tanto, en lo que respecta al origen de los respectivos conocimientos, se ha de defender una autonomía de la razón y una autonomía de la fe. Luego hay ciertas verdades divinas accesibles a la razón humana, y otras que sobrepasan absolutamente su capacidad.
  3. No puede haber contradiccion entre la razón y la fé: No se puede defender, tal como hace el averroísmo, una doble verdad, ya que la verdad es sólo una y Dios es la fuente de toda verdad, tanto de la sobrenatural, como de la natural. Las contradicciones entre verdades de fe y verdades de razón son, por fuerza, sólo aparentes
  4. La razón ayuda a la fé: La razón ordena las verdades de la fe en un cuerpo sistemático de doctrina; proporciona datos filosóficos en orden a confirmar y esclarecer las verdades de fe, y, en fin, acude en defensa de estas verdades cuando son atacadas por los filósofos.
  5. La fé ayuda a la razón: Hay muchas verdades reveladas en el cristianismo que, pertenecen también al dominio de la razón. Sto.Tomás opina que, dada la deficiente condición humana, aparece como muy conveniente este apoyo que la razón recibe de la fe. En primer lugar, porque muchos hombres carecen de tiempo y de preparación filosófica suficiente para conocer, de forma rápida y segura, aquellas verdades que les son necesarias para el ordenamiento ético de sus vidas. Y, en segundo lugar una razón que ya apunto S. Agustín -, porque la razón humana está aquejada de una debilidad constante que la lleva continuamente al error. El criterio de la fe, además, sirve al filósofo cristiano de norma constante para librarse del error en sus especulaciones.

 

Separación de la fé y la razón

La unión o colaboración entre filosofía y teología, aspecto fundamental de la especulación en la Edad Media, entra en crisis con Guillermo de Ockham. Esta separación constituye uno de los aspectos significativos del nuevo espíritu de la Edad Moderna, representado por la Reforma Protestante. Lutero, de hecho, es discípulo de Ockham, inaugurando un tipo de fe irracional (fideísmo) opuesto a la mentalidad católica.

La razón no puede alcanzar las verdades de teologica y etica natural: Ockham, consecuente con su tesis «nominalista», niega que la razón pueda dar afirmaciones seguras sobre Dios, sobre la inmortalidad del alma y sobre la ética, en contraposición a lo defendido por la filosofía anterior. Solo la fé cristiana nos da las certezas sobre lo suprasencible: La existencia de Dios, sus atributos, la inmortalidad del alma y el orden ético lo conocemos únicamente porque así está revelado en la Biblia. Ockham defiende el voluntarismo divino: el bien y el mal no son exigencias de la naturaleza humana, sino libres decretos de la voluntad divina. En resumen: la razón adquiere plena autonomía en el campo de lo sensible, por una parte, y la fe adquiere plena autonomía en el campo de lo suprasensible, por la otra. La separación es, pues, total.

24 May 2022
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