El Árbol De La Ciencia De La Tierra
Introducción
Pío Baroja nació en San Sebastián en 1872. En Madrid estudió Medicina y se doctoró con la tesis El dolor. Estudio de psicofísica, pero ejerció poco tiempo como médico, en Cestona. Vuelve a Madrid para regentar la panadería de su tía, pero sus contactos con escritores le llevan a entregarse de lleno a su vocación literaria. Tras una serie de colaboraciones en diarios y revistas, publica sus primeros libros en 1900.
Hasta 1911, fecha de El árbol de la ciencia, publica -además de cuentos, artículos y ensayos- diecisiete novelas que constituyen lo más importante de su producción y que publicaba en trilogías cuyos títulos son: Tierra vasca, La vida fantástica, La lucha por la vida, Las ciudades, A la raza y El mar. Aparte de estas trilogías, de 1913 a 1935 Baroja desarrolló una serie narrativa más extensa, la titulada Memorias de un hombre de acción. En 1935 ingresa en la Real Academia de la Lengua y muere en 1956.
Desarrollo
Fue Baroja un hombre de talante solitario y amargado, él mismo se atribuye “un desequilibrio y un talante de hombre rabioso”. Esto explica su pesimismo sobre el hombre y el mundo y sin embargo, Baroja es capaz de sentir una inmensa ternura por los seres marginados. Y pocos como él han fustigado la crueldad humana. Además su absoluta sinceridad le provocó su fama de hosco y de individualista intratable. Finalmente, aunque su esperanza en una sociedad mejor fuese cada día más pequeña, sintió siempre una gran añoranza de acción. A la vida aburguesada y gris opuso la improvisación y la energía que proyectaría en muchos de sus personajes.
Desde sus simpatías juveniles por el anarquismo, Baroja mantuvo frente a la sociedad española una actitud negativa y crítica. Es difícil encontrar en sus obras o declaraciones unas propuestas que puedan considerarse como alternativa frente a lo rechazado. La falta de un ideario político concreto, su aversión ante cualquier tipo de dogmas, y su pesimismo radical en su visión del hombre y del mundo lo llevarán a un marcado escepticismo y a mirar con indiferencia los profundos cambios que se producen en la sociedad europea de la época.
Baroja no cree en soluciones filosóficas, políticas o sentimentales, a pesar de que no rechaza la necesidad y el valor de la búsqueda. La derrota es, además, irrevocable. Aunque no intervenga la muerte, queda claro que los personajes ya no volverán a la lucha.
La generación del 98
Desde principios del siglo XX, la expresión de las inquietudes existenciales (producto de la profunda crisis histórica y cultural) constituye una de las vetas más notables de la literatura europea. Los angustiados interrogantes sobre la condición humana se plantean a menudo íntimamente relacionados con las vivencias religiosas. En España, los temas religiosos y existenciales ocupan un lugar de primer orden en la obra de los escritos del 98, con Unamuno a la cabeza. Pío Baroja aborda estas preocupaciones por la sociedad española en El árbol de la ciencia, 1911, cuyo título procede de las del protagonista, Andrés Hurtado, con su tío Iturrioz sobre el problema del conocimiento. Se narra la trayectoria vital de Andrés desde sus años de estudiante de Medicina hasta su suicidio final.
Esta obra tiene una fuerte obra autobiográfica, empezando por el protagonista que sufre en su primer destino rural problemas parecidos a los que pasó Baroja en Cestona. Andrés Hurtado tiene crisis de conciencia muy similares a las que tuvo el novelista y su entendimiento de la filosofía alemana coincide con la de Baroja. También a Baroja se le murió un hermano en Valencia y los lugares de estudio de la novela madrileña retratan los que vio Baroja durante la carrera. Las preocupaciones filosóficas del libro son: el problema existencialista y la dificultad de conciliar creencias y experiencias, ciencia y vida.
Aparentemente parece una obra hecha a base de acumulación de “trozos”, presentados sin demasiada preocupación cronológica. No obstante, tiene una estructura muy coherente partiendo siempre del personaje protagonista Andrés Hurtado, en función del cual se articula toda la novela. Los núcleos de la narración son:
- La infancia, vista rápidamente desde la época universitaria, como explicación de su carácter.
- La fase de estudiante de medicina es la de formación a partir de las experiencias, las nuevas relaciones que teje y el descubrimiento de la personalidad de su hermana durante la enfermedad de Luisito.
- Terminada la carrera y con un futuro desconocido, Andrés reflexiona, intenta organizar un sistema de creencias científicas, filosóficas, políticas, vitales: incapaz de la fe religiosa, inicia la búsqueda de una fe laica, que tampoco halla. El ejercicio profesional le obliga a asumir pequeños comportamientos éticos de salvación y le descubren que a la desorientación existencial anterior se unen el vacío vocacional en el pueblo y el desagrado en Madrid.
- Finalmente llega el descubrimiento de Lulú, y con ella la intimidad y la liberación. Así hasta que se ve abocado a asumir la responsabilidad de la libertad y la felicidad o infelicidad ajena, en la persona de su hijo. Ante el cumplimiento de sus temores y ante la soledad y el fracaso, Andrés cumple su última renuncia: el suicidio.
Conclusión
La vida de Andrés discurre siempre en el interior de pequeños grupos: la familia, dos o tres amigos y Lulú y su familia. La familia, como la vida, tiene aspectos difíciles de llevar: el padre egoísta, conservador y de carácter variable, el hermano borracho… Sin embargo, es en este núcleo donde se desarrolla su futuro carácter. El fanatismo religioso y la temprana muerte de su madre, el desafecto de su padre, la soledad y la falta de afinidad con sus hermanos lo marcaron e hicieron de él un niño retraído, independiente e inseguro.
Pero también en la familia sobrelleva la enfermedad del pequeño Luisito y en la dificultad descubre que el carácter seco y autoritario de su hermana Margarita, encierra en realidad gran fortaleza y sacrificio. La tendencia de Baroja a la soledad y a la huida del contacto social y superficial, se ponen de manifiesto en los diálogos de Andrés con su tío Iturrioz y al casarse con Lulú, cuando se aíslan en su casa de la que apenas salen. Este aislamiento le permite alcanzar los momentos de mayor felicidad.