Budismo En La Diplomacia Actual Entre China É India
Actualmente, el budismo cuenta con aproximadamente 470 millones de seguidores en el mundo (Berkley Center, s.f.). Además, es reconocido como la gran filosofía asiática, debido a su origen y propagación en la región. El Congreso del Partido chino determinó que el budismo es originario de India, sin embargo, China ha generado el expansionismo de ésta religión al sudeste asiático y Japón, evidenciando el rol que China busca tener dentro del mundo budista, ya que puede ayudar a crear una sociedad armoniosa (Mathur, 2018). El presente artículo da a conocer el papel que ha tenido la religión como influencia en la política exterior, centrándonos en el budismo como herramienta de soft power, específicamente en el caso de China-India.
La religión en el mundo y en la disciplina de las Relaciones Internacionales
El fenómeno religioso históricamente ha estado presente en la vida política y pública, sin embargo, se ha ido desplazando de su origen institucional debido al proceso de modernización. La ruptura del modelo religioso promovió el distanciamiento de las relaciones entre religión, Estado y sociedad (González, 2010). Sin embargo, la religión es un actor que participa en el orden internacional como estrategia de soft power[footnoteRef:1], aunque en su origen este término no se asociaba a la religión (Díez, 2018), actualmente es un elemento relevante en las políticas exteriores. Debido a su incidencia en la conducción de la diplomacia, la religión actúa como un puente facilitador del entendimiento entre naciones (Saddiki, 2015). Joseph Nye, creador del término soft power, observa la religión en las relaciones internacionales como herramienta de poder persuasivo y alude a que puede ser un arma de doble filo, donde su poder de influencia dependerá de quien lo maneja (Gözaydın, s.f.). Jeffrey Haynes menciona que el soft power religioso incita a los actores a modificar su comportamiento político (Öztürk, 2019); el cual tiene dos vertientes, la cooperación y/o la competencia, donde ambas pueden ejercer una gran influencia política (Haynes, 2010). [1: Capacidad de un actor – por lo regular un estado – para influir en las acciones y/o intereses de otros actores a partir de la atracción y la persuasión de sus medios culturales e ideológicos (Haynes, 2010). ]
Desde el desarrollo de las RI como disciplina académica, éstas emergieron sobre la base de que, factores como la etnicidad y la religión no tienen cabida dentro del desarrollo de un Estado moderno, terminando por desterrar la variable religiosa dentro de sus estudios. Esto llevó a la religión a ser integrada a los estudios culturales, sin tomar en cuenta su gran incidencia presente dentro de los tomadores de decisiones gubernamentales influidos por sus creencias y prácticas religiosas (Chávez, 2015).
El factor religioso fue delegado por el pensamiento moderno como parte de la “cultura”, sin tomar en cuenta su valor dentro de la conducción de la política interior y exterior de un Estado. Sin embargo, más adelante, surge la necesidad de reconocer la religión como pilar constitutivo en la disciplina de las RI (Dosdad, 2006).
Soft Power como diplomacia pública en China-India
Para entender el desarrollo del budismo en China e India nos enfocaremos en la diplomacia cultural y el soft power, puesto que la diplomacia cultural sirve como un recurso de soft power para los estados en su política exterior. La diplomacia cultural es el uso de la cultura – religión – como un mecanismo de diplomacia, en vista de que los países crean características a partir de la cultura para expresar una imagen internacional y a partir de ella ganar influencia y configurar las relaciones bilaterales (Scott, 2016).]
Tanto China como India ven al budismo como herramienta para potenciar su soft power. La importancia de la religión en India se ha visto en aumento por la búsqueda de revitalizar la tradición religiosa e incorporar al budismo como una fuerza cultural. Mientras tanto, China ve al budismo como un medio para apaciguar el descontento presente en la región del Tíbet dentro de territorio chino y también como herramienta para incrementar su influencia en regiones cercanas a través del acceso a organizaciones budistas (Ranade, 2017).
El budismo en India
India tiene de la oportunidad de demandar legitimidad en su promoción de la diplomacia por una variedad de razones. Por ejemplo, siendo el país de origen de la fe budista; así mismo, posee una gran variedad de lugares de importancia para el budismo, como el Bodh Gaya, Sarnath y Nalanda, y además India proyecta una imagen como protector budista de los perseguidos, como es el establecimiento del Dalai Lama en Dharamshala (Kishwar, 2018).
El primer ministro Modi mencionó que es momento de tomar en cuenta el potencial del budismo como soft power en la estrategia de sus relaciones exteriores. Un ejemplo son las declaraciones de Modi sobre Buda, donde públicamente aceptó al Buda como reformista, ocasionando que el hinduismo, siendo la religión predominante de India, absorbiera el mensaje budista, creando un budismo hindú (Scott, 2016). En el 2015 se inauguró la “Iniciativa hindú-budista para evitar conflictos”, organizada con el objetivo de hacer hincapié en la relación compartida entre budismo e hinduismo como una oportunidad de beneficio y crecimiento mutuo en vez de rivalidad (Kishwar, 2018).
En otro aspecto, India cuenta con 7 de los 8 sitios budistas con mayor importancia en el mundo, por lo que busca crear un “Circuito Budista” con el objetivo de ser uno de los principales vínculos con los países del sudeste asiático. La presencia geocultural del budismo soft power ha facilitado la misión de India de quitar a Sri Lanka y Myanmar del panorama chino, y así mismo reforzar la cooperación de seguridad con Mongolia, Vietnam y Japón (Scott, 2016).
El budismo en China
Bajo el actual liderazgo, China utiliza el budismo como herramienta para añadir soft power a sus relaciones diplomáticas mediante la inversión de edificios e instituciones. Esto se ve reflejado en la creación de la Academia de Budismo Nanhai, que busca promocionarse como la versión china de la Universidad de Nalanda en India. Por otro lado, Patrick Mendis, comisionado de la UNESCO, mencionó que la construcción de la Torre de Loto en Colombo, Sri Lanka, por parte de China, tiene significado simbólico en el budismo, y es un mecanismo para que China cree una estrategia permanente y pacífica de soft power hacia el mundo exterior (Dorjee, 2018).
Es evidente que China busca, tácticamente, a través budismo, extender la popularidad del budismo chino y a su vez mostrar una imagen armoniosa que aumente la incidencia China con sus vecinos religiosos para así convertirse en el centro de la unión regional bajo la visión china (Scott, 2016).
Budismo como herramienta cooperativa
Como se mencionó previamente, el budismo se ha convertido en un medio de diplomacia cultural basada en la fe, renovando el interés de Asia por fortalecer los vínculos entre el este y el sur de Asia. Centrándonos en el caso China-India, se reafirma que la cultura budista ha generado lazos históricos, provocando un constante intercambio cultural entre ambos actores y el establecimiento de una relación bilateral. Esto se evidencia mediante las declaraciones del director chino de la Administración Estatal de Asuntos Religiosos, Ye Xiaowen, y el anterior ministro de asuntos exteriores de India, Somanahalli Krishna, donde ambos resaltaron que el budismo ha sido un puente de comunicación efectiva entre ambos países, un símbolo poderoso que representa su historia compartida (Scott, 2016).
Un ejemplo de cooperación budista realizado entre ambas naciones, es el caso del monje budista chino Xuan Zang, que llegó a India en 600 d.C. y se estableció en Gujarat, India (Estado natal de Modi). Cuando el presidente de China Xi Jinping es invitado por el primer ministro de India Modi a Gujarat en 2014, se generó una relación estrecha histórica y cultural mediante esta figura budista, debido a que Xuan Zang representa el símbolo conductor hacia la diplomacia China-India. Posteriormente, se acordó un proyecto bilateral sobre el Templo del Caballo Blanco – el primer templo budista en China – el cual actúa como símbolo precedente de intercambios culturales (Scott, 2016).
Budismo como herramienta de competencia
El despliegue competitivo del budismo hace relucir la latente división en la frontera disputada entre China e India. Así mismo, se puede observar como ambas naciones utilizan al budismo como soft power en sus interacciones diplomáticas en países como Nepal, Sri Lanka y Myanmar. Hacia el este, India usa el budismo como nexo cultural-civilizacional en sus relaciones con Vietnam, Mongolia, Corea del Sur y Japón, con el motivo de equilibrar la incidencia china en la región. En contraposición, los intereses de China están en los incentivos económicos que fluyen hacia esos 4 países budistas (Scott, 2016).
Como caso ilustrativo, tenemos la disputa del Tíbet, siendo un problema donde la religión y la geopolítica dividen las relaciones sino-hindú. Cuando el XIV Dalai Lama huye en 1959 a India, genera el establecimiento de la Administración Central Tibetana como gobierno desterrado en Dharamsala, donde renuncia al liderazgo político, pero continúa como el símbolo de la causa tibetana. El rol de India como santuario para líderes budistas tibetanos, que huyen por el control de China se asienta en el 2000. Nuevamente se ve con el 17º Karmapa, que huye a Dharamsala, provocando un descontento chino, ya que se oponen a que India genere el resguardo de estos líderes a costa de desafiar la posición China (Scott, 2016).
Finalmente, la competencia por influir en la región también se da por medio de las organizaciones budistas. Por ejemplo, China, en el FBM[footnoteRef:4] se presenta ante el panorama internacional como el protector mundial budista; y mediante este foro, construye un perfil que busca potencializar en el mundo el budismo chino por encima del budismo Theravada y el Tibetano (Scott, 2016). En cuanto a India, tenemos la IBC[footnoteRef:5], donde busca proyectar al mundo que India es el líder y la cuna del budismo. En la reunión preliminar del IBC, se abstuvieron de tener delegados chinos, por la presencia del Dalai Lama, provocando aún más la fricción entre las relaciones sino-hindú (Scott, 2016).
Conclusión
Podemos observar que las religiones (en este caso el budismo) a pesar de su destierro temporal dentro de la disciplina de las Relaciones Internacionales, silenciosamente, nunca han dejado de incidir dentro del panorama internacional. Esto se puede ver ilustrado en el uso del budismo como soft power en China e India para entablar y crecer sus relaciones bilaterales, pero también como un medio de competencia regional, donde ambos están buscando obtener el liderazgo del mundo budista para así tener una mayor influencia en las acciones e intereses dentro de la región.
En palabras de Joseph Nye: “Las grandes potencias intentan utilizar la cultura para crear soft power que mejore su imagen pero esto no es siempre fácil de vender si es inconsistente con su realidad doméstica” (2011, p. 89-90).
Referencias
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