Efectos Del Abuso Sexual En El Plano Afectivo Emocional
El 39% de la población víctima de abusos sexuales de ambos sexos con o sin discapacidad, presentan como el principal efecto, la inestabilidad emocional que se caracteriza por una variación en los sentimientos y los estados emotivos, como por los altibajos del ánimo, sin motivo o por causas insignificantes.
Se manifiesta con períodos de tristeza y abatimiento, incapaz para experimentar placer, desinterés por todo, tedio e irritabilidad, inconstancia para perseverar en una tarea u objetivo marcado, baja tolerancia a las frustraciones, débil control emocional, dependencia afectiva, baja autoestima, lo que alimenta la desconfianza en los demás.
Las personas inestables afectivamente tienen una gran dificultad para separar los diferentes ámbitos de su vida: si tienen conflictos familiares con los padres o hermanos, los trasladan a el estudio, o los amigos suelen ser dependientes e inseguros, necesitan apoyarse en muchos pilares y en cuanto uno falla, se ven asaltados por un sentimiento destructivo que irradia hacia otras situaciones de su vida, con su bajo umbral de tolerancia a las frustraciones y pocos recursos emocionales, es frecuente su dependencia emocional.
Por otro lado, tenemos un 18% poblacional que muestra efectos de ansiedad, que se expresa en vergüenza, culpa, temor al castigo o pérdida delo afecto por parte del ofensor inclusive, temor a la ruptura y pérdida del hogar. Estos temores se ven reforzados y sugeridos por las amenazas directas de los agresores o partícipes.
El niño vive dos realidades contradictorias o bien los adultos, responsables son figuras llenas de maldad, incapaces de quererlo y preservarlo, sentimientos o pensamientos intolerables con respecto a las personas de las que espera todo lo contrario dada su indefensión, o bien, el mismo se siente malo, sucio y merecedor de castigo. Suele elegir la segunda opción para sobrevivir emocionalmente.
A todo esto, se debe sumar el miedo provocado por las consecuencias de su denuncia, confronta como reales los tan imaginarios temores amenazantes, divorcio de los padres, abandono económico, etc. En muchos casos, se produce un incremento del maltrato por haber denunciado, puede agregarse aquí el re victimización si existe mal manejo institucional del niño que ha revelado su caso, e incluso puede llegar a intentar retirar su denuncia.
Como otro efecto en un 14% se encuentra el sentimiento de desprotección y desamparo ya que a medida que el niño va descubriendo el significado de lo sucedido, sentimientos de profunda desprotección lo paralizan, queda inmóvil e incapaz de resignarse, aunque la madre se encuentre cerca, este sentimiento provee la esencia misma del desvalimiento y el prejuicio en el mundo adulto. Sus defensas quedan anuladas, lo conducen a la desilusión, a la desesperanza y a exagerar su propia responsabilidad y por lo tanto a tener sentimientos de culpa sobre los hechos.
Lo esperable para un niño es desconfiar de los extraños, secuestradores, delincuentes, lo que deja en un segundo plano el verdadero peligro más inmediato: la traición de las relaciones vitales, el abandono de los tutores y la aniquilación de la seguridad básica que provee la familia. No puede formarse la idea de que un padre puede ser cruel y buscar su propia ventaja sin que su salud mental no corra peligro.
De esta manera se produce un inevitable fraccionamiento de los valores morales tradicionales mentir con tal de guardar el secreto se convierten en la mejor de las virtudes, mientras que decir la verdad termina siendo el peor de los pecados.
Un niño así victimizado dará la impresión de que acepta o busca ser agredido sexualmente, en los casos de niños abusados sistemáticamente que nunca la denunciaron.
DISCUSIÓN
La violencia sexual no solamente está ligada a las personas con problemas de discapacidad intelectual sino que abarca un espectro amplio en el cual se visualiza la condición de vulnerabilidad doble del niño dependiente y su incapacidad de defensa y de denuncia del ilícito y de ser mujer esto genera que esta población sea propensa a ser blanco de las agresiones sexuales en la lógica de que es más accesible y manipulable en todo sentido afectivamente y socialmente, mucho más acentuado en una sociedad machista con un estigma de ver a la mujer como objeto sexual y no como un ser humano con todos los derechos inherentes a su condición.
En nuestra investigación se evidencia que la afectación a niños y niñas es similar en su grado de inteligencia mostrando que la tipología de las víctimas se centran en las variables persona joven de ambos sexos por considerarlas débiles y vulnerables en ese periodo de desarrollo siendo una víctima fácil de una agresión, por otro lado la variable mujer por considerarse el sexo más débil, por estar condicionada culturalmente a aceptar la autoridad masculina y a creer que su valía está supeditada con su sexualidad.
Las vidas de los niños y niñas con discapacidad cambiarían muy poco mientras las actitudes de las comunidades, los profesionales, los medios de difusión y los gobiernos no empiecen a cambiar. La ignorancia sobre la naturaleza y las causas de los impedimentos, la invisibilidad de los niños que padecen la discapacidad, la subvaloración de su potencial, y los obstáculos a la igualdad de oportunidades y al tratamiento conspiran para mantener marginados a estos niños y sin la posibilidad de opinar ni expresar sus puntos de vista.
Según el informe de la UNICEF, (2013): Niñas y niños con discapacidad, La exclusión y la discriminación contra los niños y niñas con discapacidad les hacen desmedidamente vulnerables a la violencia, al abandono y a los malos tratos. La conclusión de una encuesta practicada en el país de Noruega el año 2004, era que las niñas tenían el doble de probabilidades de padecer o sufrir abusos sexuales y los niños, tres veces más probabilidades que sus compañeros no discapacitados.
Siguiendo con el informe de la UNICEF, (2013), expresa que, de diecisiete estudios, todos ellos practicados en países de altos ingresos, las estimaciones sobre la prevalencia de la violencia contra los niños y niñas con discapacidad eran de un 26.7% para las modalidades combinadas de violencia, de un 20,4% para la violencia física y de un 13,7% para la violencia sexual. Este análisis demostró que la violencia es un problema grave que afecta a los niños y niñas con discapacidad. En nuestra región los casos de violación a niñas con discapacidad son pocos los que llegan a estrados judiciales ya que esta población tiene una triple vulnerabilidad niño, mujer y discapacidad acentuando de manera dramática su situación no de generar una denuncia por sus limitaciones inherentes a su discapacidad y la no comprensión del ilícito cometido contra su persona.
En nuestra investigación esta realidad se contrasta tanto en mujeres y hombres con una mayor incidencia de casos en las mujeres mostrando que los niños y jóvenes que pueden sufrir alguna condición que altere su percepción de la realidad, minusvalías y discapacidades tanto mentales como físicas pueden ser víctimas potenciales de sufrir agresiones sexuales.
Por lo que se genera en esta tipificación de victimas un criterio de asimetría de edad o desigualdad madurativa, que impide la verdadera libertad de decisión del menor e imposibilita una actividad sexual compartida ya que los participantes tienen experiencias, grado de madurez biológica y expectativas sobre la relación sexual muy diferentes.
Por otro lado, se presenta un criterio de coerción que se refiere al contacto sexual mantenido con un menor mediante el uso de la manipulación, la presión, la autoridad y el engaño y ha de ser considerada como una conducta de abuso sexual, independientemente de la edad del victimario.
Sobre los efectos psicológicos de la violencia sexual en niños, Pereda, (2009), indica que se observan síntomas de ansiedad y depresión entre un 4 y un 44% en varones y entre un 9 y un 41% en mujeres víctimas de abuso sexual. Siendo el área más afectada el de las relaciones sociales en su relación con sus iguales y adultos dada la ruptura que la experiencia del abuso sexual implica en la confianza de la víctima en el que el 43% de las mismas manifestaron tener pocos amigos en comparación de los menores no victimas con un 11%.
Acuña, (2014), por otro lado, expresa que las víctimas tienen mayor tendencia a presentar depresión, ansiedad, trastornos de estrés postraumático, suicidio, ideación suicidad, baja autoestima, enuresis, encopresis, trastornos alimentarios, labilidad emocional, agresividad, desregulación emocional, sentimientos de culpa, estigmatización y la dificultad de confiar en otras personas. Existiendo factores que pueden potenciar la gravedad de las secuelas como ser el contacto sexual con familiares, menor de edad e intensidad y duración del abuso.
Rodríguez, et al, (2012), destaca que en gran parte de las víctimas de abuso sexual infantil la presencia de conductas auto lesivas, las ideas suicidas, intentos de suicidio y la baja autoestima. Detectado en el 72% de la muestra con la presencia variada de uno y otro problema emocional. Siguiendo con este autor indica que el 100% de los casos presenta dificultades en el establecimiento de relaciones con los coetáneos, aislamiento y ansiedad social, menor cantidad de amigos y de interacciones sociales, así como bajos niveles de participación en las actividades comunitarias.
En esta misma línea de análisis Almonte, Insunza, y Ruiz, (2002), expresan que en la victima la experiencia del abuso sexual puede repercutir negativamente en su desarrollo psicosexual, afectivo social y moral. En algunas oportunidades las consecuencias del abuso pueden permanecer y reactivarse en el curso de la vida de la víctima.
De igual manera Garrido, (1989), citando los resultados de la investigación de Ellis, Atkeson y Calhoun, (1981), indica que las mujeres victimizadas exhibieron una mayor incidencia de depresión, un menor disfrute de las actividades cotidianas y un funcionamiento interpersonal más desajustado; igualmente, también mostraron más miedos y pesadillas que el grupo control.
De las investigaciones presentadas anteriormente todas tienen un denominador común la afectación psicológica en las victimas de agresión sexual en ambos sexos siendo las áreas afectivas emocionales y de conducta las más afectadas como depresión, ansiedad, labilidad emocional, agresividad, estigmatización, sentimientos de culpa, estrés postraumático, inhibición y otras más, si bien resulta difícil hacer un listado completo de las consecuencias psicológicas que el abuso sexual puede ocasionar en las victimas es factible enumerar aquellas que se citan con mayor frecuencia en la detección de los casos atendidos como los indicados previamente.
También es evidente que es muy difícil determinar un patrón común de afectación a todas las víctimas y esto debido a las distintas variables que entran en juego en esta problemática, como ser el tipo e intensidad del abuso, la edad de la víctima, si el mismo es intrafamiliar, y por las características propias de cada individuo que a partir de su personalidad en formación percibe y siente de distinta manera de un caso a otro.
Otro aspecto a tomar en cuenta en la discusión que muchas de estas investigaciones se sitúan en una fase de retroceso del proceso de victimización después de un tiempo transcurrido del hecho traumático y durante el cual la victima trata dese aceptar o adaptarse al crimen y reintegrar su personalidad por lo que acuden a servicios de atención en salud mental mostrando los efectos o secuelas a largo plazo producido por la agresión. Estas consecuencias dependerán de factores como la estructura de la víctima, la capacidad de contención y sostén de su entorno familiar y la respuesta del sistema judicial.
En el caso de nuestra investigación corresponde a una pericia forense psicológica que es aplicada inmediatamente después del de haberse cometido el supuesto ilícito ósea una victimización primaria en el cual una persona sufre, de modo directo daño físico o psíquico derivado de la comisión de un hecho delictivo por lo que las respuestas emitidas por los evaluados corresponden a una fase de impacto que ocurre inmediatamente después del suceso criminal. Por lo tanto, las consecuencias psicológicas detectadas corresponden a secuelas a corto plazo.
Como ser la inseguridad emocional que es una sensación de malestar, nerviosismo asociado a multitud de contextos, que puede ser desencadenada por la percepción de que uno mismo es vulnerable e inestabilidad que amenaza la propia autoimagen del yo. La inhibición afectiva caracterizada como la dificultad para identificar y expresar las emociones y sentimientos que en algunos casos puede generar una total disociación con el mundo afectivo. La inestabilidad emocional que se expresa a través de la expresión de cambios relativamente bruscos en el estado emocional de la persona y la ansiedad como un estado de agitación del ánimo, de perturbación, una angustia que el niño no puede controlar y que termina afectándole el comportamiento.
En lo que respecta a la variable sexo no se ha encontrado diferencias significativas en el grado de afectación entre varones y mujeres y es consecuente con los estudios citados esto nos muestra que la experiencia del abuso sexual produce daños significativos a corto y largo plazo alterando de manera importante y en algunos casos de manera irreversible el ciclo normal de desarrollo psíquico de los niños produciendo perturbaciones que alteran su vida íntima, social y familiar.
En torno a la variable discapacidad intelectual los resultados son similares con los niños sin discapacidad salvo la categoría desprotección que es esa sensación de sentirse vulnerable y en peligro constante ya que los niños discapacitados por la naturaleza de su minusvalía dependen para su cuidado de una persona adulta que supuestamente los debe proteger y en los casos de violencia sexual intrafamiliar han sido los propios cuidadores los agresores de estos niños.
No todas las personas reaccionan de la misma manera frente a la experiencia de victimización, ni todas las experiencias comparten las mismas características. El impacto emocional de una agresión sexual está modulado por cuatro variables: el perfil individual de la víctima (estabilidad psicológica, edad, sexo y contexto familiar); las características del acto abusivo (frecuencia, severidad, existencia de violencia o de amenazas, cronicidad, etc.); la relación existente con el abusador; y, por último, las consecuencias asociadas al descubrimiento del abuso.
En general, la gravedad de las secuelas está en función de la frecuencia y duración de la experiencia, así como del empleo de fuerza y de amenazas o de la existencia de una violación propiamente dicha (penetración vaginal, anal o bucal). De este modo, cuanto más crónico e intenso es el abuso, mayor es el desarrollo de un sentimiento de indefensión y de vulnerabilidad y más probable resulta la aparición de síntomas.
Respecto a la relación de la víctima con el agresor, lo que importa no es tanto el grado de parentesco entre ambos, sino el nivel de intimidad emocional existente. De esta forma, a mayor grado de intimidad, mayor será el impacto psicológico, que se puede agravar si la víctima no recibe apoyo de la familia o se ve obligada a abandonar el hogar. Por otro lado, en lo que se refiere a la edad del agresor, los abusos sexuales cometidos por adolescentes resultan, en general, menos traumatizantes para las víctimas que los efectuados por adultos.
No se puede soslayar la importancia de las consecuencias derivadas de la revelación del abuso en el tipo e intensidad de los síntomas experimentados. La reacción del entorno desempeña un papel fundamental. El apoyo parental -dar crédito al testimonio del menor y protegerlo-, especialmente de la madre, es un elemento clave para que las víctimas mantengan o recuperen su nivel de adaptación general después de la revelación. Probablemente la sensación de ser creídos es uno de los mejores mecanismos para predecir la evolución a la normalidad de los niños víctimas de abuso sexual.
No deja de ser significativa la influencia de situaciones de estrés adicionales, como consecuencia de la revelación del abuso, sobre la estabilidad emocional de la víctima. En concreto, la posible ruptura (legal o de hecho) de la pareja, el encarcelamiento del padre o padrastro, la salida de la víctima del hogar (única vía a veces para garantizar su seguridad, pero que supone un coste emocional y de adaptación importante) o la implicación en un proceso judicial (con las posibles consecuencias penales para el abusador) son algunas de estas situaciones. Respecto al último punto señalado, los juicios largos, las testificaciones reiteradas y los testimonios puestos en entredicho suponen una victimización secundaria y ofrecen un peor pronóstico.
Por todo esto como concluye García, et al, (2013), la violación sexual implica una interferencia en el desarrollo evolutivo del niño. Es una experiencia traumática que suele ser vivida como un atentado a su integridad un ataque a su cuerpo, a su estado psicológico, a su sexualidad, a su integridad, en donde su integridad, su dignidad y libertad se ven afectados en grado variable. Siendo la atención inmediata a la víctima y su familia responsabilidad pública.