Ritos Funerarios Realizados En La Antigua Grecia
Introducción
Los griegos creían que, al morir una persona, se separaban su cuerpo y su espíritu y que este se dirigía al Hades, el reino de los muertos o inframundo. El camino que las almas debían recorrer era secreto y solo el dios Hermes era conocedor de ellos, por ello era él quien acompañaba a las almas en su viaje. A esta categoría de dioses que conducían a las almas se les conoce como psicopompos. El camino atravesaba el río Leto, el río del olvido, y la laguna de Estigia, donde esperaba Caronte, el barquero que conducía a las almas a la otra orilla.
Desarrollo
Los ríos y lagunas forman una parte fundamental en el Hades, ya que eran el límite natural entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Tras llegar a la orilla, las Puertas al Hades estaban defendidas por el perro de Hades, Cerbero (según Hesíodo, hijo de Tifeo y Equidna y el devorador de carne cruda), con cincuenta cabezas, fuerte e implacable. Al entrar, el muerto era juzgado por la trilogía de jueces formada por Minos, Radamantis y Éaco, que decidan los castigos para los condenados. El dios del inframundo era Hades (hijo de Cronos y hermano de Zeus y Poseidón).
También conocido como Plutón y siempre estaba acompañado de su mujer, Perséfone (hija de Deméter y Zeus), la cual fue raptada por el propio Hades mientras recogía flores en un prado acompañadas de ninfas, de Atenea y de Artemisa. Ambos recibían sentados en sus tronos al difunto. Muestra de esto, tenemos el Ánfora de Orfeo (Imagen 1), en la que se representa al héroe ante Hades y Perséfone tras bajar al inframundo en busca de su amada Eurídice. Finalmente y tras escuchar la música de Orfeo, Perséfone convence a su marido para que les deje volver al mundo terrenal.
Por otra parte, el cuerpo del difunto se quedaba en el mundo terrenal y era el que recibía el rito funerario o kedeia. Se distinguen tres pasos: la prothesis o exposición del cadáver, la ekphora o levantamiento del difunto, el cortejo fúnebre, y finalmente el entierro. Después, se organizaba un banquete. La prothesis transcurría el día del fallecimiento. Primero se cerraban sus ojos y boca en el caso de que los tuviesen abiertos para el momento del velatorio; después el cuerpo se limpiaba con agua de mar y se perfumaba; y se envolvía con un sudario. Todas estas labores eran realizadas por mujeres de la familia del fallecido.
El velatorio tenía lugar en la misma casa del difunto, una vez ungido el cadáver en aceite. A su alrededor, había cuencos con agua para purificarse, lécitos (vasos de cerámica estrechos generalmente de color blanco) y mujeres llorando la pérdida del difunto (podían ser o familiares o plañideras contratadas explícitamente para esa labor). Además, se colocaban monedas o en los ojos o debajo de la lengua para pagar al barquero Caronte y que el alma del difunto partir hacia el infierno. Para saber si se había producido un fallecimiento, solo se tenía que comprobar si en la puerta se encontraba una rama de ciprés o un mechón de pelo.
Gracias a la cerámica griega, podemos comprobar que había dos maneras de expresión de lamento ante el fallecimiento: las mujeres, colocadas más cerca del cadáver, tenían las manos alzadas y se las llevaban a la cabeza; y los hombres, alejados del cuerpo, tan solo levantaban una mano como despidiéndose del muerto. Además, de los lamentos de los familiares y amigos, también se contrataban músicos profesionales o therenos para entonarlos. El día después del deceso tenía lugar la ekphora o cortejo fúnebre.
El cuerpo del difunto se trasladaba desde su casa hasta el cementerio por medio de un carruaje (si los familiares pertenecían a la clase noble) o llevado a hombros por los nekrophoroi, que eran hombres contratados para dicho trabajo. A diferencia de la prothesis, el número de hombres era mayor en este cortejo. El camino hasta la tumba podía ser acompañado por flautistas, de nuevo contratados para entonar los lamentos. Una vez en el campo santo, se realizaban libaciones en honor del difunto y a los dioses de los muertos.
En la tumba, señalada con una estela funeraria, se colocaban guirnaldas, cintas, de nuevo lécitos, frascos de perfume (que tenían un significado de inmortalidad) y ofrendas. Respecto al enterramiento y los ajuares funerarios, si era hombre se enterraban ánforas de asas en el cuello y armas junto a él, y si era mujer se depositaban ánforas de cuello en la barriga, joyas y ruecas junto a ella. Además, durante el rito del entierro, podían tener lugar sacrificios animales en honor al fallecido. Finalmente y tras la celebración del entierro, los familiares se daban un baño para poder purificarse y la casa.
Que había sido el lugar donde se veló al difunto, tenía que ser barrida (incluso los restos de dicha limpieza podían ser depositados junto a la tumba). De esta manera, los familiares quedaban alejados de la muerte. En los relatos de la mitología se recogía que los dioses se mantenían alejadas de los mortales, por lo que por este hecho, algunos de los sacerdotes, que estaban unidos de una manera u otra con el dios, tenían prohibido entrar en la casa del difunto y visitar su tumba.
Conclusión
Cabe destacar que el cadáver no tenía que ser enterrado únicamente; también se podían llevar a cabo otros métodos funerarios como la incineración o la cremación del cadáver. Transcurridos tres días después del enterramiento, los familiares del difunto se encargaban de organizar un banquete en honor a su familiar recientemente fallecido. Tenía lugar en la casa de la familia y podía ser repetido en días destacados, como el día nuevo o el día treinta.