Clase Media: Estructura Social de España
La clase social no se mide sólo estudiando la renta de la persona, como se suele pensar. Los factores principales que se tienen en cuenta para establecer las clases sociales son: los ingresos; el prestigio profesional y la posición en la escala de poder; y la posición ante los medios de producción. Además, existen otros aspectos sociológicos y antropológicos como el sexo, origen, estilo de vida y consumo, la cultura…
Entre 1950 y 1975, las clases sociales en España experimentaron un gran cambio. En los años 50, el país estaba dominado por una amplísima clase baja que representaba más de la mitad de la sociedad española. Ésta estaba formada, fundamentalmente, por asalariados agrarios, pequeños propietarios del campo y obreros poco cualificados. También se encontraba una reducida clase media y una reducidísima clase alta, compuesta por las élites políticas del régimen franquista, aristócratas y grandes fortunas. Por tanto, mis abuelos maternos de pequeños pertenecían a esa amplia clase baja, donde apenas las cosechas les daban para el autoconsumo. Al instalarse en Madrid con el taxi, aumentó su nivel de vida pero siguieron perteneciendo a la misma clase social.
A partir de los años 80, en la estructura social de España surgió una creciente nueva clase media de trabajadores “de cuello blanco”, sobre todo en las grandes ciudades, a la que pertenecía alrededor del 50% de la población. Mis abuelos paternos pertenecían a esta nueva clase social ya que mi abuelo era el jefe de Correos en el Sahara (se consideraría trabajador de cuello blanco).
Si diferenciamos las clases sociales en baja, media y alta; la clase media actualmente sería tan amplia que habría que separarla en clase media baja y clase media alta. La clase media alta no vive con un estrés permanente por quedarse sin empleo o dejar de percibir los ingresos extras del mes. Además según la media, deben al banco entre dos y tres préstamos (hipotecario o personal), pero su preocupación no está en su capacidad de pago, sino en mantener el nivel de gastos y de comodidades que tienen. Por tanto, mis padres y yo actualmente perteneceríamos a la clase media alta, ya que ellos tienen un trabajo fijo y, además, seguro porque al ser funcionarios del Estado no tienen la preocupación de que su empresa pueda quebrar y quedarse sin ingresos. No tienen esa incertidumbre laboral que pueden llegar a tener las personas con “trabajo fijo, pero no seguro” en las épocas de crisis.
En cuanto a la educación, mis abuelos -que sólo pudieron adquirir los estudios básicos- hicieron todo lo posible para que mis padres tuvieran los estudios que ellos no pudieron tener. Mis bisabuelos maternos, que tenían escasos recursos, no veían la importancia de la educación y por eso, animaron a sus hijos a dejar los estudios para que les ayudaran a trabajar. Los padres que son analfabetos (mis bisabuelos maternos) se conforman con que sus hijos aprendan simplemente a leer y escribir; y, por el contrario, los padres que alcanzaron estudios superiores (mi bisabuelo paterno) quieren que sus hijos también lo hagan, ya que al haber pasado por ello saben que la educación es importante para su formación como profesional y como persona.
Por tanto, está claro que las probabilidades que tienen los hijos de alcanzar un nivel educativo más elevado se incrementan a medida que aumenta el nivel educativo de los padres. Todos deberíamos tener las mismas oportunidades de poder estudiar, independientemente de la clase social a la que pertenezcamos. Esto ha ido evolucionando desde la época de mis abuelos gracias a la asistencia obligatoria hasta los 16 años y a las becas para las familias con menos recursos.
Como conclusión, en mi familia las distintas generaciones han evolucionado de clase social. En la posguerra, sobre todo en la familia materna era de clase baja. Conforme hemos crecido las nuevas generaciones, hemos vivido más cómodos y hemos tenido más recursos y oportunidades, además el cambio de mentalidad ha influido la disminución del número de hijos, que hace que se tengan menos gastos. Pero esta disminución del número de componentes de una familia también se debe a la incorporación de la mujer al mundo laboral, que hace que pueda haber dos sueldos en los hogares.