El Reto De Ser Mujer Y La Maternidad En La Historia
En cada época de la historia se registran cambios de acuerdo a ciertos paradigmas: en la concepción de salud, en la educación, la política y las relaciones interpersonales. Los mismos cambios incluyen también a la maternidad, cada época tiene sobre ella su particular concepción.
A fines de la Edad Media los niños vivían su vida dentro del mundo de los adultos sin que éstos se preocuparan por ellos especialmente. No fueron siempre las madres biológicas quienes cuidaron de sus hijos.
En el siglo diecinueve con la pedagogía, y en el veinte con la sociedad industrializada, se aceleró el movimiento y quedó establecido un corte radical entre el adulto y el niño que fue.
La tradición judeo-cristiana inscribe en las mujeres un mandato de maternidad sacrificial, abnegado, incondicional, que da lugar a un modelo de “buena madre”, transmitido por el entorno.
La publicidad y la maquinaria del consumo ofrecen mientras tanto imágenes idealizadas, que deberíamos recordar que son de papel para no apoyarnos en ellas.
Actualmente la maternidad está sujeta a cambios debido a los siguientes factores: globalización, ambigüedad, contradicción, velocidad, etc.
Hay en este momento una mayoría de maternidad no convencional, mujeres que se plantean no tener hijos (España tiene, por ejemplo, la tasa de natalidad más baja de Europa) mujeres que tienen hijos a edades punta: adolescentes por un lado y mayores de 40 por otra. Se desarrollan y cuestionan las técnicas de fertilización asistida y la adopción.
También muchas mujeres se plantean tener hijos sin compañero y las familias ensambladas crecen.
MATERNIDAD TARDÍA
Un conflicto que afecta a la mujer es este deseo de ser madre y en qué momento de su vida. En la actualidad, las mujeres son independientes, profesionales con proyectos a futuros que saben decir que no a la maternidad como rol obligatorio. Pero, la decisión tardía no implica perderse de este papel tan importante para muchas.
Cada vez más mujeres deciden ser madres luego de los 40 años.
Profesionales e independientes, ya no guían sus decisiones por su reloj biológico. Inseminación artificial, fecundación in vitro y tests de compatibilidad genética, es lo que se tiene en cuenta para la decisión más importante de la vida de una mujer.
Nos interesa examinar las motivaciones culturales que llevan a las mujeres a planificar una vida sin hijos o a postergar cada vez más la decisión de ser madres, y su vinculación con la existencia de otros proyectos vitales.
EL RETO DE SER MUJER MADRE Y PROFESIONAL
Ser madre no es un título que se adquiere estudiando en la universidad, es un reconocimiento que se logra con la energía de amar, guiar, cuidar, acompañar y proteger con devoción a los hijos. Por eso, creo que todas las mujeres nos sentimos realizadas cuando llegan los hijos a nuestras vidas, aunque muchas veces nos ‘pillan’ en plena faena profesional.
En la actualidad, existen otros centros de interés más allá de la maternidad como el trabajo y el desarrollo de una carrera profesional, los estudios o los hobbies, y las mujeres estamos comenzando a advertir que, si bien la maternidad deseada puede hacernos felices, esto no es siempre así ni para todas igual.
Vida profesional y maternidad: Vocaciones encontradas
Indagaremos las modificaciones que van sufriendo los modelos asociados a la maternidad, entre las mujeres profesionales.
El desempeño laboral de las mujeres ha dado lugar a nuevas formas de ejercicio de la maternidad. Dependiendo del tipo de trabajo que la mujer desarrolle (de tiempo parcial o completo, fuera o dentro de su casa, con horarios fijos o flexibles) también se modifican los modos de relación con sus hijos. El tipo de madre dedicada con exclusividad a la casa y los hijos, un modelo que las clases medias supieron adoptar para sí por varias generaciones, actualmente entra en contradicción con los tiempos, deseos y responsabilidades de las madres que trabajan, especialmente aquellas con una vida profesional exitosa.
Con relación a las madres con formación terciaria o universitaria que ejercen las profesiones para las cuales estudiaron por impulso vocacional, o de las mujeres que se desempeñan con éxito en los negocios, el trabajo es una fuente de satisfacciones, que compite con las llamadas ‘obligaciones maternas’.
Si bien las prácticas cotidianas rompen con el modelo de la ‘maternidad exclusiva’ y se encaminan hacia formas de maternidad ‘compartida’ y menos presencial, el peso del imaginario de la ‘maternidad exclusiva’ sigue generando frustración y ambivalencia en unas mujeres que no están dispuestas a ver menguar su carrera profesional; pero a las que, al mismo tiempo, les gustaría poder dedicar mayor atención a sus hijos. Todo ello, enmarcado dentro de la falta de corresponsabilidad masculina en la esfera reproductiva, causante de que estas mujeres perciban que es su calidad de vida la que se deteriora y no la de sus cónyuges, con la llegada de los hijos.
Que la vida profesional sea para ellas una fuente de satisfacciones de igual o mayor importancia, que su espacio doméstico familiar contradice la ideología según la cual la maternidad debería ser el ámbito de ‘natural’ realización para las mujeres.
La maternidad (o su mera posibilidad) no colabora con la promoción de las mujeres en el mundo laboral —y en Argentina no son pocos los casos de despido y rescisiones de contratos por embarazo, a pesar de su ilegalidad— dado que las empresas consideran que los puestos de responsabilidad van a estar mejor cubiertos por varones que, aunque tengan hijos, no asumen socialmente la ‘doble carga’ que supone para las mujeres la maternidad.
Estereotipos de género, antiguos modelos y nuevos mandatos
Los tipos de crianza y los sentimientos de las madres hacia sus hijos también han sido producto de diversos cambios sociales, que fueron impactando en las mentalidades.
Grandes cambios históricos se han dado en la vida privada en general y en el ejercicio de la maternidad en particular y de cómo los distintos modelos maternos socialmente instalados han sido resultado de postulados encontrados a lo largo de la historia. En relación con la maternidad, las mujeres son interpeladas por los mandatos sociales de su tiempo y sector social.
Para las mujeres que disfrutan de sus trabajos, de su vocación, de su vida profesional y de los logros que ésta les reporta tanto a nivel material como simbólico en términos de prestigio y reconocimiento, la maternidad no es un proyecto de vida total, en el sentido de que anule o subsuma a los demás proyectos vitales. Así como difícilmente un varón se replanteé su vocación o su trabajo por el hecho de tener hijos, las mujeres aspiran a compatibilizar ambas tareas. Sin embargo, el imaginario de la maternidad a tiempo completo, o al menos como prioridad, sigue vigente y las mujeres experimentan una sensación ambigua respecto a la decisión de tener hijos, como si debido a sus otros intereses no fueran a estar ‘a la altura’ de lo que implica ejercer como ‘madres que se precien’. A pesar de que actualmente no existe un modelo único de maternidad posible, el presupuesto instalado sigue siendo que, para las madres, lo más importante son sus hijos.
En la actualidad, los modos de socialización primaria de varones y mujeres siguen reproduciendo estereotipos de género: a los primeros se les inculcan desde temprano valores de independencia, valentía y desarrollo de su fuerza física, mientras a las segundas se las anima a cultivar otros ‘valores’ como la dependencia, el cuidado y la suavidad de los modales (asociada a la debilidad). Aunque por supuesto ha habido cambios en la crianza de las niñas, por ejemplo en lo referente a su formación intelectual, culturalmente se sigue esperando de las mujeres una posición ‘femenina’ que dé cuenta de dichos ‘atributos’. Porque si bien hoy la perspectiva valorada dentro de los sectores medios es que las mujeres no circunscriban sus aspiraciones al ámbito de lo privado y se formen, ganen dinero y sean independientes, son esos otros ‘atributos’ los que, en el imaginario social, continúan operando como garantía de su valía ‘como mujeres’. Es decir, en cierto modo el modelo de mujer continúa operando bajo la rémora del modelo de las generaciones inmediatamente anteriores, que podríamos denominar el modelo del ‘como sí’: que las mujeres vivan como si estudiar, lograr un buen trabajo y ser independientes fueran sus aspiraciones vitales (que se correspondían con el ideal de ‘mujer moderna’) hasta que llegue el momento de consolidar un proyecto de pareja y familia que, con la llegada de los hijos, las relevase de dichas obligaciones, hasta entonces vividas (o puestas en escena) como sus máximas ambiciones. Se trata del modelo heredado de las mujeres que comenzaron a pensar un modo alternativo de realizarse por fuera del ámbito doméstico tradicional, pero que tras dar algunos primeros pasos, decidieron que ya era suficiente la innovación en dicho terreno y se replegaron nuevamente en el modelo tradicional. Mujeres que conocieron las ventajas y sinsabores del mundo laboral asalariado, pero que decidieron abandonarlo en pos de un ideal de familia y de maternidad a tiempo completo.
CÓMO HACER LA DIFÍCIL TRANSICIÓN DE PAREJA A FAMILIA SIN QUE LA RELACIÓN NAUFRAGUE
Éste es un aspecto de vital importancia para el desarrollo óptimo del proyecto que se comienza: “El que los padres estén bien como pareja es bueno para toda la familia”
El contexto socioeconómico, unido a las dificultades inherentes a la maternidad y la paternidad (pérdida de independencia, más trabajo, menos descanso, cambios en la gestión de los tiempos, nuevos roles), propician en cierto modo esa ruptura entre el binomio familia y pareja
Puestos a tener que recortar tiempo por algún sitio para dedicarlo a las necesidades del recién nacido, siempre es “mucho más fácil” recortar ese tiempo del área de la pareja, pero es una estrategia peligrosa, ya que Cuando los hijos crecen y son menos dependientes y demandantes es cuando se hace evidente el distanciamiento que ha habido en la pareja, y a veces se le intenta poner remedio demasiado tarde .
Para no llegar a estos extremos se recomienda que el cuidado de la pareja esté detrás (“pero muy cerca”) en nuestras prioridades del cuidado del bebé, ya que en mitad de la vorágine de cambios, cansancio, agotamiento y frustraciones que puede suponer la paternidad “necesitamos tener pilares fuertes que nos sostengan y el mejor punto de apoyo en este momento es, sin duda, la pareja”
Se debe lograr conseguir que lo cotidiano sea algo que nos refuerce, Intentando crear un buen clima: sonreír, dar las gracias, gestos de afecto, de cariño, sin que pase un solo día en el que no recordemos a nuestra pareja por qué es especial para nosotros.
CONCLUSIÓN
En las últimas décadas se han producido grandes cambios con relación a los proyectos y aspiraciones de las mujeres. Desligadas —en algunos sectores sociales— del imperativo doméstico de abocarse exclusivamente al cuidado de los hijos, actualmente los mandatos tradicionales se han vuelto más lábiles y conviven con otras posibilidades de realización para las mujeres (generando nuevas tensiones entre la ‘vocación materna’ y la ‘vocación profesional’) al tiempo que han surgido nuevos mandatos. ‘Se está efectuando el cambio del modelo tradicional femenino dominante (desenvolvimiento en la esfera de la familia, de lo privado) al nuevo modelo (mujer que trabaja, desenvolvimiento en la esfera pública). Este último modelo se ha convertido ya en la imagen dominante de la mujer aunque en la actualidad, sólo sea real para una minoría de mujeres y gran parte de la población femenina aún no lo haya incorporado a su existencia. Estas mujeres de élite son las
primeras que han hecho efectivo el capital social y cultural que el modelo tradicional les negaba, en comparación a sus hermanos de clase, varones’
Así como persisten mandatos hacia la maternidad, también actúan nuevas presiones sociales hacia su postergación, exigencias vinculadas a la carrera laboral, la competencia profesional y la formación permanente que contradicen los mandatos tradicionales para las mujeres. Ello se ve reflejado en algunas de las cifras ya mencionadas proporcionadas por los estudios demográficos (censos, encuesta permanente de hogares, etc.) que dan cuenta de un descenso de la natalidad y un crecimiento de la edad promedio de las mujeres al momento de tener su primer hijo en la Ciudad de Buenos Aires, especialmente en las zonas donde se concentran los sectores de mayores ingresos.
Aunque ha habido importantes cambios culturales respecto a la división sexual del trabajo y se advierte una mayor presencia masculina en las tareas domésticas, en la crianza de los hijos tienden a subsistir los roles tradicionales a pesar de que las mujeres ya no construyan exclusivamente su identidad a partir de las funciones de madre y esposa. Los mandatos vinculados al ‘buen’ desempeño de la maternidad y la permanencia de modelos tradicionales, generan en las mujeres con carreras profesionales cuyo ejercicio es una fuente valorada de satisfacciones tanto a nivel material como simbólico, contradicciones aún no saldadas.
Pesar de que otros proyectos hayan ganado terreno, la maternidad continúa siendo una experiencia clave en la constitución de trayectorias femeninas aunque en los sectores medios opere para las mujeres, junto con la libertad de desarrollarse en otros ámbitos, un nuevo mandato: el de no convertirse sólo en madres.
La herencia cultural que históricamente circunscribió la identidad femenina a su rol social como madre continúa operando a nivel de las representaciones respecto a la construcción social del modelo de mujer. Ser madre o no sigue siendo significado en tanto atributo o carencia, e incluso se manifiesta en el plano del lenguaje en términos de posesión: ‘tener o no tener’, esa es la cuestión.
Las mujeres son pensadas socialmente y se piensan a sí mismas en relación con la maternidad: el presupuesto social de las biografías femeninas sigue estando íntimamente ligado a la descendencia. La singularidad de cada mujer, el despliegue de su identidad individual, se construye a la sombra de su potencia biológica, incluso aunque renuncie a ella. El marco simbólico en el cual se inscribe el par dicotómico ‘madre/no madre’ forma parte de un contexto socio histórico en el que se conforman las subjetividades de las mujeres, en el cual las categorías y representaciones asociadas a tener hijos operan como una fuerte marca identitaria. ‘Para convertirse en madre se precisa ser mujer, para actuar como una madre se precisa el cumplimiento de ciertos actos. Destino de mujer, imagen de un cerco, sobre cuyo encierro la voz de las futuras madres [y no madres] construirán sus propios relatos’