El Arte Contemporaneo Y Las Obras De Juan Bordes
Introducción.
Para poder conocer el carácter de la obra, la intencionalidad y en conclusión su iconografía debemos conocer las intenciones del artista, Juan Bordes comenta desde su propia página web que las cabezas que esculpe son la síntesis del tiempo, que comprime y refleja la vejez. No es la primera vez que trabaja desde esta perspectiva y de hecho ha vivido su trayectoria hasta 1987 en dos vertientes: Cabezas muy españolas y Cara a cara.
Desarrollo.
Dos exposiciones que han concluido como un viaje del tiempo. Desde 1985 el mismo nos afirma que vuelve a la abstracción y que se apoya en la libre figura para expresar sus ideas contemporáneas y hacer de esta un contenedor de ideas y sudario de sus intenciones e intuiciones, tiene una clara intención de exageración y prioriza la dificultad entre el equilibrio y comprensión de sus obras. La fascinación de la incomprensión es su herramienta clave y no solo en esta.
En sus tallas anatómicas donde es clara la intención de humillar la belleza mediante la exageración de los músculos y la apariencia de sumisión. La fuerza y la gran monumentalidad de las proporciones que esconden y son víctimas. Reconoce desde su tesis que la intención de la escultura urbana se esconde en su emplazamiento. Es decir, su entorno y su poco interés ante la propuesta de movilidad de la obra de Leganés, (este tema se desarrollará posteriormente en el punto).
Bajo un punto de vista más personal podemos referirnos a esta obra como una crítica a los cánones establecidos haciendo convivir no solo el volumen, sino con un experimento de estimación y sensibilización de vacíos mediante el estudio escultórico, quitándole el valor a este último y priorizando en los espacios.
Las cabezas van puestas sobre pedestales contrastando con la modernidad, el pedestal eleva la obra y su valor, dándole un lugar más importante, pero a su vez no lo considera parte de la obra, sino como una presentación jerarquía para que el espectador la observe desde la distancia. Asegura una transición jerárquica entre el plano contemplador y el universo superior de las esculturas.
Su poder iconográfico a partir de 1979 se centra en un lenguaje figurativo, mimético, creando siempre a partir de la anatomía humana y pasando por estilos grecorromanos y prototipos de la mitología clásica griega. Sus influencias fueron Miguel Ángel, Celinni dentro del arte clásico y desde un punto más renacentista se centra en Canova, y Rodin. Siempre teniendo en cuenta la obra de arte autónoma, y dimensionándola sobre las posibilidades de ridiculizar lo sublime mediante su función social en formatos de monumento y escultura pública.
Con respecto a la importancia de las cabezas y su monumentalidad el mismo nos afirma: En estas cabezas broncíneas alienta el espíritu grandioso del arte escultórico tradicional, la grandeza derivada de su papel divino en expresión de Baudelair, situándonos ante realidades que, al fin de cuentas, no son terrenales. En esa misma orientación se preguntaba Teófilo Gautier: ¿qué puede la escultura sin los dioses y los héroes de la mitología que le proporcionan pretextos temáticos y formales plausibles?
Conclusiones.
Toda la escultura habita en la figura clásica, típica de los Olímpicos. Algo que contrasta con nuestro mundo contemporáneo, le gusta destacar las diferencias pictóricas que crean los materiales, sin pasar por alto sus constantes cambios debido al paso del tiempo, un factor importante que constituye el valor completo de la obra; la oxidación, y las patinas. En constante interacción con los elementos arquitectónicos y en ambiente en el que fluye y que salen a la luz en sus vacíos desde las cinco estelas de la cabeza hasta sus bazas. El mismo se caracteriza por ser un artista efectista que con pocos materiales consigue ordenar y cuestionar grandes espacios.