Robinson Crusoe Y El Contexto Colonial

Para entender el concepto de la novela como una alegoría del colonialismo británico, es útil resaltar las ideas del académico Brett Mcinelly analizadas en su ensayo «Expanding Empires, Expanding Selves: Colonialism, the Novel, and Robinson Crusoe» , donde afirma que Robinson Crusoe tiene muchas características del contexto colonial. Estas características están relacionadas con la espacialidad, la religión, la economía y la psicología de las relaciones. El nuevo espacio no solo expande la posesión de un nuevo territorio, sino también que impulsa el emprendimiento y puede producir un tipo de autorreflexión muy particular y que no es fácil de lograr en la sociedad «civilizada» (considerando este calificativo discriminatorio indirecto desde una perspectiva de superioridad colonialista). A nivel religioso, en la novela hay un despertar de la necesidad de apoyo divino, es un despertar espiritual que se usa incluso como una fuerza interna de aliento en el desafío de supervivencia, y que posteriormente se aplica como un medio de someter y convertir a la fe a los no-europeos (1). Así es como Crusoe es el fundador de un nuevo reino que él gobierna con absolutismo y que reclama en nombre del cristianismo e Inglaterra (Edward Said cit. en Mcinelly 2). En la película, el Robinson de Buñuel si bien sigue este patrón de dominancia religiosa a nivel político-social, a nivel interno presenta dudas de la utilidad de la religión en ese entorno, como cuando dice que las palabras de la Biblia carecen de significado, que el mundo es una escoria, y que «yo mismo carezco de propósito» (Buñuel Robinson Crusoe 41:59). En el aspecto económico, Mcinelly argumenta que la novela es una promoción de la expansión del comercio, derivada de las ventajas de explotar tierras lejanas basadas en la buena relación entre conquistadores y pueblos indígenas, desde el rescate de Crusoe y el posterior regreso a la isla «fulfill Defoe’s colonial vision by connecting the island to England and the commercial world through trade» (1, 13). La película de Buñuel si bien no cubre esta parte de la historia, aborda el tema del emprendimiento industrial para producir bienes de uso práctico y que se relaciona con su individualismo. A nivel de psicología y relaciones sociales, tanto la novela como el filme muestran una individualidad de Crusoe marcada por el afán de dominio, ya que una de las primeras cosas que Crusoe le enseña a su criado Viernes a decir es «Master», o «Amo», indicándole que ese era el nombre por el cual debería dirigirse a él (Defoe 174; Buñuel Robinson Crusoe 56:57). Estas características del colonialismo británico que se reflejan en la novela se ponen en práctica en un proceso impulsado por la individualidad de Crusoe y su herencia de una agenda geopolítica expansionista.

La individualidad es un concepto que está presente en la novela de Defoe y en la película de Buñuel como una experiencia que se define gradualmente en términos de dominio, ya sea sobre la naturaleza o sobre otros. En la trayectoria de la experiencia colonialista de Crusoe, al principio, él se domina a sí mismo para luego así puede dominar su propio destino. Esta es la preparación y metodología que le permite dominar a los demás ya que teniendo dominio sobre otros se adquiere un poder donde también se dominan las contingencias económicas de la vida (Mcinelly 6). Así es como Crusoe está fortaleciendo su dominio, y esto también va acompañado de su sentido de importancia personal, ya que de la manera colonial más auténtica, es autonombrado con varios altos cargos de autoridad como «lord of the whole manor,» «king or emperor over the whole country which I had possession» (Defoe 109), «Master» (174), «Generalissimo» (224) «Governour» (225) , y muchas otras designaciones prestigiosas de poder político, económico y militar que de alguna manera u otra también son recogidas en la versión fílmica.

En conclusión, se puede afirmar que el Robinson Crusoe de Buñuel contribuye a apreciar el lado subjetivo del producto paranoico de la soledad del aventurero. Esta visión se puede ampliar gracias al ensayo de Brett Mcinelly, para comprender la novela y las acciones de Crusoe como una alegoría extendida de las ideas del colonialismo británico. Y en su conjunto, cruzando información de la novela, la película y el ensayo, se configura una visión más rica, donde se puede ver cómo con el motor del individualismo se puede activar un microcosmos de algo muy inherente a la condición humana, como la necesidad de superar la falta de interacción social, y también, de un microcosmos donde se imponga la agenda de la expansión colonial británica. Todo esto contribuye a tener una experiencia de mayor disfrute y la correspondiente mayor comprensión de una novela que durante siglos se mantiene como una de las más notables de la ficción británica.

Buñuel confirma que si bien en la película hay sueños y alucinaciones no se trata de un «Robinson ‘a la Buñuel’» ya que «en general, me atuve a los hechos principales del libro» (Buñuel cit. en Pérez Turrent y de la Colina 73) y logrando hacer una película de aventuras. Pero si bien a nivel superficial Robinson Crusoe es una historia de aventuras muy adecuada para el cine comercial de Hollywood, Buñuel también supo poner su cereza en el postre. Sin alejarse del espíritu y estilo de Defoe, conversa de algún modo con el original y ofrece su propia visión de la historia, sus propias visiones del mundo y la sociedad, o de como a él le gustaría que fuera dándole incluso un giro de esperanza multicultural. Este Crusoe de Buñuel, que es símbolo de un entorno y creencias esencialmente burguesas de la época, actúa inicialmente de una manera totalmente explotadora, cruel e inhumana hacia Viernes, un indígena, un «otro» socialmente inferior. Pero más tarde comprende que la confianza y la camaradería son esenciales para la supervivencia de hombre sin distinción de razas ni colores (Edwards 9). Buñuel dice que, si bien al principio su Robinson no se fía del «otro», del «salvaje», «imbuido de su superioridad, pero al final llegan a la gran fraternidad humana… ¡Vuelven a sentirse orgullosos de ser hombres! Espero que esta intención se note» (Buñuel cit. en Bazin y Doniol–Valcroze).

En resumen, se trata de una adaptación donde la originalidad de su puesta en escena radica no en una plasmación visual de la historia novelada, sino en la virtud de hacer cine tomando el texto literario de base y haciendo una relectura atenta y una interpretación creativa para generar una reescritura inteligente. Según Sánchez Noriega, genios creativos como Orson Welles y Luis Buñuel «no recurren a textos literarios por incapacidad de crear los suyos propios, sino que son creadores que emplean como medio de expresión el cine y que beben en las fuentes de la literatura por el lugar que esta ocupa en la historia de la cultura» (66). En su trabajo de adaptación hay un reconocimiento del genio autoral primigenio y aunque se modifique o se trasforme en el producto final hay un respeto hacia el estilo original del texto. Esa fidelidad al estilo es lo que tiene el Robinson Crusoe de Buñuel, y que demuestra una búsqueda para «encontrar el equivalente cinematográfico de la escritura literaria, que es donde tendría que radicar el objetivo de cualquier acercamiento por parte del cine a un texto literario» (Pérez Bowie loc. 362). O como bien dice Bazin en su defensa de la adaptación, que «el cine impuro no era el cine que vampirizaba las demás artes, sino el que planteaba un diálogo con ellas», que así como «la traducción palabra por palabra no sirva para nada, y que la traducción demasiado libre nos parezca condenable», el diálogo que establece Buñuel con Defoe a través del tiempo intertextual tiene el sello de la buena adaptación cinematográfica que restituye «lo esencial de la letra y del espíritu» (116) del Robinson original. Pero, además, tiene la firma buñueliana de calidad en un viaje que se inicia en la literatura y que se expresa en un palimpsesto cinematográfico que demuestra que lo importante más allá del origen de las cosas es a dónde las vamos a llevar. 

17 August 2021
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