El Drama Teatral, Una Percepción Del Cerebro

Resumen

Este ensayo presenta la conexión entre el teatro y la interacción que tiene el cerebro cuando se da el proceso de la percepción, con el punto de justificar el teatro posdramático, con el fin de encontrar esa fuente de la renovación artística producida en el teatro y el desequilibrio de los diversos lenguajes escénicos. A partir de los estímulos que se generan y la manera en que estos son proyectados en una puesta escena, se da pie a un estudio más desmenuzado de las funciones del cerebro en relación a los hechos teatrales que las provocan, pues el cerebro actúa como un simulador; puede simular o disimular cosas y la tarea de la puesta en escena.

Los estimulos y la Emoción

El teatro es un asunto de la mente. Está implícitamente relacionado con el funcionamiento del cerebro. El cerebro es el principal órgano del ser humano. El estudio del cerebro está inmerso en el campo de las neurociencias y por ello, incluso, puesto en el lado opuesto del capítulo de las artes que nada tiene que ver con las ciencias exactas.

Sin embargo, es el estudio del cerebro el que permite comprender que es él quien genera las emociones, y el teatro es básicamente la experiencia de las emociones. De ahí la probabilidad de que el teatro sea una especie de cerebro. El teatro es una manifestación artística, que tuvo origen hace cientos de años. Se cree que los primeros hombres que lo realizaron fueron los griegos, aproximadamente en el siglo IV antes de Cristo. De hecho la palabra teatro viene del griego thestron, que significa lugar donde se mira, y de la palabra drama, que también viene del griego, y quiere decir acción. Los griegos hacían representaciones ligadas a su propia religión.

Normalmente espectadores y actores se juntaban en la orilla de los cerros. Los primeros se instalaban en las faldas, con el fin de escuchar y ver la obra sin problemas. De todas formas, los actores usaban unos zapatos altos (una especie de zancos) para que se los pueda ver de lejos, y hablaban utilizando unos conos, que aumentaban el volumen de su voz. Su vestuario eran simples túnicas. También se ponían mascaras que representaban el estado de ánimo del personaje. De ahí viene las conocidas mascaras de la alegría y la tristeza, que son el símbolo del teatro. Con el tiempo el teatro evolucionó.

El hombre construyó lugares especiales para las representaciones, más cómodos y con mejores condiciones de luz y de acústica, y las obras comenzaron a escribirse antes de realizarse en el escenario, como una manera de ordenar la representación. Así es como surgió el género dramático. En esencia, se justifica que la percepción no es dramática o posdramática sino que simplemente nace y que los estímulos que la provocan son los que han hecho la diferencia entre el teatro dramático y el posdramático. El estudio de las emociones desde el punto de vista de las neurociencias es un campo relativamente novedoso. “Un estímulo desencadena una emoción, pero estamos todavía en el cuerpo. Y afirmas que luego, a través de medios complicados, aparecerá un sentimiento” (Punset, 2008).

Con el tiempo, a partir de los años setenta, esas “reproducciones” comienzan a alongarse y a permearse por aspectos vivenciales que hacen que fenómenos teatrales empiecen a convertirse en experiencias, en simulaciones colectivas. Es allí donde empieza a darse una renovación artística con las bases que han sostenido el hecho teatral a lo largo de la historia. El cerebro es el teatro de las emociones; es un cerebro compartido. El público, la gente que actúa, los músicos, comparten la experiencia dentro de un espacio. Lo ideal para la concentración es un espacio cerrado. Pero no cualquier espacio cerrado, sino uno que da a todo el mundo esa sensación de estar dentro de un cerebro.

Desde esa perspectiva, realizó la hipótesis de que el teatro posdramático es el nuevo dueño de la percepción. Es por ello que busca de alguna forma que quien esté en la experiencia del teatro tenga la sensación de estar dentro de un cerebro. El teatro posdramático nace cuando existe la necesidad de crear y re-crear la escena, de desdoblar los pliegues que se habían concebido en el teatro hasta ese momento. De esta forma, se confronta con el sistema nervioso de aquellos a quienes ocupaban el lugar de “espectadores” en una esfera de estímulos que generen emociones a través de los sentidos. En esa dirección, el teatro posdramático proyecta nuevas estimulaciones cerebrales que permiten ahora a quienes acuden al teatro ser envueltos en una experiencia. Se crea un sentido de colectividad y existe una comunicación sensorial con el espectador desde el cuerpo hasta la palabra.

La palabra y la escena

El teatro post-dramático desarrolla una reflexión radical acerca del hecho y las posibilidades de la representación, para lo cual busca la confrontación del mecanismo de la representación con algún tipo de límite. En la medida en que el texto dramático ha supuesto la base de construcción y garantía de unidad y coherencia de la representación en la tradición occidental, el teatro post-dramático estará obligado a situarse en una relación de tensión con este plano textual. Como instrumento inicial de trabajo, se puede definir el teatro post-dramático como un tipo de práctica escénica cuyo resultado y proceso de construcción ya no está ni previsto ni contenido en el texto dramático. (Cornago, 2006)

Es así como en un hecho teatral empieza a privilegiar la experiencia de los sentidos y el asunto de la percepción empieza a ser tarea de conversación entre quienes hacen teatro. Se piensa en diversidad de medios expresivos como sonido, color, sabor, olor y texturas, la imagen mental (imaginación y recuerdos) y las emociones que pueden entrelazar estos fenómenos en el verdadero aquí y ahora, el momento mismo de la “presentación”.

Este espacio de juego posdramático tiene su finalidad no en un teatro que surja del texto dramático, sino, más bien, en un teatro que se dedica a cuestionar el propio texto. Así pues, se asume al teatro como presencia y no como representación; como experiencia fragmentaria más que un todo organizado; como proceso más que resultado; más manifestación que significación; más energía que establecer una conexión entre puesta en escena y texto.

Las dinámicas que se presentan tienen así un mayor componente de presentación de algo que se está formando en el “aquí y el ahora” que de representación de un texto o estructura previa. […] la construcción escénica y la comunicación de la misma se diluyen, generando un nuevo espacio de liberación en el que los cánones tradicionales ya no funcionan en ninguna de las direcciones. Así, la propia acción escénica se convierte en el acto de escritura de la obra como proceso abierto que sustituye al texto dramático como un objeto concluso. (Saboya, s.f., p. 5) La puesta en escena deja de ser la mera ilustración del texto para refugiarse en el subconsciente de la obra.

La percepción

El cerebro es un ecosistema. Las diversas neuronas y redes participan en una ardorosa competencia por hacerse con los estímulos que se reciben. Las redes que consiguen procesar las nuevas experiencias o comportamientos acaban siendo miembros fuertes. La estructura del cerebro se convierte en la información que recibe, y la manera en que perciba esa información determinará su estado futuro. La percepción o la usas o la pierdes. (Ratey, 2003, p. 41)

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, ‘percepción’ es la sensación interior que resulta de una impresión material hecha en todos los sentidos. Si existe alguna tensión entre el teatro dramático y el teatro posdramático esta se debe a los mecanismos que ambas utilizan para sugerir estímulos en relación a la percepción. El teatro posdramático tiene una imponente fuerza en cuanto a la elaboración de aspectos que en el aquí y en el ahora potencien la puesta en escena. Es evidente un esfuerzo de directores, actores y artistas del hecho teatral por generar diversos estímulos desde los sentidos para que estallen en diversidad de emociones y sensaciones. De allí el hecho de que la percepción del espectador es manipulada por quien realiza la puesta en escena y los estímulos enviados permiten que la interpretación de la escena no sea unilateral, sino que sea tridimensional.

No por ello el teatro dramático se debe poner en desventaja o en un grado inferior porque fue él quien dio las bases para entender el hecho teatral, dramático y los universos de ficción. El teatro dramático ha permitido y permitirá entender el mundo desde otro punto de vista, desde otra mirada como una forma de comunicar. Sin embargo, lo que el teatro dramático produce en el espectador con su puesta en escena es consecuencia del mensaje que nos quiere comunicar la obra. Muy probablemente el público que ve un espectáculo como Esperando a Godot se vea alterado o trastornado por dicha obra, por la puesta en escena, pero sobre todo por su argumento. Pero todos los estímulos que se reciben están en un espacio de quietud, de observación, de plena conciencia, de coherencia. Por el contrario, lo que el teatro ‘pos’ viene a dar esa indeterminación, ese rechazo de la realidad, escapa de la coherencia para entender el mundo desde la sensación y la experiencia, y lo que sucede en el cerebro es que este comienza a completar las partes restantes que la misma obra no da, y poco a poco llega a esa emoción incluso a veces indeterminada.

“Estamos manipulando constantemente nuestras percepciones, haciendo que el mundo coincida con lo que esperamos percibir y haciendo, por ende, que sea lo que percibimos que es” (Ratey, 2003, p. 41).

La pregunta que catapulta al teatro posdramático es: ¿Qué les pasa a los cerebros durante nuevas experiencias? La respuesta que la fortalece es que hemos de rechazar la idea de que los cerebros son depósitos de almacenamiento de información estáticos. Un acto de percepción es mucho más que la captación de un estímulo que llega. Requiere de una forma de expectativa, de saber qué va a ponérsenos delante, de preparación. Sin expectativas o construcciones con las que  percibimos el mundo, nuestro entorno sería, como decía William James, una confusión de explosiones y zumbidos. (Ratey, 2003, p. 42)

La creatividad

El cerebro actúa como un simulador. Puede simular o disimular cosas. La tarea de la puesta en escena, en principio, es simular. Los simuladores reproducen sensaciones y experiencias que en la realidad pueden llegar a suceder. El arte es la expresión creativa del sistema nervioso y la expresión tiene que ser creativa porque de lo contrario una cámara fotográfica sería artística y en realidad es simplemente un aparato para registrar imágenes.

El arte es ese valor creativo que el sistema nervioso tiene de hacer imágenes que sean universales (imágenes que no solamente las entiende la persona que las emite). El arte es la capacidad de hacer imágenes que le representan al resto del mundo lo que uno está pensando; por esta razón, el arte es una forma de comunicación, una forma que se puede comunicar por sonidos, por colores o comunicar con vibraciones. La música, la literatura, la pintura, todas esas cosas son formas de arte. Lo que conocemos como creatividad son siempre variaciones.

La creatividad es la posibilidad de hacer modificaciones a lo que uno sabe y que, además, el resultado ofrezca aspectos no reconocidos con anterioridad. (Llinás en Ayala, 2009, pp. 1-2) El teatro posdramático se liga a la creatividad. La puesta en escena se sumerge en un lenguaje donde texto, personajes, tiempo y espacio son deformados y transformados continuamente para alimentar la percepción del espectador. De esta manera, la forma de percibir se desplaza. Una percepción simultánea y de perspectivas múltiples reemplaza la percepción lineal y sucesiva. Se llega a una autonomía del lenguaje producida por modificaciones en el sistema nervioso.

El acto teatral se llena de entramados de estímulos y su tarea es desligarse de una dramaturgia aristotélica que tenga un orden preestablecido. Se comienza a jugar con las bases del teatro y poco a poco lo que antes era una unidad se fragmenta para estallar en múltiples interpretaciones. El teatro posdramático catapulta a un abismo y ese abismo produce algo nuevo, algo que jamás se pensaba que podía salir. No hay parámetros. Hay propuestas textuales fragmentadas y abiertas, cargadas de significados, estímulos o dispositivos conflictuales, capaces de generar emociones no antes reconocidas. La destrucción de lo dramático desemboca en una libertad absoluta.

La renovación teatral causa en un efecto enriquecedor de la emoción. No es nada raro que en algún momento llegue un teatro pos-posdramático que influya de manera significativa en los nuevos intereses de la humanidad. Y a pesar de que cada renovación se haga y se dé en tiempos diferentes, lo que siempre estará ligado a todos es ese órgano que permite interpretar el mundo a diferentes modos, tiempo y espacio. La percepción no es dramática o posdramática. La percepción de cada uno aceptará los cambios que el teatro le dé sin importar su época. La percepción nace. Y es el cerebro el órgano que unirá esos retazos de cosas que llegarán por diferentes vías. Por las vías de un nuevo teatro.

Conclusión

La Percepción Actoral, como se ha mencionado, en sus orígenes carga con una larga tradición arraigada en el compromiso social. Es por esto que cabe destacar que además de ser un puente para el estudiante en el involucramiento y, por lo tanto, en el conocimiento de otras realidades sociales, cumple con una de las funciones claves del teatro, esto es, reflexionar sobre el acontecer social. Reflexión, que para la realidad latinoamericana (mágica como la han descrito algunos) no puede obviar los problemas de la exclusión, debido a una fuerte mercantilización de la sociedad, que para muchos sectores se da a modo de imposición.

El inmiscuirse de los jóvenes en una variada gama de contextos sociales, que ocasionalmente pueden ser de vulnerabilidad social o de estratos populares, cumpliría el papel de dar voz por medio de la representación, a los sin voz. Y esto se cumpliría correctamente, si los estudiantes pudieran llegar a un verídico proceso empático del contexto social que están observando. Los actores pueden ser claros agentes de reflexión de lo social, incluso de demandar o dar a conocer realidades que por medio de la actuación se hacen cercanas. Sin plantear una predisposición, es un hecho histórico que en este curso y también ahora mismo las personas y ámbitos de la sociedad que se investigan suelen pertenecer al universo de lo popular y de lo marginal. Por esto mismo puede dar voz a aquellos que no la tienen y tomar un carácter de meditación de lo social.

Este ensayo no busca enseñar el saber ser, pues sería materia para otra disciplina, pero sí que la sociedad está distanciada de una visión utilitarista que ha tomado lo económico, que cada vez prima más en las relaciones, por eso está la libertad de elección del contexto social investigado, pues claramente no ha sido una obligación o imposición del profesor llegar a lo popular, así este contacto se produce desde la propia motivación del estudiante, a veces logrando fuertes lazos que duran en el tiempo e incluso en ocasiones cambiando su percepción de lo social.

Otra función importante es aquí su capacidad testimonial, pues el contexto social y un determinado momento histórico han quedado plasmados, además de que cada vez que se realiza el curso está la posibilidad de captar las diferentes formas de identidad que se conjugan en el entramado social. Así, el teatro cuando lleva a escena, reflecta la existencia de una particular identidad cultural. Por ende la reconoce y la constituye, cosa no menor si hablamos de contextos que socialmente son los menos visualizados. Este proceso en el actor y sobre todo en el actor que se está formando, se encarna en un autoaprendizaje, en un autoconocimiento sensorial, que quizás e idealmente puede estar al servicio de una realidad, a la que el estudiante va a ir sin prejuicios, humildemente, a observar, a conocer para luego participar de la profunda dificultad y desafío de escenificarla en su persona, aprendiendo a conocer su cuerpo y sus sentidos, a conocer su propia identidad al reconocer otra. La realidad social tiene ahora un valor diferente.

Referencias

  • Ayala, R. (2009, 29 de marzo). Entrevista. “El arte es una expresión del cerebro que se utiliza para comunicar”. Polemikós. Recuperado de http://contextosacademicos.org/spanish/files/El%20arte%20es%20una%20expresion%20del%20cerebro%20que%20se%20utiliza%20 para%20comunicar_%20Llinas.pdf
  • Cornago, Ó. (2006). Teatro postdramático: las resistencias de la representación. Revista Artea, 165-179.
  • Jiménez, V. (2014, 5 de octubre). Entrevista. Peter Brook: “El teatro es un cerebro compartido”. El País. Recuperado de http:// cultura. elpais. com/cultura/2014/10/04/actualidad/1412421885_218346.html
  • Punset, E. (2008, 5 de mayo). El cerebro, teatro de las emociones. Recuperado de http://www. eduardpunset.es/419/charlas-con/el-cerebro- teatro-de-las-emociones
  • Ratey, J.J. (2003). El cerebro: manual de instrucciones. Barcelona: Random House Mondadori.
  • Saboya, M. (s.f.). Teatro posdramático y performance. Recuperado de https:// mariasaboya.files.wordpress.com/2012/05/ teatro-posdramc3a1tico-y-performance.pdf
  • Gelfo, Ana. El teatro dramático, El Cid Editor | apuntes, 2009. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/bibliotecaupssp/detail.action?docID=3182346.
  • http://contextosacademicos.org/spanish/files/
22 October 2021
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