Rudolf Arnheim: Pensamiento Visual y la Percepción Sensorial
Para Rudolf Arnheim (1969), el abuso del lenguaje puede conducir al bloqueo de la creación y la intuición, dificultando la capacidad de resolución de problemas. El lenguaje resulta útil para nombrar lo que ya ha sido percibido o aprehendido, pero no dota al individuo de un contacto inmediato con la realidad. En la cultura occidental, el pensamiento, al estar mediado por el lenguaje, se basa en una estructura semántica. La percepción de la realidad está mediada por una serie de conocimientos de tipo descriptivo, lo que conduce inexorablemente a una lógica lineal. Se busca un sentido unívoco de las cosas, la respuesta única a qué, cómo, cuándo y por qué.
Propone otras formas de aprehender la realidad a través de la percepción sensorial, centrándose concretamente en la vista. Estudia la relación entre percepción, pensamiento e inteligencia y propone una nueva forma de relacionarse con el mundo menos basada en el lenguaje. La continua retroalimentación entre los estímulos visuales y el intelecto facilita las tareas cotidianas y potencia las habilidades creativas. Afirma que “toda percepción es también pensamiento, todo razonamiento es también intuición y toda observación es también invención” (Arnheim, 1954). Basándose en algunos ejemplos relevantes de la historia del arte y en las concepciones de la psicología gestáltica, realiza un estudio sobre la percepción, las imágenes mentales, la abstracción y las diferentes miradas posibles para un mismo estímulo. Sus conclusiones sobre cómo se puede proyectar y ordenar los conceptos, presentándolos mediante la creación de artefactos visuales, para después percibir y reelaborar estas ideas con mayor claridad son la base de las técnicas del pensamiento visual. La utilidad práctica de los conceptos es también fundamental en su concepción del aprendizaje. La representación de las ideas ayuda a interconectarlas y relacionarlas con el mundo real, pero para que esto ocurra, estas ideas han de estar dotadas de relevancia para el aprendiz.
La concepción filosófica de Arnheim parte de una crítica al rechazo de la percepción como fuente de conocimiento de los modelos idealistas y racionalistas. Aborda este rechazo a la información sensorial desde la perspectiva de la historia de la filosofía, partiendo de Parménides y la escuela eleática, pasando por Platón, quien, en el mito de la caverna desdeña la percepción porque, a su entender, excluye el pensamiento. Para Platón todo lo que existe en el plano sensorial, el mundo sensible, es un reflejo del mundo ideal, inteligible y abstracto. Este mundo de las ideas es el verdadero, y estas ideas se proyectan en el mundo sensorial de manera parcial e incompleta debido a las limitaciones de los sentidos. Por lo tanto el conocimiento basado en la percepción directa no conduce a la verdad, no es un verdadero conocimiento. La visión platónica desdeña asimismo el arte porque se basa en los sentidos. Posteriormente analiza la visión aristotélica, empirista, que descarta esta concepción dual del mundo. Para Aristóteles, la percepción es la etapa previa a la abstracción, que consiste en el paso de lo particular a lo general. A partir de la experiencia singular se construye un sistema ideal que permite el conocimiento de lo universal. Se trata de un orden lógico de las cosas donde la percepción de un objeto conduce a la idea del mismo. Por ejemplo, al percibir una mesa, se accede al concepto mismo de mesa, se aprehende la idea de mesa). Esto implica la existencia de un medio informe y un conjunto universal que lo impresione. Por lo tanto no hay cabida para lo singular, para el accidente. Sin embargo la percepción es clave en la visión de la realidad y posibilita el conocimiento del mundo (Arnheim, 1969).
Para Arnheim, la percepción es inherente al pensamiento y por tanto a la inteligencia. La sensibilidad ante el medio es lo que dota de inteligencia a las personas. Concibe la actividad perceptiva como un continuo en el que la percepción y el pensamiento actúan de manera recíproca: son, al tiempo, causa y efecto. Al recibir un estímulo visual, el percipiente, por medio de su aparato cognoscitivo, construye un percepto, esto es, una idea formal, un concepto. El origen de este concepto es cultural, procede de la experiencia adquirida. Los estímulos recibidos se simplifican por este procedimiento, que es inconsciente, de manera que esta generalización resulta útil para el desenvolvimiento diario. Estas imágenes conceptualizadas permiten, por ejemplo, concebir un automóvil en la lejanía a partir de un estímulo visual que en realidad es una imagen más pequeña de este objeto, pero que el aparato cognoscitivo convierte en la imagen habitual que se tiene del mismo (Arnheim, 1969). La conceptualización es por tanto un proceso inconsciente que surge de la percepción y la influye al tiempo. Los elementos del pensamiento presentes en el proceso de percepción y los elementos de la percepción presentes en el pensamiento se complementan. Hacen de la cognición un proceso unitario y continuo que avanza desde la adquisición básica de información sensorial hasta los conceptos teóricos más generales.
Para abordar la inteligencia en relación con la percepción visual, Arnheim define tres maneras de afrontar la observación y el pensamiento ante una misma información sensorial. Para ello analiza la relación del objeto que se percibe con su contexto, en relación con el proceso de conceptualización. Utiliza ejemplos pictóricos relevantes para ilustrar cada una de estas actitudes.
- La mirada cotidiana: Es la actitud más común. Consiste en aislar el objeto para percibirlo en un estado puro, fuera de su contexto y no alterado por éste. Lo que ocurre habitualmente es que la mente tiende a la descontextualización. En estos casos se sintetiza el concepto en su estado más simplificado, se evocan imágenes eidéticas que, en el caso de ser plasmadas en dibujos, darán lugar a artefactos visuales que poseen una capacidad de representación universal mayor que la de la propia imagen. Cuando se percibe un objeto de esta forma, se abstrae a un nivel máximo de generalidad. Esto resulta especialmente adecuado para aquellas situaciones en las que se requiera del manejo físico de los objetos. En estos casos, las variaciones del contexto no son relevantes y no es necesario tenerlas en cuenta a nivel de visión o percepción. Para ilustrar esta actitud analiza la serie de obras de Renè Magritte “La traición de las imágenes” (1928-1929). Se trata de pinturas figurativas en las que el objeto, una pipa, aparece totalmente descontextualizado. Se produce la abstracción en su máximo nivel de generalidad posible, hasta representar la imagen inmutable de una pipa. Y sin embargo, resulta una engañifa. Como indica el artista en su inscripción “Ceci n’est pas une pipe” (esto no es una pipa), el objeto desprovisto de contexto, sobre un fondo neutro no evoca las situaciones que ese mismo objeto podría evocar en su entorno habitual (Arnheim, 1969).
- La mirada pictórica: Se produce cuando los aspectos contextuales del entorno son de tal interés para el perceptor que el sujeto agudiza su percepción para captarlos en su máximo detalle posible. Se trata no sólo de no aislar en objeto, sino de fundirlo con el contexto, de modo que las características de ambos se confundan. El contexto físico del objeto lo dota de sus atributos. Cuando se trata de representar la imagen bajo esta mirada, se perciben detalles del contexto, así como luces y sombras o colores para tratar de reproducir algo semejante a lo que se percibe mediante la vista. Este es el enfoque artístico de los impresionistas, que dan prioridad a las condiciones del entorno, del contexto, frente a la forma y los atributos del objeto. Un claro ejemplo se encuentra en el cuadro de Claude Monet “El parlamento de Londres, rayo de sol en la niebla”, de 1904. La atmósfera de la niebla típica de Londres impregna toda la imagen y la silueta del edificio aparece difuminada, pero lo más importante es que el objet0 toma los atributos del contexto, y aparece pintado en unos colores que nunca le corresponderían aisladamente. El contexto ha dotado al objeto de sus atributos (Arnheim, 1969).
- La mirada creativa: Se produce cuando el objeto percibido se analiza desde múltiples puntos de vista, tratando de tener en cuenta todas sus posibilidades. Se trata de cambiar su sentido, buscando nuevas utilidades e interpretaciones. En estos casos, el objeto revelará su identidad en multitud de apariencias posibles (Arnheim, 1969). Es lo que sucede en la obra picassiana, cuando la mirada se fragmenta, los puntos de vista se entremezclan y todos los objetos aparecen finalmente dispuestos en el mismo plano. Esto requiere de un trabajo consciente de análisis, abstracción y reconstrucción de la realidad.
El análisis de la percepción se aborda desde una perspectiva temporal, enlazando el momento pasado con el presente. El acto de la percepción se divide en dos partes, que en realidad conforman un todo. Arnheim diferencia la percepción directa de la indirecta. Define la percepción directa como la recepción de un estímulo concreto en un determinado contexto temporal y espacial, mientras que la percepción indirecta sería el conjunto de las imágenes mentales relacionadas con ese estímulo directo de que dispone el sujeto. Cuando se recibe un estímulo puntual en una situación dada, el individuo no se limita simplemente a captar el mundo exterior a través de su sistema sensorial, a ver lo que captan sus ojos. Muy al contrario, en ese momento se pone en marcha un mecanismo de la memoria que revive infinidad de actos pasados y situaciones similares (Arnheim, 1969). Cuando se percibe un objeto determinado en una situación concreta, el cerebro acude de inmediato a la imagen mental de este objeto. Esta imagen puede proceder de la idea que el individuo se ha formado a raíz de las experiencias personales del pasado o bien de una idea del objeto previamente aprehendida mediante la instrucción o el estudio. Este proceso mental asociado a la percepción se hace plausible a través de los denominados huecos visibles.
Cuando una secuencia de estímulos visuales queda interrumpida, la mente es capaz de rellenar esos instantes mediante la imaginación, de modo que el relato mental desencadenado por la percepción continúe de una manera coherente. Esto se ejemplifica con una sencilla animación de un rectángulo que recorre un camino, un circuito lineal cerrado que estará interrumpido en un pequeño tramo. El rectángulo móvil representa un tren que circula por una vía y el circuito la propia vía (percepción indirecta). Cuando llega al tramo interrumpido desaparece para reaparecer al cabo de unos segundos. En ese instante el estímulo desaparece, como registran los sentidos del observador, pero esa ausencia temporal de percepción directa ha sido rellenada por la mente. La percepción indirecta ha rellenado un hueco, una ausencia real de estímulo mediante un proceso mental, asociando estos instantes al paso del tren a través de un túnel, algo imaginario pero que dota de continuidad y coherencia a este proceso mental.
Las imágenes del pensamiento se estudian a través del dibujo. Arnheim clasifica estas imágenes en diseños internos y externos. Se recurre al diseño externo cuando se dibuja directamente del natural, tratando de reproducir lo que se percibe. Por el contrario, al dibujar de memoria, se acude al diseño interno, que está formado por imágenes eidéticas que se encuentran grabadas en la memoria del dibujante. Se evocan conceptos de los objetos que, pese a que son fruto de un proceso de abstracción, no han sido desposeídos de sus detalles. Al realizar un dibujo de memoria se tienen en cuenta todas las particularidades del objeto, lo que en ocasiones requiere de la inventiva y la imaginación para de nuevo rellenar huecos.
Arnheim atribuye forma a algunos conceptos abstractos tales como pasado, presente y futuro, democracia, juventud o matrimonio feliz. Una serie de sujetos investigados utiliza pictogramas comunes para referirse a los mismos. Así, la juventud se puede representar por una espiral creciente que simboliza el constante autodescubrimiento o por un árbol en crecimiento, mientras que la felicidad se representa por el símbolo matemático de la suma. Esto confirmaría su afirmación de que incluso estas ideas pueden expresarse mediante imágenes.
El pensamiento visual también rebate el paradigma empirista de la abstracción. Aunque esta corriente parte de la afirmación de que el origen del conocimiento es la experiencia, la concepción lockiana de las ideas abstractas se fundamenta en una separación de las circunstancias individuales (p. eje. un lugar y un tiempo) concomitantes con las ideas particulares, para dar lugar a las ideas universales (el concepto de hombre, árbol, etc.), lo que para Arnheim supone incurrir en el error de desvincular lo concreto de lo abstracto. Esta visión histórica del proceso de abstracción no tiene en cuenta que los estímulos sensoriales y las imágenes mentales se desarrollan conjuntamente. La abstracción hace uso de los sentidos y éstos forman parte así de lo abstracto.