Desarrollo Humano, Inclusión Y Primera Infancia: Tres Claves Para El Futuro Educativo
El terreno educativo en El Salvador debe prepararse para el futuro: un escenario con mayor hostilidad en todos sus ámbitos, acompañado por una única e irrepetible oportunidad para la apuesta educativa sin precedentes con la finalidad de generar impacto a mediano y largo plazo de cara al bono demográfico. Las políticas que se adopten desde ahora según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) serán determinantes para garantizar la productividad y bienestar de la población en las próximas décadas, para ello, es necesario procurar una considerable inversión en la primera infancia y en el empoderamiento de las juventudes.
La educación inclusiva como respuesta ante las expresiones de desigualdad, marginación y segregación ocasionadas desde las familias, escuelas y sistema, seguirá adquiriendo más relevancia en los próximos años debido a que las razones que obligan a repensar este rediseño de aula y escuela, continúan apareciendo en menor, igual o mayor intensidad. De modo que es conveniente expandir a nivel nacional y fortalecer el modelo de Escuela Inclusiva de Tiempo Pleno (EITP) como una estrategia y oportunidad para la mejora de la calidad educativa.
La ardua tarea de asegurar los mayores niveles de inclusividad en el sistema educativo no solo se logra a través de la implementación exitosa de dicho modelo pensado en quienes acceden y permanecen de forma regular en la escuela, es menester del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (MINEDUCYT) y de otras entidades gubernamentales establecer una agenda inmediata con enfoque multidimensional basado en la atención acelerada del desarrollo dirigido a cinco grupos identificados como vulnerables por su rezago y particularidades.
De acuerdo al último Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD los grupos que requieren apoyo de manera específica son: a) Jóvenes fuera del sistema educativo y en riesgo de deserción; b) Jóvenes en condición de riesgo (social); c) Jóvenes en transición al mercado laboral; d) Jóvenes rurales; y e) Mujeres jóvenes que no estudian y realizan tareas de cuido. Dar importancia a este segmento poblacional implica también apostar al cumplimiento del cuarto Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS), que busca garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad para promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos y todas.
En primera infancia los ODS han encontrado hallazgos alarmantes a nivel mundial: la educación preescolar es gratuita y obligatoria por lo menos durante un año en solamente 38 países, y, por otra parte, que la niñez de los hogares más ricos tienen casi 6 veces más probabilidades de asistir a un programa de educación de la primera infancia que los de los más pobres. Lo anterior no difiere mucho con nuestra realidad, ya que a nivel nacional el 33.4% de hogares vive en situación de pobreza multidimensional y 4 de cada 10 hogares con presencia de niños y niñas. Se trata de hogares con una niñez sin cuidado de adultos, con baja educación, sin acceso a seguridad social y en situación de subempleo.
En El Salvador (UNICEF, 2018) señala que:
“Es tiempo de apostar e invertir recursos para reforzar los cimientos de su población, enfocándose en los primeros años de vida, que es la etapa donde se desarrollan las capacidades sociales, cognitivas, y emotivas de las personas. Esto solo es posible si se deja de ver a las niñas, niños y adolescentes como un «proyecto del futuro» y se les comienza a considerar como un «proyecto del presente”.
El sistema educativo nacional establece dos niveles para la educación de la primera infancia: Educación Inicial desde el embarazo hasta antes de cumplir los cuatro años y la Educación Parvularia de niños de cuatro a seis años. Y en el contexto de la Política de educación y desarrollo integral para la primera infancia. se diseñó el modelo de educación y desarrollo integral, el cual se implementa mediante dos vías: institucional y familiar-comunitaria. Los cuales deben ser atendidos de la siguiente manera: a) Vía institucional: por centros educativos públicos y privados. Y b) Vía familiar-comunitaria: por círculos de familia.
Por consiguiente, el aumento a la cobertura de atención integral a la primera infancia a través de la vía institucional y la familiar-comunitaria durante los próximos 10 años, permitirá visualizar la eliminación gradual de las barreras que enfrentan los grupos más desfavorecidos, permitiendo en ellos el despliegue de más facultades para participar activamente en los procesos de desarrollo humano, de modo que puedan ejercer sus opciones con libertad e incidir en las decisiones que afectan sus vidas. Lo anterior supone una evidente transformación generacional y no una medida paliativa de la pobreza.
La escuela puede contribuir al desarrollo humano por medio de la adopción de cinco áreas en las que intervienen desde su hecho educativo: educación, equidad, empoderamiento juvenil, convivencia y cultural de paz e inserción económica. Desde su actuar se pueden articular a nivel escolar-comunitario estas áreas con sus respectivas prioridades, fijando elementos claves para una implementación integrada desde la participación de los actores de la comunidad educativa.
En resumen, conviene subrayar que la educación salvadoreña debe replantear en este momento histórico sus fines (Establecidos desde 1996 por la LGE) y su oferta educativa de cara a la proyección que supone los cambios en la estructura demográfica, los fenómenos sociales, las tendencias tecnológicas y la globalización. Considerando como punto de partida la necesidad de priorizar en la política educativa la atención integral de la primera infancia, el modelo de escuela inclusiva y el desarrollo humano desde un abordaje multidimensional.