Anorexia Nerviosa, Como Afecta A La Población Femenina

La anorexia nerviosa es una enfermedad psiquiátrica caracterizada por una restricción de la ingesta de energía que conduce a un peso corporal peligrosamente bajo, un miedo intenso al aumento de peso, alteraciones de la imagen corporal y deficiencias en la percepción de las implicaciones potencialmente mortales del estado demacrado. En el Manual diagnóstico y estadístico actual de los trastornos mentales, quinta edición (DSM-5), la anorexia nerviosa se clasifica en la sección de ‘Trastornos alimentarios y de la ingestión de alimentos’, junto con otras condiciones como pica, trastorno de rumiación, trastorno de ingesta de alimentos restrictivos, trastorno por atracón y bulimia nerviosa (American Psychiatric Association, 2013), (Phillipou, Castle & Rossell, 2018). Puede afectar a personas de todas las edades, sexos, orientaciones sexuales, razas y orígenes étnicos; sin embargo, las adolescentes y las mujeres jóvenes adultas son población de mayor en riesgo. La anorexia nerviosa motiva restricciones dietéticas severas u otros comportamientos de pérdida de peso, como purgas o actividad física excesiva. La calidad de vida es pobre y la carga que recae sobre las personas, las familias y la sociedad es alta. (Zipfel, Giel, Bulik, Hay & Schmidt, 2015)

Los marcadores neurocognitivos de la anorexia nerviosa incluyen dificultades de cambio de conjunto, es decir, dificultades para cambiar entre diferentes tareas y poca coherencia central, (preferencia por el procesamiento local, centrado en los detalles, sobre el global – panorama general). Tanto la etapa de la enfermedad como la duración y la gravedad afectan el rendimiento diario (Lang, Lopez, Stahl, Tchanturia & Treasure, 2014), Las personas con anorexia nerviosa también tienen dificultades en el procesamiento socioemocional, mostrando sesgos atencionales, reconocimiento, regulación y expresividad de las emociones deterioradas, y una pobre teoría de la mente. Estas dificultades están presentes tanto en el estado enfermo como después de la recuperación. Los estudios longitudinales prospectivos de niños con un alto riesgo familiar de trastornos alimenticios sugieren que algunas vulnerabilidades cognitivas neurocognitivas y sociales están presentes desde una edad temprana (Caglar-Nazali, Corfield, Cardi, Ambwani, Leppanen, Olabintan & Micali, 2014).

Según estudios de neuroimagen estructural, las anormalidades del tejido cerebral se restablecen con la recuperación del peso (Van den Eynde F, Suda, Broadbent, Guillaume, Van den Eynde M, Steiger & Treasure, 2012). Se ha notado un aumento en el volumen de materia gris de la circunvolución de la corteza orbito-frontal medial tanto en adolescentes como en adultos con anorexia nerviosa, que persiste en la recuperación. La corteza orbito-frontal evalúa la calidad y el valor de los estímulos de recompensa, como los alimentos, y está implicada en la regulación de la saciedad sensorial específica. Además, los participantes con anorexia nerviosa habían aumentado la materia gris de la ínsula derecha en comparación con los controles. La ínsula anterior derecha está asociada con el auto reconocimiento y la conciencia interoceptiva. Se necesitan estudios longitudinales en poblaciones en riesgo para evaluar completamente si estos cambios son biomarcadores de la enfermedad. (King, Geisler, Ritschel, Boehm, Seidel, Roschinski & Roessner, 2015), (Frank, 2015)

Con base en hallazgos de estudios de neuroimagen, como PET y estudios de imágenes cerebrales SPECT, se apunta que algunos rasgos temperamentales y de personalidad de la infancia, como la ansiedad, las obsesiones y el perfeccionismo podrían reflejar factores de riesgo neurobiológicos para el desarrollo de anorexia nerviosa. Por lo tanto, la alimentación restrictiva podría ser un medio para reducir el afecto negativo causado por el desequilibrio entre los sistemas serotoninérgicos (aversivos o inhibidores) y dopaminérgicos (de recompensa) (Wierenga, Bischoff-Grethe, Melrose, Grenesko-Stevens, Irvine, Wagner & Kaye, 2014). También se ha resaltado el papel del estrés, el miedo, la ansiedad y el cambio posterior a comportamientos compulsivos o habituales como factores clave en la persistencia de la enfermedad. (Guarda, Schreyer, Boersma, Tamashiro & Moran, 2015), (Walsh, 2013), (Godier & Park, 2014)

Los factores de riesgo del desarrollo incluyen eventos adversos prenatales, perinatales y neonatales adversos, como dismadurez o prematuridad, (Tenconi, Santonastaso, Monaco & Favaro, 2015), así como dificultades de alimentación y sueño en la infancia. En la infancia, rasgos de personalidad emergentes asociados con ansiedad, depresión, perfeccionismo y espectro autista han sido identificados como factores de riesgo para la anorexia nerviosa (Jacobi, Hayward, de Zwaan, Kraemer & Agras, 2004). La adolescencia se caracteriza por cambios profundos y suele representar el período de primer inicio de la anorexia nerviosa, lo que puede deberse a cambios hormonales y desregulaciones del funcionamiento de neurotransmisores, la madurez cerebral y los factores genéticos (Herpertz-Dahlmann, Seitz & Konrad, 2011).

El género femenino ha demostrado ser población de riesgo para la anorexia nerviosa. “El aumento de la anorexia nerviosa en los países de bajos y medianos ingresos sugiere que las transiciones culturales asociadas con la industrialización, la urbanización y la globalización podrían estar asociadas con el riesgo ambiental para la enfermedad, debido a la adopción del estilo de vida occidental, como los hábitos nutricionales y el ideal ‘delgado’” (Herpertz-Dahlmann, Seitz & Konrad, 2011), (Jacobi, Hayward, de Zwaan, Kraemer & Agras, 2004).

También es necesario tomar en cuenta una comprensión psicoanalítica, la cual propone que: “La alimentación constituye el vínculo primordial madre-bebé. La función alimenticia es un organizador central del psiquismo. Al nacer, se encuentra en un estado de desamparo, de manera que su supervivencia depende de otro; a quien el bebé deberá pedir a través del grito y el llanto para obtener la satisfacción de sus necesidades. Pero ese otro es un ser hablante; dentro de un sistema simbólico (palabras) y obligará al bebé (sin lenguaje) a expresar en forma de significante sus propias necesidades. El hambre es un fenómeno experimentado por todo ser humano que es percibido por cada individuo en forma diferente. El significado simbólico de la comida puede ser entre muchas otras, una forma de control, de llamar la atención o de desafío hacia los padres. La comida puede servir como defensa en el proceso de asumir la edad adulta y la responsabilidad. En ocasiones puede significar una solución a problemas emocionales” (Bárcena, 2004).  

11 July 2021
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