Dulce Perdición Gracias A La Crianza Violenta De Sus Padres
Introducción
Todos sabían lo que pasaba, todos estaban atentos a este suceso como leones en su primer festín luego de meses; absolutamente todos, menos ella, Diana. Diana era una chica tímida y sensible, gracias a la crianza violenta que recibió de sus padres, por esta razón le resultaba muy difícil confiar en las personas de su alrededor. En ese deprimente invierno de su último año de preparatoria, esta desconfianza, que siempre estaba presente hacia todos, no le funcionó; esta cautela titubeó en el momento más débil de su vida, gracias a los problemas en su casa y la ansiedad que la hizo subir de peso a cantidades indescriptibles, como un cerdo, como varios de sus compañeros de clases le gritaban cuando caminaba por los pasillos de la escuela.
Desarrollo
Estas situaciones la atormentaban diariamente en este último año, aunque el psicólogo de la escuela le había dicho que este sería su mejor año, por un momento creyó que su vida sería así de monótona y tildó de embustero a ese psicólogo, en su mente, pero un 25 de agosto se presentó como un día que nunca olvidaría Diana, el día más colorido, cuando su corazón salto de alegría por primera vez en su vida.
Todo comenzó con una mirada fija hacia su persona en el comedor, realmente sintió como esa mirada taladraba su ser mientras terminaba de comer su almuerzo. Sabía de quién se trataba, casi media escuela hablaba sobre él, sobre su rostro atractivo, su voz gruesa y oscura que te hacía temblar, y una sonrisa endemoniada que según muchas hará que nunca dejes de pensar en él.
En todo el almuerzo había soportado esa mirada, ya había aguantado lo suficiente para quedarse una hora más en aquel comedor. Quedarse ahí sería incómodo, ya que esa mirada punzante la hacía sentir como en un laberinto sin escapatoria. Por ello, Diana agarró sus cosas y se fue a sentar en algún pasadizo de la escuela cerca de un conector para cargar su laptop y terminar sus tareas que no podía terminar en casa. Así paso media hora más de tranquilidad hasta que, sintió como alguien se sentaba a su lado, y le preguntaba si podía cargar su celular en su laptop, era él, Mario Monaghan.
Así fue el inicio de su amistad con él en los pasadizos y el inicio a su adicción a los latidos incontrolables que sentía cada vez que lo veía, realmente la hacían sentir más viva que nunca. Cada vez que hablaban en esos 30 minutos que les quedaban de receso, Diana pensaba que la sonrisa de Mario en nada se comparaba con lo descrito hacia su persona, su sonrisa era dulce y delicada, te lograba tocar el alma. Podrá sonar cliché para muchos, pero para ella, esas tardes después de cada almuerzo, cuando se veían en los pasadizos, eran muy especiales, ya que por fin tenía un amigo y a un primer amor.
Todos sabían lo que pasaba, todos estaban atentos a este suceso, todos en los pasillos hablaban de la nueva amistad que se había formado en la escuela. Todos sabían que era falso, menos Diana y cuando todos oyeron quien sería la pareja de graduación de Mario, el chico por la que todos suspiraban, todos en la escuela sabían que él tenía algo más entre manos para ese baile.
Diana se sentía la persona más completa en esta vida, y por primera vez empezó a creer en las palabras que alguna vez el psicólogo le había comentado: sería este un gran año. Mario le había hecho sentir la mujer más hermosa al invitarla al baile de promoción, realmente se sintió especial en la vida de Mario, y eso la hacía sentir alguien importante e indispensable para él, pero lo que no sabía Diana, era que estaba ante unos ojos cegados por malicia, sedientos y saciados por atención, llenos de egocentrismo y vacíos de amor.
Cuando llego el día tan esperado por todos, el baile de promoción, fue cuando Diana abrió los ojos por fin. Mario iba a recoger a Diana a su casa a las 10 pm, pero llegó en su carro con otros tres amigos que Diana había visto en la escuela, pero nunca les había hablado. El trayecto al baile fue muy incómodo, todos hablaban entre ellos ignorándola completamente hasta Mario, él era otra persona.
Cuando llegaron al baile, todos estaban en grupos menos Diana, ella estaba sentada en una silla sola, mirando de vez en cuando a Mario, por si se acordaba que ella existía, pero nada. Diana en un momento pensó que si Mario no le hablaba, ella podría dar el primer paso y hablarle, pero cuando alzó la mirada para ir hacia él, se sintió totalmente desplazada y destrozada. Mario estaba de la mano con la porrista del grupo de fútbol del colegio, Lucciene.
Se veían completamente enamorados, y eso la hería; sentía su garganta desgarrándose hasta el centro de su corazón. Cuando se acercó a él para tratar de hablarle y Mario le dijo con desprecio: Lárgate de aquí, Diana, ¿no ves que estoy ocupado?. Diana sintió todas las miradas de burla hacia su persona, pero eso era lo que menos le importaba. Lo que le importaba es que esa mirada también se la dio Mario, de burlesca seriedad, que partía el alma a Diana, porque no necesitaba ni una explicación, Diana lo tenía todo claro, era estúpida, pero sabía muchas cosas en este momento: Mario nunca la vio ni siquiera como una amiga, solo quería llamar la atención de Lucciene y lo consiguió al sacarle celos con ella; tampoco puede odiarlo porque no eran nada y tampoco puede odiar a Lucciene, porque ella es una persona buena con todos en esta escuela, hasta con Diana.
Conclusión
Así que solo le queda salir de ahí con lágrimas y con su poca dignidad, aceptando que fue la burla de la noche más agria de su vida, porque fue una completa ilusa que justificó sus mejores momentos de su vida solo porque un chico por fin la miraba, cuando debió valorarse por sí misma y apreciar su vida monótona de antes, porque todos, hasta Mario, tienen una vida así, todos ahí tenían sed de que Mario arruine a Diana; mientras que, Mario quería destacar entre todos.
Todos sabían lo que pasaba, todos son leones hambrientos: todos buscan algo emocionante en sus vidas, algunos fracasan al ser el objeto de burla y otros triunfan al ser el centro de atención o simples espectadores, porque la vida se basa en eso, querida Diana.