Democracia En Vías De Desarrollov Americano
Introducción.
Considero que como sociedad no hemos sido suficientemente responsables para abrir ciertos debates que resultan absolutamente necesarios. Uno de ellos es el de reconsiderar si los modelos de nación a los que actualmente respondemos resultan capaces de afrontar las problemáticas actuales, particularmente complejas.
A lo largo de la historia, conforme se han desarrollado nuevas tecnologías, nuestro comportamiento ha evolucionado con ellas en distintos campos de aplicación. Sin embargo, dichos cambios no se han visto reflejados en la más esencial de las disciplinas: nuestro actuar sociopolítico. Luego de dos siglos, aún respondemos a instituciones estatales conformadas en el siglo XIX, cuyas prácticas se basan en la tecnología de la información del siglo XV: la imprenta. En dicho contexto, quisiera introducir mi ensayo.
Desarrollo.
Considérese los Estados democráticos sudamericanos: estos evidentemente han fracasado en impulsar el crecimiento de sus respectivas naciones, tanto en términos económicos como en términos de desarrollo humano. Generalizando, uno podría tomarse la libertad de pensar que, sobre todo los países subdesarrollados, hemos delegado muchas responsabilidades en el Estado; no solo alimentando durante décadas Estados ineficientes, sino que aún peor, ejerciendo una ciudadanía inactiva, restricta única y exclusivamente al voto. Resulta casi irónico el hecho que dicha pérdida de las responsabilidades individuales se vio acompañada por un aumento de los derechos políticos; lo cual, lógicamente, nos lleva a cuestionar si las sociedades poseen la aptitud de auto-gobernarse.
Sobremanera, una particularidad de los países emergentes es que sus sociedades se hallan ideológicamente segmentadas, aun cuando responden de modo federal a una única cabeza de Estado. Así, se establece cierta independencia entre la opinión del electorado y el accionar de sus representantes: los gobernantes se vuelven no representativos y por ende la democracia se vuelve una ficción asociada a la representación política. En contrapartida, solo un gobernante que encabeza ideológicamente a su pueblo es capaz de comprender y actuar a fin de sus requerimientos.
Por su parte, hay dos características que atraviesan a la mayoría de las democracias latinas americanas, una es el alto grado de corrupción que en estas se ejerce y otra es la falta de calidad educativa, aun cuando la mayoría de la población se halla alfabetizada. La labilidad en la enseñanza mencionada anteriormente conlleva a que los ciudadanos no puedan discernir una elección conveniente con el más primario de los ejercicios democráticos: el voto.
Si se combina la falta de educación con la irresponsabilidad del electorado, entonces se obtendrán colectividades incapaces de votar propuestas proyectables temporalmente. De hecho, la condena de los Estados democráticos sudamericanos ha sido históricamente su visión cortoplacista. Contrario a lo esperable en que una sociedad debería castigar discursos conformistas, nos dejamos persuadir por propuestas de soluciones rápidas, irrealizables: soluciones que fallan.
Dicho comportamiento, extrapolado a una nación, la condena al fracaso, ya que además, nos inhabilita a desarrollar políticas de gobierno sostenibles en periodos más extensos que el electoral. Es aquí donde me es inevitable plantearme si en contextos complejos la democracia según la conocemos hoy es actor o no de mejora. Se define democracia como “una forma de organización social que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía”. Utópicamente, entonces, la democracia es una forma de organización de Estado en la cual las decisiones colectivas son tomadas por el pueblo mediante representantes.
Los tres valores democráticos son el debate, la discusión y la participación; por lo que parecería incoherente utilizar sistemas democráticos en países donde los ciudadanos no se involucran activamente en los aspectos políticos. A su vez, es notorio que resultara dificultoso asegurar la legitimidad de los representantes en sociedades caracterizadas por una gran diversidad ideológica.
Analícense, por ejemplo, la República Popular China, la cual presenta un crecimiento económico sostenido año a año. Es el país más poblado del mundo y, llamativamente, la potencia económica por excelencia medida según el indicador de Paridad de Poder Adquisitivo. Es una nación unipartidista, gobernada por el Partido Comunista, dividida en cinco regiones autónomas económica, financiera y administrativamente. Estas cinco regiones son consecuencia de una división territorial que surge a fin de que la mayoría de la población de cada región pertenezca a una misma minoría étnica.
Dicha división permite que cada región se halle gobernada por un representante que comprenda sus necesidades y que genere fondos propios para actuar en pro del bienestar de su población; siendo estos representantes electos por la sede central de gobierno del Partido Comunista y no por el pueblo. Tómese en contrapartida a Grecia. Grecia es un país bipartidista, parlamentario y democrático; la opinión pública se halla mayoritariamente polarizada entre los liberales-conservadores y los socialistas-demócratas.
Aunque en menor medida que en los países sudamericanos en vías de desarrollo, la economía griega es inestable e inflacionaria. En 2017, el Ministro de Finanzas Yanis Varoufakis afirmó que si el electorado se opusiese a las medidas económicas tomadas por el gobierno de turno, este no dudaría en ignorarlo; lo cual evidencia que los principios democráticos se ven amenazados.
Del análisis de China y Grecia pretendo demostrar que es posible el progreso sin la democracia como hoy la conocemos y que si esta no evoluciona con el objeto de volverse capaz de responder a las exigencias del contexto, la misma se verá debilitada. No quisiera que se confunda mi postura, no me opongo a la democracia, sino que estoy a favor de ella y en contra de que esta sea erradicada, pero pienso que debemos tener la habilidad de adaptarla a la coyuntura moderna.
Conclusiones.
Por lo anterior, siento que es momento que los habitantes de países inestables política y económicamente nos cuestionemos si el no crecimiento de la nación puede estar directamente relacionado con la ineficiencia de nuestras instituciones políticas, ligada a la perdida de sus capacidades y a la fortaleza nacional que estas revisten. Si descubrimos que la respuesta es afirmativa, entonces será momento de analizar cómo mejorar, dentro de un sistema democrático, la efectividad de la gobernanza. A su vez, defiendo que los ciudadanos debemos reconocer nuestra responsabilidad como agentes de cambio, política y económicamente activos, informados y coherentes. Así, no solo serán nuestras instituciones quienes deban progresar.