Simón Bolivar Y La Importancia De Un Juramento
Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad: Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procónsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes groseros; pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectibilidad definitiva de su razón, bien poco, por no decir nada.
La civilización que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquí todas sus fases, han hecho ver todos sus elementos; más en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo.
¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!
Simón Bolívar
Desde milenarios tiempos, el hombre ha acudido al juramento. Podríamos afirmar también que el hombre es el único ser de la naturaleza capaz de llevar a cabo la acción de jurar.
La manifestación del juramento contiene una promesa, mediante la cual se declaran una serie de hechos, cuya verdad u obligatoriedad busca ser respaldada a través de la invocación de algo o a alguien, que la persona que jura considera sagrado. El juramento también puede recaer sobre la negación de una cosa o sobre la promesa de realizar algo. El juramento posee dentro de sus principales características: el ser un acto público y poseer un carácter solemne. No puede tampoco negarse que algunos juramentos decisivos para la humanidad pueden haberse realizado en secreto, pero para efectos de esta conferencia nos concentraremos solo en el juramento público.
En cuanto a la tradición de acudir al juramento como forma de obligarse a cumplir una promesa u obligación, encontramos que tanto griegos como romanos juraban por todos sus dioses, al igual que por los dioses que eran importados, de los diferentes pueblos y culturas que eran sometidos a su imperio, en cada una de sus conquistas.
Posteriormente, en tiempos del imperio romano, la historia conocería también, la obligación que adquirieron los ciudadanos romanos de jurar sumisión a sus emperadores, a quienes se les empezó a adorar como dioses, pero con la salvedad de que en muchos casos este juramento era utilizado como una forma de adulación. Esta tradición de realización de juramentos públicos, sería tomada también por los monarcas cristianos, quienes realizaban un juramento al momento de recibirla investidura de su dignidad suprema. Mediante la utilización del juramento se buscaba poder ofrecer una garantía de cumplimiento de sus deberes políticos con respecto a su pueblo. De igual manera correspondía a los súbditos en asambleas públicas, manifestar su juramento en señal de garantía de la fidelidad al monarca.
Pero esta historia sobre la importancia pública y solemnidad del juramento, no ha fenecido aún, ya que pervive hasta nuestros días, ocupando un lugar destacado dentro del campo jurídico, en donde encontramos que el juramento se divide en asertorio y promisorio. Estos a su vez se encuentran subdivididos en simples o solemnes, judiciales o extrajudiciales
En cuanto al juramento asertorio o afirmativo se refiere encontramos que en este “se afirma o niega la verdad de algún hecho pasado o presente”. En el caso del juramento promisorio tenemos que este se refiere a la comisión de hechos futuros, siempre que estos sean posibles. El juramento que se ha tomado en consideración, en esta oportunidad, fue elaborado y pronunciado por un joven de 22 años de edad, en una tarde veraniega del año de 1805. Imaginamos que aquel día este joven, dio un suspiro lento que pareció prolongarse en el tiempo, hasta inscribirse en lo más profundo de la historia de un continente aún sometido a las cadenas del imperio español. Sus pocos acompañantes quizá anodados por la expresión vigorosa de este indómito joven, escucharon atentos las palabras ofrecidas al viento del Monte Sacro; histórico y magno aquel instante en que el joven preguntó: ¿Conque este es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Trajano? Decaían como figuras endebles los magnos personajes, mencionados por los sonrosados labios de aquel mozuelo latinoamericano. Segundos más tarde exclamaria ante Simon Rodriguez: ¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español! Bolívar sueña, proyecta, realiza. Desde nuestro parecer Bolívar proclama aquí el silogismo fundamental en la historia de todo hombre: soñar, proyectar, son premisas. La acción es la consecuencia. Sin ella, la vida de Bolívar hubiera sido un raciocinio inconcluso. No fue así. Fue hombre completo. Coronó el silogismo proclamado en su juventud, el silogismo básico y guía en que debemos inspirarnos los jóvenes. Un silogismo que hace grandes a los hombres y a los pueblos. Soñar, proyectar y realizar.
Nunca antes un juramento fue tan importante para la historia de todo un continente. Nadie ha puesto en duda este episodio del juramento, que de hecho fue confirmado por el propio Bolívar en una carta de 1824, donde recordaba a su maestro aquella promesa: «¿Se acuerda usted cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la Patria? Ciertamente no habrá usted olvidado aquel día de eterna gloria para nosotros»
Lo que se ha puesto en duda a través de la historia es el contenido exacto de las palabras pronunciadas, pronunciadas en aquel definitivo juramento. Por ejemplo, el filósofo colombiano Fernando González en su libro Mi Simón Bolívar expresó: “Esa vulgaridad que llaman discurso o juramento en Roma, no es de Bolívar, sino del doctor Manuelito Uribe, quien la hubo de Simón Rodríguez, el cual lo construyó cuando ya estaba chocho. Bolívar dijo en el Monte Sacro: «Te juro, Rodríguez, que libertaré a América del dominio español y que no dejaré allá ni uno de esos carajos. Eso fue todo» (González, 1930, pág.82).
En el momento de realizar su juramento junto a Bolívar, se encontraban sus amigos Simón Rodríguez, quien entonces tenía 36 años y Fernando Rodríguez del Toro, de 32 años de edad. Hasta el ahora ninguno de los testigos, controvirtió que el juramento del Libertador, no estuviese lleno de ese contenido enérgico que se ha extendido a lo largo de la historia. Hasta ahora, es innegable que la gesta de nuestra independencia se inició con este símbolo de invocación a un espíritu que nunca más en su vida volvió a dar descanso a su brazo, ni reposo a su alma.
Bibliografía
- Correo del Orinoco (La artillería del pensamiento) (2016) El Libertador le envió carta a su maestro Bolívar a Rodríguez: Usted formó mi corazón para la libertad y la justicia.
- Caracas. Venezuela. Recuperado de http://www.correodelorinoco.gob.ve/bolivar-a-rodriguez-usted-formo-mi-corazon-para-libertad-y-justicia/
- GONZÁLEZ, Ochoa Fernando, Mi Simón Bolívar (Lucas Ochoa), 1930), Recuperado de https://www.otraparte.org/fernando-gonzalez/ideas/1930-bolivar.html
- LEAL, María José, (2013) El Juramento en el derecho probatorio. Recuperado de http://www.clubensayos.com/Temas-Variados/El-Juramento-En-El-Derecho-Probatorio/913261.html
- URIBE, Angel Manuel, Juramento pronunciado por Bolívar en Roma el 15 de agosto de 1805. (1884) Recuperado de
- http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/buscador/spip.php?article939
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