Sobre El Consumo De Alcohol En Adolescentes Y Jóvenes Del Iucre En El 2019
Introducción.
El objetivo de esta investigación es conocer las relaciones que existen entre jóvenes y adolescentes del IUCR en el año del 2019 para observar si tienen ya sea variables escolares, sociales o familiares que la relacionen al consumo del alcohol. En esta investigación fue realizada por medio de una investigación mixta. Consiste en encuesta y trabajas previos relacionados a este. La muestra se conformó por los estudiantes de ambos sexos del IUCR de edades entre 15 y 19 años de edad. Al utilizar la encuesta y la investigación considerando el alumno y su grado.
Y para el análisis se utilizaron graficas las cuales explican que el 66% de los alumnos que consumen alcohol. Los resultados mostraron que el apoyo social es el primer factor que impulsan al consumo de alcohol de jóvenes y adolescentes y el segundo es un factor externo que es por gusto o experimentar el tercer factor es a través del autoestima escolar o familiar de forma negativa y el cuarto factor es uno familiar ya que en ocasiones la misma familia impulsa a consumir alcohol. También se obtuvo un resultado positivo ya que en este problema es cuando la familia se apoya más y también existe un apoyo social o comunitario. Con este trabajo se pretende crear acciones para disminuir el consumo de alcohol a temprana edad.
Desarrollo.
Los vínculos de las humanos con el alcohol es desde hace mucho tiempo atrás que han permitido a los humanos tener manifestaciones muy diferentes cuya valoración y significado social se extiende hasta la fecha. Asimismo hombres y mujeres han tenido y tienen distintos vínculos con el alcohol, tanto en sus vertientes positivas como negativas. En nuestro país el alcohol es la sustancia psicoactiva cuyo consumo está más extendido no solo entre la población general sino también entre los y las estudiantes de 14 a 18 años, según datos recientes de la Encuesta Domiciliaria sobre Alcohol y Drogas en España.
La capacidad de esta sustancia para crear dependencia física y psíquica, tolerancia y adicción es muy alta, y los daños que provoca su consumo abusivo son tales que ya se considera un problema de salud pública que afecta a nivel mundial. Es más, no solo constituye el tercer factor de riesgo para la salud, cuyos efectos se relacionan con la aparición de graves problemas psicológicos y psicosociales, sino que también explica la muerte de 2,5 millones de personas al año. En la población más joven supone un total del 9% de las muertes que se producen entre los 15 y 29 años.
A pesar de lo ampliamente extendido que está su consumo en nuestra sociedad, esta extensión no se distribuye azarosamente sino que depende de variables personales y sociales, todas ellas ampliamente estudiadas por la literatura especializada. El consumo de alcohol puede ser particularmente relevante durante el periodo de la adolescencia y la juventud: las conductas de riesgo son parte de la conducta exploratoria unida a la identidad juvenil y beber puede formar parte de la socialización que lleva a los y las jóvenes a asumir roles adultos.
El significado y la importancia del alcohol puede variar en función de la edad, por lo que es particularmente importante examinar las variaciones en el uso del alcohol relacionadas con la edad y las respuestas que se dan a las intervenciones en el ámbito de la salud pública. En la adquisición de estilos de vida uno de los períodos más críticos y decisivos es la adolescencia, momento en el que los cambios psicológicos y contextuales son intensos y variados, a la vez que es la etapa en la que chicos y chicas alcanzan más autodeterminación a la hora de decidir cómo, dónde y con quién salir, y entre estas posibilidades se encuentra la opción del consumo de sustancias psicoactivas.
Pues bien, a tenor de los datos más recientes procedentes de encuestas estatales se registran altas tasas de consumo de ciertas drogas (y más concretamente alcohol) en la adolescencia, en la franja de edad de 14 a 18 años, con la consiguiente reducción de la sensación de riesgo. Estamos asistiendo desde hace años a un incremento de dicho consumo por parte de la población juvenil en forma de borracheras, o de consumos de alcohol concentrados en pocas horas para alcanzar un cierto nivel de embriaguez.
No existe aún consenso acerca de la denominación de este patrón de consumo intensivo (binge drinking, heavy episodic drinking, risky single-occasion drinking, heavy sessional drinking, consumo concentrado, atracón, etc. ni tampoco en cuanto a su definición. La expresión más típica, aunque no única, de este fenómeno es el botellón, que en realidad no es más que una de las formas de consumo de alcohol en la que los y las jóvenes se reúnen en grupos, adquieren bebidas en variados establecimientos y las consumen en los espacios recreativos del fin de semana, de manera prioritaria en la calle.
Los estudios confirman la reducción progresiva en la edad de inicio en la práctica del botellón, situándose en la adolescencia, en torno a los 13 años. De hecho, las diferencias a favor de la población más joven se hacen muy notables cuando se valoran los consumos de tipo intensivo, p.e., las borracheras, donde aparece una prevalencia anual más elevada. Asimismo, se confirma el hecho de que las nuevas generaciones han llegado a niveles de consumo elevados en menor número de años, lo cual constituye un importante problema de salud.
Todo esto suele unirse a una falsa percepción sobre los efectos negativos derivados del consumo al sobredimensionar sus aspectos positivos. Este consumo intensivo de alcohol es, sin duda, uno de los muchos cambios socioculturales que reflejan las modificaciones en los estilos de vida de adolescentes y jóvenes surgidas en las últimas décadas. En la sociedad asturiana el consumo de bebidas alcohólicas es una práctica fuertemente arraigada. Datos recientes indican que la mitad de la población afirma que ha tomado alcohol en el último año y un 40,4% señala que lo ha consumido también en el último mes.
En el caso de los y las menores este consumo también se encuentra muy extendido, no resulta una excepción. En nuestra comunidad autónoma se declaran prevalencias de consumo superiores a las de los/as jóvenes españoles. Por otro lado, interesa destacar que existen datos empíricos que ponen de manifiesto la existencia de diferencias significativas en las repercusiones del alcohol en la salud de hombres y mujeres. Así, consumiendo la misma cantidad de alcohol, las mujeres registran niveles de alcoholemia superiores a los hombres.
Esto es debido a que las mujeres absorben y metabolizan el alcohol de manera diferente a los hombres, tienen menos enzimas metabolizantes del alcohol, más tejido graso y menos sangre y agua, lo que provoca que, ingiriendo la misma cantidad de alcohol que los hombres, su concentración de alcohol en sangre sea mayor. Otra particularidad que afecta a las mujeres es el hecho de que los daños del abuso de alcohol tienen en ellas una evolución mucho más rápida.
Además, las chicas que consumen cantidades elevadas de alcohol tienen cinco veces más probabilidad de comenzar tempranamente las relaciones sexuales y tres menos de usar preservativos, lo que puede dar lugar a graves problemas, entre ellos embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual y síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). Ahora bien, en general la prevalencia del consumo del alcohol sigue siendo mayor en hombres que en mujeres, y las diferencias relativas aumentan cuando se hace referencia a consumos más frecuentes o intensivos, salvo la excepción de las intoxicaciones etílicas en las que esta diferencia de prevalencia según sexo se percibe menos e incluso se invierte a favor de las mujeres en algunos grupos concretos de edad.
Se constata que los varones son quienes buscan la borrachera en mayor medida y presentan en conjunto mayor prevalencia de impulsividad disfuncional que las mujeres, lo que puede ser un factor de riesgo para el consumo intensivo de alcohol y el posterior progreso hacia trastornos de consumo de alcohol y otras drogas, ya que estos no asocian su consumo con la posibilidad de desarrollar un proceso adictivo.
Varias investigaciones realizadas en nuestro país muestran las diferencias significativas entre hombres y mujeres respecto al consumo de drogas, sin embargo, la perspectiva de género no ha sido incorporada a las investigaciones epidemiológicas y, consecuentemente, a las políticas que se vienen aplicando en los ámbitos de la prevención y asistencia de las drogodependencias. Un error muy frecuente a la hora de hacer frente a los riesgos y problemas que entraña el consumo de drogas consiste en considerar a la población como un todo homogéneo, en el que domina la perspectiva masculina.
Recientemente han comenzado a desarrollarse investigaciones que han prestado una especial atención al género, interpretado desde perspectivas constructivistas y post-estructuralistas, superando así su análisis como mera variable biológica. Concretamente, la perspectiva constructivista ha destacado el carácter construido del género poniendo de relieve la influencia del sistema sexo-género que, a través de una socialización diferencial, refuerza la creencia de una definición desigual y complementaria para hombres y mujeres.
Por su parte, la aproximación post-estructuralista parte de las premisas anteriores, pero las supera, afirmando que el género no sólo es construido a través del proceso de socialización diferencial de varones y mujeres y expresado coherentemente, sino que el género es un «hacer», una «performance», que consiste no sólo en reproducir la norma de género, sino en verificar la propia identidad y hegemonía de género a través del castigo hacia los/as otros/as que transgreden las fronteras del patrón predominante en cada sociedad.
Los trabajos que abordan la perspectiva de género permiten superar la simple comparación de datos provenientes de ambos sexos e impregnan nuevas miradas que ayudan a establecer otras preguntas e interrogantes, a la vez que abren paso a nuevas metodologías. En el ámbito de las drogodependencias la mirada dicotómica del sexo también está ampliándose a nuevas visiones más comprensivas sobre los factores sociales que llevan a hombres y mujeres a usar y abusar de las distintas drogas de una manera diferente.
Conclusiones.
La investigación epidemiológica, aunque aporta información sobre las diferentes pautas de consumo entre ambos sexos, expresa poco acerca de los motivos y las creencias que llevan a las personas a usar unas sustancias y no otras, y a las diferencias que existen entre hombres y mujeres en cuanto a formas de consumo se refiere.
Incluir la perspectiva de género supone añadir a los modelos epidemiológicos la comprensión de la situación de los hombres y las mujeres desde los propios contextos en los que usan y abusan de determinadas drogas. Aquí el género es una perspectiva metodológica, un modo de conocimiento de la realidad social que permite comprender la diferencia y acercarnos a las situaciones de desigualdad.
Esta perspectiva metodológica requiere del uso de técnicas, fundamentalmente de tipo cualitativo. Desde esta visión comprehensiva que permite la metodología cualitativa, se ha diseñado el presente estudio, con el fin de analizar las 23 pautas de consumo de alcohol de las y los menores y jóvenes del concejo de Oviedo. Hemos optado por utilizar una técnica de carácter cualitativo como son los grupos focales, dado que constituye una de las estrategias más idóneas para acceder a los mundos sociales de jóvenes y adolescentes.
Estos grupos facilitan la recogida de información en profundidad sobre aspectos relativos a las opiniones, percepciones, motivaciones, etc., y la comprensión de los diferentes sentidos que dan menores y jóvenes al consumo de drogas. Asimismo, permiten el conocimiento de experiencias vitales y el análisis de la influencia de los contextos sociales, económicos y culturales en los significados asociados al uso de drogas. Es por tanto una investigación hecha no sólo sobre las personas adolescentes sino con ellas, que dejan de ser objetos de la investigación para convertirse en protagonistas de la misma.