El Prisma Cultural De Una Decada, Una Mirada A Los 60

Llegaba el año 1959, irrumpía en el escenario latinoamericano una Revolución, iniciando el mayor proceso de descolonización cultural jamás recordado en Latinoamérica. El triunfo de la Revolución cubana el 1 de enero de 1959, pondría en la voz del silencio un discurso nacionalista, la reparación de las injusticias de siglos anteriores: el analfabetismo, la corrupción, el desempleo, el racismo, la falta de servicios médicos conducirán los primeros pasos de aquella vorágine que perpetuó un antes y un después en la historia. Parecía que los caminos se bifurcaban cuando la Isla daba pistas a una nueva realidad política que trasformaba el campo de la cultura .

El nuevo suceso revolucionario pisaba un terreno movedizo, la trasformación social del Antiguo Régimen. Estremeció las artes, las letras, la tierra, la manera de decir, pintar, componer, hasta la forma de vestir. Una verdadera refundación de la cultura cubana se inscribió en el año 1959. En perspectiva de Fidel Castro la revolución cubana significaba una profunda Revolución Cultural . La Revolución cultural que levantó curiosidad en el mundo de los 60, un universo marcado por el fin de la descolonización en África, las guerrillas latinoamericanas, los movimientos feministas que luchaban por una inserción completa de la mujer en todas las esferas de una sociedad, el boom de la novelística latinoamericana, en las artes plásticas, en la moda unisex, en la música donde se destacaron Bob Dylan y The Beatles.

Acontecimientos que constituyen rupturas de las viejas formas de operar en una sociedad, unos coinciden en el tiempo, otros se fortalecen bajo el manto de la Revolución cubana y algunos rompen los muros geográficos. En Cuba se creaba una estética que proliferaba en el mundo de los años 60, el uso de las armas de fuego, el progreso en las concepciones raciales, la trasformación de la institución familiar, el paso de una cultura elitista a una cultura popular, los medios de comunicación al servicio de la prematura revolución.

La Revolución Cultural Mundial de 1968 Fernand Braudel la presenta como una “profunda y radical mutación cultural” solo comparable con el renacimiento o la reforma, de ahí que toda revolución cultural es ante todo una demolición de lo que antes existía . Considerar la Revolución cubana un hecho cultural en sí mismo y al mismo tiempo una revolución cultural no es paradójico. Remover las bases de la antigua cultura burguesa conduce el camino de los primeros años del triunfo de 1959, quiebra la miopía política de los estados latinoamericanos, interviene la prensa, los medios de comunicación y las asociaciones civiles de la cultura prerrevolucionaria que abren paso a la creación de las nuevas instituciones de la Revolución. En alguna medida, la Revolución puedo expedir una nueva cultura modélica para el continente, al pretender influir más allá de las fronteras de nuestra Isla. América Latina era una pradera seca y Cuba sería la chispa que la incendiaría.

El parteaguas revolucionario cubano, inaugura a partir de 1959 un proyecto renovador de toda la cultura anterior. Los logros se palpan durante los años 60 con mayor claridad, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), la Cinemateca de Cuba, Casa de las Américas y el Consejo Nacional de Cultura con su equipo directivo por áreas artísticas y culturales. La Compañía de Ballet Nacional de Cuba dirigido por la bailarina Alicia Alonso, creada desde la década del 50, impulsó un megaproyecto de construcción de escuelas de arte al oeste de La Habana, en aras de promover el arte popular revolucionario.

El proyecto cultural de la Revolución durante los años 60 procuró un desarrollo institucional en el área de la cultura que facilitó el resto de las trasformaciones sociales. La Campaña de Alfabetización es clave para comprender las dinámicas de funcionamiento de la sociedad revolucionaria, este logro marca la vida cotidiana de la nueva sociedad. “Lápiz, Cartilla, Manual”, harán del individuo prerrevolucionario un pueblo con un ideal social revolucionario, capaz de admirar las obras de arte, el cine, la nueva novela revolucionaria, el uniforme verde olivo o tararear las canciones de la Nueva Trova. El Conjunto Folklórico Nacional, junto con el Coro Nacional y el Conjunto de Danza Moderna nacen al calor revolucionario, el rescate de las raíces cubanas y el verdadero sentido artístico revolucionario son parte de su quehacer.

El cine revolucionario creaba una institución renovadora de las políticas del Antiguo Régimen, el Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográfica (ICAIC) hacía presencia en el nuevo escenario. Esta institución, pionera en las trasformaciones culturales de la época procuraba un ambicioso proyecto más allá de la mera producción cinematográfica, la difusión del ideal revolucionario, dado su carácter masivo. Pretendía el desarrollo y profundización de la cultura revolucionaria.

La cultura, como expresión de las relaciones sociales estaba llamada a ser el reflejo, desde sus manifestaciones artísticas, de la deconstrucción de las viejas prácticas culturales y la construcción de las nuevas manifestaciones creadoras de la cultura nacional. En este sentido la incorporación de los artistas e intelectuales de la generación del 50 a la nueva política revolucionaria durante 1959 y 1961 fue un polémico escenario que enfrentó la Revolución cultural. Se produjo un cambio cotidiano en las formas de hacer arte, de escribir la revolución, de dramatizar el episodio revolucionario, la poesía se llenó de realidad, las danzas populares llenaron el espacio vacío, el cine neorrealista estremeció la pantalla y el mundo cubano de llenó de colores.

Lunes de Revolución y Hoy Domingo fueron suplementos culturales creados al fervor de la Revolución, encarnaba en sus páginas una nueva generación revolucionaria. Se convierten estas publicaciones en el portavoz de una parte significativa de escritores y artistas cubanos. Lunes se convirtió en una de las primeras publicaciones del novel movimiento revolucionario, promoviendo las nuevas concepciones en el plano cultural. Sus páginas fueron eco de escritores principiantes, artistas e intelectuales de diversas escuelas de pensamiento que eran poco reconocidos en el ámbito cubano.

El naciente Estado revolucionario se esfuerza por vincular la obra de escritores y artistas a los ambiciosos proyectos de la Revolución, al simbolizar los logros en las distintas manifestaciones culturales, reafirmar la identidad nacional y revalorizar la tradición cultural cubana. Una red de bibliotecas, museos, casas de cultura, instalaciones teatrales y escuelas de arte se van instalando en toda la Isla. La creación de la Editorial Nacional de Cuba facilita la edición de libros, folletos y revistas, se compromete además con la reproducción impresa de obras de arte. Dicha institución conforma una red de conexión entre la cultura y la educación que promueve en esta última un escenario de acceso popular. El Instituto Cubano del Libro abre una brecha cultural significativa en el escenario cubano que rebasa sus fronteras, las ferias del libro muestran una coyuntura artística que une escritores de aquí y de allá y la Brigada de Artistas y Escritores Jóvenes “Hermanos Saíz” da riendas sueltas al movimiento cultural de las nuevas generaciones.

La sociedad cubana y su cultura se volcaron radicalmente ante el fenómeno revolucionario del 1 de enero de 1959. La instauración de políticas de igualdad, la masificación de la cultura, el acceso masivo a los derechos sociales modificó los códigos de producción cultural en la vida cotidiana de los cubanos del siglo XX. Un escenario preñado de revoluciones acató la orden de sustituir lo viejo por lo nuevo, manteniendo las raíces de cubanidad al son de una nueva vida cultural, la nueva canción, la nueva trova, la nueva novela revolucionaria y el hombre nuevo.

Volver a nacer. Una nueva vida cultural en los 60.

La cultura de los 60 en Cuba va adquiriendo una simbología revolucionaria en cada una de sus manifestaciones. Una cultura sin que la política esquematice modos de actuar o pensar, la creación original de una sociedad que trasformaba sus cánones capitalistas dejaba actuar sin límites, una cultura libertaria que representara la cultura cubana borrada por las políticas foráneas, españolizantes o norte americanizadas. Recrear el panorama de los primeros pasos de la Revolución cultural es un ejercicio entretejido de luces y sombras. Primero hegemonizar el proceso cultural en función de la revolución, después confluir artistas y escritores en un mismo bando y por último hacer conciencia de masas y promover una cultura popular. Este complejo escenario será testigo de la libertad de creación, sin una ideología más que la transformación revolucionaria y la fusión de la cubanía prerrevolucionaria y la revolucionaria.

La era paría un corazón, una Revolución que dio voz a los que no podían cantar. El movimiento de la Nueva Trova puso nota a una nueva canción, heredera de la tradición trovadorezca cubana, comenzó a entonar la nueva realidad, surgía la “canción política o protesta”, jóvenes que despuntaban al calor del proceso revolucionario, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, Pedro Luis Ferrer y Sara González. A medida que se radicalizaba el proceso revolucionario cubano el repertorio de los trovadores iba in crescendo, incorporando nuevos temas. En sus inicios, las intenciones de sus letras fueron tergiversadas, suponía la mezcla de otros géneros como jazz y rock un símbolo extranjerizante que generó algunas tensiones con el naciente Estado cubano.

Insertos en el movimiento de la nueva canción en Latinoamérica, el movimiento de la Nueva Trova cubano llenó espacios en el continente americano. Muchos cantautores latinoamericanos expresaron nutrirse de esta fuente inspiradora, Víctor Suárez poeta y cantautor dominicano refería que el naciente movimiento les tocó el alma a todos los que tenían fuego en la sangre, para denunciar los males de sus pueblos desde la canción y la poesía . La revolución cubana se convertía en un paradigma al ser narrada por las letras de Silvio, Pablo, Sara y Nicola.

Un evento sería clave para catalizar la unidad de voces latinoamericanas, la Casa de las Américas reclama el I Encuentro Internacional de la Canción Protesta del 24 de julio al 8 de agosto de 1967, confluyen creadores de 17 países y 4 continentes. El pensamiento se radicaliza al aclamar la “canción protesta” como un arma para defender el pueblo y no un instrumento de consumo para el capitalismo. El encuentro dejó plasmado una serie de lineamientos que fundamentaban los objetivos de lucha en el escenario cancionístico, el apoyo a la lucha negra en Estados Unidos por sus derechos e inclusión social, la voz a favor del movimiento estudiantil que se generaba en los países capitalistas y en contra de la injusta guerra en Vietnam.

El choque entre lo viejo y lo nuevo es una constante en el proceso cultural, en la música se mezclaron el son, el danzón, la conga, el mambo, la rumba y el cha cha chá con el blues, el jazz y el rock dando como resultado nuevas orquestas sonoras, Juan Formel y los Van Van, Pacho Alonso y los Pachucos, reemplazando a las bandas anteriores de Benny Moré o Celia Cruz y la Sonora Matancera, estas últimas se acogieron al exilio. Era costumbre escuchar en las emisoras radiales revolucionarias ritmos como Pilón, de Enrique Bonne y Pacho Alonso, Mozambique de Pello el Afrokán. Orquestas entonando melodías que dan sentido al contexto revolucionario, Moncada, Mayohuacán, la Original de Manzanillo, formadas en las provincias cubanas, muestra del impacto cultural de la Revolución en el escenario nacional.

La bolerística cubana de la década de los 60 fue revolucionada por el movimiento del filin protagonizado por José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz, Elena Burke, Omara Portuondo. Una nueva forma de conducir la voz, dramatizado, exagerado, un bolero nutrido de la fusión con el jazz, pero rítmicamente muy cubano.

El gobierno revolucionario impulsó desde sus primeros pasos el desarrollo del cine. El nacimiento del Instituto de Arte e Industrias Cinematográficas (ICAIC) una empresa hija de la revolución para encaminar al público a la exigencia, la actividad, la crítica y por lo tanto a la formación revolucionaria. Decía Thomas Gutiérrez Alea, que el cine como manifestación de la cultura de un pueblo, es la actividad más comprometida con intereses ajenos a la cultura. Por tanto, es la actividad que lleva reflejada más crudamente los factores reales de una sociedad. La ideología, que aun no estaba definida por la revolución para los inicios de la década de los 60, era un símbolo calve de expresión mediante el cine, cineastas cubanos de la talla de Tomás Gutiérrez Alea, Humberto Solás, Pastor Vega, Santiago Álvarez, cumplieron el rol revolucionario objetivado a la gran pantalla, el de legitimar un nuevo ordenamiento social bajo el velo de un nuevo arte fílmico. Además, se dieron a la tarea de contemplar críticas burocráticas y dogmáticas de las experiencias socialistas, lo que trajo consigo una reconfiguración de las normas estéticas en la producción cinematográfica y el rechazo a productos fílmicos posteriores. Un cine despojado de objetos extranjerizantes y de enajenación, un cine realista y revolucionario que muestra la nueva realidad cubana en la vida cotidiana cambiante.

La visibilidad para muchos jóvenes cineastas llegó con el 1 de enero de 1959, en el Antiguo Régimen su obra fue minimizada, esta oportunidad les permitía ampliar su público más allá de las elites de poder y trascender a un pueblo despojado de ignorancia, capaz de disfrutar e interiorizar los símbolos de la gran pantalla. Las salas cinematográficas se colmaban en esos años para aplaudir filmes como Memorias del subdesarrollo, Las doce sillas, La última cena, Retrato de Teresa, Girón, ¡Viva la República!, El hombre de Maisinicú o El brigadista, el pueblo admiraba la obra de los actores, directores y guionistas. El acceso de todo público al cine cuantificó el esfuerzo de la revolución por hacer masivo el séptimo arte, con precios manejables para todos los sectores sociales.

En estadísticas cinematográficas entre los años 1968 y 1975 la producción reflejó 38 largometrajes, 257 documentales, 50 dibujos animados y 355 noticieros, además de 146 premios internacionales, muestra de la calidad y el acierto artístico con que fue acogido el cine cubano de la revolución. La obra del nuevo cine revolucionario abarca planteles que van más allá del mero producto cinematográfico, se creó el Grupo de Experimentación Sonora, que agrupó a los más influyentes músicos de la época, dirigidos por Leo Brouwer, se planearon el estudio y desarrollo de la creación musical insertado en el cine. La Revolución cubana había logrado expresiones innovadoras de las artes visuales sobre todo en el cartel y el documental cinematográfico.

La antigua sociedad capitalista de los años 50 había puesto en el cerco a los escritores más prestigiosos de la época, muchos de ellos radicados en el exterior u otros ajenos del espacio cultural estatal. Esta intelectualidad compuesta por escritores y artistas como Cintio Vitier, Lezama Lima, Eliseo Diego, Fina García Marruz, René Portocarrero, Virgilio Piñera, Nicolás Guillén y Alejo Carpentier se mantuvieron al margen del liderazgo revolucionario del Movimiento 26 de julio y del Ejército Rebelde. En la efervescencia de los primeros años revolucionarios estas figuras mostraban un sentimiento de culpa que no los dejaba actuar, en el caso de Virgilio Piñera en una ocasión trasmite al líder Fidel Castro que los escritores eran la última “carta de la baraja”, que debían aceptar que no hicieron nada por la revolución, no porque irresponsabilidad sino porque el escritor en la época de la dictadura no existía . Esta tendencia a ser juzgado el escritor por su no actividad revolucionaria cultivará amplias polémicas en el campo intelectual de los 60. Los intelectuales, artistas y escritores constituyeron el sector más recurrente al llamado a colaborar con el liderazgo político revolucionario en esta tarea ideológica y cultural.  

17 Jun 2021
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