El Extranjero: Análisis de la Novels de Camus

Introducción

Dentro de la difícil cronología de la Segunda Guerra Mundial, 1942 fue de los años menos auspiciosos para las fuerzas aliadas: Londres soportaba cotidianamente los ataques aéreos de la Luftwaffe, que Churchill pedía combatir con sangre, sudor y lágrimas; se iniciaba la invasión a la Rusia soviética de Stalin; París continuaba por tercer año bajo el completo dominio de las fuerzas germanas, y muchos de los ciudadanos judíos sufrían una verdadera masacre en los campos de concentración de Europa Oriental. En este ambiente de catástrofe, Albert Camus, Argelia publica El extranjero, su primera novela.

Desarrollo

Da a conocer a Mersault, su antihéroe más perdurable y personaje ícono del malestar de la civilización europea de entreguerras. De una forma inmediata, El extranjero impulsó a su autor a un reconocimiento nunca antes visto que lo convertiría en una de las voces intelectuales más influyentes en su época. Los numerosos estudios de toda envergadura que se han realizado alrededor de esta obra, coinciden en reconocer el carácter existencialista que rodea tanto a los escenarios como a su personaje principal. Vargas Llosa, en “El extranjero debe morir”, incluido de La verdad de las mentiras.

Resalta el mundo deshumanizado de la novela y el individualismo feroz de Mersault, individualismo que nos identifica secretamente, pues en cada uno de nosotros se encuentra un prisionero que desearía ser como Mersault. La opinión de Vargas Llosa es solo una de las tantas que se han vertido a propósito de El extranjero, La novela más traducida y admirada de su autor. Ninguna obra literaria, en realidad, posee un sentido único ni permanece ajena a interpretaciones que son históricamente distintas a las que predomina en el tiempo de su. Cada lector crea nuevas formas de interpretar las obras de acuerdo a sus formas de lectura. 

Mi propósito central, en las siguientes líneas, es preguntarme sobre la vigencia de El extranjero entre nosotros, tratándose de un libro que sin duda dialoga productivamente con el pensamiento existencialista desarrollado por el gran escritor argelino. El extranjero aborda la problemática del existencialismo, que Camus desarrollara mediante el uso de textos como El mito de Sísifo. Al respecto, la propia palabra “existencialismo” ya resulta ambigua. Para muchos, más que de una corriente filosófica o de pensamiento, se trató de un “estado de ánimo” derivado del ambiente de pesar por los desastres de la guerra. 

Para Jean Paul Sartre, quien acuñara el término, el existencialismo debe entenderse como una doctrina según el cual la existencia precede siempre a la esencia. Dicha concepción resultaba cuando menos paradójica, pues con ella Sartre iba en contra de posiciones filosóficas tradicionales que, desde Sócrates, sostenían que la esencia precede y da sentido nuestra vida: de este modo, cada hombre realmente ‘existente’ podía ser juzgado y se juzgaba a sí mismo de acuerdo con aquellos parámetros ‘esenciales’ (religiosos, éticos, espirituales) que lo antecedían y daban sentido a su vida. 

Nietzsche, uno de los precursores del existencialismo, dio un vuelco de 180 grados a esta concepción tradicional con su famosa sentencia: “Dios ha muerto”. Y es que sin Dios, en sentido figurado, no hay esencia en la que los hombres se pueden reflejar, no hay sentido ni destino que guíe su paso por el mundo. En ‘El existencialismo es un humanismo’, Sartre sostiene que el hombre está solo, no pidió nacer, pero igual está sobre la tierra, liberado a su suerte y obligado a elegir sus acciones para sobrevivir. De esta manera, son nuestras propias decisiones y conductas las que terminan definiendo lo que somos. 

La existencia, pues, Cuando en 1940, por razones políticas, Albert Camus deja su Argelia natal y se instala en París, halló un ambiente de desastre producido por la guerra y por la traumática ocupación alemana de Francia. Según sus biógrafos, fue muy probablemente este penoso escenario el que lo llevó a abrasar ya concebir una forma de existencialismo: el absurdo. Recordemos que Nietzsche afirmó décadas atrás que Dios había muerto, pero esta expresión habrá de reinterpretarse y agudizarse en manos de Camus. Según Camust, no puede morir quien nunca ha existido: no existen los dioses.

Conclusión

La vida no tiene ningún sentido y es un absurdo total, la «absurdidad» preside todas y cada una de las experiencias de la realidad moderna. El absurdo de la existencia consiste en que los humanos hemos sido arrojados al mundo sin ningún destino verificable además de la muerte. En El mito de Sísifo el propio autor lo explica así: «Lo absurdo es la confrontación entre el sentimiento de lo irracional y el avasallador anhelo de claridad que resuena en las profundidades del hombre». Lo absurdo, entonces, consiste en la inútil búsqueda de sentido en un universo carente del mismo.

17 August 2021
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