El Origen Del Racismo Y El Proceso Por El Cual Se Desarrolla
Para conocer el origen del racismo debemos tener en cuenta que somos seres que tienen una necesidad cultural, por lo que pasamos por un proceso de aprendizaje cultural denominado endoculturación. Quizás el detonante sea que dicha endoculturación de un grupo concreto pueda llegar a tener un carácter etnocentrista, es decir, una actitud de considerar a su grupo racial, cultural y nacional como superior y a los grupos ajenos como inferiores. Y como consecuencia, el etnocentrismo puede llegar a desencadenar a la xenofobia, miedo y rechazo del otro por distinto a uno mismo, y por tanto al racismo.
Además hay que tener en cuenta que existen mecanismos reactivos aprendidos dentro de la endoculturación, mediante la cultura y por medio de los prejuicios, ya que somos seres perjuiciosos por aprendizaje social, que se activan cuando se da el caso.
Este conjunto de elementos se consolida en unos estereotipos y prácticas que se transmiten, a veces de manera feroz, a veces de forma sutil, de generación en generación. Un ejemplo evidente es cuando una familia inglesa afirma no ser racista ni tener conductas de este tipo hasta que su hija tiene un novio africano, en ese momento sus prejuicios se avivan de tal forma que no ven posible esa relación.
Asimismo, la violencia simbólica encubre un racismo debido a que se considera que la heterogeneidad incontrolada es una anomalía cuyas consecuencias deben frenarse, suscitando a actitudes groseras. Dichas actitudes se pueden dividir en una postura “intolerante” y una posición “tolerante”. La “intolerante” es aquella en la que están integradas los individuos que apoyan una uniformidad cultural inexistente, que urgen actuaciones que limiten el derecho a pensar, hablar y sentir y que conlleva consigo un etnocentrismo extremo formando a racistas biológico (discriminación que utiliza las características físicas de las personas para excluirlas) y culturales (justificación de una superioridad histórico-cultural de unos grupos respecto a otros por los rasgos culturales subvalorados). Frente a esta postura, está la “tolerante” que defiende el respeto hacia la minoría posicionándose en un multiculturalismo, que verdaderamente tras él confirman la situación de excepcionalidad de las minorías con una etiqueta de “diferentes”, que los distingue del resto de seres humanos marcados como “normales”. Incluso ratificando la misma lógica del racismo y apoyando su fundamento.
Ambas posturas piensan que la diversidad cultural es un problema que descontrola una homogeneidad de la cultura, cuando realmente nunca hubo una. Esto conlleva a un gran conflicto, puesto que buscan con afán un suceso en vano, imposible que se produzca.
También es oportuno mencionar que dentro de la violencia simbólica se puede dar el caso de un racismo escondido dentro de expresiones que están normalizadas en la sociedad. Dichas expresiones pueden no tener ninguna intención y ser utilizadas de manera inconsciente, pero evidencian un discurso ideológico dejando un matiz de rechazo.
Unos ejemplos de estas expresiones pueden ser “trabajar como un negro”, “moro”, “ir hecho un gitano”, “trabajo de chinos”.
Todos estos elementos, tanto el etnocentrismo como los mecanismos reactivos aprendidos y la violencia simbólica promueven un ensalzamiento del racismo. Como consecuencia pueden crearse delitos de odio, es decir, actos violentos, intimidantes y hostiles dirigidos hacia personas por su identidad, que es percibida como diferente por quienes actúan de esa forma. Además, Hatento cita conceptos sociales ligados a los delitos de odio, en los que se diferencias los incidentes de odio y el discurso del odio.
El incidente de odio es un comportamiento de maltrato y desprecio a personas por pertenecer a un determinado colectivo, dicho comportamiento no está tipificado como delito, pero pueden desencadenar conductas delictivas. Un ejemplo en este caso podría ser cuando una mujer española está sentada en el autobús teniendo un asiento libre a su lado, y pasa una mujer africana e inmediatamente pone el bolso en el asiento para que ella no se siente ahí. Aquí se confirma un comportamiento de desprecio hacia su raza al no querer que se siente a su lado, realmente no hay ningún inconveniente en que la mujer africana se siente ahí. Sin embargo, tiene un sentimiento de incomodidad y deja relucir sus actitudes racistas, dichas actitudes no se consideran delito, pero no por ello deja de ser una conducta hostil totalmente innecesaria.
Mientras que el discurso de odio es cualquier forma de expresión cuya finalidad consiste en promover, incitar, propagar o justificar el odio, en nuestro caso racial hacia unos concretos grupos sociales. Se hace desde una actitud intolerante, puesto que hablar ya es un acto que tiene capacidad de dañar por sí misma y puede provocar una acción violenta. Un ejemplo de discurso de odio podría ser aquel partido político que arremete ante las personas extranjeras asegurando que vienen al país a quitarles la comida, el trabajo y el bienestar. A pesar de que esto no tiene fundamento alguno, es capaz de propagar un odio étnico e incentivar comportamientos hostiles hacia ellos.
En conclusión, tanto el incidente de odio como el discurso de odio estimulan el apogeo del racismo que se ha creado mediante el etnocentrismo, los prejuicios que componen los mecanismos reactivos aprendidos y la violencia simbólica.